Historia del Proyecto Cuba (I)
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Este trabajo aparecerá en varias partes
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Por Waldo Acebo Meireles
Miami
6/01/2020
Los historiadores tendrán
la última palabra.
Maida L. Donate (2011)[1]
Panorama político-económico y cultural
En febrero de 1968 Oscar Lewis llegó a Cuba, era la tercera vez que lo hacía, la primera fue en 1946 invitado a impartir un curso de antropología en la Universidad de La Habana, la segunda fue en agosto de 1961, pero esta tercera vez llegó a una Cuba muy diferente no solo a la de 1946, sino también a la de 1961, en esos momentos la derrota de la Brigada 2506 en Girón en gran medida gracias al armamento suministrado por la URSS y la declaración del carácter socialista, parecían reflejar una estrecha alianza con ese país y el resto de los países socialistas, en 1968 la situación era muy distinta, era en la cotidiana manera en Cuba de nombrar los años: “Año del Guerrillero Heroico”, e internacionalmente era el año de la “Primavera de Praga”; “La Revolución de Mayo” en Francia y la “Masacre de Tlatelolco” en México.
La situación económica de Cuba en 1968 estaba marcada por el agotamiento de las reservas de capital generada durante los poco más de 50 años de una república, convulsa y en ocasiones agobiada por dictaduras pero que había puesto al país entre los primeros lugares del continente; el crecimiento de una deuda externas contraídas con países capitalistas como Francia y España; el endeudamiento aunque con préstamos “blandos” con la URSS y otros países de la esfera de influencia soviética; y el continuado fracaso de los planes económicos ideados por Fidel Castro, en gran medida basados en un voluntarismo no refrendado por las realidades del país. Otro elemento que influía en la situación económica era el embargo decretado por Kennedy que hacía más complejas las relaciones comerciales y financieras con los países capitalistas.
Por otra parte, La Habana ya comenzaba a sentir los efectos de una política que a partir de que la capital con poco más de un millón de habitantes era la cabeza hidrocefálica y parasitaria de un país de unos seis millones, por tanto, ninguna inversión en la capital, supuestamente todos los recursos deberían ser empleados en el resto del país, era una especie de relación amor-odio que contribuyó al acelerado deterioro de la ciudad.
En lo político Cuba había abrazado el pensamiento de la confrontación irreductible con EEUU y en concordancia con ello promovía y brindaba ayuda a los movimientos guerrilleros en Latinoamérica, lo cual era visto con sospecha por el bloque socialista europeo y con franca hostilidad por varios de los partidos comunistas en la región. “En julio de 1966, el Primer Ministro cubano señalaba que lamentablemente había ocasiones en que los países del campo socialista se equivocaban, algunas de ellas por asesoramiento erróneo por parte de seudorrevolucionarios”[2] que respondían a las orientaciones emanadas de Moscú; el 10 agosto de 1967 en un discurso Castro había hecho públicas esas discrepancias.
Las relaciones de Castro con Moscú eran tensas desde la Crisis de Octubre en la que quedó muy mal parado el principio de soberanía de Cuba totalmente desestimado con los acuerdos entre Khrushchev y Kennedy. Las afectaciones al ego de Castro no fueron paliadas ni tan siquiera por la entrega en mayo de 1963 de las más altas condecoraciones de la URSS por el mismo Khrushchev.
No menos tensas habían sido las relaciones con China; Castro había denunciado en enero de 1966 un diferendo comercial relacionado con los intercambios de azúcar por arroz, pero en realidad detrás de esto estaban las presiones chinas para que Cuba se pusiese de su lado en el conflicto político-ideológico con la URSS, así como la labor de proselitismo que efectuaba la Embajada de China entre determinados sectores de la población.
Los que seguíamos de cerca los vaivenes de la política en ocasiones veíamos como predominaban diferentes corrientes: guevaristas, que quedó claramente expresada en la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) creada en agosto de 1967 donde en el discurso de clausura manifestó las discrepancias con los partidos comunistas latinoamericanos señaladas más arriba.
El maoísmo de cierta forma se manifestaba en múltiples medidas de gratitud tomadas, en la llamada “Ofensiva Revolucionaria” que intervino todos los pequeños negocios que aún existían y que Castro proclamó en marzo de 1968, además se manifestaba en cierta certidumbre de que “Cuba sería la primera sociedad en experimentar formas comunistas de organización y convivencia social”[3], un preámbulo para ello fueron la creación en tres pequeños pueblos rurales —San Andrés de Caiguanabo, Banao y Gran Tierra— donde se empezarían a experimentar formas comunistas de vida y organización social[4], lo cual no dejaba de recordar el “Gran Salto Adelante” y las “comunas populares”.
Las ideas trotskistas de la “revolución permanente” no eran ajenas y aunque se evitaba mencionar a Trotsky lo cual podía ser tomado por la URSS como el anatema final algunos dirigentes gubernamentales y políticos en sus pronunciamientos dejaban escapar conceptos que lo acercaban a este pensamiento, y en algún momento se habló a sotto voce de la existencia si no de un partido de un grupo de esa tendencia. Sin embargo, Castro arremetió contra algunas posiciones trotskistas en un discurso de 1966 en la clausura de la primera conferencia de la Tricontinental.
A esta situación en el plano político tenemos que añadir otros elementos como fueron la denuncia del llamado “sectarismo” en 1962 y el proceso de depuración de elementos prosoviéticos conocido como la “microfacción” en enero de 1968[5], y finalmente los discursos de Castro en contra de los manuales que fueron más de uno pero el más agresivo fue el del 13 de marzo de 1968[6], en este se definió el tono que va a predominar a partir de ese momento, es el discurso de la “Ofensiva Revolucionaria”, que ya mencionamos, es el discurso que arremete contra los manuales[7], es el discurso en que deja bien claro que no se podía estar creyendo en que los misiles intercontinentales de la URSS estaban a disposición de Cuba y su defensa, es el discurso en que propone planes como el del “Cordón de la Habana”, es el discurso en que reafirma la proyección tercermundista de la revolución.
En julio de 1968 se publicó, y distribuyó gratuitamente, el Diario del Che en Bolivia, fue leído con avidez por la población y muchos leyendo entrelineas y no tan entrelineas concluyeron: “lo embarcaron”.
El 21 de agosto de 1968 la Unión Soviética y otros miembros del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia; la intervención de Castro en la televisión el 23 de agosto apoyando con cierta reticencia la invasión del Pacto de Varsovia, fue como un jarro de agua fría para los cubanos que de alguna forma esperaban una condena y una defensa del principio de soberanía. Fue una frustración de todo ese idealismo de una especie de una utopía libertaria. Castro empero ratificó la perspectiva de un socialismo tercermundista y cuestionó si el Pacto de Varsovia estaría dispuesto a asistir a Vietnam si ellos solicitaban su apoyo o a Cuba si era atacada por EEUU.
Un elemento importante en el plano social en este período fue el ucase que prohibió la venta de bebidas alcohólicas y que se extendió hasta 1971, qué lo determinó, es difícil actualmente dar una respuesta, quizás el ya evidente desarrollo del alcoholismo en la población y sus efectos negativos en cuanto a disciplina social, ausentismo, etc.; pero la medida trajo consigo el desarrollo de la producción casera del alcoholes mal craqueados que, junto con el consumo de alcoholes metílicos, produjeron centenas de muertes y graves enfermedades de carácter crónico.
En un contexto menos estudiado en 1967 se desata la llamada “lucha contra el burocratismo” que lo que en realidad buscaba era la eliminación de los controles económicos y con ello eliminar los estados financieros contables sustituidos por informes estadísticos en los cuales los costos de producción no son tomados en cuenta; junto con ello, también en 1967, se había eliminado la carrera de contador ya que “al desaparecer las relaciones monetarias mercantiles entre las empresas estatales en la economía, lo cual condujo al establecimiento de un sistema de registro orientado fundamentalmente al empleo de indicadores físicos.”[8]
Este fenómeno de la desaparición de las relaciones mercantiles entre las empresas estatales llevó aparejado la eliminación de los controles de entrada y salida del personal y junto con ello la eliminación de los pagos por sobrecumplimiento de las normas de trabajo que funcionaron hasta 1967, incluso corrieron persistentes rumores de que el dinero iba a desaparecer, detrás de todo esto ajustes estaba la concepción guevariana de hacer “riquezas con la conciencia y no conciencia con las riquezas”. El incremento del ausentismo y de las licencias por enfermedad, por la cuales el trabajador recibía el 100 % del salario[9], se volvieron problemas endémicos, la respuesta jurídica a todo esto fue la llamada Ley contra la vagancia de 1971[10]
Otra situación concomitante propiciada por un exceso de circulante para el que no existía una adecuada oferta mercantil llevó a una real devaluación del peso lo que en la práctica produjo o un aumento de los precios en el mercado negro o el surgimiento de una economía subterránea sobre la base del trueque o el intercambio, en particular los campesinos ofrecían, ilegalmente, sus productos a cambio de, por ejemplo, ropa y zapatos de trabajo, que no podían obtener de otra forma.
Las consecuencias de todo esto no es aquí nuestro objetivo, lo que queremos es exponer cual era el clima existente en Cuba, en el que además Castro buscó establecer un nexo entre las luchas independentista iniciadas en el siglo XIX y su actuación en 1968, retomando una lucha que había sido menospreciada en un llamado Manual de Capacitación Cívica que salió a la luz en 1960 con casi 400 páginas y en el cual Carlos Manuel de Céspedes perdió de hecho su título de “Padre de la Patria” y que en la impresión de las nuevos billetes en 1961 prácticamente desapareció de la numismática nacional pasando del billete de 10 pesos al de 100 que no tenía de hecho ninguna circulación.
Para tener una completa visión de a que Cuba llegaba Oscar Lewis en 1968 debemos añadir otros aspectos no menos interesantes y sin lugar a dudas importantes. Para esa fecha había desaparecido la enseñanza de la sociología y carreras afines como la antropología y la etnología en las universidades cubanas. La Reforma Universitaria de 1962 dio prioridad a las ciencias naturales y la tecnología y no reconoció la carrera de sociología[11] “En la práctica esto provocó en el ámbito de nuestras investigaciones sociales una prevalencia excesiva de una teoría foránea aplicada mecánicamente, e inadecuada para el análisis y solución de los problemas nacionales concretos. Un ejemplo de esta tendencia fue la casi desaparición de la sociología como disciplina en el curriculum universitario durante algunos años.”[12] La cita anterior trata elegantemente lo que fue la aplicación de la interpretación estalinista del marxismo imperante en esos momentos en Cuba, que consideraba que esas eran estudios de carácter burgués o instrumentos de la burguesía.
Lo único que quedó de esos estudios fue la creación en 1961 del Instituto de Etnología y Folklore asesorado por Fernando Ortiz y después dirigidos por el musicólogo y folclorista Argeliers León que además impartió seminarios como director del Departamento de Música de la Biblioteca Nacional José Martí, sobre la música y características de las religiones sincréticas cubanas. “En ese mismo período se creó en la Universidad de La Habana la licenciatura en Sociología, fuera de la influencia del marxismo soviético, a diferencia de otras disciplinas universitarias.”[13] Es decir que para 1968 desde el punto de vista de la sociología y la antropología Cuba era un desierto casi total.
Sin embargo, en otras áreas de la cultura la situación no era tan terrible. El 30 de julio de 1967 se inaugura en el Pabellón Cuba en La Habana el “Salón de Mayo”, era la primera vez que la afamada exposición parisina de arte contemporáneo se exponía en América. Gracias a la gestión de Wifredo Lam y Carlos Franqui[14] se había logrado la organización de la exposición. El público habanero se enfrentó a las corrientes de avanzadas por primera vez: al op-art, el cinetismo, el objetivismo, el surrealismo, etc.; casi 200 artistas y personalidades de la cultura acudieron de todo el mundo, en la exposición quedaba implícito un rechazo al llamado realismo socialista, rechazo que la artista plástica Jean Schuster[15] explicitó en una de las páginas del programa de la exposición, aunque dejó abierta una posible duda sobre el desarrollo del arte en Cuba.
Entre el 4 y el 12 de enero de 1968 se efectuó el Congreso Cultural de La Habana, con una amplia y diversa participación de intelectuales y artistas de unos 70 países, la diversidad de los participantes se reflejó lógicamente en la diversidad de posiciones ideológicas y políticas que en el Congreso se manifestaron sobre los múltiples asuntos y problemas de alcance mundial que fueron abordados, al parecer Castro se sintió complacido por los resultados alcanzado, por lo menos así lo manifestó en el discurso de clausura cuando señaló: “…este Congreso se ha caracterizado por el hecho de su amplitud en la representación, de las procedencias tan diferentes, de las actividades tan diferentes que desempeñan cada uno de sus participantes, y que, sin embargo, una serie de cuestiones, una serie de principios fundamentales fueron recogidos con extraña unanimidad… Y se puede afirmar que los problemas fundamentales que hoy afronta la humanidad, los peligros más serios, fueron abordados, y fueron abordados de una manera, a nuestro juicio, muy correcta.”[16]
Junto con el Salón de Mayo este congreso marcó el momento cumbre de la “luna de miel” entre el sistema político que se había implantado en Cuba y la intelectualidad mundial. Duró poco, la justificación de la invasión a Checoslovaquia lo concluyó abrupta y definitivamente. El rechazo también fue prácticamente tan unánime como habían sido los acuerdos del Congreso.
En el plano editorial el inicio y hasta mediados de los 60’ estuvo sobrecargado por la literatura soviética como Los hombres de Panfilov, La carretera de Volokolamsk o Somos hombres soviéticos y el resto de la literatura del “realismo socialista” que inundaba las librerías; una corriente de aire fresco fue la llegada de cientos de títulos de Seix Barral y del Fondo de Cultura Económica, fue un alivio. El cual fue completado con el surgimiento de las Ediciones Dragón impulsada por Oscar Hurtado[17], que puso en manos del lector los clásicos de la literatura de ciencia-ficción, fantástica y policiacas, incluyendo autores cubanos.
“Este tipo de contacto con el arte de vanguardia de Occidente no era, sin embargo, un evento aislado. Los mismos cubanos de a pie acudían a ver películas procedentes de una mayor variedad de países que nunca antes —y que ahora—, obras de los más sobresalientes cineastas, no exhibidas en cines de arte, sino en los circuitos comerciales normales.”[18] El cine era el entretenimiento favorito de los cubanos, en La Habana existían 134 salas cinematográficas[19], y a mediados de los 60 los cubanos tuvieron la posibilidad de ver los filmes de los más renombrados directores mundiales como: Akira Kurosawa, Agnes Varda, Zoltan Fabri, Michelangelo Antonioni, Tony Richardson, Orson Welles, Kaneto Shindo, Mikhail Kalatozov, Francesco Rosi, Andrzej Wajda, Roman Polanski, Jerzy Kawalerowicz, Josef Mach, Ingmar Bergman, Milos Forman, Federico Fellini, Pier Paolo Passolini, Miklos Jancso, Gillo Pontecorvo, etc.
Por otra parte, la producción nacional produjo títulos como La muerte de un burócrata (1966), de Tomás Gutiérrez Alea; Las aventuras de Juan Quin Quin (1967), de Julio García-Espinosa; Lucía (1968), de Humberto Solás y Memorias del subdesarrollo (1968), de Gutiérrez Alea. Fueron los años de oro de la producción cinematográfica cubana.
Un aspecto importante para caracterizar la época fue la apertura del Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana, y la salida en febrero de 1967 del primer número de la revista Pensamiento Crítico[20] en la misma “además de numerosos clásicos de la filosofía y el pensamiento premarxista, fueron publicados relevantes pensadores contemporáneos como Marx Weber, Georg Lukács, Charles Wright Mills, Louis Althusser, Auguste Cornu, Isaac Deutscher, Galvano Della Volpe, Herbert Marcuse y otros.”[21]
Era una época en que las lecturas, rápidamente hechas y más o menos mal digeridas, iban desde Regis Debray hasta John Maynard Keynes pasando por Franz Fannon, Vilfredo Pareto, Maurice Godelier, Antonio Gramsci, Claude Lévi-Strauss, entre tantos otros que más tarde serían proscritos.
Oscar Lewis, como tantos otros, fue conocido por los cubanos por medio de Pensamiento Crítico que publicó un artículo con su firma en la revista[22], la temática de los barrios marginales[23] y de acuerdo a la terminología marxistas del lumpen proletariado habían entrado en el escenario editorial cubano con La favela de Carolina María de Jesús[24] y poco después con Manuela la mexicana de Aida García Alonso[25] y además la revista Casa de las Américas publicó en 1969 su trabajo “La muerte de Dolores”[26].
Y finalmente, lo que fue el motivo original de su visita a Cuba en 1968, el Instituto Cubano del Libro, había preparado la edición de su libro de antropología cultural Tepoztlán, un pueblo de México, este era el segundo estudio que hacía Lewis sobre esa comunidad que había sido estudiada previamente, desde un diferente ángulo, por Robert Redfield cuya obra fue considerada un hito de la etnografía latinoamericana.
Todo lo anterior pretende dar una imagen, muy sintética, de cuál era el panorama político-económico, cultural y del pensamiento en Cuba a la llegada, en su tercera visita, de Oscar Lewis.
[1]https://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/oscar-lewis-proyecto-cuba-2-264920
[2] Blanca Torres Ramírez.- Las relaciones cubano-soviéticas, Colegio de México. 1971, pág. 111.
[3] Rafael Hernández. “El año rojo. Política, sociedad y cultura en 1968”. En: Revista de Estudios Sociales, agosto 2009, pág. 44.
[4] Mientras se proponía crear comunidades experimentales comunistas Castro criticaba a la URSS por proponerse crear el comunismo ya que en su entender esto no era posible “en medio de un mundo subdesarrollado” Ver: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1966/esp/f010566e.html
[5] Casualmente en ese mes se produjeron inesperados retrasos en la llegada de los tanqueros soviéticos con petróleo y también casualmente el risueño Alexander Alexeiev fue sustituido por el más severo Alexander Soldatov, que no consiguió entrevistarse con Castro por varios meses.
[6]http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1968/esp/f130368e.html
[7] La crítica a los manuales estaba dirigida a las traducciones de los manuales soviéticos, pero ya en 1966 se había eliminado de la Escuelas de Orientación Revolucionaria [EBIR] el uso del libro de Blas Roca Los fundamentos del socialismo en Cuba, este fue sustituido por los folletos Obra Revolucionaria con los discursos de Castro.
[8] Francisco F. Borras Atiénzar y Concepción E. Rodríguez Machado. “La educación contable en Cuba: conocimientos, habilidades y valores”. Revista Visión Contable N° 12. Enero-diciembre de 2014. Págs. 221-245.
[9] Una interpretación extrema de la Ley 1100, del 27 de marzo de 1963 les concedió a los obreros que hubiesen alcanzado determinados honores, nada difíciles de obtener, el 100 % en sus retiros, esta interpretación fue abolida a inicios de los años 70’ y la Ley 1100 fue sustituida por la Ley 24 de junio de 1979.
[10] Ley 1231 del 16/3/1971.
[11] En 1969 los psicólogos promovieron la creación de un Departamento de Sociología. El primer grupo de graduados recibieron su título en 1973, hasta que se graduó la última generación en 1980, después de lo cual la sociología desapareció para volver en la Universidad de La Habana en su forma actual, como carrera, a partir de 1990 (después de la reapertura del Departamento de Sociología en 1984 y la reintroducción de la sociología como asignatura en 1987).
[12] Orieta Álvarez Sandoval y Alfredo A. Álvarez Hernández. “Las Ciencias Sociales en la Academia de Ciencias de Cuba (1962-1981)”. En: Tiempos de América, no. 9 (2002), pág. 68.
[13] Aurelio Alonso Tejada. Marxismo y espacio de debate en la revolución cubana, Ruth Casa Editorial, 2009. Pág. 225.
[14] Franqui había adoptado una actitud contestaría con relación a los cambios políticos en Cuba, pero la ruptura final ocurrió cuando firmó una carta condenando la invasión a Checoslovaquia en 1968.
[15] “Todo se hace falso si la creación artística es sometida a la necesidad de educar a las masas… Esta es la solución del desprecio, contra la cual se había levantado Lenin. Fue esta, sin embargo, la solución adoptada por Stalin y Zhdanov… la doctrina contrarrevolucionaria conocida por el nombre de realismo socialista…Es una suerte para Cuba el haber evitado (espero que definitivamente) esta monstruosidad.” Jean Schuster. “Notas sobre el Arte en la Revolución”. En: Programa Salón de Mayo, Pabellón Cuba, La Habana, 30 de julio de 1967, pág. 5, http://www.annaillustration.com/archivodeconnie/wp-content/uploads/2008/10/Salon-de-mayo-67-p5.pdf
[16]http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1968/esp/f120168e.html
[17] Oscar Hurtado es reconocido, con toda razón, como el padre de la ciencia-ficción cubana, pero todos olvidan que a él junto a Edmundo Desnoes le debemos el libro Pintores cubanos publicado en 1962 por Ediciones R.
[18] Rafael Hernández. “El año rojo. Política, sociedad y cultura en 1968”. En: Revista de Estudios Sociales, agosto 2009, pág. 47.
[19] Actualmente quedan alrededor de unas 40 salas y no en el mejor estado.
[20] Se publicó por un grupo de miembros del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana desde febrero de 1967 hasta junio de 1971.
[21] Aurelio Alonso Tejada.- Ibidem.
[22] Oscar Lewis. “La cultura de la pobreza”. En Pensamiento Crítico No. 7, agosto de 1967, pp. 55-65.
[23] En Cuba eran llamados “barrios de indigentes” o “llega y pon”.
[24] Carolina María de Jesús. La favela, Colección Literatura Latinoamericana, Ediciones Casa de las Américas, Cuba, 1965.
[25] Aida García Alonso. Manuela la mexicana, mención Ensayo, Colección Premio, Casa de las Américas, 1968.
[26] Oscar Lewis. “La muerte de Dolores”. En Revista Casa de las Américas, noviembre-diciembre 1969 Año X No. 57, pp. 60-74.
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COMENTARIO DE ROBERTO A. TORRICELLA
(aechivo: dejado en Cubanet)
Por Roberto A. Torricella
Tan culpables como los antedichos, algunos auspiciadores del triunfo comunista en Cuba entrevieron el peligro inminente pero las bajas pasiones (envidia, odio, hipocresía, resentimiento, cobardía moral y esa malsana inclinación de “pescar en río revuelto”) anularon la sensatez y al amor por Cuba. Miles de veces repetían la frase “cualquiera, con tal que se vaya Batista". Era intolerable para esa legión de necios que un hombre sin pergamino universitario, un simple sargento, dirigiera los asuntos del país. Y era tan profundo el odio clasista de tales “señoras y señores” que su animadversión era menor respecto a Castro. Cada vez que algún castrista arrepentido alude a la “traición” de Fidel, cita la promesa de éste de celebrar elecciones y de gobernar con la Constitución de 1940, como si esas circunstancias no hubieran ocurrido o estado vigente anteriormente.
DICTADURA O TIRANÍA
¿Qué es dictadura? ¿Qué es tiranía? ¿Qué es despotismo? ¿Hubo en Cuba durante la década de los 50s una situación que teórica o factualmente merezca cualquiera de esos nombres? Obviamente no. Veamos:
Dictadura es la concentración, en bien o en mal, de todos los poderes. ¿Tal era el caso en Cuba? Honestamente, no.
El Congreso ejercía sus funciones con independencia del Poder Ejecutivo y de la judicatura, con una representación oposicionista pequeña debido al retraimiento grausista en las elecciones, pero cumplió sus deberes con inteligencia y valor. En oportunidades diversas, leyes-decretos, aprobados por el Consejo de Ministros durante etapas de suspensión de garantías constitucionales y en receso el Poder Legislativo, fueron derogadas por éste al reanudar sus actividades.
El Poder Judicial (cuya independencia es suficiente para asegurar el carácter democrático de cualquier régimen), hubo de desenvolverse sin interferencia alguna, no obstante que su lenidad para con los terroristas constituía un estímulo a la sedición. ¿No se dictaron autos de procesamiento contra algunos miembros de la policía y del ejército por supuestos delitos cometidos al calor de la guerra civil? En ningún momento la estructura gubernamental, la “dictadura”, infringió la independencia del Poder Judicial.
No sólo los tres poderes del Estado eran interdependientes, sino que se desglosaron funciones del Poder Ejecutivo y se los adscribió a numerosos organismos autónomos y paraestatales cuya dirección y funcionamiento estaban a cargo de personas no vinculadas al gobierno.
Tiranía y despotismo poseen como elemento tipificador –adicional al de la dictadura- el ejercicio injusto, abusivo, anonadante de esos poderes. Contestemos con algunas interrogantes: ¿Por qué sobrevivieron Fidel y Raúl del asalto al Cuartel Moncada? ¿Por qué fueron excarcelados mucho antes de cumplir la sanción que le impusieron tribunales ordinarios? ¿Por qué la revista “Bohemia”, órgano del fidelismo, y otros, disfrutaron de las ventajas ofrecidas por bancos paraestatales creados por la “tiranía”? ¿Por qué la generalidad de los dirigentes terroristas y conspiradores claves que estuvieron en poder de la policía sobrevivieron a la “brutalidad” de ésta? ¿Por qué algunas entidades y empresas no fueron objeto de ataques o desaparecieron en aquella época a pesar de la ayuda notoria que prestaban al castrismo? ¿Por qué líderes oposicionistas recibían en el exilio las caudalosas rentas de sus propiedades? ¿Por qué periódicos, revistas, estaciones de radio y de televisión que alentaban la guerra civil no fueron allanados y destruidos sus maquinarias y mobiliario? Cualquiera que sea la respuesta, tendrá que aparecer en ella un elemento: la falta absoluta de crueldad, de prepotencia y de abuso por el gobierno existente.
¿Dónde está, pues, el dictador o el tirano?
BRUTALIDAD DE LA POLICÍA
La acusación de crueldad atribuida a la fuerza pública es la que más daño hizo ante la opinión pública internacional. Es, sin embargo, la más infame e infundada. La represión de los cuerpos policíacos fue una respuesta y rara vez se practicó descaminadamente. Aun así, como un exponente de que ni el ardor de la lucha ni la conciencia de que estaba en juego la vida, deshumanizaron la actuación del gobierno, ya que muchos pudieran confeccionar una extensa lista con los individuos a quienes protegió, escondiéndolos y atendiéndolos en sus casas, consiguiendo su excarcelación, facilitando su salida del territorio nacional, mientras que se mantenían a sus familiares en las posiciones públicas.
No puede aceptarse que la policía castigara con la muerte a quien produce la muerte indiscriminada con un aparato explosivo, pero no puede aceptarse tampoco que mientras se condene la acción policiaca, se cohoneste y aplauda la del terrorista. No puede aceptarse moralmente que el mayor número de víctimas producidas por un “revolucionario” merezca un alto grado en la jerarquía rebelde y que igual acción realizada por un miembro la fuerza pública merezca el pelotón de fusilamiento.
EL PELIIGRO DE CUBA
El peligro de Cuba no fue Fidel Castro ni su movimiento 26 de Julio. Lo fue la mayoría de la ciudadanía elite, clase media, y de profesionales, con cultura y patrimonio, que ciegamente y por odio apoyaron a un gánster de reconocida procedencia asesina. Será mucho más fácil rectificar el daño y la destrucción causada por la tiranía castrista que alimentar el sentido común y el juicio racional a una ciudadanía no pensante, fanatizada por tener a este tipo de criminal como su indiscutible líder cuando, en realidad, en Cuba no se requería ni había la necesidad de una sangrienta revolución terrorista. El problema es mucho más profundo y mucho más serio que Castro ya que él es una simple herramienta y síntoma del comunismo internacional que nos conquistó y destruyó a Cuba. Colocar la culpa solamente en el castro-comunismo no debe servir para cegarnos de la vasta cofradía de ignorantes que lo hicieron su príncipe. La república sobrevivirá a Fidel Castro y sus secuaces pero es menos probable que sobreviva a la multitud de necios irresponsables como los que lo convirtieron en su Robin Hood.
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Supuesto discurso contra la amnistía de Castro en 1955 pronunciado por Rafael Díaz Balart, Representante a la Cámara de Cuba, en el Capitolio Nacional en mayo de 1955.
Tiene la palabra el doctor, Rafael Díaz-Balart, líder de la mayoría parlamentaria del Congreso de la República de Cuba:
Señor presidente y señores representantes:
He pedido la palabra para explicar mi voto, porque deseo hacer constar ante mis compañeros legisladores, ante el pueblo de Cuba y ante la historia, mi opinión y mi actitud en relación con la amnistía que esta Cámara acaba de aprobar y contra la cual me he manifestado tan reiterada y enérgicamente.
No me han convencido en lo más mínimo los argumentos de la casi totalidad de esta Cámara a favor de esa amnistía. Que quede bien claro que soy partidario decidido de toda medida a favor de la paz y la fraternidad entre todos los cubanos, de cualquier partido político o de ningún partido, partidarios o adversarios del gobierno. Y en ese espíritu sería igualmente partidario decidido de esta amnistía cualquier o de cualquier otra amnistía.
Pero una amnistía debe ser un instrumento de pacificación y de fraternidad, debe formar parte de un proceso de desarme moral de las pasiones y de los odios, debe ser una pieza en el engranaje de unas reglas de juego bien definidas, aceptadas directa o indirectamente por los distintos protagonistas del que se esté viviendo en una nación.
Y esta amnistía que acabamos de votar desgraciadamente es todo lo contrario. Fidel Castro y su grupo han declarado reiterada y airadamente desde la cómoda cárcel en que se encuentran, que solamente saldrán de esa para continuar preparando nuevos hechos violentos, para continuar utilizando todos los medios en la búsqueda del poder total a que aspiran. Se han negado a participar en todo proceso de pacificación y amenazan por igual a los miembros del gobierno que a los de la oposición que deseen caminos de paz, que trabajen en favor de soluciones electorales y democráticas, que pongan en manos del pueblo cubano la solución del actual drama que vive nuestra patria.
Ellos no quieren paz. No quieren solución nacional de tipo alguno, no quieren democracia ni elecciones ni confraternidad.
Fidel Castro y su grupo solamente quieren una cosa: el poder, pero el poder total, que les permita destruir definitivamente todo vestigio de Constitución y de ley en Cuba, para instaurar la más cruel, la mas bárbara tiranía, una tiranía que enseñará al pueblo el verdadero significado de lo que es la tiranía, un régimen totalitario, inescrupuloso, ladrón y asesino que sería muy difícil de derrocar por lo menos en veinte años.
Porque Fidel Castro no es más que un psicópata fascista, que solamente podría pactar desde el poder con las fuerzas del comunismo internacional, porque ya el fascismo fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y solamente el comunismo le daría a Fidel el ropaje seudo ideológico para asesinar, robar, violar impunemente todos los derechos y para destruir en forma definitiva todo el acervo espiritual, histórico, moral y jurídico de nuestra República. Desgraciadamente hay quienes, desde nuestro propio gobierno, tampoco desean soluciones democráticas, y electorales, porque saben que no pueden ser electos ni concejales en el más pequeño de nuestros municipios.
Pero no quiero cansar más a mis compañeros representantes. La opinión pública del país ha sido movilizada en favor de esta amnistía. Y los principales jerarcas de nuestro gobierno no han tenido la claridad y la firmeza necesarias para ver y decidir lo más conveniente al Presidente, al gobierno y, sobre todo, a Cuba. Creo que están haciéndole un flaco servicio al presidente Batista, sus ministros y consejeros que no han sabido mantenerse firmes frente a las presiones de la prensa, la radio y la televisión. Creo que esta amnistía, tan imprudentemente aprobada, traerá días, muchos días de luto, de dolor, de sangre y de miseria al pueblo cubano, aunque ese propio pueblo no lo vea así en estos momentos.
Pido a Dios que la mayoría de ese pueblo y la mayoría de mis compañeros representantes aquí presentes, sean los que tengan la razón
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Etiquetas: amnistía, Congreso, cuba, dictadura, discurso, fidel castro, moncadistas, Oscar Lewis, Rafael Díaz Balart, Salón de Mayo, tiranía, Waldo Acebo
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