martes, noviembre 24, 2015

Esteban Fernández: LOS ADOLESCENTES Y LOS TIBURONES

LOS ADOLESCENTES Y LOS TIBURONES

Por Esteban Fernández
23 de noviembre de 2015


En términos generales la época de la adolescencia -cuando tienen 13, 14, 15, 16, 17,18 y 19 años- es la más insoportable de los seres humanos. Es la peor etapa. ¡”Ñoooo, que pesados se pone la mayoría de los muchachos a esas edades! No todos, porque desde luego que he conocido muchas excepciones y entre muchas la de “Pepito” y Nancy  Regalado que ha logrado una prole digna de encomio. Por lo cual siempre he estado muy orgulloso de la suerte y la labor realizada por mis compatriotas al respecto.

Pero hoy voy a hablarles de los impertinentes: Lo primero que descubren es que sus padres “no los van a matar, y que de las amenazas no van a pasar”. ¡Tremendo descubrimiento! y acto seguido les entran unos deseos irrefrenables de “independizarse”. “Independizarse” quiere decir “hacer lo que les da la gana”. Y, desde luego, viviendo bajo el mismo techo de sus padres tienen que seguir, supuestamente, 25 mil reglas y 14 mil frenos.

Pronto se dan cuenta (si se lanzan a la “independencia”) que eso es un “embarque”, y que esa “independencia” trae aparejada un montón de contratiempos como tener que pagar renta, teléfono, luz, gas, comprar ropa, zapatos, y tener que TRABAJAR. Pero… hasta que no dejan de ser “teenagers” no dan sus brazos a torcer.

Descubren también que esos “amigos” que comparten la “independencia” no los ayudan (de lejos esa “independencia” les lucía muy atractiva) ni dan un solo centavo prieto para pagar las cuentas como antiguamente hacían “papito y mamita”.

Ya desde que cumplen los 14 años, ante cada tontería que se les ocurra (por muy peligrosa y descabellada que ésta sea) y reciban la negativa de sus padres, les hacen la pregunta: “¿Ustedes no confían en mí?”

Y la TONTERÍA reside en que (ajeno a la edad que tenga un individuo y aunque tenga 75 años) no importa lo mucho que uno crea en una persona, si ésta nos dice: “Me voy a tirar a un mar infectado de tiburones” hay que decir que “¡NO!” y no es por desconfianza del ser querido sino porque resulta muy difícil confiar en los tiburones…

Y eso es precisamente lo que hacen constantemente los adolescentes: pedir permiso para tirarse en las fauces de los tiburones, y aspiran a que sus padres confíen en ellos, les rían las gracias, y quizás hasta compren pasta Colgate para cepillarle los colmillos a los escualos.

Otra cosita de los novatos es que “ni ellos mismos están muy seguros de sí son adultos o son niños” Y, entonces, no sabemos cómo tratarlos. Si los tratamos “como niños” nos regañan y nos dicen: ¡Ya yo estoy muy grande para que me hables así!”. Y si los tratamos con los rigores que un adulto merece ¡entonces se echan a llorar!

Otro “problemita” (un “problemón” nueve meses más tarde) es que ya los imberbes y las señoritas preñan y se preñan. Y durante  la juventud (“divino tesoro”) no están del todo conscientes de ¿qué puede traer peores consecuencias, y que es peor, si los dolores de parto o las mordidas de un tiburón?

Y lo peor que tienen los “teenagers” es que acaban por completo con esa creencia firme que poseemos de que “somos defensores y practicantes del sistema democrático”. Por culpa de ellos, siempre llega el momento en que tenemos que “defecarnos en la democracia y en la constitución” y no nos queda más remedio que tomar “medidas dictatoriales”.

E implantamos el “toque de queda” y la “ley marcial”, y hacemos requisas, y queremos que estén en la casa a más tardar a las 10 de la noche, registramos gavetas y abrimos su correspondencia, leemos un “diario” que tenían escondido, escuchamos sus conversaciones telefónicas sin que se den cuenta, y nos colamos en sus celulares, en sus computadores y hasta en Facebook etc.

Y cuando los jóvenes se ponen bravos, se reviran, hablan de “libertades y derechos”, protestan, y se nos encaran diciéndonos: “¡Papi, la verdad es que tú no respetas mi “privacidad”!” los miramos fijamente, esbozamos una sonrisa y les decimos: “¡Alégrense y confórmense, porque estoy pensando seriamente en implantar el paredón de fusilamientos en esta casa.