martes, septiembre 21, 2021

Roberto Álvarez Quiñones: ¿Por qué suprimir el comercio privado de fármacos en Cuba será otro crimen castrista?. La “Droguería Sarrá” no solo llegó a ser la droguería más grande de Cuba y de Latinoamérica, sino incluso la segunda del mundo tras la norteamericana “Johnson”.

 Tomado de https://diariodecuba.com/

¿Por qué suprimir el comercio privado de fármacos en Cuba será otro crimen castrista?

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Los 'acaparadores', 'revendedores', 'coleros' y un enorme mercado subterráneo son hijos legítimos de toda tiranía marxista-leninista. Son el efecto, no la causa de la escasez.

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Por Roberto Álvarez Quiñones

Los Ángeles

20 Sep 2021

¿Cuántos cubanos morirían habiendo podido salvarse? ¿Cuántos se agravarían de sus enfermedades y padecimientos crónicos? ¿Cuántos sufrirían si no fuera por los comerciantes privados que los abastecen de medicamentos?

Porque eso es lo que son —comerciantes privados furtivos— los llamados "revendedores" y "acaparadores" de medicamentos que, en Cuba, están siendo encarcelados. Son hostigados y vilipendiados pese a que constituyen, de hecho, una red farmacéutica privada que cubre el vacío causado por el estatismo comunista.

Y es que: ¿acaso había en Cuba "acaparadores" y "revendedores" de medicamentos antes de 1959? ¿Los hay hoy en Chile, Costa Rica, Japón, Francia, Nigeria, Marruecos o Australia?

¿Es el Estado de algún país normal el propietario de todas las farmacias, clínicas y hospitales, sin que además tenga dinero para producir ni importar medicamentos?

Esas preguntas deben responderlas los jerarcas y la prensa oficial castristas que culpan a los revendedores por la escasez de fármacos en el país, agudizada por la expansión ya devastadora del Covid-19.

En Cienfuegos, el periódico oficial 5 de Septiembre arremetió hace unos días contra los 31 "acaparadores" y "revendedores" condenados a prisión por los tribunales, acusados de "actividad económica ilícita" y "tenencia de drogas" (las medicinas), a quienes les ocuparon 20 tiras con cápsulas de Azitromicina y 29 bulbos de Rocephin (antibióticos antibacterianos) y otros 45 medicamentos e insumos.

Dirigentes y sus familiares, medicinas y hospitales exclusivos

La nota periodística explicó que la mayor cantidad de medicinas incautadas había sido importada legalmente, libre de impuestos aduaneros, por cubanos que regresaron del extranjero, a los que se acusó de "ambición y oportunismo". La parte restante, precisó la nota, provenía de hospitales debido a las "fisuras en nuestras instituciones de Salud que permiten el escape de medicamentos".

Traducido del lenguaje castrista, se advierten dos cosas: 1) la mayoría de las medicinas que hay ahora en el mercado negro y que la gente por suerte puede conseguir son las que llevan cubanos que regresan; y 2) las restantes son las que se roban los trabajadores del sistema de Salud Pública.

Los primeros, los viajeros, tras satisfacer las necesidades de medicamentos de sus familiares, venden el resto clandestinamente a los precios que impone ley de la oferta y demanda, pues así funciona el comercio en el mundo desde los tiempos de Babilonia, hace miles de años.

Por su lado, quienes los sustraen de farmacias y hospitales lo hacen sin ningún remordimiento. Ven cómo los dirigentes políticos y sus familias roban antes que ellos y por eso no les falta ninguna medicina, por costosa que sea. Ven cómo esos oligarcas, parientes y amigotes reciben un tratamiento médico exquisito, en hospitales exclusivos para ellos, como el CIMEQ de La Habana, equipado con todo, con fuerte custodia militar y al cual la prensa tiene prohibido el acceso. Todo pagado con el dinero que se le roba al pueblo.

El robo al Estado es indispensable en un régimen comunista

Para decirlo claro, robarle a un Estado comunista no es delito, sino indispensable para evitar hambre y enfermedades. Los "acaparadores", "revendedores", "coleros" y un enorme mercado subterráneo, son hijos legítimos de toda tiranía marxista-leninista. Son el efecto, no la causa de la escasez.

Recordemos que, en Cuba, quienes adiestraron a la gente en el "trapicheo" comercial clandestino fueron los técnicos soviéticos que vivían en la Isla, pues ellos lo hacían en la URSS. Los cubanos, con mucha más escasez, necesitan de un mercado negro que los alimente, vista, calce, los transporte y los abastezca de medicinas.

Es como una ley física. Intentar mantener agua en las manos juntando ambas palmas es tan tonto como pretender que una economía pueda funcionar sin propiedad privada. El modelo estatista no funciona, "ni a nosotros", como confesó Fidel Castro a un periodista de EEUU en 2010.

Lo mismo le dijo 2.360 años antes Aristóteles al iluso Platón. La propiedad privada —le dijo el discípulo a su maestro— es superior porque "la diversidad humana es más productiva", y porque "los bienes, cuando son comunes, reciben menor cuidado que cuando son propios".

Dicho en criollo, "el ojo del amo engorda el caballo". El cataclismo económico-social sufrido en Cuba se debe a que fue suprimido “el ojo del amo”, la propiedad privada.

La dictadura quiere acabar con comercio privado de medicinas

El colmo es que con el azote del virus chino en la Isla, la dictadura no solo no ha permitido siquiera excepcionalmente el comercio privado de medicamentos, sino que ha decidido arrasarlo usando nuevas tecnologías de hackeo de chats y la intervención ilegal y descarada en grupos de WhatsApp y de Telegram. Mediante esos grupos, la población obtiene medicamentos de redes organizadas por cubanos en EEUU y España, que agrupan fármacos y los envían con particulares a Cuba.

El Noticiero de la TV castrista mostró recientemente varios chats y mensajes de audio privados evidentemente "hackeados" ilegalmente por el MININT. Los televidentes escucharon asombrados a personas enfermas o sus familiares, pidiendo antibióticos como Rosephin, Azitromicina, Amoxicilina, Ciprofoxacina, Cefalexina, y analgésicos y reducidores de fiebre, como Dipirona y Paracetamol. Esos medicamentos no los hay en las farmacias, o cuando "llegan" son tan poquitos que se acaban enseguida. Tampoco los hay en los hospitales.

Un oficial del Ministerio del Interior (MININT) dijo en ese noticiero televisivo que los revendedores de medicamentos "ocultan su número de teléfono y dan un nombre falso para que no se localice la procedencia del medicamento".

Por supuesto, los precios de esas medicinas se fijan según la ley de la oferta y la demanda, obviamente altos. ¿Cómo bajar esos precios? Únicamente con mucha oferta, o sea, con farmacias privadas, en las que haya todo tipo de medicamentos.

¿Habría más fármacos si el MININT acaba con comercio privado?

La pregunta clave aquí es: si el régimen lograse acabar con el comercio privado de medicamentos, ¿habría más cantidad en farmacias y hospitales? Por supuesto que no.

La presidenta del monopolio estatal BioCubaFarma, Tania Urquiza, reveló hace unos días: "en 2021 se nos han ido acabando los suministros y materias primas y el promedio de faltas mensuales ha sido de 120 medicamentos". Si Urquiza admite que son 120, la cifra real debe ser el doble o el triple. Mientras tanto, Rita García, burócrata de ese monopolio, informó tranquilamente que de Azitromicina, antibiótico fundamental en el tratamiento del Covid-19, "lo que se está produciendo actualmente no alcanza para llevar a la red de farmacias".

En fin, en las farmacias cubanas no hay prácticamente nada. Los hipertensos, cardíacos o diabéticos están meses sin sus medicinas. Tampoco hay psicofármacos en un país donde la depresión y el estrés son alarmantes. El 85% de los medicamentos tiene que ser importado y no hay divisas para ello.

Como la mayoría de los contagiados con el virus chino permanecen en sus casas, o son enviados a terribles centros de aislamiento, muchísimos cubanos más morirían de Covid-19 sin los medicamentos indispensables que hoy consiguen "por la izquierda".

Con solo reducir el comercio privado de medicamentos, morirán muchos cubanos

Ahora, si bien es verdad que mediante el hackeo de chats de abastecedores de medicamentos la dictadura no podrá acabar totalmente con las sui generis microfarmacias privadas —nunca lo lograría—, sí puede que reduzca su tamaño.

Solo esa reducción será otro crimen de lesa humanidad que irá al expediente de Raúl Castro y su asistente Miguel Díaz-Canel, como causantes de más muertes, dolor y sufrimientos del pueblo cubano.

Lo que tienen que hacer esos dos vividores misántropos es restaurar, ya, la propiedad privada. Si en Cuba las farmacias no fuesen estatales y hubiese laboratorios y plantas privadas de balones de oxígeno, insumos y equipos médicos, no habría escasez de medicinas, ni cubanos asfixiados por el Covid-19 hasta finalmente dejar de respirar, como trágicamente ocurre hoy en todo el país.

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DROGUERIA SARRÁ

Publicado por Derubín Jácome4 de marzo de 2016

Los catalanes José Sarrá y su tío Valentín Catalá, boticarios, llegaron a Cuba a mediados del siglo XIX para hacer carrera y probar fortuna en los negocios. Pero lograron mucho más, porque los Sarrá conquistaron La Habana y aunque en 1885 existían más de 65 farmacias que vendían tanto patentes nacionales como extranjeras, poco después, la fundada por ellos será la más importante.

Estos catalanes crean la “Sociedad Catalá, Sarrá y Co.”, y fundan en 1853, en una pequeña casa de la calle de Teniente Rey, la farmacia “La Reunión”, con la estrategia de proveer no solo productos farmacéuticos de alta calidad, sino hacerlo a precios razonables. Para ello invierten 50.000 pesos en la fundación de esta farmacia y droguería, en La Habana Vieja, junto a un pozo de agua pura, que resultaba idónea para la elaboración de sus medicamentos.

El establecimiento, orientado a la venta al por mayor, se llamó “La Reunión” ya que unificaba las farmacias tradicional y homeopática. La primera quedaría a cargo de José y la segunda por su tío, quien también asumiría la contabilidad. Montaron un laboratorio que poco tiempo después ya surtía de ungüentos, sales, jarabes, extractos y otros productos a farmacéuticos y hospitales de toda Cuba.

En 1858 se incorpora a la empresa otro familiar, el también científico y negociante José Sarrá y Valldejulí, sobrino del cofundador. Siete años después, Valentín les venderá su parte para establecerse por su cuenta en Barcelona. La antigua Sociedad es disuelta y se constituye la “Sarrá y Co.”

Sarrá Valldejulí, el nuevo socio, realizaría grandes cambios en la empresa, comprando algunas propiedades en la manzana donde se encontraba la farmacia y mejorando la botica, a la que le agregó oficinas, almacén y un laboratorio aún mayor, adquiriendo nuevos equipos, como una máquina de vapor para hacer pulverizaciones o presas para extraer aceite de ricino. Sacaría al mercado nuevos productos propios de gran éxito, como la “Magnesia Sarrá”. También destaca la formación de más de cien farmacéuticos en estos laboratorios.

Fue tal la importancia de esta droguería, que en el año 1881 su Majestad Alfonso XII de España le concedió al Dr. José Sarrá el título honorífico de “Farmacéutico y Droguero de la Real Casa” y otorgándole el uso del Escudo de Armas Reales en las muestras, facturas y etiquetas de sus productos. Para 1883 se instalará la Droguería y Farmacia “La Reunión” en su edificio de Teniente Rey y Compostela.

(José Sarrá, fundador de la que fue muy relevante drogueria o farmaceútica Sarrá, Junto a su esposa Celia Hernández Buchó y su hijos, María Teresa, Celia y Ernesto José)

En el nuevo edificio, la importancia del negocio crecerá en proporción a su amplitud, manteniendo el primer lugar entre las de su clase. En 1898 muere su dueño fundador y la dirección de la casa pasa a ser propiedad de la firma “Viuda de José Sarrá e Hijo”, conformada por la señora Doña Celia Hernández y Buchó, viuda de Sarrá y su hijo Ernesto, que aunque solo contaba con 19 años, ya se distinguía en sus estudios de la carrera de Farmacia. En manos de ambos la casa mantuvo siempre su lugar prominente, hasta quedar finalmente como único propietario su hijo.

Es precisamente esta tercera generación de propietarios, con Ernesto Sarrá Hernández a la cabeza, la que en las primeras décadas del siglo XX transforma el prestigioso negocio en uno de los emporios más importantes de Cuba.

En 1912 será Ernesto quien adquiere varias casas en la esquina de Teniente Rey, Habana y Compostela, que unido a los anteriores edificios forma un conjunto de 18 nuevos inmuebles con una superficie de 13,000 m2. El prestigioso negocio se transforma en uno de los emporios más importantes de Cuba, con 46 edificios, 600 empleados y más de 500 productos, llegando a ocupar más de 45 edificios con 40,000 metros cuadrados de área.

Para tener una idea del crecimiento del negocio, se adquieren las casas de la calle Compostela nº 87, 89, 91, 93, 95, 97, 99, 101, 103 y 105; en Teniente Rey la nº 35, 39, 52, 54, 56, 58 y 60 y en la calle Habana las nº 126, 128, 130, 132, 134 y 136. Ocupando casi completamente los tres frentes de una manzana, lo que le permitía tener 33 vidrieras de exposición hacia la calle. En la calle Buenos Aires nº 21 se encontraban los garajes para guardar los camiones que hacían el servicio de la casa.

La Droguería llegó a ser más que una farmacia y un laboratorio de especialidades farmacéutica, biológicas y opoterápicas, sino también una Tienda por departamentos, una fábrica de jabón, de perfumes, insecticidas y desinfectantes, locería, cristalería, juguetería y un almacén de suministros para lecherías de materias primas para dulcerías y panaderías.

También introdujo técnicas de marketing moderno, como regalar perfumes e invitar a merendar a los mejores compradores en la tienda de la droguería, sección “Atracciones Sarrá”. La “Droguería Sarrá” no solo llegó a ser la droguería más grande de Cuba y de Latinoamérica, sino incluso la segunda del mundo tras la norteamericana “Johnson”.

Por su excelencia y méritos alcanzados, en 1934 el “Congreso de la República de Cuba” le concede a la “Droguería Sarrá” el uso del Escudo de la República para que apareciera también en las muestras, facturas y etiquetas. En la Universidad de la Habana y la Universidad de Villanueva se establece el “Premio Sarrá”, que se otorgaba anualmente a los mejores estudiantes de farmacia.

El imperio Sarrá tuvo un largo siglo de vida en Cuba y además del prestigio alcanzado en sus negocios, como evidencia del esplendor alcanzado por esta familia, puedo citarles las residencias de dos miembros de esta familia:

La de su fundador, ocupada actualmente por el Ministerio de Cultura, es la espectacular mansión enclavada en la calle 2 esquina a 13 en el Vedado y la de una de sus hermanas es el llamado “Palacete Velasco Sarrá”, erigido en 1912 en el destacado emplazamiento de La Habana Vieja, que actualmente ocupa la sede de la “Embajada de España” en Cuba, que recibe el edificio en 1984, después de muchos años de abandono tras su expropiación a la familia a comienzos de la década del 60.

En 1999, un grupo de nietos y de bisnietos del Dr. Ernesto José Sarrá establecieron en el Estado de la Florida la corporación “Sarra Natural Products”, para ofrecerle al público la misma calidad, confianza y excelencia que prestigia el nombre Sarrá. Los Productos Naturales Sarrá se venden en farmacias y droguerías en la Florida, New York y New Jersey.

El edificio principal de la “Droguería Sarrá” está considerado como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Actualmente es Museo de Farmacia.
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Tomado de https://www.elnuevoherald.com/

Cuba antes de 1959: prosperidad y frustraciones de una república

Por Jaime Suchlicki
19 de diciembre de 2008
(fragmento)

Para 1959, los indicadores económicos apuntaban a una economía moderna en pleno desarrollo. El per cápita de los cubanos era de $431 similar al de España e Italia. Cuba tenía una de las tasas de mortalidad infantil más baja del mundo (37 por cada 1,000); un alfabetismo del 80 por ciento, tercero en América Latina, después de Argentina y Costa Rica; y el tercer número más alto mundialmente per capita de médicos y dentistas. Cuba tenia más de 40 laboratorios farmacéuticos que producían el 50 por ciento de las medicinas que se consumían en la isla. En 1959 Cuba era el tercer país en América Latina en número de radios y televisores.
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Tomado de http://scielo.sld.cu/pdf/far/v50n1/far16116.pdf

(publicado en Revista Cubana de Farmacia. 2016;50(1) )

Preparaciones farmacéuticas de los siglos XIX y XX en la región oriental de Cuba

Por Clara Aurora Zúñiga Moro
Universidad de Oriente Santiago de Cuba.
 Cuba.

(Fragmento, página 8)
Ya en la segunda mitad del siglo XX, con el incremento en el país de laboratorios de firmas nacionales y extranjeras y la avalancha de productos farmacéuticos en el mercado, se impusieron medidas restrictivas en este sentido. En la XLI Asamblea Médica Nacional celebrada en La Habana, los días 12 y 13 de enero de 1957, se acordó recomendar a la clase médica que en toda oportunidad en que se realizara propaganda de algunas especialidades farmacéuticas se debía solicitar la identificación para corroborar que el producto estuviera elaborado por una industria aprobada por el Consejo de Medicamentos, Alimentos y Cosméticos del Colegio Médico Nacional. En 1959 se produce la primera edición de la Guía Farmacoterapéutica cubana, con amplia información en relación con las especialidades medicamentosas que se elaboraban, distribuían o envasaban en las industrias nacionales y extranjeras que habían recibido el Certificado de Industria Aprobada del Consejo de Medicamentos. Los laboratorios que recibían este certificado eran sometidos a la inspección y vigilancia de ese consejo y sus productos eran analizados periódicamente en el Laboratorio de Investigaciones Científicas de esa institución. Aparecían con esta categoría unos 70 laboratorios, la gran mayoría de ellos representantes de firmas internacionales como los laboratorios Selles S.A., Linner, Hoffman La Roche y otras firmas de sociedades nacionales como Labrapia de Cuba S.A., Instituto biológico cubano y Laboratorios Planas de la Cuba industrial farmacéutica S.A. (31)

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