Miguel Sales Figueroa: Biden, Trump y el futuro del castrismo
*********
Por eso un segundo mandato de Trump es casi la única esperanza que les queda a los cubanos de recuperar en un plazo razonable los derechos y las libertades que el castrismo les ha confiscado en los últimos 60 años.
*********
Donald J. Trum y Joe Biden
Por Miguel Sales Figueroa
Málaga
11 de octubre, 2010
Es obvio que las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo 3 de noviembre serán de excepcional importancia para el país y para el resto del mundo. En mayor o menor grado, a todos los habitantes del planeta nos afecta lo que deciden los votantes de los 50 Estados de la Unión y sus colegios electorales. Y en este momento de crisis sanitaria y económica a escala mundial, esas decisiones marcarán el rumbo en aspectos tan esenciales como la energía, el medio ambiente, la migración o las relaciones con Irán, Rusia y China.
Uno de los gobiernos que con más ansiedad espera el resultado de las urnas es sin duda el de La Habana. La proximidad geográfica, el peso de la historia, el contexto económico mundializado o globalizado y la presencia de dos millones de exiliados/emigrados en suelo estadounidense se conjugan para que las medidas políticas que se aprueben en Washington a partir de enero determinen en alto grado la vida de cualquier vecino de Viñales o Camajuaní. En los últimos tiempos ese fenómeno se ha acentuado debido a la quiebra económica que padece la Isla y se ha vuelto más evidente gracias a la comunicación electrónica y las redes sociales, que han debilitado el monopolio informativo del régimen cubano.
Miguel Díaz-Canel y su equipo saben que una victoria de Joe Biden en los comicios podría alargar por tiempo indefinido la supervivencia del castrismo, mientras que la reválida de Donald Trump amenazaría la existencia misma del sistema comunista cubano.
La distinción es nítida: Biden anunció ya el mes pasado que, si gana en noviembre su política hacia Cuba consistirá en atenuar las sanciones impuestas últimamente por los republicanos y volver a la estrategia de apaciguamiento y concesiones de la era Obama. Ese método de fomentar la democracia con dulzura y a largo plazo le proporcionaría al gobierno de La Habana los medios de alargar durante años, quizá décadas, la agonía del régimen y las penurias de la población.
Trump, por su parte, tendría en sus manos una solución más drástica. La estrategia consistiría en acabar con la dictadura de Maduro, reducir las fuentes de ingresos con que cuenta la Isla (subsidios venezolanos, turismo, remesas, etc.), limitar la inmigración cubana a los casos estrictamente humanitarios y someter al régimen a la mayor presión diplomática posible. No afirmo que en un segundo y último mandato, sin otra reelección en el horizonte, Trump vaya a proceder así, pero podría hacerlo. Esas medidas serían perfectamente coherentes con la línea de actuación de su primer periodo en la Casa Blanca.
Biden, en cambio, ni siquiera se plantea nada semejante. Por varias razones, que van más allá del humanitarismo del que hace gala: porque necesita desmarcarse de la política exterior de Trump, porque cree que debe reivindicar las medidas que Obama adoptó entre 2008 y 2016, y en las que él participó en calidad de vicepresidente, y porque esa nueva/vieja política hacia Cuba sería una manera poco costosa de contentar a los sectores más izquierdistas y radicales de su partido, entre los que abundan los admiradores del sistema cubano.
Ese sistema es hoy una pirámide decrépita que se sustenta en unas pocas fuentes de financiación, un enorme aparato estatal y represivo, la ausencia de sociedad civil y la ilimitada capacidad de aguante de la población. En esta configuración, es poco probable que el gobierno vaya a cambiar de rumbo, ni a consecuencia de la presión de los de abajo ni como resultado de la clarividencia de los de arriba. Así lo demuestran las múltiples oportunidades desaprovechadas en los últimos años.
Por eso un segundo mandato de Trump es casi la única esperanza que les queda a los cubanos de recuperar en un plazo razonable los derechos y las libertades que el castrismo les ha confiscado en los últimos 60 años. Si Biden alcanza la presidencia en noviembre y cumple lo que ha prometido, el gobierno de Díaz-Canel podría conservar el poder sine die, con mínimas reformas cosméticas para salvar las apariencias. En cambio, si Trump vuelve a ganar y aplica la estrategia adecuada, los cambios en la Isla serían profundos e imparables.
La gran mayoría de los cubanoamericanos residentes en el sur de la Florida ha entendido lo que está en juego y apoya la reelección de Trump. Y aunque numéricamente sus votos no parezcan muy impresionantes, sí podrían ser suficientes para inclinar la balanza en el Estado, que cuenta con 27 sufragios en el colegio electoral. Y no sería la primera vez que un margen así decidiera los comicios presidenciales en Estados Unidos.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home