martes, junio 14, 2022

El circo de los desesperados. Alfredo M. Cepero sobre EE.UU.: Ante la incapacidad de mencionar éxitos que no han logrado, los demócratas han decidido darle fuego a la casa con Donald Trump dentro.

 Tomado de http://www.lanuevanacion.com

EL CIRCO DE LOS DESESPERADOS

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 Ante la incapacidad de mencionar éxitos que no han logrado, los demócratas han decidido darle fuego a la casa con Donald Trump dentro.

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Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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14 junio 2022

En los últimos 18 meses, desde los acontecimientos del 6 de enero de 2021en el capitolio nacional, se ha duplicado el precio de la gasolina, las muertes por drogadicción han alcanzado los niveles más altos en la historia americana, los alimentos de primera necesidad están diezmando el presupuesto familiar y los Estados Unidos se han convertido en una puerta sin llave por la que entran “como pedro por su casa” delincuentes y enfermos de Covid de los más lejanos rincones del mundo.

Pero eso no es todo. Para complicar las cosas la economía americana se está desplazando hacia  una recesión devastadora como aquella que una vez bautizó el consultor demócrata James Carville con la frase lapidaria: “It is the  economy stupid”. Según la Oficina Nacional de Investigación Económica, las recesiones son técnicamente definidas como dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo y se caracterizan por un alto nivel de desempleo, bajo o negativo crecimiento del Producto Interno Doméstico, reducción del ingreso y lentitud de las ventas al detalle. Esa es la situación a la que se encamina vertiginosamente la economía americana.

Y esos son precisamente los factores—no el odio a Donald Trump—que tendrán en mente los americanos a la hora de votar en la parciales de 2022 y, muy probablemente, las generales de 2024. Todo eso, sin contar que, con la retirada cobarde de Afganistán y la invasión de Ucrania por los rusos, los Estados Unidos jamás han estado tan desprestigiados ni más cerca de un conflicto nuclear.

Esos son los factores que tienen desesperados a los miembros del Partido Demócrata. Ante la incapacidad de mencionar éxitos que no han logrado, los demócratas han decidido darle fuego a la casa con Donald Trump dentro. Su estrategia de campaña en todas las elecciones que se avecinan es destruir al odiado Donald Trump. El comienzo de esta estrategia ha sido calificar de insurrección, los acontecimientos del 6 de enero de 2021 en el capitolio.

Yo no creo que fue una insurrección porque no fue una insurrección. No fue siquiera algo cercano a una insurrección. Nadie entre los que entraron al capitolio portaba armas. De hecho, la única personas que fue herida de muerte fue una mujer que protestaba contra el resultado de las elecciones. Su nombre Ashli Babbitt. Una mujer desarmada y de cinco pies de estatura que no representaba peligro para nadie. La mató un miembro de la policía del capitolio que, irónicamente, ha sido exonerado de toda responsabilidad.

El circo llevado a cabo por los demócratas en el capitolio la semana pasada no fue un proceso parlamentario para asignar responsabilidades sino una descarada “cacería de brujas” por unos politiqueros aterrados de perder el poder. De hecho, días antes del 6 de enero, el entonces Presidente Trump contactó al Departamento de Defensa para que asignara 10,000 soldados de la Guardia Nacional a la protección del capitolio. El Sargento de Armas, después de consultar con la Presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, rechazó la oferta. La Pelosi no estaba interesada en proteger a los congresistas sino en crear un escándalo político para usarlo en futuras elecciones.

Vayamos por un momento a esta “comisión de la mentira”. Cuando el presidente de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, sugirió los nombres de Jim Jordan y Jim Banks—dos partidarios de Trump—para formar parte de la comisión, la Pelosi los rechazó. Nombró en su lugar a Liz Cheney y a Adam Kissinger, dos RINOS (republicanos solo en el nombre) que odian a Donald Trump. Con ello, la Pelosi se convirtió en juez, jurado y verdugo.

No hay que darle más “vueltas a la noria”. Un proceso donde existen varios fiscales acusadores sin un abogado defensor que interrogue a los testigos no puede llamarse legal y de acuerdo con las normas procesales que garantizan la justicia. Es una réplica de la Inquisición española de Torquemada o de las purgas soviéticas de Stalin donde el acusado no es considerado inocente sino es un presunto culpable que tiene que demostrar su inocencia. ¡Buena suerte con tan descabellada encomienda que tiene que demostrar una condición  negativa!

Ahora bien, no puedo cerrar este trabajo sin formularme algunas preguntas elementales. Por ejemplo, esta comisión no me dice cuántos miembros de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) se encontraban infiltrados en la multitud. Tampoco explica la razón por la cual los policías del capitolio  abrieron las puertas a los amotinados. ¿Por qué Kamala Harris dijo estar ese día en el capitolio cuando, en realidad, no lo estaba?

Al mismo tiempo, el país entero fue testigo del hecho de que Joe Biden  obtuvo 10 millones de votos más que Barack Obama y que una gran parte de ellos llegaron después del día de las elecciones. ¿Por qué la votación fue interrumpida en muchos lugares en medio de la noche? ¿Por qué las tarjetas de identificación fueron opcionales en los estados más grandes del país? Todas estas interrogantes estaban en las mentes de los amotinados el 6 de enero pero la comisión no ha dado explicaciones sobre ellas. Se ha limitado a acusarlos de perpetrar una insurrección de la “Supremacía Blanca”. ¡Dónde está la armonía prometida por Biden durante la campaña electoral!

Ahora bien, ¿saben ustedes lo que sí podría crear una insurrección de proporciones galácticas? Si los políticos ignoran las preocupaciones legítimas de la población, si las echan a un lado cuando la gasolina llega a 5 dólares el galón y nos dicen que “compren un automóvil eléctrico”. Cuando las ciudades se transforman en basureros y son controladas por los criminales, cuando la economía se deteriora al punto de que nuestros hijos no pueden contraer matrimonio y darnos nietos, cuando ya no estas interesado en las cosas que te rodean y no cesas de hablarte a ti mismo de insurrección. Entonces que Dios te ampare porque estarás en medio de una verdadera insurrección, no la inventada por estos demócratas de orillas.

Antes de concluir quiero compartir con ustedes un momento definitorio de la sesión del Comité de 6 enero de la semana pasada. Me refiero a los 28 minutos del suicidio político de Liz Cheney. Con semblante visiblemente descompuesto y leyendo en un telepromter el obituario de Donald Trump, la Cheney tuvo la osadía de predecir que éste desaparecería algún día del escenario político y que el Partido Republicano volvería a ser lo que fue antes de su presidencia. Quizás se refería a los 75 años de edad de Trump, pero a los 57 años la Cheney no es ningún “tití”.

Por otra parte, los movimientos políticos y sus líderes en muy contadas ocasiones resucitan. El MAGA (Make America Great Again) ha llegado aquí para quedarse aunque no se hayan enterado George W. Bush, Mitt Romney, Dick Cheney y su “niña” Liz.  Si un día cambiara sería para dar marcha hacia adelante, jamás para dar marcha atrás. Además, en la peregrina circunstancia de que Donald Trump no se postulara, el Partido Republicano cuenta con candidatos como Ron DeSantis, Ted Cruz y Mike Pompeo, hombres con estilos distintos al de Trump pero que comparten sus mismos principios y metas.

Al mismo tiempo, no temo equivocarme cuando digo que el Partido Demócrata correrá la misma suerte. No es concebible que gane elecciones un partido controlado por los comunistas Bernie Sanders y sus lobeznas Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib. Esa gente tendrá seguidores en los medios sociales y votos en sus distritos electorales pero no suficientes votos para ganar elecciones a nivel nacional. Y el político que no gane elecciones debe de cambiar de profesión. Los moderados tienen ahora la oportunidad de llevar al Partido Demócrata hacia el centro ideológico.

Nos encontramos, por lo tanto, ante un panorama político muy distinto al de hace 5 o 6 años. El pueblo americano—cansado de mentiras y de promesas incumplidas—ha decidido enterrar las versiones tradicionales de los dos partidos. La opción para ambos está entre la renovación y la desaparición. No puede haber la menor duda de que el que no se renueve desaparece.

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