miércoles, agosto 11, 2010

'En otros países por escribir un artículo, no te citan, te matan', pero en Cuba ni con la dictadura de Batista pasaba eso y todo salía en la prensa

Nota del Bloguista

En el anexo a este artículo verán como la dictadura de Batista en sus Estatutos condenaba hasta con 2 años de cárcel a las personas que escribieran contra ella; esa ley no se aplicó en ningún caso que yo tenga conocimiento y ningún periodista fue asesinado o encarcelado y los períodos de censura de la prensa no excedieron a los tres meses y después de terminado esos períodos de censura se permitía publicar todo lo censurado. La tiranía de los Castro ha castigado hasta con 28 años de prisión a personas que escribían la verdad de lo que sucede en Cuba; la censura Castrista aplicada ha llegado al medio siglo de existencia.

Observen los lectores jóvenes, y no tan jóvenes , como el Diario de La Marina no era un diario defensor del régimen de Batista a ultranza como el adoctrinamiento Castrista en Cuba ha tratado de que las generaciones que han nacido posterior a 1959 lo acepten.
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Tomado de http://www.elmundo.es

'En otros países por escribir un artículo, no te citan, te matan'
Por Iván García | La Habana
10/08/2010


Las instituciones militares siempre dan miedo. Aunque te traten con respeto. El pasado lunes 9 de agosto, La Habana parecía Londres. Todo el día estuvo cayendo una lluvia fina y molesta que calaba los huesos.

El sábado 7, un oficial de la Seguridad del Estado, me había dejado una citación para una entrevista con el teniente coronel Enrique de la Contrainteligencia militar.

Cerca de las 9 de la mañana, llegué a un centro de las fuerzas armadas, donde entrenan tropas élites. Un amable oficial me ofreció una capa de agua, y me condujo a un edificio pintado de verde limón con ribetes fresa claro.

El inmueble tenía pinta de centro de detención. Un joven corpulento me pasó a una pequeña sala de estar. Antes, me pidió que le entregara mi teléfono móvil.

( Iván García Quintero )

La estancia era pequeña, con muebles de hierro y cuero negro. Estaba climatizada al tope. Evidentemente, las medidas para ahorrar combustible que se aplican a rajatabla en todo el país no se emplean en esta unidad militar.

El teniente coronel Liván, de la Contrainteligencia Militar, y un mayor vestido de civil que dijo llamarse Águila, y pertenecer a la Seguridad del Estado, fueron mis gentiles interrogadores. Luego de tomar notas, fueron al grano.

Su disgusto era debido al artículo 'La liberación de los presos políticos refuerza a los militares cubanos' publicado en el diario ELMUNDO,es el 14 de julio, donde según los oficiales desprestigiaba "en grado sumo" a las instituciones militares cubanas.
Intercambio de opiniones

Se inició un debate. Alegué que era una opinión personal. Ellos respetaban mi criterio, pero sentían que había sido subjetivo al valorar el papel de ciertos generales.

"Cuba, es un Estado de derecho, y antes de llegar a una sanción penal nosotros advertimos cuantas veces haya que serlo", me comentó en voz baja y tono neutro el mayor Águila.

Salté como un resorte. "¿Usted cree que en un Estado de derecho se cite a una persona por escribir un artículo periodístico?", le cuestioné de forma franca.

"En otros países, no te citan, te matan", intervino el teniente coronel Liván. Los dos oficiales me hicieron ver, que aunque hay una tolerancia relativa en cuanto a la labor de la prensa independiente y la oposición, dejaron claro que no se debe confundir permisividad con impunidad.

Nunca nos pusimos de acuerdo en quien llevaba razón. No era el caso. Les expliqué mis razones como hombre que se siente libre para escribir y tener criterios distantes de la línea oficial.

Lo considero mi derecho. Ellos no se opusieron. Me pidieron que tuviese más respeto a la hora de juzgar a las "valerosas fuerzas armadas, que tanto prestigio se han ganado en el mundo, por su lucha por la liberación de otros pueblos", me dijeron.
Rechazaron escribir una réplica

De cualquier modo, no fue un diálogo de sordos. En un momento, le propuse al teniente coronel Liván que si deseaba podía escribir una réplica y yo me comprometía a enviarla al diario ELMUNDO.es para que se la publicaran, luego de aclararle que su edición online recibe 24 millones de visitas.

Tras el estupor inicial por la invitación, me dijo que las instituciones militares cubanas no necesitan entrar en debate con un simple periodista por un tema en específico.

Al final me levantaron un acta de advertencia, donde la parte militar exponía sus motivos y yo declaraba los míos. Se despidieron y me permitieron marchar, bajo una intermitente llovizna.

A todas luces, los servicios especiales cubanos desean mandar un mensaje directo a la disidencia y el periodismo sin mandato. Que hay una línea tenue que no se puede cruzar.

El punto es que ni ellos mismos saben cuál es la frontera que no se debe traspasar. Aunque los dos oficiales fueron amables, los militares siempre dan miedo. Y no me pregunten por qué.

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Tomado de http://eddosrios.org

LA PRENSA EN CUBA: 1952-1960*

( FRAGMENTO )

Justify Full
1952-1958: La Censura Autocrática
El 26 de julio
La Ley de Orden Público
Nuevos enfrentamientos
1959-1960: La Censura Totalitaria
La ‘coletilla’
Cierre del Diario de la Marina
Ocupación de Prensa Libre
Conclusión

Como indica el título de este trabajo, su asunto es la prensa cubana desde el golpe de Estado dirigido por Fulgencio Batista hasta que terminó la libertad de expresión e información bajo el régimen comunista. Es una síntesis de ocho años de censura de dos tipos diferentes, impuestas con distintos propósitos por gobiernos de diversa naturaleza, aunque ambos represivos y no democráticos.

Hay dos clases de censura: la que pretende mantener un gobierno y sólo prohíbe cuanto afecta su mandato, y la que va más lejos por su deseo de cambiar o mantener inmóvil el pensamiento y la manera de ser del gobernado. Estas dos clases de censura nacen de la visión que tiene la autoridad del mando. La menor, típica de las autocracias tradicionales, llega nada más que hasta donde parece necesario para mantener el orden establecido: ésa es su misión, y permite que en asuntos ajenos al problema político inmediato, cada cual piense y se exprese como quiera. El totalitarismo nace de la creencia que tiene el gobernante, o simula tener, de la posesión de una verdad absoluta y una misión trascendente, por lo que se permite controlar el pensamiento; su objetivo en este caso es hacer a todos pensar y sentir de acuerdo con el dogma para arreglar con él la sociedad.

Quizás la más antigua y recordada censura oficial se produjo por la prédica de Sócrates. Entendieron los gobernantes que sus palabras amenazaban la seguridad de Atenas, al pervertir a la juventud. A pesar de las graves consecuencias que tuvo para una de las más grandes figuras de la humanidad, fue ésa una censura menor, pues lo que la originó era básicamente la preocupación por la autoridad del Estado. Más tarde los emperadores romanos imitaron la vieja práctica de castigar con esa intención el pensamiento: desde los inicios del imperio romano, Augusto, su sucesor Tiberio, y Nerón, establecieron severos castigos para los que propalaran juicios negativos contra los gobernantes, y se decretó la pena de muerte por crucifixión para los que escribieran o distribuyeran juicios negativos contra el emperador.

Antes de 1959 circulaban en Cuba 435 publicaciones periódicas, según la pormenorizada relación que aparece en el Directorio de Revistas y Periódicos (1948), de Fermín Peraza, director de la Biblioteca Municipal de La Habana.

Cuando la Iglesia se encargó de la censura oficial, ésta pasó gradualmente a un estado superior toda vez que la doctrina religiosa necesitaba limitar el pensamiento. Ya desde tiempos de San Clemente, el sucesor de San Pedro, se dictó un documento, quizás por indicación de los mismos Apóstoles, en el que se prohibía la lectura de cualquier escrito hecho por los gentiles.

Bien sea que miremos hacia el pasado o hacia nuestro siglo en busca de pruebas, siempre se podrá concluir que no es posible ningún cambio cuando la libertad de expresión está estrechamente controlada. Los medios para comunicar ideas se convierten en un instrumento del censor que pretende que todos sientan y razonen igual que él. La fuerza de esta medida radica en que al ciudadano no se le deja pensar: se piensa por él, se habla por él, y por él se decide. De esta manera se rompen las fronteras entre lo interior y lo exterior del hombre hasta que el sujeto pierde su independencia. El aparato represivo le recuerda constante la necesidad de adaptarse, y el hombre cambia el axioma cartesiano y llega a afirmar, puesto que no pienso, existo; y confirma este principio cuando la tiranía convierte en no-persona al que deja de hablar al unísono del mandatario, y a quien le cuestiona el mundo.

Lo que motiva esa severidad en la censura totalitaria es la fuerza misma del pensamiento, el cual, con su poder, conmueve las bases de un régimen de fuerza. El ejemplo más reciente es el de Polonia: después de las huelgas obreras de 1976, los disidentes comenzaron a publicar periódicos en los que aparecían puntos de vista ajenos al partido comunista, y cuando el gobierno de Gierek tuvo que pactar con los obreros por la huelga de Cdansk, la más trascendente concesión fue el acceso de los dirigentes laborales a la prensa radial y escrita. Poco después, en abril de 1981, empezó a publicarse el semanario del sindicato Solidaridad, con el que se destruyó la censura. El gobierno, así amenazado, tuvo que aprobar una nueva ley de censura, pero dos meses más tarde Jaruzelski se vio forzado a implantar la ley marcial y luego declarar el estado de guerra. La difícil situación del gobierno polaco la provocó el relajamiento de la censura, la cual había pasado de la absoluta totalitaria a la relativa y menor, hasta que ésta, por ineficaz, tuvo que sustituirse por la primera.

Entre 1952 y 1960 se implantaron en Cuba los dos tipos de censura: durante el gobierno de Batista, la prensa estuvo más bien condicionada a los intereses políticos de los gobernantes; con el triunfo de Fidel Castro, cuando se quiso imponer una nueva concepción de la sociedad, la censura creció no sólo hasta callar los disidentes, sino con el propósito de forjar un nuevo pensamiento nacional. La voluntad del dictador quiere que no se digan ciertas cosas; la totalitaria que sólo se diga una.

Durante la época de Batista no fueron las guerrillas de Castro ni la irritación por la impopularidad del régimen las que, en último análisis, lo derrocaron: fue la prensa, la que, a pesar de los castigos que recibió, pudo socavar al gobierno analizando, cada vez que tuvo ocasión, su ilegitimidad y los abusos que realizaba. Batista, que no supo respetar la voluntad popular y violó repetidamente los derechos elementales de quienes se le oponían, a veces de manera brutal, manejó la censura de prensa con miedo y de manera poco eficaz. Por su parte, Castro siguió el consejo de los antiguos comunistas al tratar la prensa como si fuera un peligroso adversario: seguía así el juicio de Napoleón, quien dijo que cuatro periódicos hostiles eran más de temer que mil bayonetas. Castro trató la crítica adversa hostigando y persiguiendo a los periodistas como si fueran ejércitos que había que destruir.

Las páginas que siguen recogen algunos momentos de esos dos procesos, y pretenden destacar la importancia de la prensa en dirigir los destinos de un país. Por la dificultad de analizar todos los caminos de la libertad de expresión en Cuba y por el límite impuesto a este informe se han escogido sólo ciertas manifestaciones de esa libertad en la prensa escrita. Durante los años de Batista se destacan aquí los pasos de la censura particularmente reflejados en la revista Bohemia, por su actitud militante contra la dictadura. Luego se presenta el desarrollo de la censura totalitaria en especial los últimos días del Diario de la Marina, que fue quien con mayor valentía denunció la penetración comunista y atacó al gobierno que la fomentaba. En este segundo período Revolución, el órgano oficial del movimiento creado por Fidel Castro refleja, como se verá, las presiones oficiales para lograr el control de los medios de difusión masiva.

Este trabajo, en el cual se le da mayor relieve a los documentos que lo informan, no tiene otro propósito que poner en evidencia dentro del marco cubano la importancia de la libertad de expresión e información en la vida de un pueblo, libertad que es siempre la mejor garantía contra el dogmatismo y la intolerancia propios de los sistemas totalitarios.

1952-1958: La Censura Autocrática

En la mañana del 10 de marzo de 1952 supieron los cubanos que un golpe militar había derrocado el gobierno de Carlos Prío, cuyo mandato se acercaba a su término. Aunque se notaba cierto descontento por la ineficiencia de las autoridades ante el gangsterismo, y por sus malversaciones, todo hacía esperar que la próxima elección traería beneficios al país. El pueblo tenía esperanzas de mejoras, pues en los últimos doce años tres presidentes habían respetado las libertades fundamentales del ciudadano. Fue por eso que la prensa reaccionó con disgusto ante la actitud de los militares, por su interrupción de la vida política del país. Desde el principio se le advirtió al nuevo gobernante de la necesidad de respetar las libertades individuales. En el editorial del día 11, en el Diario de la Marina se leía lo siguiente:

El general Fulgencio Batista hará un nuevo y supremo bien a Cuba si dentro del marco difícil de un gobierno de facto acierta a conservarle a nuestra patria las galas de su existencia política social que son las libertades: libertad de prensa, libertad de palabra, libertad de reunión, libertad de agrupación política, libertad de empresas y de movimientos para el ciudadano.1

Pocos días más tarde, también desde su página editorial, la revista Bohemia protestaba con mayor énfasis al ver que el golpe militar llevaba a Cuba al grupo de países americanos regidos por la fuerza:

Vivíamos orgullosos de que Cuba fuese una de las pocas naciones de América en que la democracia se practicaba a plenitud. De ahora en adelante ese orgullo será sustituido por un gran abatimiento, por una honda congoja. También nuestra patria acaba de ingresar en la serie fatídica de las repúblicas americanas donde los gobiernos permanecen o se suceden unos a otros sin que el pueblo intervenga en las alternativas del poder... Bohemia reafirma su adhesión a los principios civiles y democráticos que hunden sus raíces en la gesta emancipadora... Creemos, y con toda nobleza, responsabilidad y civismo lo decimos, que el golpe de Estado del 10 de marzo ha sido un grave error, que ha frenado en seco las esperanzas de todo un pueblo para superarse a sí mismo dentro de un marco de legalidad democrática y respeto mutuo... Creemos que sólo bajo el imperio de la ley y dentro de los limites de la Constitución pueden desarrollarse los pueblos hacia la libertad, la igualdad y la fraternidad.2

Muy pronto se sumó a la denuncia la Universidad de La Habana, que junto a la prensa iba a constituir una de las fuerzas más poderosas para combatir a Batista. El Consejo Universitario hizo público un manifiesto en el que se demandaba restablecer la Constitución de 1940 y que se celebraran elecciones. Con gran videncia del futuro decía el epígrafe seis de ese manifiesto: “El triunfo del golpe militar sería la consagración de la fuerza y de la violencia como medio o instrumento para la solución de problemas partidaristas, lo que constituye un mal ejemplo para la ciudadanía y un grave peligro para la estabilidad de la república”.3 Similar actitud asumieron los cuerpos colegisladores: los presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes, y los presidentes y líderes de los comités parlamentarios, firmaron un documento denunciando los hechos del 10 de marzo, en el cual señalaban “ante la nación y ante la historia, como exclusivo culpable del mantenimiento y la prolongación del estado de fuerza imperante, al jefe del movimiento militar que ilegalmente detenta el poder, el senador Fulgencio Batista y Zaldívar”.4

Escritores y políticos se unieron a aquella ola de protestas: el 23 de marzo Bohemia insistía en la ilegalidad del gobierno con otro editorial titulado “Responsabilidad de todos y deber de todos”,5 y en ese mismo número aparece “Cuento y recuento”,6 de Herminio Portell Vilá; en el siguiente número Francisco Ichaso dice que todos los cubanos deben unirse para defender el “supremo texto legal que recoge derechos y aspiraciones a los cuales no puede renunciarse sin perjuicio de la República”,7 y Carlos Hevia acusa al Journal of Commerce, de Nueva York, por esperar prosperidad económica debido al golpe de Batista;8 allí mismo sale un artículo de Eduardo Suárez Rivas, “Frente constitucional”, donde se pide la creación de un partido para oponerse a la dictadura;9 y una carta firmada por Roberto Agramonte y Emilio Ochoa, del Partido Ortodoxo, dirigida a las Naciones Unidas, en la que expresan: “Ésta es la oportunidad indicada para que la ONU condene el atentado cometido contra un pueblo que se disponía a celebrar sus elecciones generales, de acuerdo con las leyes, y al que un grupo de ambiciosos, valiéndose de la fuerza, lo han despojado de sus derechos humanos”.10

El gobierno de Batista no hizo caso al clamor popular de que se restaurara la Constitución de 1940 y, en el mes de abril, impuso unos Estatutos con cambios fundamentales sobre lo que con anterioridad había regido al país. Aunque en ambos textos se garantizaba la libertad de expresión, en los Estatutos de Batista no sólo se podía suspender esa garantía cuando lo exigiera “la seguridad del Estado, o en caso de guerra o invasión del territorio nacional, grave alteración del orden u otros que perturben hondamente la tranquilidad pública”, sino que se le daba facultad al Consejo de Ministros para suspender con un simple decreto esa garantía también cuando fuera “necesario para combatir el terrorismo o pistolerismo”.11 Esta adición estaba en gran parte encaminada a facilitar la represión y a controlar las protestas contra la dictadura. Como consecuencia de la imposición de los Estatutos, los estudiantes enterraron simbólicamente la Constitución frente a la estatua de José Martí, y al día siguiente se suspendieron las garantías. Pero, a pesar de esa limitación, la prensa no interrumpió sus ataques contra Batista.12

El 26 de julio

La intranquilidad continuaba en el país. A principios de 1953, en una manifestación que trató de dispersar la policía, fue herido el estudiante Rubén Batista, que murió poco después. El entierro se convirtió en una manifestación contra el gobierno; una semana más tarde Enrique Huertas publicó en Bohemia un artículo titulado “Ante la tumba de un mártir”.13 Los disturbios continuaron hasta el 14 de abril en la Universidad, cuando por acuerdo del Consejo de Profesores se acordó cerrar el centro docente. Un mes después publicó Pelayo Cuervo un escrito en el que planteaba que la única manera que tenía el pueblo de derrotar a Batista era por medio de la fuerza. El 26 de julio se produjo el ataque al cuartel Moncada, dirigido por Fidel Castro. Con la natural alarma, los periódicos dieron la noticia, pero enseguida se suspendieron las garantías. El Diario de la Marina comentó en su pagina editorial:

Como consecuencia de los trágicos acontecimientos del domingo, el gobierno ha comenzado a aplicar la Ley de Orden Público en lo que se refiere a la censura de prensa... Hasta el presente, el gobierno del general Batista había mantenido en pie la noble tradición cubana de la libertad de prensa; y sin negar la gravedad de los acontecimientos últimos, consideramos que constituiría un gran gesto gubernamental la reconsideración de las medidas adoptadas hasta aquí sobre la censura de prensa... La suspensión de las garantías no implica forzosamente la implantación de la censura previa. Es ésta una de las medidas que más dañan nacional e internacionalmente la reputación de los gobiernos, así como una de las que más profundamente hieren la sensibilidad de las empresas periodísticas, de los periodistas y del público en general... Fiel a una tradición inquebrantable, el Diario de la Marina reitera su adhesión al principio de la libertad de prensa, y espera que sean reconsideradas sin demora aquellas disposiciones que hoy están enervando esa libertad. Una cosa es velar por el sosiego de la sociedad, y otra producir hechos como los realizados en la tarde de ayer por miembros de la policía en nuestro colega de Pueblo, cuyo director, Luis Ortega, fue golpeado brutalmente.14

Por estas quejas y otras semejantes, el gobierno no se atrevió a aplicar con todo rigor la censura, y poco después del ataque al cuartel Moncada, aparecían en los periódicos las fotografías de los hechos, con ellas se ponía en evidencia los excesos de las autoridades. Así se vio forzado el gobierno, el 7 de agosto, a aplicar con mayor fuerza la censura, y se publicaron los nombres de los censores para Bohemia, Prensa Libre, El Mundo y Pueblo.

La Ley de Orden Público

Es importante recordar aquí lo que disponía aquella Ley de Orden Público respecto a la libertad de expresión e información, porque en ella se anuncia lo que luego iba a aparecer, exagerando los castigos, en el Código Penal de Castro. La Ley de Batista imponía penas hasta de dos años de cárcel a los que: “Propalaren, publicaren o hicieran publicar o trasmitieran rumores o noticias falsas o tendenciosas, contrarios a la dignidad nacional, la paz, la tranquilidad o la confianza públicas, la estabilidad de los Poderes del Estado, la economía, las finanzas públicas o el crédito de la nación o del gobierno”. Y el artículo II de dicha ley condenaba con igual castigo a los que “de modo manifiesto o encubierto hicieren propaganda encaminada a producir, o que pudiera favorecer el logro de alguno de los fines siguientes: 1) Subvertir violentamente o destruir la organización política, social, económica o jurídica del Estado, tal cual se encuentra constituido... 3) Lesionar la dignidad nacional o menospreciar los poderes y organismos del Estado, la ley constitucional, las leyes o los actos de la autoridad...” Y aclaraba: 5) A los efectos de este artículo, se entenderá por propaganda toda manifestación o expresión oral, escrita o gráfica que se transmitiere o diere a conocer por medio de periódicos, revistas, libros, folletos, hojas sueltas, carteles, pasquines, letreros fijados en lugares públicos, papeles, escritos dirigidos a varias personas o utilizando la radiodifusión, la televisión, el cinematógrafo o cualquier otro procedimiento de publicidad, así como las expresiones que se profirieran en presencia de varias personas reunidas o ante una multitud”. También se condenaba a los que dieran publicidad a esas manifestaciones, a los que la distribuyeran y a los que “tuvieran en su poder el material de publicidad señalado”.15 Y se incluía en este delito a las “personas jurídicas responsables... con la clausura de tres meses o un año, o multa de quinientos a cinco mil pesos, o a ambas sanciones”.

Después de los tres meses en que estuvo en vigor la censura de prensa, Bohemia protestó por el nuevo abuso del poder, desde su página editorial, destacando cuánto molestaba a la nación esa falta de libertad; decía:

La censura de prensa es algo que molesta a lo más íntimo y noble de la conciencia cubana. Por tradición, por temperamento, por lealtad a la fe de nuestros mayores, el cubano siente la libertad como un bien sin el cual no vale la pena vivir la vida. Lo hemos demostrado todo a lo largo de nuestra historia. Medio siglo de luchas, de sangre, sudor y lágrimas nos costó conquistar una libertad política, que nada vale si está limitada por restricciones como las que acabamos de padecer. El cubano será paciente con el infortunio, callado ante la desgracia, sufrido ante la adversidad. Está dispuesto a hacer dejación de muchas cosas, pues no cede a ningún otro pueblo en su espíritu de sacrificio. Pero a lo que no está dispuesto a renunciar, por nada de este mundo, es a pensar en alta voz y sin hipocresías, como quería Martí.

Y continúa este escrito para advertir al gobierno de los inconvenientes que conlleva esa situación:

Durante estos tres oscuros meses de censura previa, sin una prensa que informara y orientase, la vida cubana ha estado sumida en una ominosa pesadumbre, y en el seno de una calma aparente se ha ido incubando una serie de especies malsanas, transidas de rencor y de resentimiento. La censura propició lo que quería evitar con ella. Hasta el silencio llegó a ser subversivo. Con la suspensión de las garantías sólo se consigue destacar todo lo que éstas valen, y con ello acerar el espíritu de lucha para reconquistarlas pues son algo tan necesario para la vida como el aire que respiramos y el agua que bebemos. Y es necesario disfrutar de esas garantías no a título de concesión gratuita o como deferencia por parte los que mandan, sino como verdaderos derechos a los que no se puede renunciar.16

En ese mismo número de Bohemia, en noviembre de 1953, Jorge Mañach escribía en un artículo que tituló “Ayer, hoy y mañana”:

Otra vez nos dejan escribir sobre algo más que de pelota, política extranjera, pavimentación, cultura... Aprovechamos, pues, el permiso. Me cuentan que en esa veda de la palabra libre, por que acabamos de pasar, cierto personaje muy adicto al régimen, exclamaba con repugnante euforia entre algunos amigos: “¡Qué tranquilos estamos... así sí se puede gobernar!” Terrible miopía o vergonzosa abdicación. Lo que se puede hacer así no es gobernar; es, sencillamente, mandar y administrar sin referendo... Sabidos o sospechados, los abusos son, desde luego, lo que más genera irritación y resentimiento en el pueblo; pero ese no poder juzgarlos públicamente, no poder instar a la investigación de ellos; no poder siquiera desmontar las falaces explicaciones de la nota oficial, cuando la hay; ese dejar sin resuellos a la ciudadanía, es dinamita síquica que se acumula.17

Y cita palabras de Jorge Luis Martí, quien dijo que la Ley de Orden Público “coloca al periodista en peor condición que a los procesados por delitos comunes, puesto que, cuando resulte acusado de publicar noticias y rumores falsos, no podrá gozar de libertad provisional a menos que lo solicite expresamente el ministerio fiscal”.

No cesó la prensa durante los años 1954 y 1955 de acusar al gobierno de Batista por las violaciones de la libertad de expresión: el 2 de mayo de 1954 Ernesto Montaner denunciaba el encarcelamiento de Luis Conte Agüero por haber dado por radio una noticia equivocada;18 poco después Max Lesnik publicó un artículo titulado “Retorno a Guiteras” en el que hacía un paralelo entre la muerte de ese líder revolucionario, en 1933, bajo la anterior dictadura de Batista, y el momento en que escribía;19 el 19 de diciembre Carlos Márquez Sterling publicó en Bohemia “El factor cívico en la lucha por la unidad”, y decía: “Hay que presionar cívicamente al gobierno para que convenga en una fórmula de solución nacional. La función de los cuerpos armados es garantizar el sufragio, no ejercer el sufragio”; un editorial de la misma revista, al año siguiente, denunciaba a la policía de Oriente que había entrado en la emisora CMKC, de Santiago de Cuba, para secuestrar a un locutor y a un empleado de la misma (“los llevaron en automóvil a un descampado cerca de La Maya y allí, amenazándolos con las pistolas, los golpearon, les cortaron el pelo al rape y les hicieron ingerir sendas dosis considerables de aceite ricino”); y comenta el editorial: “Creíamos que estos métodos fascistas de represión, que tanto se usaron en otras épocas de ingrato recuerdo, habían sido abolidos para siempre... Por desgracia estas “hazañas” se han repetido últimamente con alarmante frecuencia. Procediendo de un modo arbitrario, las autoridades han clausurado horas de radio, han suspendido reuniones pacíficas, han disuelto mítines autorizados y han realizado otras tropelías semejantes”.20

También Bohemia relató la agresión de la policía a los estudiantes que conmemoraban en el Instituto de Matanzas los 20 años de la muerte de Antonio Guiteras. Resultaron heridos José Antonio Echevarría, el presidente de la FEU, el estudiante José Venegas, de la escuela de arquitectura; y el secretario de prensa de la FEU, Fructuoso Rodríguez. Matanzas quedó virtualmente sometida al estado de sitio... Hubo huelgas y disturbios estudiantiles. El ejercito ocupó todos los institutos de la isla. La policía reprimió un intento de manifestación en la plaza Mella e impidió que la emisora Radio Cadena Habana cumpliera su función informativa.

Aprobada la ley de amnistía a mediados de 1955, se hizo pública la polémica entre el jefe militar de la provincia de Oriente, y Fidel Castro; éste publicó su artículo, “Mientes, Chaviano”, en el que lo acusaba de ocultar la responsabilidad de los militares en los excesos de la represión; decía: “Cuando Batista habló desde el polígono militar de Columbia, al día siguiente de los hechos, dijo que los atacantes habíamos tenido treinta y tres muertos; al finalizar la semana nuestros muertos ascendían a más de ochenta. ¿En qué batallas, en qué lugares, en qué combates murieron esos jóvenes? Antes de hablar Batista se habían ultimado a más de 25 prisioneros; después que habló se ultimaron cincuenta”.21

Pero como continuaban los disturbios en el país, y el gobierno usaba fuerza excesiva para combatir a los que se le oponían, Bohemia explicó a fines de 1955 la realidad en que se vivía; dijo:

Las autoridades se exceden cruelmente con ensañamiento increíble, casi diríamos que con morboso sadismo, en sus funciones, olvidando la contención y la mesura con la que debe revestirse siempre la autoridad. Nada más funesto al país puede ocurrirle que el enfrentamiento de la juventud estudiantil y los cuerpos de seguridad”.22

Y poco antes, en una entrevista de Agustín Alles con Abel Mestre, presidente de la Federación de Radioemisores de Cuba, se denunciaba la Comisión revisora de programas porque con ésta “se autorizaba a un funcionario” a modificar el pensamiento ajeno, con la censura previa.

Nuevos enfrentamientos

Durante todo el año 1956 continuaron las luchas entre varios sectores de la población y las autoridades. El Diario de la Marina del primero de diciembre dio la noticia de los ataques a la policía en Cienfuegos, Holguín y Santiago de Cuba. El año terminó con el desembarco en la provincia de Oriente de los expedicionarios dirigidos por Fidel Castro. Se suspendieron las garantías constitucionales por 45 días, y se publicaron los nombres de los censores que vigilarían los periódicos. Así sólo se permitió la publicación de los partes oficiales sobre las actividades y la situación de los revolucionarios. A las dos semanas del desembarco del Granma, Bohemia se quejaba de la censura: “El gobierno y las fuerzas armadas han tendido un telón de fuego y de censura entre la zona de operaciones y el pueblo de Cuba. Ningún periodista ha podido traspasarla... La prensa cubana, que tan juiciosa y responsablemente ha encarado la dolorosa circunstancia, no se merecía ese tratamiento”.23 Y acabado ese periodo de censura, comentaba el editorial de la revista:

Una vez más, y ya son muchas desde el 10 de marzo de 1952, la prensa cubana ha tenido que pasar bajo las horcas caudinas de la censura previa. Cada vez que el régimen entra en dificultades, casi siempre como consecuencia de su vicio de origen y de errores que lo evidencian y lo agravan, es la prensa la que principalmente paga tan desfavorable saldo. ¿Por qué ese empeño en hacer recaer en los periódicos culpas que en manera alguna les conciernen? En fin de cuentas ¿qué es lo que hacen los órganos de opinión? Sencillamente reflejar un estado de cosas que no es para nadie un secreto, ni siquiera para los altos inquilinos de las esferas oficiales. Ésa es la función de la prensa en todo país que quiera vivir según normas civilizadas. Ningún periódico que se estime a sí mismo y que reporte al público puede prescindir de la obligación que tiene de ser veraz. Sus páginas son como espejos que pasan por la realidad de cada día y la recogen fielmente en su bruñida superficie. Es absurdo culpar al espejo por el solo hecho de que copie implacablemente una realidad imperfecta.24

A continuación explicaba el porqué había suspendido, durante esa época de censura, sus editoriales, los comentarios de sucesos nacionales, su sección “En Cuba”. Y en ese mismo número publicó la traducción de la entrevista, aparecida en el New York Times, de Herbert Matthews a Fidel Castro.25

Al año de estar los rebeldes en la Sierra Maestra, y por la censura que no permitía seguir regularmente los pasos de la insurrección, fundaron Radio Rebelde. A medida que fueron progresando las actividades guerrilleras se aumentó el número de transmisoras, y al terminar la dictadura de Batista había 32 clandestinas que retransmitían los programas de la central entre las 7 y las 10 de la noche.

No se le escapaba al gobierno de Batista la labor subversiva de la prensa, la cual, al referirse a los hechos de sangre y a la represión oficial, ponía en evidencia la impopularidad del régimen. Por eso las autoridades se quejaban tanto de los periodistas. Agustín Tamargo les salió al paso en un artículo que tituló “La hora de la verdad”:

... los que sí atizan la guerra desde sus trincheras de propaganda pagada por el gobierno acusan a la prensa cubana de fomentar la rebelión y de hacerle el caldo gordo a los desórdenes... Si los propagandistas del gobierno quieren saberlo de una vez, aquí les va nuestro criterio. Nos duele, sí, que se agreda a la economía nacional, nos duele que se entorpezca la zafra, o que se deje sin escuelas a los guajiritos. Pero mucho más nos duele la gente que están matando y torturando todos los días. Sabemos que los atentados son una pésima estrategia y que la mano que coloca un petardo en una sala de cine puede ser una mano criminal. Pero también sabemos que tan malo como eso es sacar a un hombre de su casa en la medianoche y sólo por sospechas, o porque no les guste su cara, ultimarlo de un balazo en la nuca y dejarlo tirado en una cuneta. Sabemos que el país es un caos, que la gente no puede salir de su casa y, que a cada minuto, caen en la calle victimas inocentes. Pero sabemos también que todo ello no es una causa, sino un efecto, y que nada de eso hubiera ocurrido si el país no estuviera en el cepo del martirio donde está. Nos duele la violencia, pero nos asquean las injusticias.26

Una semana más tarde, el 9 de marzo de 1958, el comentarista de radio José Pardo Llada hizo público “Un documento sensacional de Fidel Castro”. Era una carta desde la Sierra en la que le decía:

Considerando que es un derecho muy legítimo de la prensa cubana estar informada sobre todas las cuestiones de interés nacional y exponerlas lealmente al pueblo, escribo estas líneas para solicitar públicamente de todos los órganos de nuestra prensa radial y escrita el envío de una comisión de periodistas a fin de expresar por medio de ella al pueblo de Cuba lo que interesa conocerse acerca de nuestra actitud en este minuto decisivo que vive la patria... Es hora de que se ponga fin a la injustificable limitación que se ha impuesto a la prensa cubana, no permitiendo a uno solo de sus reporteros visitar el campo de operaciones en quince meses de lucha... Se ha hablado de la posibilidad de una solución y nada puede conspirar tanto contra ella como la confusión que ocasiona la ausencia de información directa. Y hay confusión porque la prensa no tiene acceso a las fuentes de información... Nuestra primera condición de paz es que se permita a los periodistas cubanos venir a la Sierra Maestra. La paz debe ir precedida de la verdad; el derecho de la prensa a informarla y el derecho del pueblo a conocerla.27

Antes de una semana el gobierno se vio obligado a suspender de nuevo las garantías, hasta que el 17 de mayo se declaró por ley el Estado de Emergencia Nacional, el que se mantuvo hasta la caída de Batista, el último día de ese año 1958.

1959-1960: La Censura Totalitaria

Durante la dictadura de Batista, el gobierno intentó controlar la prensa, además de por la censura directa, como se ha visto, por sobornos a periodistas, por concesiones a dueños de empresas y por intimidación. Era difícil que tantos periódicos y estaciones de radio y televisión pudieran subsistir sin otros ingresos que los de la venta de anuncios, circulación y programas. En la ciudad de La Habana, con un millón de habitantes, había más de 20 periódicos importantes, más de 30 radioemisoras y 5 empresas de televisión, cantidad muy superior a cualquiera otra capital del mundo.

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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Ricardo E. Trelles ha dejado un nuevo comentario en su entrada "'En otros países por escribir un artículo, no te c...":

Gracias Pedro Pablo Arencibia por este documentado recuento. Cuando los hechos yo era bien niño y después no he estado en condiciones de investigarlos. Ahora he leído el recuento con gran atención.

Lo provechoso siempre es la observación crítica de los sucesos, que es lo que lleva al aprendizaje para evitar su recurrencia. Percibo un nivel de tolerancia por las instituciones sociales, hacia Batista, que no es lo que debe ser. Lo enfrentaban, pero se percibe que era con consideración, con algo de comprensión. Quizás culpaban a Prío de los problemas del País y veían ventaja que lo quitaran de cuajo. Quizás algunos querían que el nuevo hombre fuerte significara beneficios (o sociales o personales...).

En especial me alarma cómo parece que las cámaras legislativas continuaron funcionando, no mostrando mucho más que quejas por "el mantenimiento y la prolongación del estado de fuerza imperante". Seguramente la preocupación central de cada uno de sus miembros era mantener su puestecito y no perder sus retirito...

No hay democracia sin una asamblea nacional que sirva, o sea, sin representantes que sirvan.

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Comentario del Bloguista

No Ricardo, los debates en el cámara legislativa eran fuerte. El líder de la Oposición en una de esas dos cámaras era Pelayo Cuervo Navarro y como pudistes leer en el fragmento , el Dr. Cuevo era fuerte crítico contra Batista.Inmediatamente después del asalto al Palacio Presidencial Pelayo Cuervo es asesinado en el El Laguito del Country Club por un polícia que le llamaban ¨Macagüero¨ que muchos años después muere de manera natural en Miami, aunque al triunfo de la Revolución fusilan a otro que lo único que hizo al llegar y ver un cadaver, es voltearlo con la punta del zapato para verle la cara. Batista no mandó a matar a Pelayo Cuervo, pero tampoco lloró su asesinato ya que aún hay dudas si Pelayo Cuervo conocía o no algo del asalto al Palacio Presidencial. Lo de quien mató a Pelayo Cuervo me lo dijo en Miami un antiguo policía hijo de un alto oficial que trabajaba en las oficinas de la estación del Coronel Conrado Carratalá Ugalde, que es el que desde el exterior con sus fuerzas le hace más daño a los atacantes al Palacio . Ese día en Palacio había una graduación de jóvenes oficiales y por eso los revolucionarios se encontraron con una oposición mas fuerte que la esperada.




1 Comments:

At 9:38 a. m., Anonymous Ricardo E. Trelles said...

Gracias Pedro Pablo Arencibia por este documentado recuento. Cuando los hechos yo era bien niño y después no he estado en condiciones de investigarlos. Ahora he leído el recuento con gran atención.

Lo provechoso siempre es la observación crítica de los sucesos, que es lo que lleva al aprendizaje para evitar su recurrencia. Percibo un nivel de tolerancia por las instituciones sociales, hacia Batista, que no es lo que debe ser. Lo enfrentaban, pero se percibe que era con consideración, con algo de comprensión. Quizás culpaban a Prío de los problemas del País y veían ventaja que lo quitaran de cuajo. Quizás algunos querían que el nuevo hombre fuerte significara beneficios (o sociales o personales...).

En especial me alarma cómo parece que las cámaras legislativas continuaron funcionando, no mostrando mucho más que quejas por "el mantenimiento y la prolongación del estado de fuerza imperante". Seguramente la preocupación central de cada uno de sus miembros era mantener su puestecito y no perder sus retirito...

No hay democracia sin una asamblea nacional que sirva, o sea, sin representantes que sirvan.

 

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