LA HIPATIA DE ALEJANDRÍA QUE EXISTIÓ NO ES LA HIPATIA DEL FILM ÁGORA DEL DIRECTOR ALEJANDRO AMENÁBAR
Hipatia de Alejandría: historia y leyenda
Antonio Barnés Vázquez
Aceprensa - 25-09-09
Hipatia, filósofa en la Alejandría del siglo V, es una figura atrayente por su calidad intelectual, su rectitud de vida y por su trágica muerte. A partir del siglo XVIII, su imagen ha sido vestida con diversos ropajes, según las tendencias de la época: en la Ilustración, como heroína de la razón frente a la religión revelada; en el romanticismo, como idealización del paganismo contrapuesto a la civilización cristiana; y, últimamente, como víctima de la misoginia. Ahora vuelve a la actualidad con la película Ágora, del director español Alejandro Amenábar.
Hipatia de Alejandría nació alrededor del año 355 d.C. Cuando muere asesinada en 415, es de edad avanzada: unos 60 años. “En consecuencia, parece que no existe apoyo legítimo para describir a Hipatia, a la hora de su espantosa muerte, como una mujer joven, dotada de un cuerpo digno de Afrodita y capaz de provocar el sadismo y la lujuria de sus asesinos”, advierte Maria Dzielska en Hipatia de Alejandría (1), fuente principal de este artículo y el libro más riguroso sobre la pensadora.
Hipatia pertenece a una familia destacada de Alejandría. Su padre, Teón, es un científico muy conocido que forma parte del famoso museo de la ciudad, escritor y filósofo interesado por textos herméticos y órficos. La erudición de padre e hija se basa en sus eminentes predecesores alejandrinos, matemáticos y astrónomos.
Maestra de un círculo intelectual
La filosofía es el otro interés de Hipatia. Gracias a los recuerdos expresados en la correspondencia de su discípulo Sinesio de Cirene (2), sabemos mucho más sobre su docencia filosófica que sobre sus investigaciones matemáticas y astronómicas. No conservamos obras de Hipatia. Lo que conocemos de su docencia e investigación nos lo han narrado sus discípulos. Es posible que ella sea la editora de algunos textos académicos, pero no lo sabemos con certeza.
En su hogar de Alejandría Hipatia crea un círculo intelectual formado por discípulos, algunos de los cuales lo frecuentan durante muchos años. Estos jóvenes llegan de Alejandría, de otros lugares de Egipto, y también de Siria, de Cirene y de Constantinopla. Proceden de familias acomodadas e influyentes; con el tiempo alcanzarán destacados puestos civiles y eclesiásticos.
En torno a la maestra sus alumnos forman una comunidad basada en el sistema platónico de las ideas y en lazos interpersonales. Llaman misterios a los conocimientos que les transmite su “guía divina”, y se niegan a compartirlos con personas de rango social inferior, a las que consideran incapaces de comprender cuestiones divinas y cósmicas.
Las clases privadas de Hipatia y sus conferencias públicas también incluyen matemáticas y astronomía, que preparan la inteligencia para la especulación en niveles epistemológicos más elevados. En ocasiones Hipatia participa en las actividades de la polis, y es una consejera estimada tanto por los funcionarios municipales como por los imperiales que visitan Alejandría.
Hipatia posee gran autoridad moral; todas las fuentes concuerdan en que es un modelo de valor ético, rectitud, veracidad, dedicación cívica y proezas intelectuales. La virtud más admirada por sus contemporáneos es su autodominio o sofrosyne, que colorea tanto su conducta como sus cualidades más íntimas; se manifiesta en la abstinencia sexual (permanece virgen hasta el final de su vida), la modestia en el vestir (manto filosófico), la moderación en el modo de vida y una actitud circunspecta con sus alumnos y con los poderosos.
Conflicto político y asesinato
En los años 414-415 Alejandría es testigo del conflicto entre el prefecto Orestes y el patriarca Cirilo. Orestes –también cristiano– resiste obstinadamente los intentos de Cirilo de reducir el campo de acción del poder civil. Se mantiene intransigente incluso cuando Cirilo intenta una reconciliación. Surgen sospechas entre los partidarios de Cirilo de que Hipatia, amiga del prefecto, ha instigado y apoyado su resistencia.
Los monjes atacan a Orestes, y los colaboradores de Cirilo difunden rumores acerca de los estudios de Hipatia relacionados con la magia, hechizos satánicos, etc. El forcejeo entre el patriarca y el prefecto en materia de poder político y de la influencia de la Iglesia sobre los asuntos seculares termina con la muerte de la filósofa. En marzo de 415 una multitud de partidarios de Cirilo ataca la litera de la filósofa cuando daba un paseo por la ciudad, la matan a golpes, y luego despedazan y queman sus restos.
Orestes no sólo renuncia a la lucha contra el patriarca, sino que abandona Alejandría para siempre. La facción eclesiástica paraliza a sus oponentes por el miedo y pacifica la ciudad; sólo los concejales tratan –con escasos resultados– de intervenir ante el emperador.
En la muerte de Hipatia se refleja también el carácter levantisco y exaltado de los alejandrinos, que en aquella época dio lugar a otros crueles asesinatos de figuras públicas. Así, dos obispos impuestos a los alejandrinos por la corte imperial fueron asesinados: Jorge de Capadocia, que en el año 361 fue atado a un camello, despedazado y sus restos quemados; y Proterio, que en el 457 fue arrastrado por las calles y arrojado al fuego. Igualmente, pocos años después del asesinato de Hipatia, en 422, el prefecto imperial fue muerto en un tumulto.
Simpatiza con el cristianismo
No cabe interpretar la muerte de Hipatia como una consecuencia de la política antipagana emprendida por Cirilo. En los primeros años de su patriarcado, Cirilo acaba simplemente con el templo de Isis en Méneuthé, cerca de Canope, reemplazándolo por el culto de santos cristianos. No persigue a los paganos en la misma Alejandría (aquí le preocupan más los heréticos y los judíos). Y hasta los años 420-430 –tiempo después de la muerte de Hipatia– no lanza un ataque contra el pensamiento y las prácticas paganas en su tratado Contra Iulianum, que refuta el Contra Galilaeos de Juliano el Apóstata.
En cualquier caso habría sido difícil atacar o perseguir a Hipatia en razón de su paganismo, porque a diferencia de otros filósofos de la época no es una pagana activa ni devota. De hecho simpatiza con el cristianismo y protege a sus alumnos cristianos. Dos de sus alumnos son consagrados obispos, entre ellos Sinesio de Cirene, quien profesa verdadera veneración a su maestra. Los paganos y los cristianos que estudian con ella se reúnen en un clima de amistad.
Durante el gobierno de Teófilo, el predecesor de Cirilo, la Iglesia no dificulta sus actividades en la ciudad, en reconocimiento a sus ideas y a su posición. En consecuencia, los seguidores de Cirilo, privados de la oportunidad de atacarla esgrimiendo su paganismo, tienen que acusarla de brujería, de magia negra.
No es “la última de los helenos”
No cabe, por lo tanto, llorar a Hipatia como “la última de los helenos” o mantener que su muerte supone la desaparición de la ciencia y la filosofía alejandrinas.
La religiosidad pagana no expira con Hipatia, como tampoco lo hacen ni las matemáticas ni la filosofía griegas. Después de su muerte, el filósofo Hierocles inicia una rama bastante notable de neoplatonismo ecléctico en Alejandría.
Hasta la invasión de los árabes los filósofos siguen elaborando las enseñanzas de Platón, de Aristóteles (cuya popularidad aumenta en Alejandría durante aquel tiempo) y de los neoplatónicos desde Plotino hasta sus mismos contemporáneos.
De acuerdo con la tradición alejandrina, prosiguen los estudios de matemáticas y astronomía, de modo que la escuela de Alejandría logra sus mayores éxitos a finales del siglo V y comienzos del VI.
También el paganismo perdura, y hasta cierto punto florece incluso, gracias a los “santos” del neoplatonismo que combinaban la filosofía platónica tardía con el servicio ritual y sacerdotal a los dioses.
Hipatia se sitúa en el umbral de estos avances filosófico-religiosos del siglo V que atraen en gran medida a los estudiosos actuales de la Antigüedad tardía. El círculo intelectual creado por ella en el siglo IV tiene la misma meta fundamental que guiaba a los “santos” del neoplatonismo alejandrino del siglo siguiente: el deseo constante de alcanzar la experiencia religiosa, ideal esencial de la filosofía.
NOTAS
(1) Maria Dzielska, Hipatia de Alejandría. Siruela. Madrid (2006). 160 págs. 18,50 €. Traducción: José Luis López Muñoz.
(2) Sinesio de Cirene, Cartas. Edición de Francisco A. García Romero. Gredos (1995). 344 págs.
Hipatia aparece por primera vez en la literatura europea en el siglo XVIII, en la Ilustración, utilizada como instrumento en las polémicas religiosas y filosóficas.
En 1720, John Toland, protestante, publica un largo ensayo histórico sobre Hipatia, o la historia de una dama de gran belleza, virtud y sabiduría, a la que contrapone “el orgullo, la envidia y la crueldad del arzobispo”. La réplica viene de Thomas Lewis que, también sin muchos matices, escribe La historia de Hipatia, una desvergonzadísima maestra de Alejandría, en defensa de san Cirilo.
También Voltaire en 1736 explota la figura de Hipatia para manifestar la repugnancia que le inspiran la Iglesia y la religión revelada. En un estilo similar al de Toland, escribe Examen importante de milord Bolingbroke o la tumba del fanatismo. Hipatia es asesinada, según Voltaire, porque cree en los dioses helenos, las leyes de la naturaleza racional y la capacidad de la mente humana liberada de dogmas impuestos.
Las versiones reduccionistas de Toland y Voltaire sobre Hipatia marcan la génesis de una leyenda que mezcla verdad y falsedad. Si hubieran consultado sus fuentes antiguas con más perspicacia, habrían detectado en ellas una personalidad mucho más compleja. Esta “víctima de la superstición y de la ignorancia” no sólo cree en el poder redentor de la razón; también busca a Dios a través de la revelación religiosa. Por encima de todo, Hipatia es testaruda, posee una gran delicadeza moral, y defiende el ascetismo tanto como los cristianos dogmáticos que Voltaire y otros presentan como implacables enemigos de “la verdad y el progreso”.
Influido por la Ilustración, el británico Edward Gibbon elabora la leyenda de Hipatia en su obra magna Historia de la decadencia y caída del Imperio romano (1776). Su representación encaja perfectamente con su teoría según la cual la consolidación del cristianismo es la causa principal de la caída de la antigua civilización.
Platón y Afrodita
Hipatia se convertirá también en el siglo XIX en un personaje literario. El francés Charles Leconte de Lisle publica dos versiones de un poema titulado Hypatie, una en 1847 y otra en 1874. La admiración de este autor por la excelencia de los griegos y las ideas helénicas acerca del mundo sobrenatural también aparece en una breve obra dramática, Hipatia y Cirilo (1857). En ella encontramos la misma nostalgia romántica por la Grecia antigua, donde la gente vivía en armonía con la belleza de la naturaleza divinizada y en conformidad con las enseñanzas de sus filósofos: la misma nostalgia que resuena en los poemas de Hölderlin, en los clásicos del “humanismo de Weimar” y en las obras de los neohelénicos ingleses.
Los poemas de Leconte de Lisle se admiran y se leen mucho en el siglo XIX; y la imagen de una Hipatia enamorada de las formas ideales del mundo visible –en contraste con las esferas cerradas del cristianismo rígidamente dogmático de Cirilo– ha sobrevivido hasta nuestros días. Incluso en la actualidad tendemos a asociar la figura de Hipatia con el verso de Lisle “Le souffle de Platon et le corps d’Aphrodite” (el espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita).
Charles Kingsley, clérigo, novelista e historiador inglés, elabora su leyenda en un extenso libro titulado Hipatia o los nuevos enemigos con rostro antiguo (1853). Tiene forma de novela romántica victoriana con un fuerte componente anticatólico. Traducido a varios idiomas europeos, su liberal visión novelística de “la última de los helenos” entretiene a muchos lectores de todo el mundo. Su retrato de Hipatia funciona como símbolo de una civilización que desaparece, como la última víctima de la lucha por rescatar el perfecto mundo griego de armonía, arte y metafísica, divinidad y materialismo, alma y cuerpo. Mucho más que las narraciones de los autores anteriores, el libro de Kingsley promueve y mantiene la idea de que con la muerte de la última idealista del helenismo desaparecen los valores griegos.
Mártir de la misoginia
En la segunda mitad del siglo XIX, los positivistas americanos y británicos presentan a Hipatia básicamente como científica, como la última estudiosa del Oriente griego. Así J.W. Draper, científico americano, considera a Hipatia una figura heroica en el conflicto entre dos poderes de la historia europea: el espíritu libre que busca la verdad en el mundo material frente a la religión supersticiosa (representada por la Iglesia) que esclaviza la razón.
De acuerdo con el espíritu de nuestra época, el italiano Carlo Pascal introduce en la tradición literaria de Hipatia un nuevo elemento, al presentar su muerte como un acto antifeminista.
En 1978 Mario Luzi publica el drama historicista Libro di Ipazia, en el que interpreta la muerte de Hipatia en términos cristianos. Hipatia se sitúa muy cerca de Jesucristo, y su sacrificio se convierte en martirio.
Los fanáticos que la asesinan no son los cristianos perversos retratados por Kingsley, sino los poderes siempre presentes del mal y el crimen, inherentes a cualquier multitud. Las estructuras definitorias y los conceptos de la Europa cristiana han florecido sobre la tierra fecunda de las convulsiones y dramas alejandrinos, gracias al sacrificio de Hipatia, a pesar del fanatismo y la desesperación. La Europa cristiana es la consumación del mundo antiguo. El drama de Luzi enriquece la escasa tradición de la presencia de Hipatia en la literatura cristiana.
En Alemania, la reciente novela histórica de Arnulf Zitelmann Hypatia ha alcanzado un gran éxito de público. En el epílogo el autor repite la afirmación hecha por otros: “El ataque a Hipatia marca el fin de la Antigüedad”. Y añade: “Hipatia, la hija de Teón, fue la primera mártir de la misoginia que más adelante llegaría al frenesí con la caza de brujas”.
La idealización del paganismo
El execrable asesinato de Hipatia se ha trasformado a partir de versiones tendenciosas en un arma arrojadiza contra la Iglesia católica. Lo que fue un asesinato fundamentalmente político se ha convertido en un atentado misógino y antipagano. Hipatia tampoco fue la última pensadora pagana, pues, aparte de que más que pagana era neoplatónica y no anticristiana –uno de sus principales discípulos fue el obispo Sinesio de Cirene–, el neoplatonismo siguió floreciendo en Alejandría, y reverdecería en la cristiana Italia renacentista.
La sociedad grecorromana, profundamente esclavista, ha hecho grandes aportaciones a la historia de la cultura universal, pero no era el paraíso de la libertad que con ingenuidad han presentado algunos autores renacentistas y románticos. Precisamente el Renacimiento trató de rescatar lo más valioso de una cultura en la que millones de personas sufrieron la esclavitud y los horrores de guerras emprendidas, en muchas ocasiones, por la simple ambición de alcanzar el poder.
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Tomado de http://www.conelpapa.com/
Algunas precisiones sobre Hipatia
Hipatia, protagonista de la misma, no fue asesinada siendo joven y hermosa, sino que murió en el año 415, a los 61 años de edad.
Hipatia no destacó por ser astrónoma, ni se adelantó a Kepler en más de mil años, sino que simplemente fue una filósofa de la escuela platónica. Esta es la única referencia histórica que existe sobre ella, y se debe al obispo cristiano Sinesio de Cirene, quien, al contrario de como le pinta la película, hablaba bien de ella.
Sinesio de Cirene, a quien la película muestra como traidor y cómplice en el asesinato de la filósofa, murió dos años antes que ella, por lo que es imposible que tuviera nada que ver con su muerte.
Hipatia también tenía buenas relaciones con otros cristianos, como es el caso del curial Amonio o del Patriarca Teófilo, así como de muchos cristianos fervientes que, contemporáneos con los sucesos, no dudaron en defender su personalidad. Como por ejemplo, Timoteo, en su Historia Eclesiástica.
Un cristiano, Sócrates Escolástico, en su Historia Eclesiástica (VII,15), escrita con posterioridad a la muerte de la alejandrina, la encomió como "modelo de virtud".
Hipatia no fue virgen "para ser igual que un hombre y poder ejercer una profesión con plena dedicación", como ha declarado la protagonista de la película, sino porque, coherente con su filosofía platónica, ejercía la "Sofrosine" (el dominio de uno mismo a través de las virtudes, entendidas como el control de los instintos y las pasiones).
La mujer no fue libre en Grecia y Roma hasta que llegó el cristianismo y la sometió la sujeción del hombre, como quiere transmitir la película, sino que en Grecia la mujer era considerada como un objeto más de la casa, y en Roma no era una «sui iuris», es decir, titular de derechos, sino que era considerada "capiti diminutio", como un niño o un incapacitado y, por tanto, estaba sometida a la tutela o la "manus" del padre o del marido.
Por el contrario, fue el cristianismo el que consideró al hombre y a la mujer iguales en naturaleza, pues ambos son hijos de Dios y hermanos en Cristo; y prueba de ello es que las primeras manifestaciones de mujeres libres autodeterminándose, pese a la voluntad de sus padres o del estado, fueron las primeras mártires cristianas víctimas de las persecuciones romanas, tales como Santa Inés, Santa Ágata o Santa Cecilia.
El paganismo, los clásicos griegos y romanos, confieren a la mujer un papel subalterno y esencialmente doméstico y para nada vinculado a las instituciones públicas, excepto en determinados y específicos cultos religiosos. Es decir, Hipatia es el resultado de la evolución de una sociedad influenciada de manera creciente por el cristianismo.
Hipatia nunca fue directora de la Biblioteca de Alejandría, ni ésta fue destruida por los cristianos, sino que fue incendiada por Julio César, saqueada como el resto de la ciudad por Aureliano en el año 273, y rematada por Diocleciano en 297.
En el año 391 fue destruido lo que quedaba del templo del Serapeo después de la destrucción por los judíos en tiempos de Trajano, y también el repaso que le pegó Diocleciano, quien, para conmemorar la hazaña, puso allí su gran columna, razón por la cual los cristianos lo destruyeron, ya que él era el símbolo de las persecuciones que sufrieron durante trescientos años.
El paganismo siguió existiendo en Alejandría hasta que llegaron los árabes. Concretamente, el neoplatonismo siguió floreciendo allí hasta varios siglos después de la muerte de Hipatia: la escuela platónica de Alejandría continuó funcionando con normalidad durante más de 200 años, hasta que lo recuperó el Renacimiento cristiano. Su más brillante exponente fue San Agustín, coetáneo de Hipatia.
La historia de Hipatia ha sido objeto de una recurrente manipulación, con el fin de atacar a la Iglesia, desde la Ilustración hasta la actualidad.
La verdadera historia de Hipatia se ha transformado artificialmente en la leyenda del "Crimen de Alejandría", cuyo protagonista principal es el obispo San Cirilo. La atribución directa a este último del asesinato de Hipatia se debe al escritor pagano Damascio, último escolarca de la Academia de Atenas y autor de la "Vida de Isidoro" (una apología del paganismo de finales del s.V y principios del s.VI), quien exiliado en Persia tras su cierre por orden de Justiniano, y dispuesto a azuzar las maledicencias contra San Cirilo, a quien tuvo por rival -en un tiempo de rivalidades religiosas fortísimas y extremas-, le atribuyó el homicidio sin más fundamento que sus propias conjeturas..
El maltrato y la muerte de Hipatia no es imputable a los cristianos, como tampoco lo es a San Cirilo de Alejandría. El origen de tal acusación se debe, como se ha señalado antes, al pagano Damascio, enemigo acérrimo de San Cirilo
Gonzalo Fernández, en su obra "La muerte de Hypatia", del año 1985, a pesar de la ninguna simpatía que manifiesta hacia el santo, concluye en que "ninguna de las fuentes sobre el linchamiento de Hipatia alude a la presencia de parabolani entre sus asesinos".
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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS
Luife Galeano ha dejado un nuevo comentario en su entrada "LA HIPATIA DE ALEJANDRÍA QUE EXISTIÓ NO ES LA HI...":
El director, Alejandro Amenábar, en un gesto de congraciarse con la pachanga de la "zeja" y contribuir al hundimiento moral del país, ha producido y dirigido este bodrio anticlerical carente de todo rigor histórico y científico.
Así le luce el pelo, de forma lamentable, a esta sociedad apática, inculta y abandonada a la buena de Dios. ¿Qué podemos esperar de un gobierno que alienta la enseñanza de técnicas masturbatorias en la primaria, implanta una ley abortista sin precedentes, y apoya a los Castro? ¿Y qué del silencio de los justos?
4 Comments:
El director, Alejandro Amenábar, en un gesto de congraciarse con la pachanga de la "zeja" y contribuir al hundimiento moral del país, ha producido y dirigido este bodrio anticlerical carente de todo rigor histórico y científico.
Así le luce el pelo, de forma lamentable, a esta sociedad apática, inculta y abandonada a la buena de Dios. ¿Qué podemos esperar de un gobierno que alienta la enseñanza de técnicas masturbatorias en la primaria, implanta una ley abortista sin precedentes, y apoya a los Castro? ¿Y qué del silencio de los justos?
Me llevo el comentario al blog.
Intenten desmitificar a Guevara,m verán qué batacazo.
Los cretinos socialistas se llenan la boca de mofa ridiculizando la Biblia y diciendo que no les sienta bien que Darwin les haya "desengañado", pero ellos están igual o peor, mejor dicho, sólo peor.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pedro Rholax
Esto está muy bueno aunque un poco largo
http://baracuteycubano.blogspot.com/2009/01/che-guevara-por-la-boca-muere-el-pez.html
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