domingo, diciembre 23, 2018

Carlos Alberto Montaner: Sesenta años después de la borrachera

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

 Carlos Alberto Montaner escribe en este artículo : ¨Yo tenía 15 años y era un chico flaco, esperanzado y políticamente analfabeto. Me sentí muy feliz ¨

Tengo la opinión que CAM era algo más que eso,   pues él conoció a su esposa cuando tenía esa edad  y ambos estaban en el Hotel Comodoro (no un cuartel del Ejército, no en una Estación de la Policía, no  una dependencia de la Marina de Guerra, no n una dependencia del ejecutivo del gobierno de Fulgencio Batista, etc. )  los revolucionarios antibatistianos  hacen un claro  acto de terrorismo y explotan una bomba en la actividad  de civiles cubanos en que ellos se encontraban;  si mal no recuerdo, habían también otros menores de edad disfrutando de la actividad.

Carlos Alberto Montaner, como tantas otras personas, expresa que Fulgencio Batista huyó de Cuba; veamos otro punto de vista:
 (Fragmento de la  entrevista de Emilio Ichikawa al Sr. Rubén Batista y Godínez, hijo de Fulgencio Batista y Zaldívar)

(Presidente Fulgencio Batista y Presidente D. Einsenhower; inmediatamente detrás, el entrevistado Rubén Batista ¨Papo¨, ya fallecido y del cual sólo he oido que era una persona decente y atenta; foto y comentario del bloguista de Baracutey Cubano )

 EI: Hablábamos del día 25 de diciembre, le quedan entonces unos seis días...

-RB: Ten en cuenta una cosa. El 26 es la citada visita de Tabernilla al Embajador americano; poco tiempo, poco tiempo... Los hechos se van acumulando. Las mismas fuerzas conservadoras, por llamarlas así, ya se viraban. Los únicos que se mantuvieron leales hasta el final fueron los obreros. El movimiento obrero. Los líderes obreros en ningún momento titubearon. Es un enredo esta historia. Las clases conservadoras se le viraron a Batista, se le pusieron en contra. Ya lo habían dicho varias asociaciones cívicas y profesionales. Después, cuando alguna gente me preguntaba en el exilio, aquí en Miami: “Bueno, y por qué se fue Batista”, yo les respondía: “Pues porque ustedes lo pidieron.

-EI: ¿Quién en particular pidió eso?.

-RB: Pues ya te dije que los hacendados y otras organizaciones. Esos mismos señores lo pidieron. Algunos de los cuales después me lo preguntaban. Ellos lo pidieron. Se reunieron los hacendados, los mismos que habían ido a palacio a vitorearlo, le pidieron la renuncia. Pero bueno, así es la vida, así es la política. Pero mira, la cosa en verdad empieza desde que el gobierno americano en marzo del `58 le hace el bloqueo de las armas a Batista. De ahí el ejército, no los cabos, no los sargentos, no los soldados que eran leales, sino algunos oficiales pensantes dijeron, bueno, si dicen que la URSS está apoyando a Castro, porque eso se decía, y los mismos americanos no envían armas a Batista, entonces todo está decidido. Algunos oficiales lo vieron así.

-EI: ¿Qué lógica le ve Ud. a la decisión americana? Es decir, bloquear las armas a Batista era apoyar indirectamente a Castro.

-RB: Yo tengo un libro por ahí de los años `40, “Con el rifle al hombro”, del Coronel Ferrer, que tuvo mucho que ver con el derrocamiento de Machado. Él dice en ese libro, a partir de un alzamiento en Oriente, que mandan a liquidar... Él decía que la guerrilla que no se fulmina sobrevive, crece. Pues eso fue lo que pasó con Castro, además de una campaña propagandística muy bien orquestada. Hay una teoría interesante. La primera vez que yo leí esto fue en un panfleto que publicó Gastón Baquero en Madrid, posiblemente en el mismo año `60, donde él dice que bajo el gobierno de Batista se empezaron a lastimar intereses americanos. Pero además de Baquero lo señala un economista boliviano que trabajaba en el Banco Nacional llamado Julio Alvarado; lo señala en su libro “La aventura cubana.” (Artes Gráficas Edic. SA. Madrid, 1977).

Por ejemplo, el túnel de La Habana lo iba a tener firmas americanas, y se les dio a los franceses. Y se les dio porque era la mejor opción, porque parte del pago se produjo en azúcar, que estaba almacenada, porque la zafra producía mucho e incluso había que aguantarla para que no bajara el precio. Había almacenada mucha azúcar, y se financió parte del túnel con eso. Por otra parte, cuando se fue a renovar los ferrocarriles, que estaban nacionalizados; cuando fueron a comprar las locomotoras, en lugar de comprárselas a la General Motors, se las compraron a los alemanes. Yo tuve la suerte de ir a Alemania en una misión relacionada con eso, fui con Martínez Sáenz (ex ABC), Presidente del Banco Nacional. Un tercer caso fue la decisión de construir un molino de harina en Santiago de Cuba que le quitaba el monopolio al de La Habana, que era de ellos. Otro estudioso también me explicó que todo el papel de la prensa cubana se compraba a Estados Unidos y se le quitó ese monopolio del papel a los norteamericanos cuando Cuba empezó a poner varias papeleras que usaban bagazo de caña como materia prima. Yo no lo he comprobado, pero me dijo que accionistas de “The New York Times” eran a la vez socios de esas papeleras. Por otra parte, se iba a una revisión de las tarifas proteccionistas que perjudicaría a los Estados Unidos; además de que se hicieron planes para producir materias que hasta el momento eran compradas básicamente a los Estados Unidos, como el cemento y el arroz. Yo no digo que esto determinó, pero digo que pesa. Si tú lees la correspondencia de los embajadores americanos, yo tengo varias compilaciones, tú no ves ahí nada contra el gobierno de Batista. Hasta fines del `57 y el `58, que se empieza a notar el distanciamiento. Quizás ellos pensaron trabajar con otro tipo de oposición, pero se les fue de las manos. Batista sin duda era aliado y amigo de los Estados Unidos, pero tenía su propia agenda nacionalista como legado de la propia revolución del 4 de septiembre de 1933. Todos los gobiernos cubanos durante esa época fueron nacionalistas; un ejemplo: de 1939 a 1958 los ingenios azucareros en manos cubanas habían subido de 56 a 121 (del 22% al 62.13%)

Este bloguista desea señalar que a finales de 1958 el dictador dominicano (de ascendencia cubana) Rafael Leónidas Trujillo le ofreció a Batista, mediante su embajadoren Cuba  Porfirio Rubirosa, acabar con Fidel Castro y sus rebeldes  con la acción combativa de  las experimentadas y aguerridas  tropas dominicanas que habían aplastado en las montañas  de República Dominicana  los diferentes  focos  guerrilleros que en determinados momentos  existieron; tropas dominicanas  que después aplastarían la invasión Castrista  comandada por el  Comandante castrista Delio Gómez Ochoa y el  dominicano Enrique Jiménez Moya en junio de 1959,  pese al apoyo en aviación y la  marina de los Castro.  Batista rechazó  la oferta pues no quiso tener tropas extranjeras en Cuba.
El dictador anticomunista Rafael Leónidas Trujillo, segundo de izquierda a derecha, y Porfirio Rubirosa en la estrema derecha de la foto.

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Sesenta años después de la borrachera

Por Carlos Alberto Montaner
22 de diciembre de 2018

El primero de enero de 1959 Fulgencio Batista huyó de Cuba y se inició la revolución cubana. Hace seis décadas de esa fecha nefasta. Nos reunimos un grupo de muchachos. Yo tenía 15 años y era un chico flaco, esperanzado y políticamente analfabeto. Me sentí muy feliz. No sé cómo, dónde o por qué fuimos a ver, o nos encontramos, al abogado Óscar Gans. Había sido Primer Ministro de Carlos Prío, el último presidente constitucional cubano. Tenía fama de honrado e inteligente.

Gans escuchó con interés nuestra ilusionada algarabía y sólo atinó a decirnos una frase enigmática que no he olvidado: “las revoluciones son como las grandes borracheras … el problema es la resaca”. La resaca era la sensación de hastío, de hartazgo, de mala digestión, de “por qué me emborraché e ingerí esa mezcla absurda de alcoholes que hoy me hace sentir tan mal”. La resaca es lo que en otras latitudes llaman el “ratón”.

A los pocos meses entendí lo que Gans nos había querido transmitir. Comenzaba la resaca. Estábamos en manos de unos revolucionarios iluminados, guiados por consignas aprendidas en los cafetines,  dispuestos a cambiar a punta de pistola las señas de identidad de una sociedad que tenía varios siglos de existencia. Un país que, hasta ese momento, a trancas y barrancas, había sido receptor neto de inmigrantes, el mejor índice que se conoce para medir la calidad de cualquier conglomerado humano.

Fidel, el Che, Raúl Castro, y unos cuantos tipos más, audaces e ignorantes, estaban decididos a liquidar una imperfecta democracia liberal, regida por una Constitución socialdemócrata, totalmente perfectible, y transformar ese Estado en una dictadura prosoviética sin propiedad privada, ni derechos humanos, y mucho menos separación e independencia de poderes. Simultáneamente, echaban sobre los hombros de los cubanos la responsabilidad de “enfrentarse al imperialismo yanqui” y transformar el planeta para imponer a sangre y fuego el “maravilloso” modelo social desovado por Moscú desde 1917.

Actuaron velozmente. A los 20 meses habían logrado el 90% de sus objetivos domésticos. En octubre de 1960 no existían vestigios de libertad de prensa. No había grupos políticos diferentes al “movimiento único” creado y sujeto férreamente por el Máximo Líder, de manera que, en su momento, les fue fácil llamarlo “Partido Comunista”. No había escuelas ni universidades privadas. Tampoco había empresas medianas o grandes en poder de la “sociedad civil”. Todas fueron asumidas por el Estado mediante un simple decreto. La dictadura totalitaria se había consumado, repito, en un 90%.

El 10% restante ocurrió el 13 de marzo de 1968. En esa fecha, Fidel Castro perpetró un larguísimo discurso en el que anunció la “ofensiva revolucionaria”. Acabó con el “cuentapropismo” de entonces. De un plumazo se tragó casi sesenta mil microempresas y convirtió a la Isla en el país “más comunista del mundo”. Para arreglar un paraguas, un par de zapatos o un ventilador había que dirigirse al Estado. Lógicamente, el desastre fue absoluto y la nación se convirtió en una escombrera. Los millares de valientes que se opusieron a ese destino fueron fusilados o encarcelados durante muchos años.

¿Cómo se llevó a cabo esa locura revolucionaria? Tres iluminados no son capaces de realizar una tarea de esa envergadura. Sencillo: metiéndoles la mano en el bolsillo a los probables adversarios. Primero, crearon una enorme clientela política regalándole “al pueblo” todo lo que no le pertenecía al Comandante.

Rebajaron el 50% de los alquileres y del costo de la electricidad y los teléfonos. Dispusieron de la tierra como les dio la gana. Ellos sabían que la economía colapsaría como consecuencia de la manipulación de los precios, pero el objetivo no era conseguir la prosperidad, sino crear una legión de estómagos agradecidos a los que no tardarían en ajustarles las tuercas.

Mientras disponían de los bienes ajenos (y se quedaban con las mejores casas, autos y yates), les entregaron a los soviéticos los mecanismos represivos. Desde el principio la policía política y el corazón del Ministerio del Interior fueron asignados a los camaradas formados por el KGB.

A las pocas semanas de instalados los Castro en la casa de gobierno comenzaron a llegar los siempre discretos “hermanos del campo socialista”. A mediados de 1962 eran algo más de 40,000 asesores. Cuando se fueron los “bolos”, como les llamaban irreverentemente en la Isla, dejaron instalada la jaula. Dentro de ella se abrazaban millones de cubanos temerosos y obedientes.

Sesenta años después los castristas saben que el “modelo cubano” es totalmente improductivo e inviable. Son unos negreros que viven de alquilar esclavos profesionales a los que les extraen una plusvalía del 80%. O policías que montan llave en mano la nueva dictadura, como han hecho en Venezuela. O viven de las remesas de los exiliados, de las dádivas de las iglesias, o de bañar en el mar y pasear turistas en contubernio con empresarios extranjeros a los que no les importa la catadura del socio local, siempre que les deje copiosos beneficios. Así son las resacas revolucionarias. Suelen ser muy largas y muy tristes.

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