martes, diciembre 20, 2022

Efrain J. Ferrer sobre el relevante matemático Ramón Rubio: El matemático-poeta que se esforzó por ser libre

 El matemático-poeta que se esforzó por ser libre

Doctor José Ramón Rubio Agüero

Por Efrain J. Ferrer.

El Nuevo Herald

Octubre 8, 2002.

En este 2002 se nos fue, sereno y con una canasta cargada de sueños, Ramón Rubio, un matemático poeta que no renunció a ser libre.

Ramón Rubio no era una persona común, lineal. Fue matemático, filósofo, sicólogo, educador, poeta y aprendiz de músico, aunque nunca logró dominar el violín como el lápiz. Hablaba y escribía, además del español, en francés y en inglés. Leía en alemán y en ruso, y dedicaba largas sesiones a escribir en cantonés, idioma por el que sintió fascinación desde muy joven. Repartió su vida entre Cuba, Chile y Francia. Decía sentirse ciudadano del mundo, aunque nunca dejó de ser habanero.

Al triunfo de la revolución cubana, Rubio se encontraba en París. Allí se había movido desde Chile por invitación de unos colegas franceses, después de haber terminado en Santiago la carrera de matemáticas. Fue entonces que un amigo le escribe desde Cuba, pidiéndole que regresara para crear la escuela de matemáticas de la Universidad de La Habana. A ello Rubio se entregó con una energía inagotable. Diseñó los nuevos programas de estudio y llevó hasta La Habana a un grupo de matemáticos franceses de primera línea, con lo que creó un modelo de centro intelectual que el resto de las escuelas de ciencias no tardaron en seguir. La matemática en Cuba le debe hoy a Rubio lo que un hijo a su padre.

Pero su actividad no podía rendir fruto por mucho tiempo. La estabilidad en los puestos de direcciín se gana en Cuba por fidelidad, y se pierde por honestidad. Cuando comenzaban a aparecer los primeros frutos de su trabajo, lo alejan de las aulas universitarias, pasándolo a crear el grupo de matemáticas de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC). Años después decide publicar un poema sobre la burocracia en Juventud Rebelde. El capitán Antonio Núñez Jiménez, quien a la sazón era el presidente de la ACC --honor logrado más que por su condición de espeleólogo aficionado, por su fidelidad incondicional al máximo líder-- tomó el poema como una ofensa personal y lo destituye de su cargo. Es entonces que el amigo que lo instó a regresar a Cuba alrededor de una década antes le ofrece integrarse al grupo más afín a su carrera en el instituto que dirigía en la ACC, el grupo de física teórica.

(Los Doctores en Física Teórica:  Efraín J. Ferrer y su esposa Vivian F. de la Yncera)

Cuando mi esposa y yo coincidimos con él en ese lugar, eran tiempos de conmoción en la física-matemática. No hacía mucho que se había logrado construir una teoría que unificaba las fuerzas electromagnéticas y nucleares. Se comenzaba a entender las implicaciones que esto tendría para la evolución del universo. Unificación significaba, en el lenguaje de las nuevas teorías, mayor simetría. Y estas simetrías se expresaban haciendo uso de la teoría matemática de grupos. El encontrarnos a Rubio en este momento trabajando a nuestro lado nos produjo algo más que un estado de júbilo.

Fueron tiempos aquéllos de discusiones científicas intensas, de organización de seminarios y, sobre todo, de descubrimiento, pues lo inesperado para nosotros fue descubrir que los nuestros no eran los temas que desvelaban a Rubio. A él le preocupaba más que conocer cómo el universo se comportaba, el encontrar el sentido de la existencia humana como parte de ese universo. Después de conocernos mejor nos bombardeó con una serie de preguntas existenciales que en la Cuba de consignas revolucionarias y marxismo bíblico resultaban como una invitación a participar de un escape a la cuarta dimensión. Por él conocimos La libertad primera y última de Krisnamurti, Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, los escritos de los místicos españoles: Las moradas de Santa Teresa de Jesús, y las Poesías de San Juan de la Cruz, etc.

En medio de aquel estado policiaco de finales de los años 70, Rubio era uno de los hombres más libres que conocí en Cuba. Sabía que no podía aspirar a nada, pero esta condición le ahorraba un poco el sufrimiento del temor que allí lo permeaba todo y que lo compartían todos sin excepción. No obstante, en medio de la apoteosis del éxodo del Mariel, una mañana nos dijo que un familiar lo había venido a buscar en una embarcación de las muchas que estaban llegando de la Florida y que se disponía a renunciar al trabajo de inmediato.

Así se convirtió en hereje por un acto de intención, sin poder salir del país hasta cuatro años después gracias a las gestiones de algunos amigos franceses. De esta forma se quedó sin derecho a trabajar, y además se vio junto a su esposa Rodela, y su hija de un matrimonio anterior, sin lugar donde vivir, ya que vivía en un cuarto del hotel Presidente, que era una pertenencia del estado. Recientemente me escribía que recordaba aquella última etapa en Cuba como una de las más felices de su vida, pues el haber podido romper con todo fue como respirar de nuevo un aire fresco y puro.

El pasado julio nos reuniríamos en su casa de Saint-Etienne (Francia), lugar en donde se desempeñó como profesor de matemáticas en la universidad; pero el destino no nos dio tiempo. Mientras volábamos hacia París, Rubio moría inesperadamente. Estando en su casa pude hojear los últimos libros que había escrito: un libro de filosofía que verá próximamente la luz en una editorial francesa y que, como de costumbre, había escrito tratando de explicar a otros lo que creyó urgente racionalizar para sí; una novela que logró terminar justo antes de partir y que tiene mucho de autobiográfica, y un libro de poemas que recopila su producción en este campo en distintas etapas de su vida. Cuando me iba noté que justo en su mesa de trabajo tenía una colección de lápices de madera con puntas afiladas a mano con pasión de artesano, como solía hacer antaño en Cuba cuando se preparaba para la inminente batalla.

Entonces Profesor Titular de Física de la State University of New York at Fredonia.


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