martes, agosto 16, 2016

Esteban Fernández: EL DÉJÀ VU DE AGOSTO


Tomado de http://nuevoaccion.com/

EL DÉJÀ VU DE AGOSTO

Por Esteban Fernández
15 de agosto de 2016


Todos los 12 de agosto, invariablemente, les hablo de mi salida de Cuba o del coincidente cumpleaños de mi padre. Esta vez no lo hice porque he estado escribiendo desde ese día sobre un sueño recurrente que me ha pasado varias veces.

Siempre he tenido el temor de que mis lectores y amigos se confundan y piensen que yo creo en los muertos o en los fantasmas. Algo que es absolutamente incierto. No les hablaré de apariciones ni de ningún misterio esotérico. No es ni siquiera una pesadilla, es simplemente un sueño reiterado.

Es una especie de  Déjà vu que me ha ocurrido algunos 11 de agosto. Al acostarme a dormir y antes de quedarme rendido pienso: “Oh, mañana es el cumpleaños de mi padre, ojalá no me regrese ese sueño desconcertante. Pero vuelve.

El sueño siempre es exactamente igual: yo cojo el teléfono y digo “Voy y a llamar al viejo”. El sueño no ha progresado mucho con el paso de los años porque en la actualidad debía hablar por medio de un celular pero sigo conversando a través del mismo teléfono verde, pesado,  con disco de marcar.

Llamo y del otro lado me responde una señora, en el sueño la puedo ver perfectamente bien, es gorda y tiene puesto como una especie de uniforme y un delantal de mesera, obviamente estoy llamando a un restaurante.

La señora me contesta diciéndome: “Hola ¿en qué lo puedo servir?” Le respondo: “Quisiera hablar con el señor Esteban Fernández Roig”. Ella me dice: “Bueno, en estos momentos él está extremadamente ocupado ¿quién lo interpela?” Me sonrío en el sueño porque “interpela” es una palabra que nunca escucho.

“Dígale que es su hijo Esteban de Jesús”. Un ruido como si la mujer había dejado caer el teléfono al piso, seguido por un largo silencio. No sé si colgar o mantenerme en la línea esperando.

Al fin la camarera regresa jadeante y extremadamente nerviosa. Me dice: “Discúlpame es que tuve un mareo ¿tú me dijiste que eres el hijo de Esteban, eres Estebita? Él se pasa la vida hablando de ti, a veces nos parecía que tú eras un invento de su imaginación, ya él está bastante viejo, pero ahora te lo pongo”

Entonces en mi sueño la mujer desaparece por completo y paso al patio del restaurante donde hay como cinco mesas rodeadas cada una por cuatro taburetes. Ahí perfectamente puedo ver a mi padre (quien nunca en su vida había cogido una escoba en sus manos) con una especie de escobillón barriendo el piso que está lleno de aserrín.

Alguien grita a los lejos “¡Esteban, tienes una llamada!”. Mi padre coge el teléfono y sin todavía escuchar mi voz, ni que la señora le alertara, me dice: “¿Eres tú Estebita? Estaba esperando tú llamada anual para felicitarme”…

Me vuelvo loco haciéndole 20 preguntas por minuto: “¿Cómo estás, cómo te tratan, que estás haciendo?” Y me dice: “Chico, pues me tratan de lo más bien, no tengo quejas, aquí trabajo tres horas al día y me dan alojamiento y comida ¿y viste que buenas nalgas tiene la mujer que supongo te contestó la llamada?”

Me río, de la misma manera  como él siempre me hizo reír por 17 años en Cuba, y le digo: “Viejo, tú no cambias ¿no te das cuenta que hoy cumpliste 118 años?” Me dice: “Muchacho, tú estás loco, por la cuenta mía tengo la mitad de eso”.

Sorprendido, le digo: “Oye ¿y tú no me vas a preguntar nada sobre mi vida?”  No, no tengo nada que indagar, yo sé absolutamente todos los detalles de tú existencia, siempre he estado a tú alrededor. Y despreocúpate que no tengo nada que reprocharte y la verdad es que siempre estoy más intranquilo por tú hermano Carlos Enrique que por ti, porque tú sabes que él se quedó allá rezagado”.

Invariablemente mi  sueño termina haciéndole la pregunta de rutina que siempre le hacía -con los ojos llenos de lágrimas- desde que salí de Cuba y él vivía: “Viejo ¿has tomado?” Y él me dice: “Chico ¿yo no te prometí cuando tú tenías 14 años que no bebería más? Bueno, pues no he ingerido ni un vasito de cerveza Cristal desde ese día glorioso”… Ahí, en ese preciso instante, siempre doy un salto en la cama.

Las tres mujeres que en diferentes épocas han estado a mi lado durante alguno que otro 12 de agosto pueden atestiguar que me he  despertado sobresaltado, empapado en sudor de pies a cabeza  y dando la sensación de que tengo un ataque de pánico o del corazón.