miércoles, junio 25, 2008

IGLESIA CASTRISTA Y LIBERTICIDA

Iglesia castrista y liberticida

La Iglesia cubana, contra…

La jerarquía eclesiástica critica

¿Qué critica la iglesia cubana por boca de cierto Orlando Márquez? ¿Acaso se ha manifestado claramente sobre la ausencia de libertades? ¿Será, por ventura, que desautoriza a Carlos Manuel de Céspedes por sus loas a Ernesto Guevara, al que el Monseñor llama «Che», y quien fusilaba a cubanos que morían gritando «¡Viva Cristo Rey!»?

¿Qué critica? ¿La ausencia de libertades? ¿La insoportable duración de la dictadura que padece Cuba? ¿La sucesión dinástica de Castro I a Castro II?

Nada de eso.

La jerarquía católica cubana ha soportado la dictadura con tenaz mansedumbre. Bien calladitos han estado esos prelados que siempre han gusaneado por lo bajo, susurrantes en las sacristías y entre los canapés de embajada, pero incapaces de llamar desde el púlpito dictador al dictador, represión a la represión, cárcel a la cárcel, disidentes a los disidentes.

Y ahora estos curitas miedosos, estos curitas aquiescentes, estos curas con la boquita cerrada como no sea para comer y anunciar la venida… de Cristo, estos curitas pendejos, critican y protestan.

Les parece mal que la televisión cubana emita Brokeback Mountain; les parece horroroso que se practiquen operaciones de cambio de sexo.

El castrismo ha reprimido con saña a los homosexuales, los privó de la expresión de su identidad sexual, los encerró en las UMAP, los expulsó de universidades y empleos… Ahora comienza a suspenderse ese oprobio y se lo hace por vía institucional. No se trata más que de una sola de las múltiples iniquidades que padecen los cubanos, pero hay que felicitarse –yo me felicito- de que se suspenda el abuso –ese abuso- que padecen miles de homosexuales en la isla. Que no sea tabú ver una película de temática gay en televisión, que pueda someterse a una operación de cambio de sexo quien la requiera para ser apenas un poco más feliz bajo la tiranía. Que un puñado de cubanos sea un poquito más libre dentro de su cárcel grande.

¿Que no se trata de la mayor de las limitaciones a la libertad de los cubanos? Lo sé. Pero la jerarquía de las libertades, como el mal según san Agustín, no es gradable. Y que siquiera un cubano deje de ser hostigado y reprimido por una sola de las múltiples razones por las que se hostiga y reprime a los cubanos es motivo de alegría para cualquiera que ame la libertad.

Pero los curitas protestan. Atenuada la represión castrista a los homosexuales, los de las sotanas dicen: «Oye, ahora me toca reprimir a mí.»

Al hacerlo, iluminan el paisaje de la revolución con luz fortísima que los retrata en su condición de gozosos cómplices de la represión. Porque dejan claro, para quien tuviera dudas al respecto, que mientras los esbirros de Fidel Castro reprimían a los homosexuales cubanos, esos curitas se frotaban las manos y salmodiaban vivas a la revolución represora de la libertad de la carne, que es la del individuo.

No será la única revelación que veremos de la connivencia de la iglesia cubana con el castrismo. Como mismo hubo un tiempo para recoger piedras y otro para lanzarlas, que se lee en los Evangelios, hubo un tiempo en que asistíamos al silencio de los curas y llega otro para descubrir el por qué de ese silencio.

De contra:

El mismo Orlando Márquez, ahora súbitamente airado, beligerante y protestón, escribía en Palabra Nueva: «En numerosos encuentros con personas de varias latitudes, al tratar el tema de la experiencia eclesial en Cuba y los modos difíciles de ir desbrozando caminos en los años transcurridos después de 1959, no pocos refieren el caso de la Iglesia en Polonia, un ejemplo del que –dicen– “deberíamos aprender”. Si bien comprendo su ignorancia sobre la historia de Cuba y su Iglesia, no puedo menos que preguntarme qué electrodo tienen suelto en la cabeza como para impedirles razonar que Cuba no es Polonia, ni los cubanos polacos. Pero no tiene sentido molestarse por eso, porque el simplismo racional abunda, porque pienso que después de todo quieren comprender y, lo más importante, no albergo la menor duda de que la Iglesia en Cuba se ha esforzado por actuar del modo que corresponde según las circunstancias, y continúa actuando.»

De recontra:

Le dijo a un chino:

«¿Qué hago yo? Coopero reuniendo noticias y datos y haciendo análisis sobre los más agudos problemas internacionales que aporto a la Dirección del Partido y del Estado. Dispongo de tiempo para recoger gran cantidad de información, a lo cual dedico casi todas las horas del día»

De lo que se desprende deliciosa paradoja: el gran artífice del estado policial cubano acaba sus días como «informante». ¡Un hermoso ejemplo de identificación del líder y las masas!