sábado, enero 05, 2019

Video de un Programa Especial por los 60 Años de la Revolución Cubana: Genocidio Castrista. CARTAS ANTES DE SER FUSILADOS DE VIRGILIO CAMPANERÍA, ROGELIO GONZÁLEZ CORZO Y ALBERTO TAPIA


Radio Televisión Martí
Published on Jan 1, 2019

El periodista Alberto Müller, junto a su colega de Radio Televisión Martí, Margarita Rojo, recorren hechos de terror, torturas y flagrantes violaciones de los derechos humanos durante los 60 años del régimen de Fidel y Raúl Castro.



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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano 
 
Se dejó engañar  el que se acobardó, el que quiso dejarse engañar, el ignorante o el extremadamente ingenuo pues  se fusilaba desde la Sierra Maestra y los atentados terroristas en las ciudades y pueblos mataban y herían  indiscriminadamente a cualquier persona independientemente de las ideas, las simpatías y  el actuar de esas personas. ¿Se podía esperar algo bueno ?


 
 






Genocidio Castrista



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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Gastón Baquero tenía ¨en su contra¨ cuatro supuestos estigmas para la Cuba anterior a 1959: ser de raza negra, campesino (para la mayoría de los residentes de La Habana, y sobre todo para aquellos habaneros de primera generación, ser de Banes y de cualquier pueblito del interior de Cuba es ser campesino), pobre y homosexual. En lenguaje peyorativo de la época, Gastón Baquero se diría que era: ¨negro, guajiro, 'muerto de hambre' y maricón¨ , o sea, ¨la última carta de la baraja¨; sin embargo, Baquero llegó a ser Jefe de Redacción del Diario de La Marina, el más importante diario o periódico cubano de Cuba. El gran poeta y ensayista Gastón Baquero es un ejemplo de que con talento y perseverancia se salía adelante en aquella anterior República tan vilipendeada por los Castristas.

Por cierto:

¿ Cuántos Jefes de Redacción negros ha tenido: Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores o cualquier diario de provincias después del triunfo revolucionario de 1959 ?. Yo no he conocido a ninguno...
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Texto de Gastón Baquero, Diario de la Marina, 19.4.1959


Al iniciar un viaje que por muchos motivos puede denominarse de vacaciones, consideramos obligado ofrecer a los lectores amigos los otros se lo explican todo a su manera algunas consideraciones sobre la actitud de este columnista antes y después del 1º de Enero.

Veníamos en silencio, sin escribir, desde la aparición de la censura. Meses y meses previos al desenlace de una etapa histórica, nos vieron callados, y posiblemente interpretados por algunos frívolos o por algunos ciegos apasionados como indiferentes a un dolor patrio o como partícipes de la mentalidad y ejecutoria que producía esos dolores. A cada cual su juicio, su interpretación, su creencia, que sólo puede modificarla el tiempo. Es inútil razonar contra los prejuicios.

Las personas de nuestra manera de pensar nos veíamos cada día más arrojadas a un callejón sin salida. Estábamos contra el crimen y la violencia, pero no podíamos irnos con la revolución. Comprendíamos que ya la tragedia cubana avanzaba con violencia arrasadora y que no tenía nada que hacer la voz del periodista, y menos si éste pertenecía a la ideología conservadora. Se habían gastado las palabras persuasivas, los llamamientos al cese de la lucha, las apelaciones a buscar una salida incruenta. La palabra pertenecía a las armas, que no se han hecho para propiciar el entendimiento. A quienes no podíamos ni aplaudir lo que ocurría, ni dar por bueno lo que venía, no nos quedaba otra postura que la del silencio. Y al silencio fuimos.

Los tiempos cubanos, como los de casi todos los países en esta hora del mundo, se inclinaban visiblemente hacia las soluciones extremas. Muchos creían que se gestaba simplemente la caída del gobierno con su reemplazo por otro mejor, pero adscrito en definitiva a una línea jurídica, económica, social, política, dentro de una tradición inaugurada en la Carta Magna de 1940. Quienes veíamos que la nueva generación iba mucho más allá, y propugnaba una revolución y no un simple cambio de gobernantes abogábamos, por no tener fe en las revoluciones, por salidas de otro tipo, que eliminaran el gobierno malo, pero que no abrieran la terrible incógnita de una revolución social siempre más radical y profunda de lo que ¨afortunada o desdichadamente¨ Cuba puede y debe intentar en esta hora.

¿Y por qué no tenemos fe en las revoluciones? No es porque ellas produzcan trastornos, lesionen intereses, vuelquen las costumbres. No tenemos fe en ellas porque siempre se fijan tareas que requerirían la asistencia de grandes genios, la milagrosa autoridad de ángeles y santos para cambiar de la noche a la mañana la naturaleza humana. Las revoluciones quieren hacer por decreto que en un instante se precipite el progreso, y nazca el hombre nuevo y surja por encanto la ciudad soñada. Su gran paradoja consiste en que no quiere dar al tiempo lo que es del tiempo, ni al hombre lo que es del hombre, sino que intenta saltar, a pies juntillas, por encima del tiempo y del hombre para llegar de una vez a la meta teóricamente fijada. Provocan sufrimientos y conmociones que alteran a fondo y por mucho tiempo el desarrollo normal y seguro, el avance lógico y humano hacia el mejoramiento constante de las formas de vida. Quiere la perfección de la noche a la mañana y es en definitiva una noble pero trágica terquedad ideológica, soberbia intelectual, que quiere desconocer la naturaleza humana y piensa que las grandes ideas, el afán por la justicia, la sed de verdad, no han aparecido en el mundo porque a éste le han faltado revolucionarios. La historia muestra que los revolucionarios han contribuido como nadie a la aparición de nuevas ideas, de mejoramiento y de justicia, pero que los revolucionarios, cuando triunfan, ya no saben sino saltar hacia el porvenir, de un golpe, ignorando la dura materia del tiempo y la fuerte resistencia del hombre. Mientras no llegan al poder son un bien, pues traen el fermento de la inquietud y el aguijón del progreso.

(Gastón Baquero en su Exilio en Madrid)

El progreso cubano culminó, como se sabe, en la fuga del dictador, en la impotencia de la junta militar, y en el ascenso al poder de la juventud partidaria de la revolución. Los caracteres ideológicos de ésta no fueron nunca disfrazados por sus dirigentes. En el manifiesto dado por el Dr. Fidel Castro en diciembre de 1957, al desembarcar en Cuba, están contenidas todas las ideas que hoy se van convirtiendo en leyes. (Nota de Mons. Carlos M. de Céspedes: el desembarco del Granma tuvo lugar el 2 de diciembre de 1956, no de 1957; a qué manifiesto se está refiriendo Gastón, ¿no será acaso a La Historia me absolverá, manifiesto pronunciado por el Dr. Fidel Castro en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada y al Cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en 1953?). Si algún capitalista se engañó, fue porque quiso; si algún propietario pensó que todo terminaría al caer el régimen, pensó mal, porque claramente se le dijo por el Dr. Castro que todo comenzaría al caer el régimen; y si alguna persona alérgica a las grandes conmociones económicas y sociales siguió y ayudó al Movimiento, creyendo que éste venía solamente a tumbar a Batista, pero no a cambiar costumbres muy arraigadas en la organización económica y social, se equivocaron totalmente o no leyó con atención aquel manifiesto. El Dr. Castro no ha engañado a nadie, aunque mucha gente conservadora y enemiga de las convulsiones le siguieron sin preguntarse detenidamente hacia donde la llevaban.

Y como este columnista no fue ni es partidario de las revoluciones, ni de las transformaciones violentas de la estructura social (lo que no quiere decir que permanezca indiferente ante los males y renuncie a la superación de estos por medios que le parecen menos dañinos y más duraderos), no creyó nunca que se debió abandonar los esfuerzos para poner fin pacífico y no revolucionario a los horrores que Cuba padecía. Por supuesto que esta idea no sólo fue derrotada por los hechos lo que es mortal para una idea sino que se prestó y se presta a las interpretaciones más agresivas y mortificantes sobre el origen de la actitud.

Al triunfar la revolución no faltaron los atolondrados que seguían creyendo que por haber sido más o menos antibatistianos eran ya suficientemente revolucionarios. No veían que el 1º de enero, volado ya el posible puente de una junta militar delicia de los que querían dinamitar la casa, pero sin derribar las paredes ni el techo, Cuba entraba a vivir una etapa histórica absolutamente distinta. Esta etapa iba a requerir una nueva mentalidad en las clases, en los ciudadanos, en el Estado, en las costumbres, pero muy pocos lo sospechaban.

Al principio, todo fue júbilo. La caída de una dictadura que cometió tan terribles errores y realizó tantos horrores, fue ocasión justificada para el desbordamiento oceánico de alegría pura y sincera, sin diferencia de clases ni de individuos. Todos eran felices porque había caído la tiranía; pero muchos no sospechaban siquiera que recibían entre palmas una revolución social. Ya de Batista estaban hasta la coronilla los más tenaces batistianos. El río de sangre, la inseguridad para la vida y la propiedad, la censura de prensa, el imperio del terror como norma de gobierno, habían llegado a sensibilizar hasta a los reacios al dolor ajeno. Cuba había apurado el límite de la resistencia física y de la resistencia moral. De todos sus sufrimientos parecía librarse, en jubilosa catarsis, cuando ofrecía enardecida a los revolucionarios victoriosos el laurel de la gratitud y el aplauso de la admiración. Y como en 1902, como en 1933, como en 1944, el pueblo cubano se dispuso a iniciar de nuevo el camino hacia la honradez administrativa, la libertad ciudadana, el respeto a los derechos, la desaparición de los privilegios, y la vida reglada por la paz, la cultura y el progreso.

¿Cuál era la actitud correcta de quienes no creímos en la revolución y no hicimos por ella nada, aunque tampoco hicimos, en conciencia, nada contra ella? A nuestro juicio, lo decoroso, lo justo, era el silencio. Fácil nos hubiera sido, de quererlo, y pese al riesgo de esa burla, presentarnos en pose demagógica, arrojando flores al paso de los vencedores. ¿No es esto lo usual?¿ No hemos presenciado el desfile ignominioso de los incorporados, de los revolucionarios del 2 de Enero, de los radicales que no tienen mucho que perder y de los conservadores y hasta reaccionarios disfrazados de dantones? Quienes comprendimos que el 1º de Enero se iniciaba en Cuba una etapa de gran conmoción social, de renovación que iba mucho más allá de lo imaginado por tantos y tantos que confunden revolución con antibatistismo y sentíamos que esas nuevas ideas triunfantes no eran las nuestras, no podíamos hacer otra cosa que callarnos y dejar que la revolución misma se abriese paso entre las clases sociales, perfilando su real fisonomía y declarando paladinamente a quienes aún vivían engañados cuáles eran sus verdaderas proyecciones.

Ahora nos encontramos en el ápice del despertar. Aquella señora que compró sus bonitos del 26, no soñó que la revolución le iba a rebajar el 50% de sus rentas por alquileres; aquel industrial que por ideología o por miedo abrió sus arcas, creyó que tenía adquiridos títulos revolucionarios y subsiguiente influencia; aquel sacerdote que hizo de su sotana un manto de piedad para salvar vidas de jóvenes acosados y de su Iglesia un centro de conspiración, creyó que se tendría en cuenta su filosofía de la sociedad y de la vida. Cuantas ilusiones, esperanzas, elucubraciones y cálculos han fallado. Pues llegó la revolución de veras, radical, inflexible, sin compromiso ante sus ojos y anhelosa de llevar a cabo un enorme cambio, un programa descomunal de contenido económico y social, que ha venido gestándose en la mente de los cubanos revolucionarios desde los mismos años inaugurales de la República. Llegó la revolución en la que no tienen cabida el perdón de los errores, el pensamiento conservador, la doctrina tradicionalista ni el conformismo acomodaticio que, es cierto, ha frustrado tantas esperanzas del cubano.

Al chocar frente a frente con la realidad, muchos se han asustado. No sabían que una revolución era así. Pues así, y más, son las revoluciones. Por eso ante ellas, quienes no tenemos vocación política y no nos inclinamos a participar en movimientos contrarrevolucionarios por mucho que la revolución nos persiga, no sabemos hacer otra cosa que ponernos al margen, dejar pasar el poderoso torrente y desear, sin el menor resentimiento, que triunfe y se consolide cuanto sea bueno para Cuba, y que se disuelva rápidamente en el vacío cuanto pueda ser un mal para esta tierra de la cual pueden incluso hasta arrojarnos, pero no pueden impedir que la amemos con la misma pasión que pueda amarla el más revolucionario de sus hijos.

Al iniciar este viaje, lector, dejamos en manos de nuestro querido Director y amigo, José Ignacio Rivero, hombre cristiano, hombre de carácter, nuestro cargo en el DIARIO DE LA MARINA, de Jefe de Redacción, que tanta honra nos deja para siempre. Comprendemos que hay momentos en los cuales pueden ser confundidas, con daño para lo que más importa que es el DIARIO, las actitudes personales, las ideas propias, con las actitudes del periódico. En medio de la pasión, del asombro de las clases, del choque ideológico inesperado, tiene por ahora poco que hacer un periodista verticalmente conservador, un derechista en tiempos de derrota para las derechas. Cabe la adaptación sinuosa, o cabe el combate. Aquella es lo innoble y éste es lo absurdo. Desde lejos hablaremos, en tanto Dios provea otra cosa si nos da venia para ello el Director y si no se oponen ciertos defensores de la libertad de pensamiento¨, de otras tierras, de otros cielos, de otros personajes. Posiblemente, con toda posibilidad, volveremos de un modo o de otro a defender aquellas ideas en las cuales creemos sobre la sociedad, la economía, las relaciones humanas, la libertad frente al comunismo esclavizador, ideas de las que nos sentimos orgullosos, por maltratadas, incomprendidas y vilipendiadas que hoy se hallen. El mundo las necesita, aunque no quiera verlo. El miedo a defender las ideas que van contra la corriente o que son estigmatizadas como nocivas, es la mayor de las cobardías. Vale más morir junto a una idea vencida, en la cual se cree todavía, que uncirse al primer carro victorioso que pasa, renunciando a tener ideas, a defender una ideología, a proclamar la visión propia y sincera que se tiene de los hombres y del mundo.
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Carta postuma de Virgilio Campaneria Ángel


La Cabaña, Cuba Abril 17 de 1961 A mis compañeros estudiantiles y al pueblo de Cuba en general:

En estos momentos me encuentro esperando la sentencia del tribunal que me juzgo. La muerte no me preocupa, porque tengo fe en Dios y los destinos de mi Patria. Mi muerte será otro paso atrás de los que creen que pueden ahogar con sangre las ansias de libertad del pueblo cubano.
No le temo, que venga la muerte; yo voy feliz porque ya veo libre a mi Patria, ya veo como suben jubilosos mis hermanos la gloriosa Colina, ya no habrá más odio entre hermanos, ya no habrá gargantas que pidan paredón. Todo será amor entre cubanos, amor de hermanos, amor de cristianos.

Pobre Cuba, cuanto has sufrido, pero la Cuba nueva surge del odio para sembrar el amor, de la injusticia para sembrar la justicia, justicia social, no demagogia engañadora de pueblo; una Cuba madura porque ya conoce todos los engaños y a los farsantes; una Cuba para los cubanos y “con todos y para el bien de todos”.

A ti, estudiante, te cabe la gloria de liberar a la Patria y de levantar esa Cuba nueva.
¡VIVA CRISTO REY!
¡VIVA CUBA LIBRE!
¡VIVA EL DIRECTORIO REVOLUCIONARIO ESTUDIANTIL!

Firma: Virgilio Campaneria Ángel
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ÚLTIMA CARTA DE ALBERTO TAPIA RUANO

Queridos viejos:
Acabo de recibir hace unos momentos la ratificación de la Pena de Muerte y es por eso, ahora que estoy en el final, que les escribo estas líneas. No me creerán pero puedo asegurarles que nunca he tenido tanta tranquilidad espiritual como en ese momento: me siento con sinceridad muy contento presintiendo que dentro de poco estaré con Dios , esperando y rezando por Uds.
Hoy en el juicio vi a mis hermanos y padrinos llorando Y eso por que? No y mil veces No. Se que lo de hoy es doloroso para Uds., pero quiero que se sobrepongan y piensen que Dios en su infinita bondad me ha dado esta gracia de ponerme a bien con El, y todos deben de agradecérselo.
Adiós viejucos, tengan mucha fe en la Vida Eterna que yo intercederé por todos Uds.

! VIVA CRISTO REY !

Besos y abrazos, no lágrimas, a todos.
Adiós hermanos, padrinos y familia

FE EN DIOS.

Alberto


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Tomado de http://www.hermanos.org

Carta del 20 de abril de 1961 de Rogelio González Corzo a sus padres, escrita minutos antes de ser fusilado por el régimen de Castro.


20 de abril de 1961

Queridos padres y hermanos:

Sé lo que representa para ustedes el momento en que reciban la noticia de mi muerte encontrándose ustedes lejos de donde yo estoy. Quiero decirles que esto fue siempre lo que yo le pedí a Dios. Creo que hubiera sido para ustedes un sufrimiento mayor moral y quizás físico si hubieran estado aquí y hubieran tenido que pasar por todo este tiempo que entre mi prisión y mi muerte duró 32 días.

No tienen en ningún momento que abochornarse de mi prisión y fusilamiento, al contrario, espero que estén orgullosos de su hijo y que sepan adoptar una postura correcta en el momento en que Dios y la Patria pedían el sacrificio de su hijo. Quiero que sepan que era la única postura que podía tener en situaciones como la que está atravesando la patria en estos momentos.

Esto lo estoy escribiendo a las 2 a.m. del día 20 de abril. Estoy en una celda que le dicen capilla, ya que mi muerte es cuestión de minutos. Quiero que de esta manera sepan ustedes que mi último pensamiento en la tierra fue para ustedes y mis queridos hermanos.

Padres, hermanos, sólo tengo una terrible preocupación, pero confío que siendo mi última voluntad esta preocupación deje de serlo y se convierta en una gran alegría, ella es la vida espiritual, la vida religiosa de ustedes. Saben que siempre mi preocupación fue la Religión Católica y tratar de hacer la voluntad de Dios; en estos momentos estoy seguro que la estoy cumpliendo y quiero que esta muerte mía, de la cual deben de estar orgullosos, sirva para que ustedes papá y mamá, me hagan la promesa de ir a misa todos los domingos y de confesar y comulgar los dos y después hacerlo regularmente.

Que mis hermanos Manolito e Isidro hagan ejercicios espirituales, anualmente, que se confiesen y comulguen mensualmente y vayan a misa todos los domingos. Traten de ser buenos esposos con esas dos joyas que tienen, Laurita y Fifí, a las cuales también les pido mejoren su vida espiritual. Para mi sobrín Carlos Manuel que le digan lo mucho que su tío lo quería, que murió para que tuviera una Cuba digna y católica y por favor que vaya a un colegio católico. Recuerden que es más importante salvarse que saber inglés. A mi ahijado y mis dos sobrinas muchos besos. Que vayan a colegio católico y que sean buenos hijos todos.

En estos momentos en que la muerte toca a la puerta sabrán, padres y hermanos, que estoy con gran tranquilidad, lo mismo que todos mis compañeros, ya que ello me abre las puertas del cielo y de la dicha eterna. Además, me lleva al lado de abuelito y de mis abuelos donde, si Dios quiere, los espero a todos.

Recuerden, no lamenten, esto es lo mejor. Recuerden que los espero en el cielo, que tengan fortaleza como yo la tengo en estos momentos y que me voy con una sola preocupación de su vida espiritual. Por favor, no la abandonen, que en ningún momento mi problema vaya a afectar al catolicismo de ustedes, al contrario, lo fortalezca.

Sin más, esperándolos en el cielo, queda su hijo, que nunca los olvida y los espera con los abuelos,

Rogelio

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