CUBA: LOS PERSONAJES COSTUMBRISTAS DE EUSEBIO LEAL
Por Luis Cino
luicino2004@yahoo.com
Arroyo Naranjo, La Habana, octubre 22 de 2009 (PD) Se les puede ver por el casco histórico de la ciudad, a la sombra de la Catedral o El Templete, por la calle Obispo, la Plaza de Armas o los alrededores de la Bodeguita del Medio. La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana les concede licencias como “personajes costumbristas” para que luchen los fulas como puedan.
Hay saltimbanquis que arrollan al compás de la corneta china y la conga santiaguera sobre las calles de adoquines; mujeres negras de la tercera edad que sentadas en un quicio, soportan el sol del mediodía y sonríen a los transeúntes mientras fuman un descomunal tabaco.
Con las santeras de utilería, Eusebio Leal, que además de historiador es empresario de Habaguanex S.A, católico y diputado comunista, materializó en las calles del lado presentable de la ciudad vieja los grabados decimonónicos de Milhaud y Landaluce.
Una Habana virtual con mojitos y música de Buena Vista Social Club. Sepia, technicolor o verde olivo como la boina y la guerrera del Che. Al gusto del consumidor. Una pintoresca estafa a sólo metros de La Habana profunda, la real. La que habla a gritos y palabrotas. La ciudad que además del olor a ron y lechón asado de los restaurantes en divisa, apesta a mierda, sudor, arrecife sucio y basura sin recoger.
Folklore en venta y títeres del bululú para satisfacer las más exóticas fantasías de turistas exigentes. Hasta un cementerio de tierra en colores para ricos, mezquita e iglesia ortodoxa rusa tiene La Habana de Eusebio Leal (no importa que no haya fieles). Un tinglado para recaudar la moneda dura de los visitantes foráneos.
Sería mejor que la Oficina del Historiador dé las licencias de “personajes costumbristas” a jineteras, chulos, carteristas, chivatos y segurosos. Los viejos barbudos del casco histórico sólo engañan a turistas nostálgicos de la izquierda más rancia, propensos a caer en el timo, la bobería y el mal gusto.
Si los que viajan a La Meca de la utopía revolucionaria se fijaran un poco en la vida real (si tuvieran deseos de hacerlo) verían que los viejos con barba en La Habana, los verdaderos, no los de utilería, los que venden por los portales para sobrevivir, no imitan al Comandante, sino que no tienen dinero, no digamos para comprar cuchillas o máquinas de afeitar, ni siquiera para mal comer. Y qué decir de lo que opinan del gobierno. Pero sería mucho pedir que un turista ideológico escuche y crea a un cubano la verdadera historia de cómo vive. Menos aún si en vez de un cuerpo sexy, tiene hambre, anda andrajoso y apesta.
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