lunes, enero 15, 2007

PREOCUPACIONES COMPARTIDAS SOBRE LA APARICIÓN DE LUIS PAVÓN TAMAYO EN EL PROGRAMA TELEVISIVO ¨IMPRONTA¨ DE LA TELEVISIÓN CUBANA

Abilio Estévez


Queridos, creo que el hecho de que viva en Barcelona no me salva. Recuerden que lo viví de primera mano, porque acompañé a Virgilio Piñera en el peor período de su vida. Y su muerte no fue una muerte cualquiera, sino un lento asesinato. Así que sé lo que fue el "pavonato", y más de una vez he dicho que eso de "quinquenio gris" es, como bien dice Desiderio, un eufemismo (o una burla). Ni quinquenio ni gris. Una década de horror. En mi ingenuidad, pensé que esas fantasmonas (no por tristes menos peligrosas) no reaparecerían nunca más.
Imaginarme a las abominables, Pavón et al, homenajeados en la televisión, me provocan deseos de mudarme un poco más lejos, a Wellington, por ejemplo, capital de Nueva Zelanda. Muy bien el texto de Desiderio. Muy bien y contundente, el de Arrufat. No sé si pueda yo servirles de algo, creo que no, puesto que hace años que me cansé (o fatigué) y volví la espalda. Pero en todo caso, aquí estoy, muy bien acompañado porque vivo justo al lado de la Sagrada Familia.
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AMIR VALLE:
En octubre del 2005 dije en la Feria de Frankfurt que desde hacía un par de años la intelectualidad cubana estaba observando un regreso sigiloso a los tristes años grises (que no fueron un quinquenio, bien se sabe ya). Un periodista preguntó: ¿y qué han hecho los intelectuales? Me hice un jubo para no responder esa pregunta porque la realidad arrastra hacia ese silencio al que se refiere Desiderio y que, en unos casos, es puro conformismo; en otros, puro miedo; y en unos cuantos, oportunismo de la peor clase y hasta complicidad. Hoy, por desgracia, y bien lo sabemos todos, hay unos cuantos Pavones operando en la cultura nacional.
Ojalá, como bien dice Arturo, este escandalillo trascienda, haga reflexionar y plantee un espacio abierto (y libre, sobre todo) donde se puedan esclarecer muchas cosas que han sucedido en nuestra Cultura (especialmente en la última década), cosas que, por cierto, no han tenido ni siquiera la debida reflexión intelectual por quienes debíamos hacerlo (y otra vez la reflexión y la crítica, cuando tuvo lugar, se hizo desde la sombra).
Espero que allí, en ese debate, dejemos de usar eufemismos, palabritas bonitas y frasecillas intelectualoides que complican la necesaria claridad y aprendamos a llamar a las cosas por su nombre. Muchas pruebas hay ya de que los llamados "errores" no fueron tales, pues respondieron a una estrategia de poder bien trazada para mantener a raya a una intelectualidad que, espero recordemos todos, tuvo un papel esencial en los más importantes movimientos revolucionarios del siglo XX y desde 1959 (a cocotazos) fue perdiendo su real protagonismo, incluso, a nivel de generación de un pensamiento social independiente y plural. Como espero llegue el momento de que no se intente librar de culpa, "pasar la mano", o "echar agua al dominó" a quien haya sido culpable de aquellos desastres y de muchos que se han cometido (y aún se cometen), y esa culpa, lo dejo bien claro, empieza en Fidel y llega hasta esos muchos Pavones que hoy conocemos. Eso, entre otras muchas razones que deben dilucidarse, hablando claro y sin medias tintas.
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No se pavoneen sólo con Pavón
Por Félix Luis Viera

Por estos días llegan cientos de mensajes electrónicos, en cadena, en cataratas, como caravanas de estallidos de hiel y casi todos procedentes de la Isla, protestando por la presencia en el programa de la televisión cubana Impronta– dedicado a exaltar la vida y obra de personalidades de la cultura cubana–, de Luis Pavón Tamayo, quien fuera presidente del Consejo Nacional de Cultura (hoy Ministerio de Cultura) en la primera mitad de la década de 1970. Asimismo, varios medios de comunicación en el extranjero han dado cabida a artículos de opinión que también chorrean la indignación por el mismo hecho.
Protestan estos intelectuales cubanos residentes en Cuba, con toda razón y con valor envidiable, en mi opinión, porque el mencionado programa escogiera para sus prolegómenos a una figura que hoy se recuerda con amargura debido al extremismo que llevara a cabo, a las censuras que impusiera, a los desmanes que, en general, prodigara a la literatura y la cultura cubanas durante su “mandato”, que hoy muchos llaman “pavonato”. Y agregan casi todos los protestantes “electrónicos” y los varios articulistas que Luis Pavón, como ente poético, no es representativo como para ser “estimulado” en Impronta.
Todo esto está bien, compatriotas. Que tapiaran a Luis Pavón hubiera sido una buena táctica por parte de las autoridades de la televisión cubana; de este modo no hubieran raspado en viejas heridas y de paso no habrían saturado el espacio cibernético con tantas andanadas de odio viejo (que el odio viejo es el peor de todos).
Pero no nos hagamos los ebrios. Hay quien cumple las órdenes con más rigor que otros. Y Luis Pavón cumplía órdenes, y los encargados de dictar y chequear esos mandamientos estaban ahí con él; es decir, el presidente del Consejo Nacional de Cultura (CNC) no se hallaba entonces en el desierto de Sahara haciendo lo que quisiera, por cuenta propia. Tanto los que le ordenaban como quienes recibían sus órdenes y las cumplían van en el mismo saco. Luis Pavón, en buena medida, era sólo la cara visible, la catapulta, la canal por donde corrían los mandamientos de una política cultural que no fue precisamente él quien la trazó. Es un ejemplo: hay quien odia a un sistema político y, como no tiene a mano al presidente de la nación, la emprende contra el primer policía que le quiera poner una multa de tránsito. Es un decir.
Si de verdad de verdad deseamos poner en la plaza pública las desgracias del llamado “quinquenio gris”, que más bien fue un decenio, en mi opinión –y aún hoy, por cierto, queda bastante de este color en el paisaje cultural de la Isla–, busquen más “arriba” de Pavón y busquen más abajo. Para ser justos.
Y ahora, estas líneas que siguen, sólo para algunos de los protestantes “electrónicos”, sufridores del “pavonato”: No me vengan hoy con el cuento de que así, de pronto, son más “revolucionarios” que Jesucristo o que Robespierre, que ustedes sufrieron aquella censura y aquel ostracismo en silencio, lo cual podemos tomar como un mérito, sin duda; pero que se demerita cuando, en la actualidad, afirman lo que no piensan, expresan lo que no sienten, aceptan lo que debían rechazar, besan la boca que en verdad odian, reparten el abrazo de Judas, atacan a hurtadillas la obra y persona de sus compatriotas y colegas que por una u otra razón se hallan ausentes de la tierra que los vio nacer, a la par que los critican por no estar en esa tierra resistiendo el embate de los malos tiempos –claro, rebosantes de proteínas traídas de allende los mares, como ustedes, gracias a la “confiabilidad” que se han ganado, cualquiera se enfrenta al vendaval– ,y, en fin, ya viejos, se han convertido ustedes en tan buenos muchachos que hoy fungen como los “verdaderos” embajadores de la literatura cubana, y aun de la cultura cubana toda en algunos casos. Dicen que el que calla otorga; también, el que calla, miente.
Bueno, dejemos ese asunto. Vamos a ver si logramos que Impronta se ocupe de otros creadores cubanos, estén donde estén, vivan donde vivan. ¿No les parece que esto debía desatar otro aluvión de mensajes electrónicos?
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Preocupaciones compartidas

Por Antón Arrufat
El viernes 5 de enero, y en un horario casi estelar, en el programa Impronta del canal Cubavisión, dedicado, como indica su título, a aquellos creadores que han dejado una "impronta" en la cultura nacional, tanto en las artes como en la ciencia y el deporte, se presentó uno dedicado a la exaltación mediática de Luis Pavón Tamayo. Fotos con altos dirigentes del país, portadas de sus escasos libros, paneo sobre una multitud ostentosa de medallas, y una entrevista acerca de su presente, de la labor que realiza en la actualidad. Con voz casi inaudible y manos vacilantes, el televidente creyó oír que "asesoraba" no supo bien qué institución o qué editorial.
Terminada la emisión de este programa, la inmensa ciudad de sus víctimas, cientos de ellas felizmente todavía vivientes, comenzaron a llamarse por teléfono horrorizadas de que la actual Televisión Cubana, más de treinta años después de aquellos oprobiosos acontecimientos, dirigidos por el hoy inmaculado Luis Pavón Tamayo, dedicara parte de su precioso tiempo y espacio a uno de los personajes más execrables, incluidos los tiempos coloniales y neocoloniales, de la historia de la cultura cubana.
Allí estaba, sin duda, quien durante cinco largos y estériles años, presidió la institución rectora de nuestra cultura, desde su alta torre del palacio del Segundo Cabo, frente a la Plaza de Armas. Allí estaba hablando como si nada hubiera ocurrido, lavado por arte del ocultamiento, de toda responsabilidad con su conducta de aquellos años. Ni el texto encomiástico que un locutor leía, en el que las víctimas televidentes se enteraron por primera vez de su importancia como poeta, ni las incoherencias musitadas del entrevistado realizaron alguna referencia, ni por un segundo, al pasado ominoso de quien presidió durante esos cinco años el Consejo Nacional de Cultura.
Es decir que todos habían tomado el agua del Leteo, que da el olvido, y que esperaban que las víctimas, por el contrario, recordaran a su verdugo. Alli estaba, vestido de blanco, el gran parametrador de importantes artistas, ahora si de verdad, el que los persiguió y expulsó de sus trabajos, el que los llevó ante los tribunales laborales, los despojó de sus salarios y de sus puestos, quien los condenó al ostracismo y al vilipendio social, quien pobló sus sueños con las más atroces pesadillas, el que anuló la danza nacional, mutiló funciones del guiñol, quien llevó al exilio a ar tistas dispuestos a trabajar en su país y dentro de su cultura, quien persiguió a pintores y escultores despojándolos de sus cátedras y de la posibilidad de exponer sus obras, el gran censor de músicos y trovadores, allí estaba quien enseñó a los artistas cubanos un ejercicio apenas practicado en nuestra historia, el de la autocensura, inventor y propiciador de la mediocridad que llenó todo su período con obras que hoy felizmente a nadie le interesa recordar, sabiduría crítica que los dirigentes de la televisión y sus responsables ideológicos no han sabido imitar.
Allí estaba alguien que, con una vocecita en apariencia inofensiva, creó e inculcó en el trabajo cultural, como observa con justicia Desiderio Navarro: "estilos y mecanismos de dirección que ha costado décadas erradicar".
Estos hechos históricos, escamoteados por decisión de alguien, sin embargo debieron ser conocidos por los televidentes -- las víctimas los conocen en carne propia--, principalmente las nuevas generaciones que carecen de información sobre tal período. Así la impronta de Luis Pavón Tamayo en la cultura nacional podría ser juzgada con justicia por todos.
Por supuesto no es el único cadáver insepulto que la Televisión Cubana trata de poner en circulación, sin que se sepa hasta hoy con justeza el porqué. Hace poco las víctimas de Jorge Serguera, antiguo Presidente del ICRT, lo vieron gesticular entre las velas de una especie de capilla ardiente, sin que se le moviera un músculo de la cara, sobre sus años de dirigente persecutor. Este tampoco pidió excusas, y muy por el contrario exclamó envanecido que no se "arrepentía de nada". Sus víctimas, en otro sentido, tampoco tienen nada de que arrepentirse. No obstante estos dos insepultos no son los únicos. Hace unos meses en un programa del Canal 2, Diálogo abierto, por igual en horas de alta audiencia, fue entrevistado uno de los ranchadores de la administración de Pavón, Armando Quesada, a quien encargó que se ocupara con esmero de "limpiar" el movimiento teatral cubano. Así lo hizo, claro, por el tiempo en que su mayoral estuvo en el poder.
La única "medalla" que se le puede acreditar a Luis Pavón Tamayo no figura en la vanidosa colección que las cámaras, desplazadas hasta su propia casa, con luminotécnicos y maquillistas acompañantes, tomaron inclinadas sobre una mesa dispuesta como para una puesta teatral. Esta "medalla" es la que se ganó en justa lid cuando el Tribunal Supremo fallara en su contra por "abuso de poder" y por medidas "inconstitucionales" contra los trabajadores de la cultura. Es su mayor mérito, y el más original: es casi el único dirigente de la Revolución que lo ha obtenido. Ahí están las Gacetas Oficiales con los diversos fallos, varios en total, que provocaron, en gran medida, su destitución.
Quizá para un filósofo determinista, Pavón no es responsable absoluto de sus acciones al frente del Consejo. Es en cierta y oscura medida una víctima posterior del pavonato, que él mismo instrumentó. En tal ob servación se encuentra una parte de verdad. Como en la teología católica las estrellas inclinan pero no fuerzan el albedrío, en las modernas doctrinas sociales las circunstancias, el complicado tejido de la sociedad de una época, inclinan también, como nuevas estrellas terrenales, pero no fuerzan el albedrío. De acuerdo con la libertad humana, aún en las condiciones más férreas, puede el hombre negarse, discutir, proponer soluciones diversas, influir, o al menos no excederse en la violencia. Tal vez el hecho de que Pavón se excediera, propicia en sus víctimas explicaciones ya de carácter sicológico. Hay deseos, placeres, fobias, envidias que contaminan cualquier decisión en apariencia imposible de no cumplir.
Cuando comenzó la rehabilitación de los artistas y escritores que Luis Pavón Tamayo intentó aniquilar para siempre, y la política cultural entró en el período de las revolucionarias rectificaciones, y las víctimas del pavonato fueron reconocidas en su valor como creadores, el viejo Ex-presidente se acercó a uno de sus amigos para advertirle, con parecidas palabras a éstas, no te comprometas demasiado con esos que ahora son Premios nacionales, pronto a todo esto se le dará marcha atrás. Extraño pensamiento en un marxista declarado: concebir el tiempo histórico como un eterno retorno.
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RAMIRO GUERRA

A
cabo de recibir tu mensaje sobre la insólita aparición de Pavón en la tv nacional días pasados, de la cual vi el anuncio, el cual no me permití injustificadamente molestarme en ver por la repulsion que tengo hacia el personaje. Él acostumbra a salir como los muertos fantasmales de vez en cuando, en lugares importantes para después desaparecer.
Hace unos años apareció por los pasillos de la uneac y yo le hice saber a Aurora Bosch que entonces era presidente de la Sseccion de Danza que no contara con mi presencia por allá mientras esa personaje pisara las losetas de la uneac.
Pasado un tiempo que he olvidado ahora, ella me hizo saber que ya él había desaparecido y que podía devolver mi presencia a la institución.
No me ocupé de buscar el programa en que debía aparecer el personaje inconscientemente parece que rechazando la posibilidad que ahora tú haces patente de que "un revival" pueda ocurrir al tambien aparecer el bien olvidado Serguera, compinche del colosal descalabro cultural de los 70. Solamente queda por aparecer aquel, cuyo nombre he olvidado, tomó las riendas de las artes escénicas en aquella triste oportunidad y que barrió con el movimiento teatral surgido a la sombra de la revolución.
La danza bien sufrió el descalabro al hacerme desaparecer, aunque insólitamente, creo que yo fui uno de los pocos que mantuvo un sueldo que debía ir a cobrar a una bolsa fantasmal que se creó y se mantuvo viva por varios años en lugares también fantasmales del área del Consejo Nacional de Cultura .
Nombres importantes del movimiento teatral fueron "parametradamente" enviados al Ministerio del Trabajo, donde solo encontraron el bacheo de calle y el sepultureo en el cementerio como opciones de trabajo.
El teatro guiñol fue inmisericordemente desvastado y sus hermosos muñecos fueron enviados al Cayo Cruz de la basura, que aun existía en la bahía. y los Camejos perseguidos de forma especial, borrados de la cultura nacional.
Mientras, fue suspendido el Decálogo del Apocalipsis, obra mía que debía de estrenarse según invitación impresa en bello rojo vivo con fecha para el 15 de abril de 1971 después de un trabajo arduo de un año y un enorme gasto de vestuario y escenografita y que debió marcar un hito importante en el desarrollo de la danza contemporánea en Cuba, y cuya falta han lamentado las generaciones surgidas después de mí en esa área por los graduados de las escuelas de arte, quienes perdieron las referencias danzarias promovidas por mí en 12 años y que marcaron el desarrollo exitoso de un movimiento de danza enraizados en una identidad nacional pero bien informados de las vanguardias de la época.
Mucho se ha escrito sobre ese fenómeno por los coreógrafos que me siguieron, especialmente Marianela Boan, heredera de mi quehacer creativo con su grupo Danzabierta.
Lo que has dicho en el mensaje que he recibido me ha abierto los ojos ante un peligro que parece estar fundamentado en estos días de posibles cambios en los rumbos de la política cultural del país al aparecer esos fantasmas del pasado que quieren volver en búsqueda de nuevos lauros en oportunista situación.
El hecho que la tv nacional los saque de la sepultura del olvido puede anunciar una nueva tempestad.
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DESIDERIO NAVARRO
De repente, al cabo de más de treinta años de su destitución, reaparece en la esfera pública Luis Pavón, ex-Presidente del Consejo Nacional de Cultura durante el eufemísticamente llamado "quinquenio gris", ni más ni menos que en todo un programa de la Televisión Nacional dedicado a "su impronta cultural en la cultura cubana".
Ahora bien, ¿es lo que ayer vimos y oímos la impronta de Luis Pavón en la cultura cubana?
¿O es otra que dañó irreversiblemente las vidas de grandes y menos grandes creadores de la cultura cubana, "parametrados" de uno u otro modo? ¿Qué impidió la creación de muchos espectáculos artísticos y la divulgación de muchas obras literarias y plásticas en Cuba y en el extranjero? ¿Qué nos privó para siempre de innumerables obras a causa de la casi inevitable autocensura forzada que siguió a los ubérrimos 60? ¿Qué llenó todo un período con una pésima producción literaria y artística nacional hoy justamente olvidada hasta por sus propios ensalzadores y premiadores de antaño? ¿Qué nos inundó con lo peor de las culturas contemporáneas de los países de la Europa del Este, privándonos del conocimiento de lo más creativo y profundo de éstas? ¿Qué a la corta o a la larga condicionó el resentimiento y hasta la emigración de muchos de aquellos creadores no revolucionarios, pero no contrarrevolucionarios, cuya alarma había tratado de disipar Fidel en Palabras a los intelectuales? ¿Qué creó e inculcó estilos y mecanismos de dirección y trabajo cultural neozhdanovianos que ha costado décadas erradicar, de tan "normales" que llegaron a hacerse? ¿Acaso somos realmente un país de tan poca memoria que no recordamos ya la penosa situación a la que fueron reducidas nuestras instituciones culturales por obra del Consejo Nacional de Cultura, situación que el humor cubano captó por entonces en aquel trío de refranes parodiados: "El que no oye al Consejo, no llega a viejo", "En la Unión no está la fuerza" y "En Casa de las Américas, cuchillo de palo"?
Cierto es que Pavón no fue en todo momento el primer motor, pero tampoco fue un mero ejecutor por obediencia debida. Porque hasta el día de hoy ha quedado sin plantear y despejar una importante incógnita: ¿cuántas decisiones erróneas fueron tomadas "más arriba" sobre la base de las informaciones, interpretaciones y valoraciones de obras, creadores y sucesos suministradas por Pavón y sus allegados de la época, sobre la base de sus diagnósticos y pronósticos de supuestas graves amenazas y peligros provenientes del medio cultural?
Si de improntas culturales valiosas en el periodismo cubano se trata, habría que mostrar aquellas como las de ese hombre de letras que fue Agustín Pí, quien, en ese mismo período, desde su modesto puesto en el periódico Granma, ayudó a cuantos "mal vistos" de valía pudo y logró que las páginas culturales de Granma fueran lo menos cerradas posibles en cada momento y no se convirtieran del todo, como tantas otras publicaciones cubanas de la época, en un erial de mediocridad y oportunismo.
En mi artículo "In medias res publicas" he hablado de la responsabilidad de los políticos en las limitaciones del papel crítico del intelectual --sobre todo en los años en que la cultura fue conducida por Luis Pavón--, pero ésa es sólo la mitad del problema. La otra mitad -merecedora de un simétrico artículo- es la responsabilidad de los intelectuales: sin el silencio y la pasividad de la casi totalidad de ellos (por no mencionar la complicidad y el oportunismo de no pocos) el "quinquenio gris" o el "pavonato", como ya entonces lo llamaron muchos, no hubiera sido posible, o, en todo caso, no hubiera sido posible con toda la destructividad que tuvo. Con contadas excepciones, entre los intelectuales, los heterosexuales (incluidos los no-homófobos) se desentendieron del destino de los gays; los blancos (incluidos los no-racistas), de la suerte de los negros reivindicadores; los tradicionalistas, del destino de los vanguardistas; los ateos (incluidos los tolerantes), de las vicisitudes de los católicos y demás creyentes; los prosoviéticos, de la suerte de los antirrealistasocialistas y de los marxistas ajenos a la filosofía de Moscú, y así sucesivamente. Cabe preguntarse si esa falta de responsabilidad moral individual podría repetirse hoy entre la intelectualidad cubana.
Se impone, pues, preguntarse responsablemente sin dilación: ¿por qué justamente en este singular momento de la historia de nuestro país en que todo nuestro pueblo está pendiente de la convalecencia del Comandante en Jefe se produce esa repentina gloriosa resurrección mediática de Luis Pavón con un generoso despliegue iconográfico de selectas viejas escenas con los más altos dirigentes políticos, y ello tan sólo días después de la no menos repentina reaparición televisiva de Jorge Serguera, quien desde la presidencia del ICRT hizo un perfecto tándem político-cultural con el CNC durante el "quinquenio gris"?
"Feliz el hombre aquel que llega a conocer las causas de las cosas."