LA MAGIA QUE DESAPARECIÓ EL AZÚCAR CUBANO
La magia que desapareció el azúcar cubano
Por Jorge Salazar Carrillo
Me encontraba oyendo el clásico programa radial que se originó en el mítico Lake Wobegon Minnesota, y apareció un conjunto cubano entonando si se rompe, se compone. Esto me llevó a la nunca olvidada Celia Cruz y su azúucaaa. Y me pregunté: si hubiera la guarachera de Oriente nacido en la Cuba de hoy, ¿se le hubiera ocurrido el estribillo? Porque como por arte de magia la gramínea que la lleva en su entraña ha prácticamente desaparecido de Cuba, mientras que ronda y pulula por el resto del mundo.
El Servicio Nacional de Estadísticas Agrícolas (National Agricultural Statistical Service) nos informa que en el 2005 se produjeron 119.2 millones de toneladas de azúcar en el mundo, tanto de caña como de remolacha. En Asia y Oceanía, donde se concentra la mayoría de la población mundial, se produjo aproximadamente el cuarenta por ciento de la misma, por debajo de su participación en la población del mundo. Algo más de diez por ciento de lo que se produjo tuvo lugar en Norteamérica, cuya población participa con bastante menos de eso en la mundial. Pero Europa Occidental casi contribuye el 20 por ciento de la producción de azúcar, aunque su participación es inferior al diez por ciento de los habitantes del mundo. Lo más llamativo es la comparación entre producción azucarera y personas en América del Sur: 30 por ciento de la producción del dulce y sólo 10 por ciento de la cuota poblacional del mundo. Esto nos conmina a preguntarnos: ¿por qué diablos no puede Cuba producir azúcar?
Hace casi dos décadas (1989) Cuba producía 8.121 millones de toneladas (alrededor de siete por ciento de la producción mundial), y sus exportaciones por este concepto ascendían a $3,959 millones. Para 1993 esta producción se había reducido a 4.246 millones de toneladas, con un valor de exportación de $820 millones. En el año 1995 comienza el cierre temporal de ingenios. Las existencias de azúcar al final del año azucarero caen de 500,000 toneladas en 1992 a 170,000 en 1994.
Para explicar este desplome durante la primera mitad de la década de 1990 muchos han puesto el dedo en la llaga del subsidio soviético, que fue aminorando hasta desaparecer completamente en la segunda mitad del año 1992. Recordemos que hasta 1991 la Unión Soviética pagó el azúcar de la isla a 36 centavos la libra. Esta cifra había descendido de los 50 centavos de finales de la década de 1980, pero aún representaba cuatro veces los precios imperantes en el mercado mundial, al que corrientemente los rusos reexportaban el dulce cubano.
Sin embargo, al dolarizarse la economía cubana en 1993, su industria azucarera comenzó a recibir sustanciales préstamos en moneda dura del exterior, que hasta 1999 se mantuvieron en niveles de $500 millones al año (y que siempre se refinanciaban), a pesar de que las reformas económicas se habían comenzado a desarticular en 1995-96. Por otro lado, Rusia y China se mantuvieron comprando la mayor parte del crudo de Cuba, constituyendo más del 66 por ciento del total exportado de 1995 a 2002. Y la isla todavía estaba importando 6.9 millones de toneladas métricas de petróleo en 1997, apoyado en un trueque con los rusos de 3 toneladas de crudo por una de azúcar.
¿Cuáles fueron las verdaderas razones del desplome de la producción cubana del dulce? El lado industrial de la producción fue el menos responsable, aunque hay que atribuirle un pobre mantenimiento y falta de las reparaciones necesarias en los centrales, con el rendimiento industrial disminuyendo al 10.6 por ciento de azúcar por caña en el quinquenio 1996-2000. Pero el talón de Aquiles fue el sector agrícola, comenzando por la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, que operan las tres cuartas partes de las antiguas colonias de caña. La gran mayoría de ellas provinieron de las granjas del estado, donde se había concentrado el grueso de las tierras cubanas, al no ser las mismas repartidas a los campesinos como originalmente se prometió. La ficción que se intentó establecer era que una buena parte de la producción de azúcar había pasado a manos de particulares. Pero estos no se llamaron a engaño. Todavía dependían de la Unión de Empresas Operadoras de Azúcar y sus Derivados, a su vez parte del Ministerio del Azúcar. Estos últimos determinaban un acopio total de la caña de azúcar; pagaban precios irrisorios por el producto; malamente cotizaban las distintas faenas requeridas (alza, tiro, limpieza, etc.) antes del transporte del producto al complejo industrial del cual formaban parte; remuneraban al trabajador en pesos cubanos sin poder de compra real; dirigían las tareas como militares, incapaces de entender el concepto de eficiencia económica; extendían militarmente sus zafras meses más allá del rendimiento eficiente, poniendo en peligro las venideras. Con estas persistentes dificultades técnico-administrativas no debe extrañar a nadie la ausencia de caña en los campos cubanos.
Mientras los costos de sus competidores bajan, los de Cuba suben. Sin incluir todos los costos agrícolas, y el de los insumos importados (y subsidiados), el costo de producir una libra de azúcar en Cuba supera los 16 centavos la libra. La mayor parte de esta ineficiencia se debe a la falta de incentivos y la mala administración. Y por eso es que Cuba ahora tiene que importar azúcar, inclusive de Estados Unidos, para cumplir sus compromisos externos, mientras que en la práctica disminuye la ración que le toca a los cubanos de a pie.
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