martes, agosto 02, 2022

AMÉRICA LATINA: ¿NO TODO ESTÁ PERDIDO? /Segunda parte/. Entrevista al analista político y colaborador Doctor Alberto Roteta Dorado. por Guillermo Milán, director de Cuba democracia y vida

 
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AMÉRICA LATINA: ¿NO TODO ESTÁ PERDIDO? /Segunda parte/. Entrevista al analista político y colaborador de esta web Doctor Alberto Roteta Dorado. Por Guillermo Milán, director de Cuba democracia y vida.org  

Guillermo Milán: ¿Qué opina de la llegada al poder de Gustavo Petro, quien en breve asumirá la presidencia de Colombia?

Dr. Alberto Roteta: El programa social de Gustavo Petro tiene ciertos puntos que merecen la pena tratarse para poder descifrar un tanto su discurso y percibir el riesgo que presupone para Colombia su llegada al poder. “Llegó el gobierno de la esperanza”, fueron sus primeras palabras al dirigirse al pueblo colombiano durante una tenida en uno de los escenarios deportivos más importantes de la capital. ¿A qué esperanza se refiere Petro? Sin duda, son términos empleados en la verborrea socialista, de la que Petro es un firme y fiel representante. Esto nunca debe olvidarse. Como candidato, Petro prometió cambiar algunos de los sectores más importantes de la sociedad colombiana en una nación que se encuentra entre las más desiguales de América Latina. Ya varios académicos y analistas serios se han referido a lo difícil que resultará poder cumplir los proyectos del “Comandante Aureliano” – por lo del personaje Aureliano Buendía de la novela “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez–, como se le reconoció durante su oscura etapa en el Movimiento 19 de abril, M19. Gustavo Petro se presentó en el ambiente político de Colombia sin poder dejar atrás un tormentoso pasado que se remonta a la década del setenta del pasado siglo, cuando siendo muy joven militó en el Movimiento 19 de abril, M-19, organización guerrillera urbana activa hasta 1990; aunque convertida en movimiento político, como izquierda democrática, conocido como Alianza Democrática M-19, en la que conspiró y participó de manera activa en numerosas acciones que harían interminable esta respuesta. De cualquier modo, “Aureliano” ha sido apoyado por un poco más de la mitad de los colombianos, lo que resulta imperdonable e inadmisible. Tal vez los mensajes un tanto ambiguos de Petro lograron conquistar a ciertos sectores poblacionales que decidieron apoyarle. “He sido de izquierda y no me arrepiento – ha afirmado Petro–. Pero no propongo un programa de izquierda. No propongo un programa socialista. Eso no funcionó. El problema de Colombia es que no se ha desarrollado el capitalismo. (...) Lo que proponemos es el desarrollo de un capitalismo democrático (…) No se puede construir la clase media en Colombia sin la iniciativa y la propiedad privada. La diferencia con el presente es que no es para cinco personas, sino para millones de colombianos”. Esto sugiere que, al menos en la etapa inicial de su mandato, no se dedicará a nacionalizar – como hizo el dictador Fidel Castro en Cuba, siguiendo el modelo de la extinguida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, y más tarde Hugo Chávez, su clonación más lograda, en Venezuela–. Su concepto de capitalismo democrático con la permanencia de la propiedad privada sugiere que no seguirá los malos ejemplos de sus semejantes socialistas; aunque insisto: Petro es un firme y fiel representante de la izquierda. Esto nunca debe olvidarse. Como tampoco puede dejarse de un lado la idea de que es un académico, un intelectual, a diferencia de muchos de los semianalfabetos líderes de la región, donde sobresalen, sin duda, Nicolás Maduro, Evo Morales Pedro Castillo y hasta Miguel Díaz Canel, quien por estos días se ha hecho notar con algunos disparates que dejan mucho que decir si de un presidente se trata. Esto le permite manipular a las masas desde una perspectiva diferente, esto es, con una mayor sutileza, toda vez que sabe y puede – porque la tiene– utilizar la inteligencia. Como deben saber, aunque muchos no se interesen por estos asuntos de América Latina, su compañera de campaña, Francia Márquez, actualmente vicepresidente de Colombia junto a Petro, es una mujer negra, dos elementos muy bien pensados, por un lado lo del feminismo, tan en moda por estos días y tan venerado por la izquierda moderna, y por otro, la idea de la no discriminación racial. En esencia, el concepto de lo inclusivo, lo que huele demasiado a izquierdismo radical. Entre las ambiciosas medidas “transformadoras” de Gustavo Petro vale mencionar la ampliación de los programas sociales, proporcionar un subsidio significativo para las madres solteras, garantizar trabajo y un ingreso para las personas desempleadas, reforzar el acceso a la educación superior, aumentar la ayuda alimentaria, cambiar el país a un sistema de salud controlado públicamente y rehacer el sistema de pensiones. Independientemente de estos aspectos hay otro asunto que merece la pena que tratemos. Me refiero a sus concepciones acerca de la doctrina del perdón social, algo que no es nada original del “Comandante Aureliano”, sino del filósofo francés de origen argelino, Jaques Derrida,* aunque Petro lo asume a su manera – con fuertes basamentos filosóficos y antropológicos–  y lo defiende a capa y espada. Según la interpretación de Petro de esta doctrina, se puede alcanzar la reconciliación mediante el perdón, a lo que añade: “¿Podríamos pensar que es posible que a Colombia, después de dos siglos de guerras perpetuas le ha llegado un momento de perdón social generalizado? Yo pienso que sí”. Y es justamente en esta respuesta afirmativa a su propia interrogante donde está la esencia del gran peligro que presupone tener a Gustavo Petro en la presidencia de Colombia. Con esta doctrina del perdón social se podría indultar a aquellos que cometieron crímenes políticos, de guerra y contra la humanidad, algo que hay que tener en cuenta y seguir muy de cerca, Téngase presente los grandes delitos y crímenes cometidos durante más de 50 años por los terroristas integrantes de las FARC y otros movimientos políticos de Colombia como el propio M-19, donde militó Gustavo Petro. Por ahora no nos queda otra posibilidad que esperar y ver qué sucederá en los próximos meses en el panorama sociopolítico de esta nación suramericana de la que poco se dice en el mundo a pesar de haber tenido, y sigue teniendo de manera más sutil, uno de los más grandes, graves y prolongados conflictos del continente americano. 

Guillermo Milán: En su biografía aparece que usted vivió durante dos años en Ecuador, coincidiendo con el mandato de Rafael Correa, lo que le permitió vivir de cerca y percibir directamente los efectos de la llamada Revolución Ciudadana promovida por dicho mandatario. Quisiera que se refiriera a la situación política actual de esta nación, de la que se dice muy poco en el mundo, y de la que usted es un conocedor, no solo por el hecho de haber vivido allí, sino porque se dedicó durante un buen tiempo a escribir sobre el tema político ecuatoriano.

Dr. Alberto Roteta: Los medios de comunicación en países como Venezuela y Cuba, ambos con regímenes comunistas dictatoriales, se dedicaron a difundir lo que les convenía acerca de la llamada Revolución Ciudadana de Rafael Correa, siguiendo los pasos del dictador Hugo Chávez con su disparate de la Revolución Bolivariana. Recordemos que por estos años, y a partir del auge del llamado Socialismo del siglo XXI, los líderes de la izquierda latinoamericana parecían ser clonaciones unos de otros siguiendo el arquetipo de diseño establecido por el binomio Castro-Chávez. Esta idea de ofrecer solo de modo parcializado, y a conveniencia, la realidad de la situación política del pueblo ecuatoriano trajo consigo que se tuviera una idea distorsionada de la realidad de Ecuador. Cuando viví en este país pude percibir directamente lo que en realidad estaba ocurriendo desde el punto de vista social y político. Hasta los propios miembros del ejército y de la policía estaban en contra del gobierno socialista de Rafael Correa, algo que supe muy de cerca, directamente expresado por cientos de militares, con los que, por cuestiones de trabajo como médico, conversé directamente de este tema, por solo referirme a un sector importante de la población ecuatoriana. Estando en Ecuador tuvo lugar una de las manifestaciones más grandes en contra del correísmo, me refiero a los hechos de la ciudad de Guayaquil durante el 2016. Lo del reciente paro nacional de este país no es algo tan trascendental como han pretendido interpretar los defensores del correísmo. Téngase presente que durante el régimen de Rafael Correa también tuvo lugar un paro nacional encabezado por Jorge Herrera, en aquellos tiempos presidente de la Confederación Ecuatoriana de Nacionalidades Indígenas (Conaie), quien declaró que no se pretendía desestabilizar al Gobierno, sino exigirle que retirara las enmiendas constitucionales, que se tramitaban en la Asamblea de mayoría oficialista, y te cuento que el tema más controvertido era el de la reelección indefinida del presidente Rafael Correa y los funcionarios de elección popular. Creo que con esto te lo digo todo, al menos de este asunto, y de la manipulación y tergiversación de la información, algo tan de moda en nuestros días. Además recuerdo que más tarde las comunidades indígenas se sublevaron en su contra, a lo que el mandatario respondió con una brutal represión con la que dejó aislados a miles de miembros de ciertas etnias indígenas del oriente del país, de la amazonía ecuatorial, algo que ha sido, al parecer, olvidado por muchos, amén de ser un hecho desconocido por otros tantos, toda vez que, como bien usted dice, de Ecuador apenas se dice nada en el mundo, motivo por el que me dediqué varios años a escribir sobre el tema político de esta nación. De modo que se ofreció al mundo una visión panorámica de la Revolución Ciudadana a modo de un paraíso terrenal, como el de la revolución cubana del dictador  Fidel Castro, cuando en realidad se trataba de un régimen represor que se encargó de apropiarse de los principales medios de comunicación y de establecer leyes y reformas, como la llamada ley mordaza, aprobada por la Asamblea Nacional en 2013, por suerte derogada definitivamente hace poco por el presidente Guillermo Lasso; aunque el presidente anterior, Lenín Moreno, había adelantado gran parte del camino en este sentido. Todos estos temas están tratados en mis escritos que usted ha publicado en Cuba democracia y vida.org y en otros medios como Patria de Martí, Cubanálisis, Baracutey cubano, CubaNet, Libertad Digital, etc., a los que los lectores interesados en profundizar pueden acceder. Vamos a su pregunta para concretar algunos puntos que merecen abordarse. Recientemente tuvo lugar en Ecuador un paro nacional, algo que, lamentablemente apenas fue comentado. De ahí que solo tuviera una connotación de tipo nacional a pesar de haberse prolongado por 18 días (entre el 13 y 30 de junio) y de haber ocasionado graves problemas en este país suramericano, entre los que vale mencionar la muerte de seis personas y unos quinientos heridos, entre manifestantes y miembros de las fuerzas del orden, así como millonarias pérdidas para la economía. El móvil aparente fue el descontento popular con el actual gobierno ecuatoriano, cuyo presidente es Guillermo Lasso, representante del Movimiento CREO, Creando Oportunidades, de orientación política de derecha. Y digo móvil aparente, toda vez que detrás de la imagen del conflicto – que era y sigue siendo cierta– estaba el asecho siempre presente y oportunista de la izquierda más radical, representada por los defensores del correísmo. ¿Cuál fue en sí el factor desencadenante de la ola de las recientes manifestaciones? Pues el descontento por el gobierno de Lasso, cuando justo se está cumpliendo el primer año de su mandato. El incremento de los precios del combustible y de los alimentos básicos, así como el insuficiente sistema sanitario público – en medio de la pandemia del coronavirus que hizo sus estragos en la población ecuatoriana–, los altos índices de desempleo y subempleo, sin olvidar la crisis de inseguridad, algo en lo que me gustaría poder profundizar, tal vez en algún escrito que dedique al tema más adelante. Desde Bélgica, país donde se encuentra prófugo de la justicia de Ecuador el exmandatario Rafael Correa, fue capaz de alentar a sus seguidores a proceder legalmente para presentar una querella en el seno del parlamento para la destitución del presidente Guillermo Laso, electo democráticamente, algo que, por suerte y luego de haber sido sometido a votación en el seno del parlamento, no logró concretarse; aunque puso en evidencia su poca aceptación en el presente. El paro nacional fue protagonizado por diversas etnias indígenas procedentes de todo el país, al frente de las cuales se encontraba como entidad legal la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, Conaie, cuyo presidente tiene estrechos lazos con el correísmo, según las propias declaraciones de Yacu Pérez, quien fuera presidente de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa, ECUARUNARI, entre 2013 y 2019, desde donde participó activamente en múltiples manifestaciones indígenas durante el gobierno de Rafael Correa, amén de haber sido candidato a la presidencia de Ecuador en los últimos comicios, derrotado por Guillermo Laso. Los hechos se desencadenaron por el alza de los precios de manera general, aunque de modo puntual el elevado precio del combustible, algo que no es absoluto de esta nación, sino que de manera general en el mundo ha tenido lugar un alza progresiva y sistemática de los precios del combustible y de alimentos, lo que, como todos deben saber, aunque muchos tratan de ignorarlo, se debe a la compleja situación internacional en medio del grave conflicto Rusia-Ucrania, aspecto del que trataremos en su momento. Ante el descontento cuasi generalizado de la población los indígenas procedentes de todas partes del país – siempre se han prestado para invadir las ciudades de forma muy violenta, algo que también pode comprobar muy de cerca durante mi estancia en Ecuador– tomaron las calles de Quito y cometieron múltiples acciones vandálicas que originaron pérdidas millonarias. Además de las manifestaciones masivas, tuvo lugar un paro laboral de muchos sectores, bloquearon carreteras, se posesionaron de pozos petroleros y retuvieron a personal de la fuerza pública, con lo que se logró desestabilizar a este país andino. Hubo daños a la propiedad pública y privada, así como ataques a un convoy del Ejército que intentaba despejar las vías para facilitar el abastecimiento a Quito, y a otro que llevaba combustible a una zona de la Amazonía. Todo esto originó un estado de caos. El gobierno declaró estado de excepción en las provincias de Pichincha, donde se encuentra Quito, la capital ecuatoriana, así como en las de Cotopaxi e Imbabura, en las que fue necesario autorizar el uso de la fuerza letal. A esto hay que añadir el toque de queda en el Distrito Metropolitano de Quito, así como el establecimiento de un nuevo estado de excepción, en el que se prohibió la libertad de reunión o asociación y además se amplió el estado de excepción a las provincias de Tungurahua, Chimborazo y Pastaza. Rafael Correa, actualmente prófugo de la justicia ecuatoriana y con pedido de extradición para proceder a cumplir su condena en las cárceles ecuatorianas, aprovechó las circunstancias para alentar a sus acólitos de la Revolución Ciudadana – que no son precisamente las masas indígenas, toda vez que en un pasado reciente, como dije antes, se sublevaron también en su contra– para destituir al presidente Laso mediante acciones desde el seno de la Asamblea Nacional. Se trata de la bancada correísta Unión por la Esperanza, UNES, organización de izquierda radical que pretendió destituirlo con la aplicación del artículo 130 de la Constitución, algo que fracasó al no contar con los votos suficientes en la Asamblea Nacional. De haberse logrado y el correísmo volver a posesionarse del poder, lo beneficiaría sobremanera con su correspondiente indulto y el retorno a la política, lo que tal vez le pudiera proporcionar también cierta inmunidad legal. Al final no logró su objetivo, como tampoco logró recientemente el retorno del correísmo en los últimos comicios, ni que el mandato de Lenín Moreno, el presidente anterior a Guillermo Laso, fuera promotor del Socialismo del siglo XXI a pesar de haber sido lanzado a las campañas electorales por el correísmo. De ahí que podemos hacer referencia a un fracaso tras otro del líder de la llamada Revolución Ciudadana, amén de su sentencia definitiva de 8 años de prisión por delito de cohecho**. Recientemente el ministro de Relaciones Exteriores, Juan Carlos Holguín, informó que el Reino de Bélgica notificó que se ha entregado el proceso de extradición del expresidente Rafael Correa al Ministerio de Justicia de ese país, lugar donde reside desde el fin de su mandato. Para concluir, creo que me he extendido demasiado en este punto, quiero hacer mención a la idea del presidente Guillermo Lasso respecto a la financiación del paro nacional por parte de entidades narcotraficantes con un total de 15 millones de dólares, así como de la alianza entre Rafael Correa y Leonidas Iza, actual presidente de la Confederación Ecuatoriana de Nacionalidades Indígenas (Conaie), con el fin de desestabilizar al país.

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*Jaques Derrida (19330-2004) es considerado uno de los pensadores y filósofos contemporáneos más influyentes. Su trabajo ha sido conocido como pensamiento de la deconstrucción. Derrida escinde la cuestión de la justicia, del castigo, e incluso del perdón político respecto del perdón propio, íntimo, posible, de la víctima o víctimas. Incluso habla del perdón puro y también se refiere al perdón de lo imperdonable. Realizó una obra considerable de orden filosófico, pero el tema del perdón, en su tratamiento, se hizo conocido y cobró difusión a partir de una entrevista que brindó a Michel Wieviorka hace más de veinte años. Separa claramente el perdón que corresponde al ámbito privado de la persona, del perdón o disculpa o indulto que corresponde al ámbito legal. Esto es, sitúa al perdón como una posibilidad que él estima positiva, como un corte de la violencia como respuesta a la violencia; una posibilidad básicamente en cabeza de la víctima quien, de sentirlo y desearlo (incluso por fuera de cuestiones religiosas), puede perdonar al victimario en forma pura, es decir, sin esperar nada a cambio.

**Según el Código Penal, el delito de cohecho lo comete la autoridad o funcionario público que reciba o solicite un favor, regalo, ofrecimiento, promesa o cualquier tipo de retribución para realizar o no realizar en el ejercicio de su cargo un acto contrario a los deberes inherentes al mismo. En el caso específico del expresidente de Ecuador, Rafael Correa, se debe a sus implicaciones en el conocido caso Odebrecht, delito por el que el vicepresidente de la nación durante el mandato de Correa, Jorge Glas, se encuentra cumpliendo su correspondiente sentencia. 

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