viernes, octubre 05, 2007

ESE MIEDO A NO VOLVER JAMÁS: “TUMBA ESA TROBA QUE YO NO TENGO NADA QUE VER CON POLÍTICA”

ESE MIEDO A NO VOLVER JAMÁS: “TUMBA ESA TROBA QUE YO NO TENGO NADA QUE VER CON POLÍTICA”

2007-10-02.

Por Guillermo Morales Catá
Corresponsal en Barcelona de Misceláneas de Cuba

No es la fobia de sentirse perseguidos, escuchados y vigilados, el único trauma que arrastran los cubanos que viven el exterior. Es el miedo a no regresar jamás y el terrible desespero de la inseguridad de si las familias están bien allí en aquella isla. El temor a expresarse, a manifestarse, a denunciar aquí mismo en Europa las continuas violaciones de los derechos humanos en Cuba, hacen que, al final, pareciera como si en el exterior solo viviera un puñado pequeño de cubanos o como si los únicos que existen estuviesen en Miami.

Es cierto que el mayor número de cubanos que reside en el exterior está allí en Miami. No en balde hasta le llaman “la pequeña Habana”. Pero solo en España, por ejemplo, se estiman en casi 50 mil los cubanos que residen legalmente; la mayoría de ellos con la doble ciudadanía; es decir, cubano-españoles.

Pareciera como si tener el Documento Nacional de Identidad (DNI) español fuera el objetivo de los cubanos que residen en Europa. Pero es solo eso, un simple parecer; o al menos me niego a pensar que ese es el fin para con el que se supone ya se ha conseguido todo.

En Europa pululan cientos de organizaciones no gubernamentales y asociaciones a favor de la dictadura castrista; gente engañada que cuando le pones ejemplos concretos sobre la falta de libertades en Cuba te responden que “pero Fidel es el único que le ha puesto cara al imperialismo”, como si una cosa restara valor a lo otro. Por encima de imperialismos, capitalismos o cualquier otro término político, está la libertad de las personas y la dignidad de estas. Y en un sistema como el cubano, esas libertades no son más que una quimera.

Hay incluso quienes para justificar las continuas violaciones de los derechos humanos en Cuba llegan a decir “no todo es perfecto, aquello es una dictadura, sí, pero de izquierdas”. A la basura este discurso rancio. Las dictaduras, de izquierdas o derechas, son dictaduras a fin de cuentas.

( No obstante, algunos hemos quemados las velas, las naves y hasta el ancla. Frente a la Embajada castrista con los nombres de más de 10 000 muertos de Fidel Castro )

Lo que es evidente es que son más los embaucados por el discurso de la Revolución cubana que los que salen a la calle o se suman a un manifiesto en contra de las atrocidades de la dictadura castrista. E incluso, cuando se suceden estas denuncias, tampoco la mayoría son cubanos residentes en el extranjero sino, europeos de toda la vida. Y aquí no vale creer en Cristo y no ir a la iglesia.

He intentado buscar respuestas durante muchos años al por qué de esta situación. Hubo un tiempo en que llegué a pensar que se trataba de un desarraigo. Algunos expertos, incluso, no llegan a encontrar respuestas y yo tampoco pienso que tenga en mis manos la respuesta acertada. Pero coincidiréis conmigo en que, sin duda alguna, el miedo es uno de los factores determinantes. Ese miedo pesado, gris como el otoño

Mi amigo A.M.R (y pongo las siglas de su nombre porque incluso él teme hasta verse comprometido con sus ideas) me ha dicho en un mail: “me alegro que sigas luchando por tus ideales en Misceláneas de Cuba y que nadie te tenga que decir lo que hacer, pero recuerda que tu madre está en Cuba y pueden tomar medidas en contra de ella. Por suerte ya sabes que con ella no se puede, pero nada está escrito. Espero que no la tomen con ella, claro que ella no tiene nada que ver con lo que tu escribas, tú eres solo su hijo y no tendrían por qué hacerle nada. Solo deseo que salgamos de esto muy pronto”.

De este comentario que reproduzco se podrían interpretar claros factores del por qué de la “pasividad” de la comunidad cubana en Europa. Y es lógico. Para que un cubano residente en el exterior pueda ir de visita a Cuba necesita lo que se conoce como “habilitación del pasaporte”, una especie de “visa” que concede a los cónsules cubanos la facultad de decidir quién va a La Habana y quién no.

Y la gran mayoría de la comunidad cubana en el exterior suele ir Cuba para visitar a sus familias y amigos. De hacer un pronunciamiento en contra del “sistema” lo más probable es que el intento de viajar a Cuba quede frustrado. Hay otros que también teme porque sus críticas abiertas al Gobierno cubano perjudiquen a sus familiares dentro de la Isla porque, como se sabe, la dictadura persigue a los de fuera pero sobre todo, a los de adentro.

Apatía, miedo, falta de compromiso, o tal vez todo junto conforman esa situación real y objetiva de la falta de presencia de los cubanos en el exterior a la hora de denunciar la actualidad cubana.

María Elena Morejón, cubana residente en Alemania y que trabaja como profesora de la Universidad de Hannover, ha dado su peculiar visión sobre este tema a Misceláneas de Cuba, y a mi entender, se trata de una opinión con la que también estoy de acuerdo.

“Lamentablemente, un alto por ciento de la emigración cubana hacia Europa está constituida por jóvenes que usan la vía de la prostitución para poder salir de Cuba; y por otro grupo de jóvenes que están hartos de política y ávidos de libertad, de diversión, de conocer el mundo, y sobre todo de pacotilla”, señala.

Y no le falta razón. Un Gobierno que no permite a sus ciudadanos viajar libremente al exterior, obliga a que los jóvenes busquen “salidas” para abandonar la Isla. No es un secreto para nadie que muchos europeos llegan a Cuba y terminan casándose con un o una cubana o “invitándoles” a venir a Europa después que el o la cubana le dijera a sus oídos aquellas cosas tan lindas que un propio europeo no le diría en su país.

Maricarmen L.P, ha preferido permanecer en el anonimato al ser entrevistada por Misceláneas de Cuba, sin embargo, nos ha contado parte de su historia: “tengo 51 años, peso 123 kilos y cansada de ir a fiestas para gente de mi edad me metí en un Chat y conocí a un cubano de La Habana que tenía 25 años. Yo me creía todo lo que me decía. Nunca nadie me dijo cosas tan bonitas, que si no le importaba mi edad, el físico, que si era dulce…”.

“Me enamoré de mi cubano, me fui a Cuba dos veces y allí me casé. Lo traje con visado en régimen comunitario a vivir a Barcelona conmigo. A los dos meses me dejó por una chica de su edad”, narra como si hubiera cometido el peor error de su vida tras gastarse más de doce mil euros en “su cubano”.

La historia de Maricarmen no es un hecho aislado. Es más común de lo que se supone porque quienes salen por motivos profesionales de Cuba son muy pocos comparados con quienes salen por matrimonio.

“Estos cubanos saben que mientras no abran la boca en contra de la dictadura en Alemania, en España, en París, podrán seguir disfrutando de esas cosas, entrar a Cuba cada vez que les de la gana y por demás mantener a sus familiares económicamente y con la seguridad de que no les van a reprimir.
Inmediatamente que llegan acá se desconectan de la realidad en que han vivido y hasta hacen apología de las excelencias de la "revolución"”, señala la profesora de la Universidad de Hannover.

“Jamás les puedes arrancar una palabra coherente porque por sobre todas las cosas el lenguaje que usan además de “chavacán”, es escaso; y lo primero que te dicen es "tumba esa trova" "yo no tengo ná que ver con política"; pero si algún día por casualidad se reúnen en un grupito y hay uno con principios y se abren comentarios serios, de inmediato se descorre la cortina y comienzan a aflorar comentarios increíbles devenidos desde los sentimientos que les desnudan”, dice Morejón.

Daniel Fernández Martínez ha accedido a hacer sus comentarios para nuestro portal pero reconoce que “esto me puede perjudicar más porque ya una vez me negaron la entrada a Cuba”. “Ni mis amigos ni yo vamos frente al Consulado de Cuba en Barcelona a protestar porque te fichan y después sí que lo tienes todo perdido”, agrega.

Jorge Moragas, Secretario ejecutivo de Relaciones Exteriores del Partido Popular en España, me hacía esta pregunta hace unos días en Barcelona mientras tomábamos un café: ¿Y dónde están los cubanos de España que nunca salen a la calle a protestar por lo que está pasando allí en Cuba?

Mi respuesta se convirtió en un debate sobre el tema y fue esta conversación la que me animó a escribir este artículo. Al final, nunca he encontrado respuesta. Es un cúmulo de respuestas, de circunstancias. No juzgo a mis compatriotas que prefieren guardar silencio. La democracia da esa opción también, por fortuna.

Pero necesito una respuesta, solo una, una sencilla respuesta que controle mi desvarío de ideas en este entendimiento mío. ¿Cómo guardar silencio cuando otros están muriendo? ¿Cómo hacer caso omiso al saber que en estos momentos hay cubanos allí dentro de la Isla haciendo una cadena de ayunos para reclamar que “ya está bueno de prisiones, de acoso, de hostigamiento, de hambre y miseria”? como ha dicho recientemente en una entrevista a la agencia de noticias Prensa Liberación el opositor y prisionero de Conciencia Julio César López Rodrigues.

Las voces de los cubanos de “afuera” son las voces de los que dentro no pueden hablar.

Hay algo dentro que quema, que hiere y hasta mata: ¿tiene sentido guardar silencio y hacer como qué no sabemos nada?