Luife Galeano: El principio preponderante 2: el próximo paso
El principio preponderante 2: el próximo paso
Por Luife Galeano
Un paso primordial en cualquier proceso bien llevado radica en la consecución de lo que se llaman las “quick wins” o victorias rápidas. Esta etapa es instrumental en el éxito del proyecto porque cumple una serie de condiciones que predisponen de manera favorable a la audiencia y consigue los aplausos y créditos necesarios para mantener la iniciativa.
Toda victoria rápida consigue, en primer lugar, la credibilidad del proyecto. Es indiscutible que en el largo discurrir del proyecto castrista podríamos destacar una miríada de victorias rápidas sin necesidad de consultar los libros de Historia. En el caso que nos atañe no dejamos de hablar todos los días de ellas: Los presos han sido liberados —es el común entender— y demuestra que Cuba ha dado los primeros pasos en la dirección correcta hacia la apertura y la libertad. Se abre el compás de espera, se apartan las mentes de las críticas y se queda a la espera de su conclusión.
Ello nos lleva a la segunda creencia que es que la victoria rápida crea una expectativa de éxito. Es decir, si esto que se ha hecho es tan bueno, lo que falta por llegar resultará despampanante y ello implica la liberación de todos los presos políticos, el levantamiento inexorable de la Posición Común y, como consecuencia, el fin del embargo norteamericano. Todo es tan seguido que nada puede fracasar.
De ahí que la tercera creencia sea la inmediatez de la mejora. El resto vendrá por añadidura por lo que no es necesario seguir vigilando el proceso y exigiendo mejoras. Cuba ya está en el camino correcto y las mejoras no dejarán de producirse.
Por descontado, para que esto ocurra, el gestor del proyecto debe involucrarse en conseguir estas victorias rápidas y así lo ha hecho el gobierno de Cuba. Se ha rodeado de los colaboradores idóneos para sus propósitos. Digamos que se ha involucrado con inteligencia ya que ha dejado el desgaste a los demás manteniéndose incólume y soberbio desde sus particular farallón de poder. El líder mira al infinito, la mirada en lontananza como queriendo vislumbrar horizontes de grandezas mientras el gallego y el monaguillo libran sus batallas en Bruselas y Washington. No pierdan esta imagen ya que no es más que la representación gráfica de lo que se intuye es el principio preponderante que guía al castrismo hasta la ansiada victoria final.
Por mucho que se desgañite la prensa colaboracionista, que Moratinos rompa la voz preconizando caídas de posiciones y el aparatchik mundial nos atosigue diciendo que el embargo es cosa del pasado, nada apunta a que estas versiones no sean más que fuegos artificiales a los ojos de Castro. En este juego se está dilucidando algo mucho más importante, imperecedero, para los intereses castrista; más, incluso, que la perpetuación de un régimen que es muy probable que se desmorone con la desaparición del líder. Una cuestión de vida o muerte.
Quien tenga ojos que lo vea y quien, además, disponga de entendederas que lo razone. ¿Han seguido llegando presos a mansalva a las costas españolas? No. ¿No están las autoridades españolas hasta el último pelo de los rebeldes presos políticos deportados porque rehúsan seguir sus orientaciones? Ya ni los “humanitarios” directores de las organizaciones de refugiados socialistas son capaces de contenerse por el núcleo de disidencia cubana que se está creando en la península. Les molestan los contestatarios y ven que Castro les ha metido “tremendo jonrón” llenándoles el bolsillo de deportados. Y es que no aprenden estos incompetentes gubernamentales.
Sepan, de una vez por todas, que a los Castro los presos políticos no les importan en lo más mínimo. Es más, deportándolos se quitan el problema de encima para seguir en sus trece, en sus posiciones numantinas de siempre y en la exaltación del Máximo Líder. Recuerden, señores, preso deportado, preso amortizado. Lo importante es reprimir a los opositores y disidentes internos. Para ello necesitaba espacio vital; hacer creer que las liberaciones iban en serio para detener a veintiocho nuevos disidentes en cuatro días. ¿Ha gemido la opinión pública? Lo que se escucha es un profundo silencio.
En segundo lugar, ¿dónde están las medidas democráticas de apertura y libertad? ¿Se han leído el discurso de Machado Ventura del 26 de julio? En Cuba no se van a producir cambios en tanto en cuanto tengamos a Fidel paseándose de verde olivo por el entorno nacional disparándonos sus mensajes apocalípticos y sus delirios de grandeza. Y lo más jocoso, si no fuese tan trágico, es que Moratinos se bajó tremenda trova diciendo que veríamos un inmediato “movimiento en el bullpen” en el que Cuba se pondría a la cabeza de la democracia, derechos humanos incluidos, en tiempo record. Hace falta ser ingenuo, o un simple ñame con corbata, para no darse cuenta que la modélica transición española lleva treinta años intentando ser una democracia desequilibrada y viene este ministro a decir que Cuba lo conseguirá de aquí a fin de año.
Por su parte, el Cardenal Ortega Alaminos se desgasta en Washington de fracaso en fracaso. Cuba, por mucha ayuda divina que invoque el prelado, no se considera algo primordial para la Administración Obama. Como mucho, dejará que unos gringuitos aperturistas se paseen por la isla a golpe de maracas, tumbas y bongoes. Poco más. Por otra parte, demasiados problemas tiene el presidente con los comicios de noviembre como para perder el tiempo con una isla que jamás le ha producido el más mínimo dolor de cabeza. No existen razones de peso para pensar que se va a levantar un embargo que ni conmueve a Fidel salvo para lanzar sus andanadas periódicas, ni molesta al presidente norteamericano, ni a sus propios colegas de partido —Bob Menéndez a la cabeza—, ni a los lobbies que día sí y otro también presionan en el Distrito de Columbia.
Todo este guaguancó no es más que una parte del verdadero plan de los Castro. El comienzo de un proceso con todos los giros y ticks de los mismos y que éstos utilizan como tácticas disuasorias para conseguir el objetivo fijado. Por ahora han conseguido implantar las victorias rápidas previas a la consolidación del proceso principal. Todo está planteado y a la espera de que surjan los éxitos esperados. Si ocurren antes, mejor. De lo contrario, ocurrirán en un momento posterior. No hay prisas. Ahora comienza la hora del Líder. Alea jacta est.
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