CUBA : APRENDIENDO A MORIR
APRENDIENDO A MORIR
Por Jorge Olivera Castillo
Sindical Press
11 de octubre de 2009
La Habana – www.PayoLibre.com – No son sólo los veranos, con sus endemoniados calores, quiénes espantan a los sueños y le dan entrada libre al insomnio o las pesadillas. Hay otros villanos, en esa nómina, con más años de experiencia. Miles de cubanos conocen a esas huestes de maldad, decididas a mantener en niveles óptimos las dificultades entre los amplios bolsones de marginalidad que pululan por toda Cuba.
El sol y la humedad encabezan la lista del acoso y la penitencia. Habitar durante 20, 30, 40 años, o la vida entera, en un cuarto de seis metros de largo por cuatro de ancho, con escasa ventilación y sometido a una temperatura ambiental superior a los 34 grados Celsius en los meses más cálidos, unido a los efectos de una humedad relativa del 80%, representan casos extremos de supervivencia, merecedores de un exhaustivo análisis por parte de los profesionales dedicados al estudio de los hechos que se salen de los límites de la razón para caer en un rango que oscila entre la extravagancia y los milagros.
A esta realidad cercana a la tortura habría que agregar la convivencia de varias personas dentro de los límites de lo que podría clasificarse como una sauna tercermundista.
Tal ilustración no representa un hecho aislado, es una escena con múltiples réplicas por todo el territorio nacional.
En la Habana Vieja se pueden encontrar muchas de las víctimas, de todas las edades, nivel escolar y fundamentalmente de la raza negra.
Decía que aparte de las inclemencias del tiempo, las limitaciones en el espacio y el hacinamiento, existían otros instrumentos para causar estragos duraderos, y muchas veces fatales, tanto en el cuerpo como en la psiquis de los moradores de esos pequeños infiernos.
En este orden no podía olvidar el detalle de que algunos miembros del núcleo familiar tienen por cama el piso, sobre el que lanzan una colchoneta apenas sin relleno. Allí, entre hambres y sudores, finalmente logran coquetear con el sueño a fuerza de costumbre y resignación.
Muchas de las afectaciones psiquiátricas, la proliferación de la violencia doméstica, los problemas óseos de carácter crónico, los abundantes casos de hipertensión arterial, y otras secuelas no menos traumáticas, están asociadas a una convivencia que supera los límites humanamente permisibles.
Todos los factores señalados junto a las deficiencias nutricionales sirven para explicar parte de los motivos de la gran afluencia de personas en los centros hospitalarios.
Omar, inquilino de uno de los solares de la calle San Isidro, me asegura que le debe los continuos dolores lumbares, al mal estado de su colchón. Hace más de 20 años que lo usa, sin que hasta el momento haya podido sustituirlo por uno nuevo.
–Mi mujer está igual. Imagínate, de dónde voy a sacar 150 ó 200 dólares, si lo que me busco es para la comida –dice alzando la voz como para subrayar su descontento.
-Y aquí no se puede dormir en el piso por los ratones y las cucarachas. Por el desagüe lo que sale por la noche es ¡candela! Lo último sería que me mordiera uno de esos bichos para completar la desgracia.
En Cuba miles de familias todavía utilizan colchones llenos de remiendos y curvaturas, con muy pocas esperanzas de poderlo reemplazar.
Aparte de los rigores del verano, el racionamiento, la inflación, los altos niveles de humedad, el reducido espacio habitacional, el miedo a ser arrestado o delatado a causa de las inaplazables incursiones en el mercado negro y las pestilencias de los basurales en cada esquina, también hay que prepararse, noche por noche, para enfrentar los pinchazos de los muelles vencidos del colchón y las sinuosidades que van rompiendo, año tras año, la armonía del esqueleto.
Desde la lógica, es complicado explicar como es que tantos seres humanos subordinados a este universo de penalidades puedan sobrevivir.
Sin embargo ahí están, jorobados a causa de los perversos colchones, alcoholizados entre los remolinos de la enajenación y con la idea del suicidio dando vueltas entre sus desgastadas neuronas. Así van entrenándose para la muerte.
oliverajorge75@yahoo.com
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