domingo, marzo 05, 2023

Cuba 1939. Sobre los trágicos hechos de los judios del buque MS Saint Louis. Nota donde se aclaran supuestas culpas sobre esos hechos del General Manuel Benítez Valdés, del Presidente Federico Laredo Brú y de Fulgencio Batista, Jefe del Ejército

Jewish refugees from Germany arrive on the ship Saint Louis in Havana, Cuba. HD Stock Footage



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Enlace Judío
Feb 16, 2022

El 13 de mayo de 1939 un barco con 937 pasajeros salió de Alemania buscando refugio en alguna parte del mundo. La gran mayoría a bordo eran judíos y su intención era llegar a América y poder así, escapar lo suficientemente lejos de las garras del nazismo.

Algunos pasajeros tenían previa autorización para desembarcar en Cuba, ya que el Director General de la oficina de migración de Cuba, había vendido de manera ilegal certificados de desembarco, el acto de corrupción desató el enojo en la población cubana, que se recibían a recibir inmigrantes, pues estos competirían por los pocos trabajos disponibles que existían, ¿Qué sucedió después? ¿Pudieron desembarcar en Cuba? ¿Cuál fue el destino de estos pasajeros? No te pierdas este video.

Barco St. Louis, la indignación en la historia judía; por Nadia Cattan



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 Importante NOTA ACLARATORIA  del Bloguista de Baracutey Cubano donde se aclaran supuestas culpas del General Manuel Benítez Valdés, del Presidente Federico Laredo Brú, ex Coronel del Ejército Libertador,  así como del Jefe del Ejército Fulgencio Batista y Zaldivar 

El St. Louis en el puerto de Hamburgo en junio de 1939

Si les interesa profundizar en el tema del buque MS St. Louis pueden leer el libro titulado Voyage of the Damned, el cual también fue editado en español con el de El viaje de los condenados, de Gordon Thomas y Max Morgan-Witts. Hay varias películas o films sobre ese tema; una de ellas tiene el mismo título de ese libro y fue filmada en 1976. El mencionado libro ofrece una lista de fuentes consultadas pero es importante conocer lo siguiente:


En los trágicos hechos del MS St. Louis es muy frecuente confundir al Coronel Manuel Benitez González con el General Manuel Benitez Valdés; en Cuba, hace ya unos años, una de esas personas que los confundió  fue un experimentado crítico cinematográfico cuando hizo la presentación de la película un domingo por la TV nacional.

El Coronel Manuel Benítez González no era un hombre de Batista, sino del General Rafael Montalvo Morales; Benítez González era cuando los hechos del buque Saint Louis el Director General de Inmigración. El General Montalvo fue el único individuo del Gabinete del destituido Presidente Miguel Mariano Gómez que pasó a integrar el Ejecutivo de Federico Laredo Brú; Montalvo pasó de la Secretaría de Defensa Nacional a la de Secretario de Estado. El General Montalvo era cuñado de Julio Lobo, ¨El Zar del Azúcar¨, el cual era judío. El General Montalvo es el personaje misterioso del mencionado libro. El Coronel Manuel Benitez González es una persona y el General Manuel Benitez Valdés es otra persona  fallecido en Miami hace ya algunos años, y que sí fue un hombre de Batista. Es probable que  Manuel Benitez Valdés sea hijo de  Manuel Benítez González  según se pudiera inferir del escrito de Ciro Bianchi; este último murió a mediados de los años 40 del pasado siglo. Leí que después  del escándalo de corrupción  con lo ocurrido con los pasajeros del buque Saint Louis tuvo que renunciar a su carfo de Director General de Inmigración de la República de Cuba..

Sobre la responsabilidad del Presidente Federico Laredo Brú, leemos en


Decree 937
Decree 55 was adopted in Cuba in early 1939. It distinguished between refugees and tourists. The decree stated that each refugee needed a visa and was required to pay a $500 bond to guarantee that they would not become wards of Cuba. But the decree also said that tourists were still welcome and did not need visas. The director of immigration in Cuba, Manuel Benitez, realized that Decree 55 did not define a tourist or a refugee. He decided that he would take advantage of this loophole and make money by selling landing permits that would allow refugees to land in Cuba by calling them tourists. He sold these permits to anyone who would pay $150. Though only allowing someone to land as a tourist, these permits looked authentic, even were individually signed by Benitez, and generally were made to look like visas. Some people bought a large group of these for $150 each and then resold them to desperate refugees for much more. Benitez himself had made a small fortune in selling these permits as well as receiving money from the cruise line. Hapag had realized the advantage of offering a package deal to their passengers – a permit and passage on their ship.

The President of Cuba, Frederico Laredo Bru, and his cabinet did not like Benitez making a great deal of money – that he was unwilling to share – on the loophole in Decree 55. Also, Cuba’s economy had begun to stagnate and many blamed the incoming refugees for taking jobs that Cubans would have otherwise held.

On May 5, Decree 937 closed the loophole. Without knowing it, almost every passenger on the S.S. St. Louis had purchased a landing permit for an inflated rate which, by the time of sailing, had already been nullified by Decree 937.
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Decreto 937
El Decreto 55 fue adoptado en Cuba a principios de 1939. Distinguía entre refugiados y turistas. El decreto establecía que cada refugiado necesitaba una visa y debía pagar una fianza de 500 dólares para garantizar que no quedarían bajo la tutela de Cuba. Pero el decreto también decía que los turistas seguían siendo bienvenidos y no necesitaban visas. El director de inmigración en Cuba, Manuel Benítez, se dio cuenta de que el Decreto 55 no definía a un turista ni a un refugiado. Decidió que aprovecharía este vacío legal y ganaría dinero vendiendo permisos de aterrizaje que permitirían a los refugiados aterrizar en Cuba llamándolos turistas. Vendió estos permisos a cualquiera que pagara $150. Aunque solo permitían que alguien aterrizara como turista, estos permisos parecían auténticos, incluso Benítez los firmaba individualmente y, en general, se hacían para que parecieran visas. Algunas personas compraron un gran grupo de estos por $ 150 cada uno y luego los revendieron a refugiados desesperados por mucho más. El propio Benítez había hecho una pequeña fortuna vendiendo estos permisos y recibiendo dinero de la línea de cruceros. Hapag se dio cuenta de la ventaja de ofrecer un paquete a sus pasajeros: un permiso y pasaje en su barco.

Al presidente de Cuba, Frederico Laredo Bru, y a su gabinete no les gustó que Benítez ganara una gran cantidad de dinero, que él no estaba dispuesto a compartir, con la laguna del Decreto 55. Además, la economía de Cuba había comenzado a estancarse y muchos culparon a la economía entrante. refugiados por tomar trabajos que los cubanos habrían ocupado de otro modo.

El 5 de mayo, el Decreto 937 cerró el vacío legal. Sin saberlo, casi todos los pasajeros del S.S. St. Louis habían comprado un permiso de desembarco por una tarifa inflada que, al momento de zarpar, ya había sido anulada por el Decreto 937.
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Nota del Bloguista del blog Baracutey Cubano

Alerta: Ciro Bianchi es un periodista oficialista de la dictadura castro comunista de Cuba.
El ataque al Hotel Nacional de Cuba  lo ordenó Antonio Guiteras como Secretario (Ministro) de Guerra y Marina (del mal llamado ¨Gobierno de los 100 días¨ y  eso de mal gobierno no lo digo por la cantidad de días, que realmente fueron entre 126 y 127 días). Batista era Jefe del Ejército y no tenía mando sobre la Marina y, sin embargo, a dicho hotel barcos de  la Marina de Guerra lo cañonearon.

Max Lesnik  ha sido condecorado por  Fidel Castro en Cuba, ya que fue otorgada por el Consejo de Estado, a propuesta de la Unión de Periodistas de Cuba.

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Trabajo terminado. Un exmilitar cubano, el General Manuel Benítez Valdés

Por: Ciro Bianchi
febrero 21, 2017

Un exmilitar cubano, el General Manuel Benítez Valdés, jefe de la Policía Nacional en el primer Gobierno de Fulgencio Batista, fue reclutado en los años 60 por el presidente haitiano François Duvalier  —Papa Doc— para que eliminara físicamente a una importante figura del Gobierno de Paul E. Magloire, expresidente de Haití. Se trata de una historia muy poco conocida que el propio Benítez contó en Miami al periodista Max Lesnik, entonces director de la revista Réplica, de esa ciudad. No hay en ella revelaciones impactantes y más que el relato de un asesinato lo es de un hecho de la picaresca. El sujeto murió de muerte natural, pero Benítez hizo creer al dictador que había sido víctima del lento envenenamiento a que él le había sometido a través de un sirviente.

El bonito

A Benítez Valdés le llamaban «el Bonito». Antes de su entrada al Ejército fue artista de reparto en Hollywood, donde logró meterse en la cama de no pocas luminarias de la cinematografía norteamericana. Tenía una suerte loca con las mujeres.

Su padre, Manuel Benítez González, nacido en Regla, tenía 14 años de edad cuando se sumó a la invasión del Ejército Libertador a occidente. Sirvió a las órdenes de diferentes jefes, pero nunca se pudo precisar el grado que llegó a alcanzar en las fuerzas mambisas. Al cese de la soberanía española, fue periodista del diario habanero La Discusión y en 1903 entró en la Guardia Rural con grados de segundo teniente. A la caída de Machado, cuando era ya Coronel jefe del Regimiento 8, Rius Rivera, de Pinar del Río, fue destituido de su mando y, sujeto a investigación, internado en la prisión militar de La Cabaña. Puesto en libertad poco tiempo después —no hubo sanciones para los machadistas— se afilió al Partido Liberal y como miembro de esa organización política resultó electo delegado a la Asamblea Constituyente de 1940. Con posterioridad llegó al Senado de la República en el cual, en los días de la II Guerra Mundial, ocupó la presidencia de la Comisión de Asuntos Militares. Murió en enero de 1946.

Varias veces lo ha repetido el escribidor: el exGeneral Manuel Benítez es uno de los hombres más nefastos de la historia de Cuba. Para su suerte, son pocos los que se recuerdan de su existencia.

Refería él mismo que el 4 de septiembre de 1933 —era entonces teniente del Ejército— mientras transcurría el golpe de Estado, fue detenido cuando  dormía  en el campamento de Columbia y llevado a presencia del sargento Fulgencio Batista. Lo escuchó dirigirse a una asamblea de clases y soldados y cuando el jefe golpista terminó su perorata, ni lento ni perezoso, en un alarde sin límite de oportunismo,  Benítez se puso de pie sobre su asiento y luego de arrancarse los grados proclamó que ya no quería ser el teniente Benítez, sino el sargento Benítez, lo que, junto con Tabernilla, Ferrer y Querejeta, lo convertía en uno de los pocos oficiales que se sumaba al golpe de los sargentos. Batista lo acogió con los brazos abiertos.

Ayudante de Batista

De oficial del ejército machadista a oficial del ejército batistiano y ayudante de Batista. Instigó para que Batista ordenara, en octubre de 1933, el bombardeo del Hotel Nacional, sin importarle que allí se hallaran refugiados los oficiales que fueron hasta poco antes sus compañeros de cuerpo, y se le acusó de haber ametrallado al ya teniente coronel Mario Alfonso Hernández por orden de Batista.

Mario Alfonso era miembro de la Junta Revolucionaria de Columbia o Junta de los Ocho, que protagonizó el golpe de Estado aludido, y de soldado raso ascendió a teniente coronel, pero un día se atrevió a preguntar al coronel Fulgencio Batista, jefe del Ejército, sobre la fecha en que empezaría a hacerse realidad el acuerdo de la Junta que establecía la jefatura rotativa de las Fuerzas Armadas. Batista no le contestó de momento, pero quedó en enviarle la respuesta. Se la envió con Benítez. Una noche tocó este a la puerta del domicilio de Mario Alfonso, que confiado le franqueó la entrada al identificar la voz de su compañero. Benítez lo ametralló en la propia sala de estar de la casa y en presencia de su esposa. De inmediato, Batista dirigió al Ejército una proclama que se leyó en la diana y en la retreta en  todos los campamentos en que decía que a Mario Alfonso Hernández, a quien quería no como a un compañero de armas, sino como a un  familiar,  hubo que aplicarle la «ley de fuga» en su traslado al campamento de Columbia, en  Marianao, para frustrar su intento de evasión luego de haber sido detenido por traficante y consumidor de drogas, lo que era enteramente falso. Antonio Guiteras afirmaba que Mario Alfonso era el único revolucionario en la Junta de los Ocho.


(El entonces Teniente Coronel Manuel Benítez VALDÉS  dando un discurso en la inauguración de la Ciudad Militar de Pinar del Río en 1936. Fotos y comentario añadidos  por el Bloguista de Baracutey Cubano)

La estrella del General

Cuba entra en la II Guerra Mundial y el presidente Batista, con el decreto ley número 7 de 1942, también conocido como ley orgánica de las Fuerzas Armadas, restablece el grado de General en el Ejército de la República. Hasta entonces, y desde 1933, el grado máximo era el de Comandante, aunque la jefatura recaía en un Coronel que se hacía auxiliar por oficiales que ostentaban el grado transitorio de Teniente Coronel. Benítez fue entonces  uno de los cuatro generales del Ejército. Como jefe de la Policía Nacional, entre otros negocios turbios, se benefició con las tajadas que sacaba de casinos de juego, garitos y vidrieras de apuntaciones, sin contar otras ganancias ilícitas.

No duró mucho tiempo en su jefatura. Batista debía abandonar la presidencia de la República el 10 de octubre de 1944. Como la Constitución no le permitía reelegirse, pensó que el doctor Carlos Saladrigas, de resultar electo en los comicios del 1ro. de junio, lo nombraría Jefe del Ejército y de cualquier manera  garantizaría el batistato sin Batista. Pero Saladrigas perdió las elecciones frente al candidato opositor Ramón Grau San Martín. Batista —dicen que presionado por Washington—  se resignó a entregar el poder a su antiguo rival. Benítez, sin embargo, no era de la misma opinión. Trató de convencer a Saladrigas de que se sumara a un plan encaminado a frustrar el ascenso de Grau. Saladrigas, que era un político astuto, se negó, y Benítez pensó entonces en sacar a Batista del juego, esto es, de la presidencia. Hasta ahí duró como jefe de la Policía. Se le formularon acusaciones por varios delitos, entre ellos, uno tan ramplón como el de sustraer del cuartel maestre general de la Policía 50 camas, que vendió después a 20 pesos cada una.

Salió Benítez de la Isla para evadir la acción de la justicia, pero Grau ya presidente le permitió regresar con todas las garantías para que viera a su padre, agotado por una insuficiencia renal crónica terminal que se complicó con trastornos del hígado y el corazón.

Libre matanza

Más tarde, en octubre de 1946,  fue uno de los responsables de la Conspiración de la Capa Negra, una de las que se orquestaron para derrocar a Grau. Las otras fueron la del Cepillo de Dientes y la del Mulo Muerto. Pese al nombre despectivo con que las identificó la revista Bohemia, que las ridiculizó y tiró a choteo, existieron realmente y no llegaron a descartar el magnicidio.

Los organizadores de la Capa Negra pensaban apoderarse del campamento de Columbia luego de pasar a cuchillo a todas sus postas, y también de la sede del regimiento Rius Rivera en la capital pinareña, donde procedente de Miami habría desembarcado ya el exgeneral Benítez, que se trasladaría a La Habana a fin de asumir las riendas del Gobierno de la nación.

El plan contemplaba el asesinato de las principales figuras del Gobierno grausista y de los líderes más connotados de la Alianza Auténtico-Republicana en el poder, e incluía asimismo lo que los conjurados llamaban «Setenta y dos horas de libre matanza», encaminada a sacar del juego a todos los que se opusieran a la vuelta del pasado batistiano. Los golpistas estaban equipados con armas de fabricación norteamericana tan modernas que no habían llegado todavía a manos el Ejército cubano.

En 1954 Manuel Benítez Valdés accedía al Senado. Lo hacía por el Partido Auténtico que presidía Grau San Martín, a quien tanto había combatido.

Marchó al exterior tras el triunfo de la Revolución y se radicó en Miami. Fue allí que, fuera de récord, refirió al periodista Max Lesnik su relación con «Papá» Duvalier.

El hombre sigue vivo

Un golpe de Estado acabó con la débil democracia haitiana. Unas elecciones amañadas, convocadas al amparo del Ejército y de una junta duvalierista impuesta por el cuartelazo, dieron el triunfo electoral a François Duvalier, quien inaugura un régimen autocrático y dictatorial, y también populista, que se asegura en el poder mediante el terror y la superstición. Depura al Ejército y con su propia fuerza paramilitar, los Tonton–Macoutes, mezcla de policía particular y guardia pretoriana, acomete, con métodos terroristas, una represión sistemática que barre a sus opositores. Washington apoya al «Brujo» Duvalier, maestro del vudú, y lo apoya asimismo la oligarquía  negra y mulata. Su mandato debió finalizar en 1963, pero se reelige por seis años más y en 1964 se inviste como presidente vitalicio. En enero de 1971 proclama sucesor a su hijo Jean Claude. Y cuando fallece es ciertamente Babe Doc, de 19 años de edad,  quien asume el mando del país, en medio de una tupida red de conjuras palaciegas. Tendrá el apoyo irrestricto de un cuerpo paramilitar, Los Leopardos. El 7 de febrero de 1986 una revuelta popular provoca el derrocamiento de Babe Doc, que huye al exterior.

El viejo Duvalier busca la manera de eliminar a sus opositores y se vale de cualquier medio para conseguirlo. Por lo general sus hombres actúan abiertamente, a cara descubierta, en otras conviene al dictador encubrir sus crímenes, moverse sin dejar huellas, cortar cualquier rastro que lo vincule con el crimen. Un enviado del presidente Duvalier hizo contacto con el exgeneral Manuel Benítez en el casino de juego del hotel donde se alojaba en la capital dominicana. El Brujo quería verlo y el cubano se trasladó a Puerto Príncipe. Como es habitual en tales casos, ya en los jardines de Palacio, donde lo recibió el mandatario, no se mencionó el nombre del sujeto a eliminar, pero Benítez lo leyó en el aire. Recibió 50 000 dólares de anticipo por la encomienda.

Pasado un tiempo, Duvalier volvió a reclamar su presencia.

—Van dos meses y el hombre sigue vivo —dijo el mandatario haitiano eludiendo otra vez mencionar el nombre de su adversario.

Entonces Benítez repitió a Max Lesnik el cuento chino que le contó a Duvalier. Dijo que había logrado penetrar el círculo íntimo del político y uno  de sus criados, por orden suya, le administraba un veneno de efecto lento, pero que no dejaba huellas, de manera que resultaría imposible relacionar su muerte con un asesinato. Duvalier se lo creyó. Proseguía Benítez:

«Para suerte mía, el hombre tenía cáncer y murió. Murió de muerte natural. En cuanto me enteré corrí a encontrarme con Duvalier. Le dije: “Trabajo terminado”, y recibí los 50 000 dólares restantes.

«Con todo, cometí un fallo. En el propio casino de juego del hotel, a mi regreso de Puerto Príncipe, referí la historia a Santiaguito Rey, senador y ministro de Gobernación (Interior) en el Gobierno de Batista. Ese desliz me costó 10 000 dólares que me exigió Santiaguito por su silencio y que se jugó allí mismo».
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Constitución de 1940


Después de un proceso político contradictorio y turbulento, se lanzó la convocatoria de otra asamblea constituyente, que finalmente aprobó la Constitución de 1940, firmada en Guáimaro, Camagüey, el 1 de julio. La misma consta 286 artículos, y por su contenido se consideraba que era una de las más avanzadas de su época en América Latina. Esta constitución fue abolida por la dictadura batistiana el 10 de marzo de 1952.

Sus firmantes fueron 71 delegados, electos entre la membresía de los partidos políticos de entonces. Resulta notorio que por primera vez participaron 2 mujeres. Los delegados fueron: Carlos Márquez Sterling y Guiral, Alberto Boada Miguel, Emilio Núñez Portuondo, Salvador Acosta Cáceres, Francisco Alomá y Álvarez de la Campa, Rafael Álvarez González, José R. Andreu Martínez, Manuel Benítez González, Antonio Bravo Acosta, Antonio Bravo Correoso, Femando del Busto Martínez, Juan Cabrera Hernández, Miguel Calvo Tarafa, Ramiro Capablanca Graupera, José Manuel Casanova Diviño, César Casas Rodríguez, Romárico Cordero Gaecés, Ramón Corona García, Felipe Correoso y del Risco, José Manuel Cortina García, Miguel Coyula Llaguno, Pelayo Cuervo Navarro, Eduardo R. Chibás Rivas, Francisco Dellundé Mustelier, Mario E. Digo, Arturo Don Rodríguez, Manuel Dorta Duque, Nicolás Duarte Cajides, Mariano Esteva Lora, José A. Fernández de Castro, Orestes Ferrara Marino, Simeón Ferro Martínez, Manuel Fueyo Suárez, Adriano Galano Sánchez, Salvador García Agüero, Félix García Rodríguez, Quintin George Vemot, Ramón Granda Fernández, Ramón Grau San Martín, Rafael Guas Inclán, Alicia Hernández de la Bara, Alfredo Homedo Suárez, Francisco Ichaso Macias, Felipe Jay Raoulx, Emilio A. Laurent Dubet, Amaranto López Negrón, Jorge Mañach Robato, Juan Marinello Vidaurreta, Antonio Martínez Fraga, Joaquín Martínez Sáenz, Jorge A. Mendigutía Silveira, Manuel Mesa Medina, Joaquín Meso Quesada, Gustavo Moreno Lastres, Eusebio Mujal Bamiol, Delio Núñez Mesa, Emilio Ochoa Ochoa, Manuel A. Orizondo Caraballé, Manuel Parrado Rodés, Juan B. Pons Jane, Francisco José prieto Llera, Carlos Prío Socarrás, Santiago Rey Pernas, Mario Robau Cartaza, Blas Rora Calderío, Primitivo Rodríguez Rodríguez, Esperanza Sánchez Mastrapa, Alberto Silva Quiñones, César Vilar Agular, Fernando del Villar de los Ríos, María Esther Villoch Leyva.





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