viernes, febrero 19, 2021

Julio M. Shiling: Política de Joe Biden hacia Cuba: un modelo chino tropical

 
Tomado de https://elamerican.com/

Política de Biden hacia Cuba: un modelo chino tropical

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China y Vietnam son dos ejemplos perfectos de esta política errónea. La razón es sencilla. Mientras que el estrechamiento de las relaciones, tanto comerciales como diplomáticas, tiene un impacto favorable con los regímenes autoritarios, hace lo contrario con los totalitarios

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Por Julio M. Shiling

02.11.21

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No fue una sorpresa cuando Jen Psaki, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, anunció formalmente el 28 de enero que la administración Biden revisaría la política americana hacia Cuba comunista. Después de todo, durante la campaña presidencial se había hecho referencia a ello. Psaki afirmó en su declaración que, parecido a lo que hizo el portavoz de Barack Obama en diciembre de 2014, la política de Biden hacia Cuba se regiría por “dos principios”. 

Uno es “el apoyo a la democracia y los derechos humanos” y el otro, que “los americanos, especialmente los cubanoamericanos, son los mejores embajadores de la libertad en Cuba”. El historial de políticas de distensión (coexistencia), o en la semántica del siglo XXI, “compromiso” (engagement), contradice los objetivos declarados de la nueva administración cuando se trata de regímenes totalitarios comunistas. 

La coreografía engañosa de emplear un lenguaje de relaciones públicas seductor como “derechos humanos” y “libertad” para enmarcar los objetivos de la política exterior no es sincera. La presidencia de Biden restaurará y revitalizará el pacto Obama-Castro. Esta sería esencialmente la intención práctica de forjar un modelo chino tropical. Es decir, un régimen en el que el Estado castrocomunista leninista cohabite con una economía híbrida y coexista con Estados Unidos. Esto sería consecuente con la comparación de Obama de las relaciones de Estados Unidos con China, así como con Vietnam. 

Carlos Fernández de Cossio, oficial de inteligencia y máximo diplomático del régimen castrista en Washington, insistió enfáticamente, en una entrevista con Reuters recientemente, que la dictadura cubana no haría ninguna concesión política a cambio de la disminución de las sanciones. Lo que el alto funcionario comunista cubano está diciendo es que, en lo que a ellos respecta, no tienen ningún problema de derechos humanos y son una verdadera “democracia”. 

Por lo tanto, cualquier entendimiento de las relaciones que establezca una condición previa de mejora de los derechos humanos o una ampliación de los espacios básicos de las libertades civiles, está fuera de lugar. La moral, en otras palabras, no tendría cabida en el actual acercamiento entre Estados Unidos y Cuba.

Las políticas de Trump hacia Cuba

¿Qué hizo exactamente Donald Trump que Biden busca, en efecto, revertir? Básicamente, Trump hizo varias cosas. En primer lugar, traspuso la defectuosa y éticamente vacía política cubana de Obama. El enfoque fue la privación de divisas para el Gobierno de Castro.

La economía cubana está estructuralmente en un 70 % en manos oficialistas directa y está operada por un conglomerado de empresas del régimen, dirigidas por militares. En el sector turístico, el porcentaje se acerca al 95 %. Dado que el turismo, como industria, representa el segundo negocio lícito más rentable del mundo, La Habana comenzó a principios de los años ‘90 a concentrar su búsqueda de ingresos en este sector. Trump cerró funcionalmente el turismo de Estados Unidos a Cuba, incluido el de los cubanoamericanos. También se limitaron las remesas.  

Comprendiendo la naturaleza perversa de las operaciones del capitalismo de Estado cubano, Trump firmó medidas que prohibía que los dólares americanos se gastasen en propiedades bajo el eje o estuvieran operadas por las corporaciones militares de fachada del régimen. Esto demostró ser brutal para las necesidades monetarias del comunismo cubano, dado el alto costo de mantener el Estado policial élite de Cuba. 

Otra medida insignia de la administración Trump fue la implementación de los títulos III y IV de la Ley de Libertad y Solidaridad Democrática de Cuba de 1996 (Helms-Burton). Esto permitió a los americanos y cubanoamericanos demandar en los tribunales de Estados Unidos a las empresas que han estado traficando con los bienes robados por el comunismo cubano. Esto fue épico dado el hecho de que la apropiación de la propiedad americana en Cuba representó el mayor atraco a los inversores de Estados Unidos en la historia.  

Además de apuntar a todas las entradas de capital a la dictadura cubana, la administración de Trump tuvo la visión lejana de entender cómo operaba el socialismo en el hemisferio occidental. En lugar de ver ingenuamente los bastiones marxistas en toda América Latina como entidades independientes, Estados Unidos, bajo la dirección del 45º presidente, entendió que los regímenes y movimientos comunistas funcionaban allí como una organización política multinacional encabezada estratégicamente por Cuba y financiada por el petróleo venezolano, las organizaciones empresariales de fachada y el narcotráfico. 

Este planteamiento fue acertado y representa una lectura adecuada de la amenaza marxista en este continente. El principio de privación de divisas dirigido a Cuba, sus satélites, Venezuela y Nicaragua, así como la priorización de las interdicciones de las drogas, apuntaban a este propósito fundamental.

El congresista Jim McGovern, un destacado apologista del régimen castrista, emitió una carta el 15 de enero en la que esbozaba recomendaciones de cambio de política hacia Cuba dirigidas a Biden. Dado el papel de alto perfil que el demócrata de Massachusetts tuvo en el anterior esquema de compromiso entre Obama y Castro, es probable que esto sirva como preludio del curso que seguirá.

Entre las sugerencias predecibles y más escandalosas se encuentran la desvinculación del régimen comunista cubano de la dictadura venezolana en las consideraciones de política exterior de Estados Unidos, la apertura inmediata de los viajes, el comercio y el intercambio oficial y la eliminación de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Tal vez, la propuesta más descarada es volver a comprometerse a trabajar conjuntamente en grupos de “derechos humanos” con organizaciones afines al régimen. De esta manera, las contrapartes cubanas pueden asesorar sobre cómo Estados Unidos puede mejorar su historial de derechos humanos. 

El grave defecto del enfoque de distensión o “compromiso” (engagement) en el trato con los regímenes totalitarios es que la proximidad a las democracias capitalistas sólo solidifica el poder dictatorial. No hace nada para promover la democracia o ampliar los derechos civiles y políticos de los ciudadanos oprimidos. 

China y Vietnam son dos ejemplos perfectos de esta política errónea. La razón es sencilla. Mientras que el estrechamiento de las relaciones, tanto comerciales como diplomáticas, tiene un impacto favorable con los regímenes autoritarios, hace lo contrario con los totalitarios. La clave es la sociedad civil. 

Cuando las dictaduras comunistas y fascistas aplican el modo de gobierno totalitario, destruyen la sociedad civil. Una vez que esto sucede, surge una sociedad paralela que está intrínsecamente conectada al régimen. No es casualidad que el mayor segmento del Partido Comunista chino esté formado por empresarios. Las dictaduras autoritarias nunca desmantelan la sociedad civil, por lo que, a medida que el país avanza económicamente, las clases comerciales acaban teniendo peso sobre la clase política y es más factible una transición democrática. 

Pronto empezaremos a escuchar la estupidez de las consignas de “pueblo a pueblo” y de “empoderar” a una sociedad civil inexistente en Cuba comunista. No importa que bajo la política de apertura sin exigencias de Obama, los emporios empresariales estatales del comunismo cubano crecieron exponencialmente y el sector no-estatal se redujo. Los únicos “empresarios” que prosperan son los oficiales, conectados con el régimen. A los cubanos y a todos los latinoamericanos amantes de la libertad les esperan días oscuros con la próxima distensión de apaciguamiento de Biden.                

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