martes, julio 25, 2006

LA SEMÁNTICA MUERDE

Tomado de Cuba Encuentro.com


La semántica muerde


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Algunos corresponsales extranjeros hacen el juego al régimen con juicios de valor, datos y citas en connivencia con los trucos estatales.
José Hugo Fernández, Ciudad de La Habana

lunes 24 de julio de 2006 6:00:00
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O la semántica nos engaña o alguien aquí le está jugando cabeza a la semántica. Porque, según creímos siempre, ser objetivo a la hora de informar significa ceñirse al objeto, o sea, al hecho, a la verdad palpable, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir. Incluso, con independencia de cualquier forma de imposición destinada a disfrazar lo que se informa.

Y es sabido que a lo largo de las últimas cuatro décadas los corresponsales de las agencias extranjeras que reportan desde Cuba han estado especialmente obligados a ser objetivos, más aún que quienes lo hacen desde cualquier otro país. Y no sólo por ética. También por perspicacia profesional.

El suyo es un trabajo que exige mayor habilidad que el del equilibrista sobre la cuerda floja. Ello puede gustarnos o no, pero debemos entenderlo, y hasta agradecerlo tal vez.

A no ser que en su empeño por mantener el equilibrio a toda costa (ya que no sería objetivo sospechar de otras razones ocultas), a algunos de estos corresponsales les haya dado por violentar la rosca de la objetividad, si no a través de juicios de valor amplia y abiertamente en connivencia con los trucos estatales, por lo menos mediante afirmaciones, citas, datos sueltos que —debido a la supuesta imparcialidad de sus fuentes— le hacen la pala al régimen.

Habría que ilustrar con algunos ejemplos. No todos, sino sólo unos pocos, tomados al vuelo: un reporte de la agencia AFP, que aborda el tema del vandalismo en el transporte público y que fue fechado el 29 de junio, afirma en su primera línea: "La crisis del transporte urbano de La Habana, que dura ya más de 15 años…". No, por favor, la crisis no ha durado más de 15 años sino más de 40. Tiene casi la misma edad de esto que llaman la revolución. Es algo que al margen de lo que puedan desbarrar las estadísticas gubernamentales, estuvo siempre a ojos vista y lo sabe hasta el último de los habaneros de a pie.

Claro que si nos atenemos a la semántica, más de 15 pueden ser a la vez más de 40. Pero eso arriesga una manipulación semántica de la semántica. En el mejor de los casos. Y en el peor es acuñar el pretexto oficialista, según el cual, tanto los problemas del transporte urbano en la capital, como todos los problemas de escasez y miseria que hoy sufrimos, son resultado, no de la ineficiencia histórica y crónica del gobierno, sino del derrumbamiento del campo socialista europeo, ocurrido hace (¿casualmente?) "ya más de 15 años".

¿Un chiste?

En otro reciente despacho, emitido desde aquí por la agencia Reuter, se asegura que "Mariela Castro lidera en Cuba una revolución menos conocida que la de su tío Fidel: una en favor de la tolerancia sexual en la sociedad machista de la isla".

Este lead podría ser tomado como un chiste. Pero todo indica que fue escrito en serio. Así que no nos queda sino asumirlo como se nos ofrece, suponiendo que su comicidad sea fruto de un descuido. Aunque no el más descacharrante que contiene el despacho. No es siquiera su mayor desatino.

Más abajo se dice textualmente que "Espín (Vilma, la madre de Mariela), una de las mujeres más influyentes de la revolución cubana, es la autora de un avanzado Código de la Familia que garantiza desde 1975 los derechos de la mujer y exige que los hombres compartan el peso de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos".

Noticia de primera plana, sin dudas, que inexplicablemente se coloca en un párrafo subordinado: si las mujeres de la Isla son dueñas de sus derechos, significa que disponen de entera libertad para pensar y expresar públicamente lo que piensan, así como para formular propuestas y programas políticos, para elegir o ser elegidas, o en el más modesto de los casos, para administrar negocios propios y avanzar en la vida según su iniciativa individual, sus capacidades, su trabajo.

Si además estos derechos (elementales para cualquier ser humano) están garantizados desde 1975, entonces significa que Reuter ha dado el gran palo al revelar algo de lo cual ni siquiera las propias mujeres de la Isla tenían noticia. Y menos que ninguna, las piadosas y siempre acorraladas Damas de Blanco.

Al comentar la importancia que los países latinoamericanos conceden en los últimos tiempos al uso y desarrollo de la producción de alcohol carburante a partir de la caña de azúcar, una corresponsal de la agencia IPS aseveraba desde La Habana el pasado 22 de junio: "Cuba, que en 2002 sometió a su otrora poderosa industria azucarera a una drástica reestructuración por los bajos precios del producto en ese momento en el mercado internacional, tiene ahora ambiciosos proyectos para aprovechar el auge del biocombustible".

Las palabras se parecen a los perros

¿Sería necesario aclarar a estas alturas que las razones objetivas por las que "Cuba" desmanteló su otrora poderosa industria azucarera, van mucho más allá y son mucho más complejas y dramáticas que una sencilla baja en los precios del producto? ¿Será que no lo sabe quien resume así, con un llano plumazo, otro capítulo de espanto de esa tragicomedia que ha sido nuestra historia en los últimos cuarentitantos años?

Sin embargo, informaciones de este tipo vuelan frecuentemente desde aquí, destinadas a propagar, digamos, su simplicidad por las cuatro curvas del globo.

Chesterton había escrito que lo real suele parecer más extraño que lo imaginado. En nuestra isla, además de parecerlo, lo es. Y de una extrañeza común, en tanto se ha hecho ley impuesta desde arriba. Pero no por extraño o por insólito, lo real deja de serlo. Así como no deja de ser objetivo lo objetivo solamente porque disimulemos con mayor o menor sutileza su objetividad.

Las palabras, no hay por qué olvidarlo, son en su contexto muy parecidas a los perros. Lo mismo sirven para proteger la integridad de quien les prodiga mimos y respeto, que terminan virándose para morder la mano de aquel que las azuza