Cuba: La Revolución de los Sargentos del 4 de septiembre de 1933. No fue Fulgencio Batista, pero en este post conocerán quién fue verdaderamente el que le dió el Golpe de Estado al Presidente provisional Carlos Manuel de Céspedes y Quesada
Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
¨... A Carlos Mendieta lo califica de ¨mula dócil del campamento de Columbia¨, sin recordar que Mendieta esgrimió, yendo a la cabeza en los asaltos, el machete más sangriento de la guerra de la Independencia, y que era considerado como el joven más valiente en los campos de la batalla de Cuba. Yo lo recuerdo en la ¨crisis¨ del combate cuando sonriente nos mostraba su sombrero perforado por las balas. A Batista lo presentan ¨como la Estatua del oportunismo político¨. Pero era de un oportunismo vigoroso, decisivo, y en todos los casos un hombre que supo avanzar en la vida, llegando a ser más capaz y más firme que los revolucionarios todos de ese agitado período.¨ (Ferrara, 2009, pp. 419-420)
Ferrara, O. (2009).Una mirada sobre tres siglos. Memorias. Miami: Ediciones Universal.
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Otra nota del Bloguista de Baracutey Cubano
4 de Septiembre de 1933.
El país, después del 12 de agosto, vivió una situación caótica. El ejército pierde autoridad y es evidente que el Presidente de Céspedes no era la persona que pudiera controlar la situación. De inmediato comienzan las conspiraciones y movimientos contra el gobierno de mediación.
La situación también es caótica dentro de las Fuerzas Armadas. De los doce coroneles en activo, en ese momento (tres de ellos con el grado de “generales transitorios”) solo quedaron cuatro. Unos habían sido separados del servicio y otros permanecían arrestados en la fortaleza de La Cabaña. El Coronel Sanguily asume la jefatura del ejército, pero sufre un ataque de peritonitis aguda y es sustituido por el Coronel Héctor de Quesada como Jefe de Estado Mayor Suplente.
Como el Coronel Sanguily no mejoraba, es llamado al servicio activo el General Armando Montes, quien había sido Jefe del Ejército durante el gobierno del Presidente Alfredo Zayas. El General Montes no gozaba de gran respaldo dentro de las Fuerzas Armadas, sobre todo entre las clases y soldados. Él se había opuesto a una ley del Presidente Zayas conocida como la “Ley de los Sargentos”, la cual favorecía a los sargentos en el proceso de sus ascensos. Al propio tiempo, el Secretario de Defensa, el Coronel Castillo Duany, fue sustituido por el Coronel Horacio Ferrer, médico quien estaba retirado del servicio activo. Con tantos cambios, había una consecuente confusión entre las funciones del Coronel Sanguily, el Coronel de Quesada y el General Montes, recientemente designado.
Es en este período cuando comienzan las conspiraciones dentro del ejército contra el gobierno de mediación. La “Conspiración de los Sargentos” fue una de ellas, pero no la única. Para mayor complicación, son llamados al servicio activo cuatro coroneles que habían servido durante el gobierno del General Menocal. Esto da lugar a que se fortalezca una tendencia “menocalista” dentro del ejército. Al propio tiempo, la oficialidad joven se agrupaba en una organización conocida como “Renovación del Ejército” mayormente formada por tenientes y capitanes. Éstos oficiales jóvenes son los que se pusieron en contacto con el Directorio Estudiantil.
Mientras esto ocurría, los sargentos y otras clases también empiezan a conspirar. Es precisamente en esta coyuntura histórica cuando se destaca la intervención y la ejecutoria del Sargento Mayor Fulgencio Batista y Zaldívar y es cuando comienza su liderazgo.
El Sargento Mayor Fulgencio Batista y Zaldívar asistía, en calidad de taquígrafo, a los Consejos de Guerra que se llevaban a cabo contra los revolucionarios durante la última etapa del gobierno del Presidente Machado. Es entonces cuando el Sargento Batista comienza a relacionarse con los líderes estudiantiles y revolucionarios. Durante los juicios, conoce a muchos de ellos, mostrándoles su simpatía. Al propio tiempo, Batista pertenecía a una célula del ABC. Una de esas células radicaba en el Cuerpo de Ingenieros, donde el Sargento Miguel Ángel Hernández fue arrestado y finalmente ultimado por sus actividades conspirativas contra Machado.
Subsiguiente al 12 de agosto, la situación caótica se mantiene dentro y fuera de los cuarteles. La falta de control trae como consecuencia saqueos y hasta linchamientos por las turbas enardecidas. Es entonces cuando Batista comienza a reunirse con un grupo de sargentos, cabos y soldados. Las reuniones tuvieron lugar, al principio, en el Batallón 2 de Infantería del campamento de Columbia. Este grupo se fue ampliando rápidamente en otras unidades.
El Sargento Batista, que pertenecía al Ramal 7 del ABC, se comunica con el jefe del mismo Sr. Manuel Martí, para ofrecerle el movimiento que se estaba gestando. Martí lo cita a un “punto de contacto” y le dice que no hagan nada y que permanezcan tranquilos ya que el ABC apoya al gobierno. Batista decide moverse en otra dirección y hacer otros contactos con elementos civiles.
El día 18 de agosto en el Cementerio de Colón, se efectuó el entierro del Sargento Miguel Ángel Hernández, del líder obrero Margarito Iglesias, y del líder estudiantil Ernesto Alpízar. En ese acto, despidieron el duelo en memoria de Iglesias y de Alpízar, dos representantes de sus respectivos sectores. Sin embargo, en la sección del cementerio donde se estaba efectuando el sepelio de los restos del Sargento Hernández, nadie había sido designado para hablar a nombre del Estado Mayor del Ejército. Es entonces cuando sus compañeros pidieron al Sargento Batista que hiciera uso de la palabra. Con palabras encendidas y elocuentes, Batista habló de las injusticias del momento, de reformas necesarias y de otros temas candentes.
A partir de este momento, los hechos comienzan a precipitarse rápidamente. Las reuniones son continuas: unas en la casa de Batista y otras en diversos lugares. Se establece contacto con los miembros de “Pro Ley y Justicia”, que fue la agrupación civil de origen estudiantil que se unió al grupo de los sargentos.
El contacto más importante en todo este proceso lo fue Sergio Carbó. Este combatiente de la lucha contra Machado, era director y editor de la Revista “La Semana”, aquella que había publicado en su portada una fotografía a toda plana, en la que aparecían “de brazos” un soldado, un estudiante y un obrero y el pié de grabado solamente decía: ¡“Paso a la Revolución Auténtica”! El Sargento Batista, acompañado por un grupo de alistados, visita a Carbó para expresarle sus inquietudes y para pedirle que les publicara unas declaraciones. Carbó les aconsejó que no lo hicieran porque serían procesados por rebelión. Esa fue una visita de importancia decisiva, por lo que vendría después.
El día 3 de septiembre por la mañana, Batista con un grupo de civiles y militares se dirige a Matanzas e involucra a elementos del Regimiento 4 de la Guardia Rural. Regresaron ese mismo día a La Habana. Los únicos contactos de ese movimiento fuera de la capital, se encontraban en Matanzas y Pinar del Río.
Se había solicitado un permiso del Estado Mayor para celebrar una reunión en el Club de Alistados el 4 de septiembre, con el pretexto de discutir y resolver ciertos agravios. Así pues, Batista se presentó esa mañana en Columbia, dirigiéndose al Cuartel Maestre que estaba a pocos pasos del Club de Alistados.
Al llegar, camina al encuentro de un grupo de soldados quienes le informaron que el Capitán Torres-Menier, ayudante del Coronel Sanguily y quien fungía de jefe en la Fuerza Aérea, estaba allí. Todos se dirigen hacia el lugar de la reunión, pero se desconocía la razón de la inoportuna presencia del Capitán Torres-Menier en aquel lugar en momento tan crítico y culminante. Al parecer, según le informan a Batista, un cabo imbuido de las mejores intenciones, le había hablado de la reunión al capitán, invitándole a que participara de la misma. Batista, sin amilanarse, va al encuentro de Torres-Menier que estaba parado en las afueras del Club de Alistados y en posición de atención lo saluda y respetuosamente se pone a sus órdenes. Torres-Menier le responde que ha sido informado que se produciría esta reunion y él quería saber de que se trataba. Batista con firmeza le pide que pase al Club para continuar la conversación.
Adentro estaba el grupo de sargentos y otras clases comprometidos en el movimiento sedicioso. Mientras tanto, la noticia de lo que estaba ocurriendo en el Club de Alistados se fue esparciendo por todas las unidades militares en el campamento militar de Columbia, haciendo que sus componentes acudieran presurosos al lugar de reunión. Es entonces que se produce un careo entre Torres-Menier y Batista, durante el cual se habla de reivindicaciones y otros reclamos clasistas, hasta que se oye una voz muy sonora de un soldado que grita: “Batista, está bueno ya y habla de los asuntos que nos trajeron aquí”. Entonces Batista empieza a hablar del maltrato a los soldados y de la tensión en que se vivía por el estado de anarquía. Empiezan a excitarse los ánimos y la gente a gritar: “!Viva Batista!. ¡Viva el Sargento Batista!”. En ese preciso momento se confirmó su liderazgo. Torres-Menier se retira comprometido a aceptar un pliego de reivindicaciones que esa misma tarde le harían llegar. Este documento nunca se llegó a presentar.
Inmediatamente, Batista deja Columbia en manos de sus compañeros y comienza a recorrer distintas unidades militares situadas en otros puntos de la ciudad, regresando finalmente a Columbia.
También se había decidido que los Sargentos Pablo Rodríguez y Eleuterio Pedraza regresaran a Matanzas para consolidar la situación allí. La revolución también se había extendido a otros campamentos militares importantes como La Cabaña, Atarés, y otras instalaciones de las Fuerzas Armadas.
Al regresar Batista a Columbia, se encuentra con la noticia de que el Batallón Uno de Infantería, prestando servicios en La Habana y acantonado en la antigua Maestranza de Artillería no acataban el movimiento. Batista, sin peder un minuto de tiempo, se dirigió a ese lugar. Allí se presenta en el Batallón y averigua que pasaba. Le responden que los sargentos no quieren aceptar ni el movimiento ni los cambios. Batista se dirigió al cabo Oscar Díaz, perteneciente a esta unidad y le ordenó que asumiera el mando. Y así lo hizo. Ese Batallón era muy importante porque respondía directamente al Estado Mayor del Ejército radicado en aquellos tiempos en el Castillo de La Fuerza y tenía bajo su responsabilidad la guardia del Palacio Presidencial.
Ya controlada la situación, Batista se marcha y se dirige a la casa de Sergio Carbó. Una vez en su presencia le dice que el movimiento está en marcha y ya no hay quien lo detenga y que quieren que sea él quien los una. Le solicitan que cite a los elementos civiles más importantes para que acudan al campamento de Columbia esta noche. Carbó acepta la invitación y la encomienda. Por supuesto, cualquiera que hubiera sido su respuesta, ya el mecanismo de los grandes acontecimientos había sido puesto en marcha y no había nada ni nadie que pudiera detenerlo.
En el momento que el conocido periodista se incorporó al movimiento, ya se había convocado a todas las delegaciones militares en cuarteles y guarniciones para que acudieran a las ocho de la noche al Cine de Columbia. En ese lugar y a la hora señalada, Batista asumiría el liderazgo total de las fuerzas armadas. Sus órdenes fueron las siguientes: “El Estado Mayor es éste y las órdenes emanarán de aquí”. Seguidamente dijo: “Cada Sargento Mayor tomará cargo de su respectiva unidad. Si no, lo hará el Sargento o el Cabo. Y si por cualquier eventualidad las clases mencionadas no aceptaran esa responsabilidad, se harán cargo de esas unidades los soldados que la asuman”.
Mientras esto sucedía, los primeros civiles llegaban a Columbia. Primero los de “Pro Ley y Justicia” y luego los del Directorio Estudiantil, los del ABC Radical y otros elementos revolucionarios.
A esa reunión del Cine de Columbia, a la que concurrieron las delegaciones de sargentos, cabos y alistados de todas las unidades del ejército y la marina, asistieron también varios oficiales. La mayoría eran buenos jefes. Sin embargo, otros no tanto, y a los que los soldados no veían con simpatía. Batista, percatado de eso, se dirige a las delegaciones y ordena que todos los oficiales deben ser tratados con absoluto respeto y serán debidamente protegidos. Después, dirigiendo su mirada hacia donde ellos se encontraban, les rogó que abandonaran el local y que ya, en su oportunidad, serían llamados.
Una vez terminada la reunión, pasaron a la Jefatura del Regimiento donde esperaban Sergio Carbó y otros civiles. De allí todos se trasladaron al Club de Oficiales. Se integró una “Junta Revolucionaria”, la cual designó a cinco eminentes ciudadanos para que asumieran las funciones de gobierno constituyendo “La Pentarquía”. La misma estaba integrada por el Dr. Ramón Grau San Martín, el periodista Sergio Carbó, el profesor Dr. Guillermo Portela, el banquero Porfirio Franca, y el abogado Dr. José Miguel Irisarri. Lo primero que hicieron fue redactar un documento, “La Proclama del 4 de Septiembre”, que recogía el pensamiento revolucionario de reivindicaciones y de justicia social que latía en todos en aquellos momentos. El documento fué firmado por diecinueve personas. La primer firma que aparece en la Proclama es la del Dr. Carlos Prío Socarrás y la última es la de Fulgencio Batista, Sargento Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación.
Mientras Batista se quedaba en el campamento de Columbia, consolidando la revolución en todos los mandos de la nación, el 5 de Septiembre se trasladó al Palacio Presidencial una delegación para informarle al Dr. Carlos Manuel de Céspedes que estaba destituido. Al informarle al Presidente de lo ocurrido, éste preguntó que a quienes representaban. Le respondieron que estaban involucrados el Directorio Estudiantil, el ABC Radical y otros sectores. Esto no impresionó a de Céspedes ya que él también contaba con factores importantes. Pero al Dr. Prío Socarrás informarle que también contaban con el ejército y la marina, el presidente accedió a abandonar el Palacio Presidencial.
Los primeros civiles llegados a Columbia fueron Ramiro Valdés Daussá, Mario Labourdette, José Willy y Guillermo ¨Willy¨Barrientos Schweyer. Poco después se unen Carlos Prío Socarrás y Juan Antonio Rubio Padilla. de nuevo Batista da lectura al pliego de reivindicaciones castrenses. ¿ Para qué nos ha mandado buscar? pregunta Prío al terminar Batista su lectura. Con este documento ustedes se condenan al fusilamiento. Nosotros los civiles no seremos fusilados y ahora mismo abandonamos el campamento. ¿Qué se puede hacer? dijo Batista, Constituir el gobierno revolucionario y tomar el poder, respondió Prío. Batista está de acuerdo y pide ampliar el número de civiles y solicita se llame a Sergio Carbó y a José Miguel Irrisari. El Directorio y Pro Ley y Justicia demandan la inclusión de Emilio Laurent, Ramón Grau San Martín, el resto del Directorio y otras figuras civiles opuestas a la mediación. Se habla de buscar soluciones e incorporar a oficiales jóvenes que no estén manchados. Prío Socarrás insiste en darle un contenido revolucionario nacionalista y antimperialista al movimiento. Tras un largo cambio de impresiones se acuerda incorporar el programa-manifiesto del Directorio de Agosto 22 que es leido por Juan Antonio Rubio Padilla tras lo cual se encarga Sergio Carbó de acoplar las aspiraciones castrenses y los principios revolucionarios del Directorio. Los allí reunidos acuerdan constituirse en en Junta Revolucionaria y adoptar el nombre de Agrupación Revolucionaria de Cuba ese día 4 de septiembre de 1933.
Acuerdan nombrar un gobierno colegiado de cinco miembros . Se barajan nombres y se desechan los de Carlos de la Torre por su avanzada edad y el de Gustavo Cuervo Rubio por su filiación menocalista. El Directorio avanza una propuesta concreta: Ramón Grau San Martín, Guillermo Portela, José Miguel Irrisari, Sergio Carbó y Fulgencio Batista.
Pero este último no acepta pues entiende que que el pertenece al ámbito militar Rubén León propone a Porfirio Franca que es aceptado. Carlos Prío queda como Presidente de la junta revolucionaria y Batista como jefe militar.
En otra fuente se lee las organizaciones a la que pertenecían los firmantes:
Nota de Pedro Pablo Arencibia, Bloguista de Baracutey Cubano, relacionada con el último párrafo de la última captura de pantalla:
En esta nota publicaré palabras de un libro de Batista (escribió 6 ó 7 libros) en que Batista habla sobre esa alianza con los comunistas; alianza que se produjo en el marco de la II Guerra Mundial cuando EE.UU. era aliado de la Unión Soviética de Stalin contra la Alemania de Hitler; señalo que después del 10 de marzo de 1952, una de las primeras medidas de Batista fue muy diferente a las que había tenido a partir de 1938 con respecto al partido comunista pese a que los líderes comunistas Blas Roca, Lázaro Peña y Salvador García Agüero fueron en la madrugada del 10 de marzo de 1952 al Campamento Militar de Columbia para mostrarle su apoyo a Fulgencio Batista. Roberto Simeón en su artículo Cuba. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y el inicio de un nuevo proceso escribe: .
¨... El partido comunista envió una comisión al campamento militar de Columbia para entrevistarse con el Gral. Batista, integrada entre otros por Blas Roca, Salvador García Agüero y Lázaro Peña al objeto de ofrecer la colaboración del Partido al gobierno golpista. La gestión fue de inmediato neutralizada por el Embajador Norteamericano que le comunicó al general que todo acuerdo tendría por consecuencia el no reconocimiento de su gobierno por Estados Unidos. No obstante el nuevo régimen, estableció un concordato de tolerancia. Los sindicatos en su gran mayoría se plegaron en pocas horas al nuevo gobierno. La Iglesia en la voz del Cardenal Arteaga felicito a Batista por el exitoso asalto.¨
(Sentados: Fulgencio Batista y Blas Roca)
¿Como Batista explica esa alianza con los comunistas para las elecciones de 1940? (*):
“Andando el tiempo, complicaciones internacionales permitirían al comunismo actuar a la luz pública bajo el emblema del Partido Socialista Popular. La Segunda Guerra Mundial obligó a potencias democráticas de la jerarquía de los Estados Unidos y bajo la dirección de un demócrata de las calidades de Franklin D. Roosevelt a asociarse con la URSS para salvar al mundo de lo que entonces se llamara "el peligro totalitario". Como Cuba, tradicionalmente aliada a los Estados Unidos, fuera una de las primeras repúblicas del Nuevo Mundo en tomar bando a su lado después de los sucesos de Pearl Harbor ¿a quién podrá sorprender que entre los partidos que apoyaran a nuestro gobierno figurara el Socialista Popular? ¿Podría pensarse que por el hecho de haber paleado juntas las armas de Stalin y de Roosevelt, éste fuera reo siquiera de la menor sospecha de filo-comunismo?”.
“A nosotros se nos censurará, con las más insidiosas intenciones, haber aceptado la colaboración del Partido Socialista Popular en 1939, pero se olvidará que, al adoptar la suprema decisión de llevar al país a la guerra al lado de Norteamérica, invitamos a los partidos políticos a integrar un gobierno nacional, donde todas las tendencias estuvieran representadas. Si en aquella ocasión en que acudían unidas a los campos de batalla las banderas de las barras y las estrellas y de la hoz y el martillo se hacía un alto en las contiendas ideológicas para concentrar los esfuerzos en la batalla contra el eje Roma – Berlín - Tokio, ¿qué otra cosa podía hacer nuestro gobierno que responder a un deber patriótico, a un llamado de la democracia mundial en grave trance, como harían a su turno casi todas las hermanas repúblicas del Nuevo Mundo?”
“A esta posición nuestra en relación con el comunismo, siguió la que adoptamos a partir de marzo de 1952. Si política es hacer en bien del pueblo lo que en cada momento debe hacerse, en cada una de las tres posiciones nuestras 1933, 1939 y 1952 "hicimos lo que la salud de la patria demandaba”.
Fuente.:(*) Fulgencio Batista en su libro Piedras y Leyes. Ediciones Botas. México. 1961. Págs. 54, 55 y 56.
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ARTÍCULO EN CUATRO PARTES DE UN HISTORIADOR
(Las fotos y videos fueron añadidos al artículo por el Bloguista de Baracutey Cubano)
Etiquetas: : 1933, 4 de septiembre, ABC, Batista, carlos manuel de céspedes, Columbia, comunista, cuba, Fulgencio, gobierno, golpe, golpista, Pablo Rodríguez, Revolución, revuelta, sargentos, Sumner Welles, y Quesada
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