sábado, mayo 06, 2023

Ernesto Pérez Chang desde Cuba: Nos han convertido en bestias. La apatía, la falta de humanismo se han ido estableciendo como actitudes y prácticas habituales entre nosotros, en toda circunstancia

 
Tomado de https://www.cubanet.org

Nos han convertido en bestias

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La apatía, la falta de humanismo se han ido estableciendo como actitudes y prácticas habituales entre nosotros, en toda circunstancia

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Por Ernesto Pérez Chang

5 de mayo, 2023 

LA HABANA, Cuba. – Un anciano se desmaya en una calle de Holguín. Por el deterioro físico que se observa en las imágenes, es evidente que esa persona no se alimenta bien y que, peor que por un accidente, la caída es el desplome de un cuerpo que colapsa por la falta de atenciones, por el abandono y el hambre sistemáticos. 

Es una escena funesta, sin dudas, pero no solo porque un “viejito” cae vencido por la insoportable pobreza que quizás esté sufriendo, en un país donde alimentarse es una proeza, incluso para quienes trabajan, sino por la indolencia de quienes no acuden en su auxilio y observan la escena sin mostrar compasión. Solo una anciana que evidentemente no tiene fuerzas para alzarlo del suelo clama por ayuda, pero apenas, pasado un buen tiempo, acuden un par de hombres a tomarlo de los brazos pero no para levantarlo sino solo para arrastrarlo malamente hasta la acera (como quien aparta un saco de basuras para que no estorbe) y dejarlo tirado. 

De hecho, pasa un señor que identifica al anciano como vecino suyo pero solo se limita a recostarlo a una pared y pedirle que aguarde un rato así, hasta que se recupere, aun cuando es evidente que necesita ayuda especializada y que lo más prudente sería llevarlo a un hospital para que sea atendido, pero ninguno de los hombres y mujeres que observan la escena en las cercanías, mientras van camino a sus casas o simplemente se entretienen con el espectáculo, ni siquiera se molestan en sacar el móvil o gritar en reclamo de atención a las instituciones estatales que deberían hacerse cargo de la situación.

Quizás ni se molestan en llamar, conociendo la respuesta que recibirán sobre la falta de ambulancias, si es que alguien se dignara a atender las llamadas del otro lado de la línea de “urgencias” o si es que, con alguna grosería, les dejaran saber que “están en Cuba” y que, por tanto, solo extranjeros y dirigentes son prioridad para un sistema de salud “pública” que todo el mundo ya sabe cuán privada, exclusiva y selectiva es.

Pero renunciando al auxilio de una ambulancia que no hay, en el video se observa que pasan algún que otro auto estatal o privado, motos, triciclos, carros eléctricos que sirven en la transportación urbana pero ninguno se detiene a auxiliar al señor que evidentemente lo necesita con urgencia. Ni del Banco ni de la tienda —ambos igual estatales— que hay en las esquinas, según se aprecia en el video publicado por CubaNet, nadie sale a preguntar en qué pudieran ayudar, quizás poniendo al anciano en un lugar mucho más cómodo que la acera sucia, brindándole agua y algo de aliento en unos momentos que hasta pudieran ser los últimos de su vida.

(Imágenes pueden herir lasensibilidad)

   

Cero empatía y demasiada gente miserable, nada de compasión y mucho desprecio por la vida es lo que observo con rabia en ese video, así como en otros que ya van acumulándose por centenares, con escenas iguales a esa por la falta de empatía, como la que muestra a un joven siendo violentado por la policía aun cuando no hacía resistencia al arresto, y mientras los que observaban no hacían nada, solo murmurar, desde la cobardía más aborrecible, que era un abuso de la policía, pero nada más. 

Algo menos grave, en cualquier otro lugar del planeta, hubiera sido suficiente para hacer estallar una rebelión, o al menos para que alguien diera la cara pidiendo disculpas públicamente pero en Cuba, al parecer, como decían nuestros abuelos, tenemos “sangre de horchata”  

Porque la violencia, el abuso, el hambre, la pobreza no son males exclusivos de la sociedad cubana, sino que afectan a las demás sociedades y sistemas en mayor o menor proporción. Son la apatía y la ausencia de compasión —resultado de nuestra paulatina transformación en bestias—, las actitudes que más preocupación me causan, más cuando estas dos escenas no se tratan de hechos aislados, en tanto vemos cosas parecidas a diario en las calles de la Isla, y en tanto muchos tenemos bien identificada la fuente de esas actitudes, precisamente en un régimen que por tal de perpetuarse en el poder y no renunciar a sus privilegios de casta aún en situaciones de crisis, despliega políticas de “sálvese el que pueda”, mediante paquetazos económicos que solo profundizan cada día más la pobreza

En consecuencia, la apatía, la falta de humanismo se han ido estableciendo como actitudes y prácticas habituales entre nosotros, en toda circunstancia. Y si a tanta carencia, descontento y desesperanza en grado supremo se agregan la represión y el terror contra todo el que no se deje someter, la estrategia ideológica de una falsa unidad (que en realidad solo es el capítulo más cruel del viejo “divide y vencerás”), más la complicidad de quienes, tanto aquí como de lejos, lucran con nuestros infortunios o se solazan confundiendo miseria con “color local”, el resultado es un país convertido en granja de bestias donde cualquiera se va a los puños con otro por un paquete de pollo o donde el vecino “te echa pa’lante”, te “chivatea” por “gusano” para que la policía le permita seguir traficando con lo que roba en una empresa estatal y hasta en una casa ajena.

Me preocupa y me aterra lo que he visto precisamente porque es la indolencia y al mismo tiempo la violencia —en buena parte aún contenida— que estamos observando y sufriendo a diario, y probablemente sean dos de los peores “ingredientes” de algo peor que ya se anuncia como futuro para este país donde solo irá quedando esa “minoría” que después se constituirá en “mayoría”, compuesta por ancianos y personas vulnerables, sin dudas, pero todos a merced de los que no se pueden ir porque no tienen recursos para hacerlo (y como consecuencia harán lo que sea para lograr su objetivo o para sobrevivir en esta jungla), los que han encontrado el modo miserable de acomodarse con la miseria (y lucrar con ella) y los que aceptan (desde el oportunismo o desde el convencimiento) las reglas de estos  “juegos del hambre”. 

Porque la gente de bien que desea impulsar un cambio desde aquí —demasiado poca nos ha ido quedando—, en cuanto se percata de que la indolencia no todas las veces se aniquila con “conciencia”, y que es el sistema el que produce la bestia con total mala intención, termina marchándose, o tomando distancia, o aceptando derrotas, o resignándose a pelear como lobo solitario, como “bocón” incorregible.

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