martes, septiembre 04, 2007

LOS SUPERREVOLUCIONARIOS

Tomado de El Tono de la Voz, de Jorge Ferrer

Los «superrevolucionarios»

martes 4 de septiembre de 2007 13:05:11

Jorge Ferrer

Después de varios meses ocupado en organizar su biografía y aportar prepóstumas reflexiones al fin-del-mundismo, Fidel Castro entró hoy de lleno en el debate sobre la transición cubana. Elefante en cacharrería, se revolvió contra propios, convencido él también, de que son éstos y no los ajenos los primeros que irán a aliviarse sobre su tumba.

Ya amagan. He seguido aquí el fenómeno de esos, digamos, desviacionistas de izquierda. Fenómeno de los más curiosos que han generado la eternizada bicefalia y el creciente debate sobre la transición que sucederá a la muerte de Fidel Castro.

Durante los últimos meses, a Cuba le han llovido -goteo; no chaparrón- propuestas de toda índole. Algunas son propuestas que al régimen le cuesta ignorar, porque no provienen del exilio cubano, gobiernos extranjeros u organismos internacionales. Son, por el contrario, reclamos amigos y que con su sola aparición en medios digitales de la izquierda o la ultraizquierda española denuncian la incapacidad de esas elites «revolucionarias» para discutir sus temores dentro de Cuba.

Su número creciente denota que la preocupación es mayúscula. Son muchos los que ven acercarse una Cuba que no les gusta y reclaman participar en el debate sobre una transición.

Rebelión, Kaos en la Red, La República, Insurgente, La Haine… han sido los principales receptores de esos lloros «superrevolucionarios». Autores cubanos y extranjeros –los de mayor eco: Soledad Cruz y James Petras- han ido desgranando propuestas para salvar la «Revolución», desde reformas parciales. Un profesor jubilado se atrevió hace un par de días a publicar catálogo de recetas. Recetario gatopardista, sí, pero que señala claramente qué no están dispuestos a admitir ya los «revolucionarios».

Más allá de lo que nos puedan parecer unas u otras propuestas venidas desde esa izquierda procastrista, nadie que tenga siquiera un ápice de sensatez dejará de reconocer que su formulación pública es un fenómeno saludable. Ya decía aquí que el hecho de que una Celia Hart vocee su trotskismo o una Soledad Cruz sus reparos a la represión burocrática es esencialmente positivo, toda vez que indica la necesidad que tienen esos agentes políticos de la izquierda cubana de buscar cauces de expresión que rebasen la censura isleña, en un franco intento de situarse en un entorno poscastrista. Digo más: la irrupción de esos discursos es la prueba más palmaria, y eficaz, de que por fin todos estamos situados en un ámbito de discusión que busca superar la dictadura.

Cuando Castro terminó ayer su artículo «Los superrevolucionarios» y lo remitió a Granma no cerró esa vía de escape. Hizo algo peor: la situó fuera del juego. La ilegalizó. Él, y así termina su artículo, es el mayor crítico de la revolu. Crítico en Jefe. Más allá, ni un paso.

En lo adelante, periodista, escritor u opinador cubano que se atreva a publicar propuesta de cambio se moverá hacia territorio enemigo. Al menos, se estará apartando de él. Si extranjero, corre el riesgo de que se lo deje de considerar «amigo de Cuba», ese club al que se accede -recuerda el dictador- previa presentación de carné que acredite incondicionalidad, eufemismo por silencio.

He ahí la mala noticia para los reformistas.

La buena: que el pataleo del dictador -¡cuidado, muchacho, que se te derrama eso!- denota su aislamiento, su incapacidad para situarse en un juego político poscastrista (no es oxímoron: hubo pinochetismo pospinochetista) y una senilidad cada vez más hilarante. Replicar a la crítica de James Petras sobre la escasez de construcción de viviendas afirmando que construirlas habría servido para que las adquirieran «los órganos de inteligencia enemigos» es algo que lo sitúa en un espacio de imbecilidad ya difícilmente superable.

Habrá que estar atentos, pues, a los diarios digitales de la ultraizquierda española. En los próximos días se sabrá si la orden del «Comandante» es acatada o atacada.

A corto plazo, cabe esperar lo primero. Pero los plazos, como los suspiros, son cada vez más cortos.

*******
UPDATE:

Otra de «superrevolucionarios» con vivaces abucheos. Fue tan pronto como en febrero de 1959. Nótese el gusto por la delegación de poderes a la hora de emplear la fuerza. Si algo sucede con este hombre, es que lo dejó todo bien claro desde el principio.

«Debo aclarar mis palabras, para los suspicaces; esos suspicaces que han aparecido a última hora, superpatriotas, superapóstoles, superpuros, superrevolucionarios (ABUCHEOS). Quiero aclarar que no amenazo. No amenazo, porque mi temperamento, mi idiosincrasia, mi profunda convicción humana, me hacen detestar el empleo de la fuerza para aplicar una medida revolucionaria. Y si en ese caso me viera un día, yo dejaría a otros que la hicieran.»

Discurso de Fidel Castro el 6 de febrero de 1959 en la petrolera Shell.
Publicado en: El Tono de la Voz | Actualizado 04/09/2007 15:54