jueves, septiembre 24, 2020

Alfredo M. Cepero: La lucha por el control del Tribunal Supremo ha pasado a un primer plano donde Trump tiene las de ganar.

 
Tomado de http://www.lanuevanacion.com/

SE ALBOROTÓ EL GALLINERO.

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La lucha por el control del Tribunal Supremo ha  pasado a un primer plano donde Trump tiene las de ganar.

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Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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9-22-20

Cuando ya no cabían dudas de que este 2020 se convertiría en uno de los años más convulsionados en la historia americana la magistrada Ruth Bader Ginsburg decidió despedirse del mundo de los vivos a los 87 años de edad. Y la convulsión ha alcanzado niveles siderales. Porque la vacante en el Tribunal Supremo creada por su muerte ha superado en intensidad y trascendencia a la pandemia del coronavirus, el asesinato de George Foley por un policía de Minneapolis y los motines, incendios y saqueos perpetrados por los terroristas de Antifa y de Las Vidas Negras Valen.

La cuestión es que, desde 1973 en que tomó la fatídica decisión de legalizar el aborto, el Supremo se ha arrogado poderes que no le corresponden bajo la Constitución de los Estados Unidos. En vez de servir de árbitro entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, el Tribunal Supremo ha decidido legislar por su cuenta, una función reservada al Poder Legislativo.

La Ginsburg fue postulada al Tribunal Supremo en 1993 por el Presidente Bill Clinton y muy pronto se convirtió en la líder del ala izquierda de dicho tribunal, donde ejerció sus funciones durante 27 años. Quienes la conocieron afirman que, a pesar de su apariencia frágil, la Ginsburg fue una mujer de carácter que se impuso a cánceres de los pulmones, del colon y del páncreas, el primero en 1999. Las victorias sobre esta enfermedad implacable quizás le hayan creado un falso sentido de inmunidad que la indujo a continuar activa más allá del tiempo que le permitía su salud precaria.

(Ruth Bader Ginsburg )

Como era de esperar, la izquierda americana sufrió una fusión similar a la del reactor nuclear de Chernobyl en Rusia. Se enloquecieron ante la posibilidad de que Donald Trump postulara a un sustituto conservador. La  realidad es que Ruth Bader Ginsburg cometió un grave error de cálculo al no retirarse durante la presidencia de Obama para que éste postulara a su sustituto. Ginsburg no lo hizo y puede decirse que ella fue la principal culpable de esta crisis de la izquierda. Yo creo que, como tantos otros en el mundo de la política, ella pensó que Hillary Clinton ganaría las elecciones de 2016.

Por otra parte, la Ginsburg no fue ajena a la confrontación partidaria. Porque un magistrado del Supremo, que disfruta de permanencia en el cargo y que tiene entre sus principales funciones servir de árbitro entre los otros dos poderes, no debe opinar sobre asuntos de política partidista. Antes de las elecciones de 2016, la Ginsburg le dijo a The New York Times: "No puedo imaginar lo que sería este lugar….no puedo imaginar lo que sería este país con Donald Trump como nuestro presidente" Procedió entonces a calificar a Trump de "farsante" e hizo un chiste diciendo que, si eso ocurriera, se mudaría para Nueva Zelandia. Desde luego, cosas como esta no serán mencionadas por la prensa de izquierda.

Tampoco harán mención de las similitudes ideológicas de la Ginsburg y la Federación Americana de Paternidad Planificada (The Planned Parenthood Federation of America) principal promotora del aborto indiscriminado en los Estados Unidos. En  el informe anual del Año Fiscal de 2018, esta organización admitió haber dado muerte a 345,672 criaturas inocentes. Con su defensa del fallo del Supremo de "Roe vsWade" en 1973, Ruth Bader Ginsburg se hizo cómplice de esta masacre.

Por su parte, el presidente del Senado con mayoría Republicana, Mitch McConnell, decidió salirle al paso a las amenazas de la izquierda demócrata. Mostrando su calma característica declaró:"El nominado del presidente Trump para ocupar el puesto de la magistrada progresista recibirá una votación en el pleno del Senado de los Estados Unidos". Y a quienes compararon su conducta actual a la que mantuvo frente a Obama, les dijo: “En las últimas elecciones intermedias antes de la muerte del magistrado Scalia en 2016, los estadounidenses eligieron una mayoría republicana en el Senado porque nos comprometimos a controlar y equilibrar los últimos días del segundo mandato de un presidente como Obama que no podía ser reelecto. Cumplimos nuestra promesa. Este caso es diferente porque Donald Trump puede aspirar a la reelección.”

Ahora bien, los demócratas harán uso de todo tipo de argumentos para impedir el nombramiento de un magistrado conservador. Unos argumentarán que McConnell está ignorando el procedimiento llamado "filibuster" que, en realidad, fue eliminado por los demócratas en 2013. Por lo tanto, aunque no fuera reelecto, Donald Trump tiene hoy el poder de hacer una postulación de un candidato al Tribunal Supremo hasta el fin de su actual período presidencial.

Al mismo tiempo, otros dirán que hay muy poco tiempo para llevar a cabo un procedimiento tan complicado; pero la historia estará contra ellos. La  aprobación del ex magistrado John Paul Stevens demoró 19 días y la de la ex magistrada Sandra Day O’Connor 33 días. En términos más amplios, 29 veces en la historia americana se ha producido una vacante en el Tribunal Supremo en un año de elecciones presidenciales.

Los presidentes en esos momentos hicieron postulaciones en los 29 casos. George Washington lo hizo tres veces. John Adams lo hizo. Thomas Jefferson lo hizo. Abraham Lincoln lo hizo. Ulysses S. Grant lo hizo. Franklin D. Roosevelt lo hizo. Dwight Eisenhower lo hizo. Y sin dudas, Barack Obama lo hizo. Por lo tanto, ¡Váyanse con su música para otra parte!

Ahora bien, la pregunta que considero más pertinente para quienes apoyamos a Donald Trump es si Mitch McConnell tiene los votos republicanos para aprobar la postulación que le envíe el presidente. Porque en esta guerra sin cuartel no habrá un solo senador demócrata que se atreva a votar con los republicanos. Por mi parte, creo que McConnell no tiene los votos republicanos pero que debe de intentarlo de todas maneras para mantener a la defensiva a los demócratas.

Los principales obstáculos para McConnell en el ámbito republicano son la siempre traidora senadora por Alaska, Lisa Murkowski, la indecisa Susan Collins y el resentido Mitt Romney. Aún perdiendo esos tres votos McConnell podría salir exitoso con el voto de desempate del vicepresidente Mike Pence. Pero si concluye que podría perder un cuarto voto creo que debe de retirar la postulación.

Algo que debemos tener en cuenta es la intensidad del ataque y lo que está en juego en esta contienda presidencial. La izquierda demócrata sabe que otros cuatro años de Trump erradicarían todas las políticas de izquierda puestas en marcha por Barack Obama. Por eso estoy seguro de que, si se ensañaron en sus ataques e interrogatorios contra Brett Kavanaugh, serán aún más agresivos contra el futuro postulado por Donald Trump. De ahí que el presidente tiene que asegurarse de que ese candidato tenga la fortaleza y la dialéctica para enfrentarse al odio de una izquierda fanática para la cual el fin justifica los medios por sucios e inmorales que sean.

Lo que no se puede negar es de que la muerte de la magistrada Ruth Bader Ginsburg ha aumentado la locura desenfrenada de este ciclo electoral. La buena noticia para quienes apoyamos a Trump es que el coronavirus, que dominó los ciclos de noticias durante todo el verano, desaparecerá como si nunca hubiera ocurrido. La lucha por el control del Tribunal Supremo ha  pasado a un primer plano donde Trump tiene las de ganar. Y no hay nada más temido por la izquierda que un Tribunal Supremo con mayoría conservadora. Por eso se ha alborotado el gallinero de la gallina desplumada Nancy Pelosi y sus gallinitas pendencieras Alexandria Ocasio-Cortez y sus seguidoras de la escuadra fanática. De pronto le crecieron las garras al lobo y las gallinitas no pueden salir de la jaula.

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