EL CORONEL NO TIENE A DÓNDE IR
El coronel no tiene a dónde ir
Por Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - El vecino de enfrente, un viejo coronel retirado, es un hombre tranquilo, de familia. Vive en la planta baja de una casa de dos pisos, cómoda, moderna, en el poblado habanero de Santa Fe. Se acuesta temprano y se levanta antes del amanecer. Nunca lo veo salir con las hijas y mucho menos con los nietos.
Sin embargo, con alguna frecuencia ha salido al portal elegantemente vestido: pulóver extranjero, zapatos extranjeros y un buen reloj en la muñeca izquierda. Además, bien peinado y afeitado.
A veces me quedaba mirándolo, y me preguntaba, intrigada, a dónde iría el viejo coronel retirado un día laboral y tan temprano.
Se sentaba en un sillón del portal, luego daba vueltas al pequeño jardín. Abría la verja, se asomaba, miraba a ambos lados de la acera, cerraba la verja, se dirigía al garaje donde guarda su viejo Moskovich rojo, de la era soviética. Abría la puerta del chofer, entraba, se sentaba, salía, cerraba la puerta del auto y regresaba al jardín.
Yo no entendía. Por último, el coronel entraba en su casa y al poco rato lo veía de nuevo sentado en el mismo sillón del portal, pero con ropas menos elegantes.
Una tarde decidí hablar de este asunto con el mensajero del centro comercial, que también le lleva los mandados al coronel. El muchacho dibujó una sonrisa algo burlona y me dijo:
-Es que el coronel ya no tiene gasolina. Además, el carro está roto desde hace tiempo y dicen que no tiene arreglo. Se hace la idea de que como antes, puede salir de la casa en su carro.
Sentí pena. Como quiera que sea se trata de un anciano al que le queda poco por vivir. Un hombre tranquilo, de familia, que ya no se mete con nadie. Si alguna vez lo he visto reír, como ríen los militares, sin mucho aspaviento, no creo que sea porque se siente culpable. Sabe que la culpa está bien repartida entre todos.
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