domingo, abril 22, 2007

INMOVILISMO Y HASTIO LA REALIDAD CUBANA NO CUMPLE DESDE HACE TRES DÉCADAS CON NINGUNO DE LOS REQUISITOS DE UNA SOCIEDAD REVOLUCIONARIA

Tomado de Cuba Encuentro.com
INMOVILISMO Y HASTÍO
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La realidad cubana no cumple desde hace tres décadas con ninguno de los requisitos de una sociedad revolucionaria.

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Por Roberto Lozano, Miami

Los líderes del totalitarismo cubano aducen que la Revolución continúa, aunque admiten que se puede acabar debido a la corrupción. Irónicamente, muchos de sus opositores también aceptan como un hecho, conciente o inconcientemente, la continuidad del sistema. Sin embargo, ambos pierden de vista que las revoluciones sociales tienen un ciclo de vida mucho menor que las casi cinco décadas acumuladas por el proceso cubano. Sencillamente, no existen revoluciones que duren medio siglo.


(Ruinas: ¿la mejor imagen de la 'Revolución Cubana'? (AP) )

Ciclón furibundo que ya pasó

Según el filósofo español José Ortega y Gasset, la revolución social es "una convulsión feroz y súbita que aniquila casi todas las formas tradicionales de vida" y un "ciclón furibundo, que barre todo". Para el propio Gasset, "las revoluciones no se hacen tanto contra el viejo orden, como a favor de establecer uno nuevo", y advierte que "sólo pueden durar quince años, el lapso de una generación".

Casi todas las definiciones coinciden en cuanto a los cambios estructurales y la rapidez de los mismos. Por ejemplo, la socióloga Theda Skocpol considera la revolución social "una combinación de minuciosa transformación estructural y masiva agitación de clases", mientras que el politólogo Samuel Huntington la define como un "cambio rápido, fundamental y violento en los valores y mitos de la sociedad, sus instituciones políticas, estructura social, liderazgo y las actividades del gobierno y sus políticas".

Los historiadores también circunscriben todas las revoluciones sociales a períodos concretos, muy inferiores al medio siglo que ya alcanza el proceso en la Isla: la revolución americana (1764-1789) y la francesa (1789-1799).

Incluso para los marxistas-leninistas y los maoístas, la revolución proletaria implica un cambio radical y casi súbito en las relaciones sociales de producción, lo que conduce a una "dictadura del proletariado" primero, y después, en el largo plazo, a una sociedad comunista. Para estos, el período revolucionario es una etapa inicial y breve seguida de un extenso período de "construcción del socialismo". También se oponen a la tesis de una "revolución permanente" a nivel mundial, ya que consideran correctamente las revoluciones nacionales como procesos endógenos.

En cuanto a la Revolución Cubana, los cambios drásticos en la estructura económica comienzan cuando el gobierno pone en marcha la reforma agraria y la reforma urbana, continúan con la confiscación de toda la propiedad privada en la industria y los servicios, y terminan con la "ofensiva revolucionaria" de 1968, que no deja un puesto de fritas en manos privadas.

Las transformaciones políticas se inician con la gradual suspensión de las libertades políticas y de las elecciones presidenciales, se radicalizan con la declaración del "carácter socialista" de la revolución, y se formalizan con la imposición de un sistema de partido único y una constitución de inspiración estalinista el 24 de febrero de 1976, lo que institucionaliza el totalitarismo.

A partir de ese momento, ninguna de las llamadas reformas altera radicalmente las estructuras e instituciones de la sociedad, ni sus mitos, ideas dominantes y liderazgo, y muchos menos los lineamientos estratégicos de su política, cuyo principio rector es la preservación del poder. Por eso puede afirmarse que la revolución social en Cuba es un hecho pasado.

De la revolución al 'ancien régime'

Si los cambios estructurales drásticos, la mayoría de ellos en detrimento del avance hacia la modernidad, llegan a su cenit cuando el totalitarismo adopta su constitución, a partir de ahí, entonces el régimen deja de ser subversivo y revolucionario para convertirse en reaccionario y defensor del statu quo. Concluye su período formativo y revolucionario para comenzar una nueva fase como ancien régime, o seguir su período de madurez y decadencia.

La superación del cenit institucional explica las razones de las tímidas reformas de las últimas décadas, cuya superficialidad demuestra que el régimen se siente seguro con la centralización económica y política que armó durante su etapa formativa y que le ha garantizado el control casi absoluto de la sociedad durante su etapa de madurez y decadencia.

Por eso es que raramente se desvía de ese centralismo, abriendo pequeños espacios para la sociedad civil —como hizo Vladimir Lenin durante la Nueva Política Económica (NEP)—, cuando ello es tácticamente necesario para preservar el poder, pero siempre con la disposición de cerrarlos cuando se siente menos vulnerable.

El libreto se repite con cierta periodicidad, primero con el cierre de los mercados campesinos a mediados de los años ochenta y ahora con la reversión de las reformas iniciales del "periodo especial".

En esencia, lo que prevalece en Cuba desde febrero de 1976 es la estabilidad institucional y estructural, nada que se parezca a una revolución. Al contrario, hay mucha represión para que todo siga igual, sobre todo desde la primavera negra de 2003, precisamente para contener las demandas de cambio en las estructuras, los mitos y las políticas iniciadas durante la etapa revolucionaria.

En fin, cualquiera que se moleste en contrastar el concepto de revolución social con la realidad de la Isla, puede corroborar que esa sociedad no cumple desde hace tres décadas con ninguno de los requisitos de una sociedad revolucionaria.

Por mucho que se busque, no se encontrará ninguna prueba de la transformación y excitación que trae consigo una revolución social: ni la masiva agitación de clases, ni los cambios minuciosos en las estructuras; ninguna de las características clásicas de una revolución. Al contrario, se encontrará el inmovilismo institucional de una nomenclatura o nueva clase que no desea transformaciones estructurales, y su contrapartida, una mayoría hastiada de la falsa retórica revolucionaria y que sufre por el constante empeoramiento de sus condiciones de vida.