lunes, mayo 23, 2022

Jorge Luis González Suárez desde Cuba: De Lydia Cabrera han borrado hasta el lugar donde vivió. Carta de Gastón Baquero a Lydia Cabrera

 
Nota del Bloguista de Baracutey Cubano para mostrar que cuando se es patriota  la Patria se lleva, al decir de José Martí, a cuesta; y que nos acompaña hasta el final de  nuestros días en este peregrinar hacia la Casa del Padre.

Tomado de https://digitalcommons.usf.edu/c

Para llegar a Lydia Cabrera

Conversación con Isabel Castellanos: las ceremonias del adios entre Lydia Cabrera y María Teresa de Rojas

Por Madeline Cámara 

3-30-2015

(Fragmento)

 Cámara: ¿Entonces fue corto ese periodo de la enfermedad final?

 Castellanos: Fue corto, yo diría que una semana, fue muy corto su sufrimiento. Yo estaba la noche en que ella murió en FIU, tenía una clase pero la había visto mal, yo había llamado a sus amistades más allegadas y les había dicho: Yo creo que esto es el final. Ella estuvo lúcida hasta el último momento, les dije: si ustedes quieren ver a Lydia, creo que ustedes tienen que venir y verla y efectivamente, mi tía me llamó antes de empezar mi clase, ella me dijo: Ven, no des la clase, ven para acá. Yo había llamado a Merceditas Muriedas, su secretaria; ella está aquí en Miami, va a cumplir 90 años en estos días, en mayo. Ella vino y vino Raquel La Villa. Raquel se fue a su casa a traerle una almohada y Lidia murió en el tránsito de ella irse, vino también Pepe de Armas. Esa noche ella se fue como apagando poquito a poco y dejando de hablar. Muy tranquila muy serena, nada de angustia al contrario con una sonrisa, muy tranquila

Muy serenita que estaba Lidia y, de momento me dijo... La Habana.

 Cámara: ¿Qué dijo?

 Castellanos: La Habana, muy bajito. La Habana, y yo le dije ¿qué cosa Lydia? La Habana. Le dije: ¿Usted está en La Habana? Y me dijo, sí, eso es lo último que dijo, ya de ahí duró un ratico y simplemente dejó de existir. Fue una cosa muy tranquila, muy serena. No sufrió absolutamente nada. Luego vinieron de la funeraria, ella había pedido que la cremaran.

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Dulce María  Loynaz habla  sobre La Habana:

"El que no la vio, no podra nunca imaginar lo que era La Habana en aquel momento: una pequeña Viena, un Paris en miniatura, un extracto de Buenos Aires, sin la sosera ni tanta calle ancha y descolorida.
Porque La Habana era todo eso, color, esplendor, refinamiento..."
"El Vedado era una esencia, un espiritu, un ser fundido en nuestro ser, que cuando lo perdimos. no fue sin sentir que ya dejabamos de ser un poco nosotros mismos, y aun prescindiendo de estas finuras de la sensibilidad... Como olvidar aquel trasunto de marmoles y jardines, de arboles umbrosos y verjas de hierro calado en filigranas! Y luego aquel olor a albahaca y a romero que era su olor y nunca mas he vuelto a percibir.
Mientras escribo me doy cuenta de que estoy escribiendo en el vacio. Como hacer creer a los que vendrian luego que aquel Vedado era un lujo que podia permitirse una ciudad y con la ciudad un pequeño pais donde no existian exodos en masa, ni asaltos a embajadas, ni gente perseguida ni persiguidores,,,!"
"Ya no existe El Vedado, como no existe Pompeya ni Palmira. Como no existe Macchu Picchu. Pero estas al menos debieron su destruccion al rodar de los siglos o a las tremendas fuerzas de la Naturaleza, aun imponentes y grandiosas en su potencia de aniquilamiento. La misma Cartago fue arrasada por los hombres que peleaban su guerra, extranjeros en ella.
En cambio, nuestro Vedado fue enterrado vivo por la estulticia y la avaricia de hombres nacidos bajo su mismo cielo."
 -PARRAFOS TOMADOS DEL LIBRO FE DE VIDA DE DULCE MARIA LOYNAZ.
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Tomado de https://www.cubanet.org

De Lydia Cabrera han borrado hasta el lugar donde vivió

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La Quinta San José fue arrasada hasta los cimientos en 1962, pocos meses después de que Lydia Cabrera se exiliara, para edificar allí el Centro Deportivo “Jesús Menéndez”

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Por Jorge Luis González Suárez

20 mayo, 2022

LA HABANA, Cuba. — El 20 de mayo es una fecha con doble significación para Cuba: el surgimiento de la República en 1902 y, tres años antes, en 1899, el nacimiento de una figura trascendental de la antropología y la etnología cubana, Lydia Cabrera.

Por los mismos motivos políticos que la República es denostada por el castrismo, Lydia Cabrera es prácticamente ignorada.

Ser hija de un prestigioso abogado y autor de varios libros, Raimundo Cabrera, y cuñada del famoso intelectual Fernando Ortiz, tuvo mucho que ver en el camino escogido por Lydia.

Gran conocedora de las prácticas religiosas, los rituales y los mitos afrocubanos, de los más de quince libros que escribió, los más importantes son Cuentos negros de Cuba (1936) y El Monte (1954), que es considerado la Biblia de las religiones afrocubanas.

La obra de Lydia Cabrera, pese a su importancia para la cultura nacional, fue proscrita luego de que partiera al exilio en 1961.

Al castrismo, furibundamente ateo en sus primeras décadas, no le importaba el estudio de las religiones afrocubanas, que consideraban “un atrasado rezago del pasado”.

Durante varias décadas El Monte no volvió a ser publicado en Cuba. No fue hasta finales de la década de 1980 que se reeditó por la Editorial Letras Cubanas, sin permiso ni pago de derecho de autor. El Monte se vende ahora en 350 pesos, el equivalente a 12,50 dólares.

Lydia Cabrera murió en Miami el 19 de septiembre de 1991.

Para la cultura oficial es casi como si no hubiese existido la más importante estudiosa de los cultos sincréticos y las tradiciones afrocubanas. En un intento por borrarla y hacer que sea olvidada, destruyeron hasta su casa, la Quinta San José, ubicada en la avenida 51 entre 92 y 94, en la barriada de Pogolotti, Marianao, donde escribió El Monte y otros de sus libros.

El área de la estancia, una de las construcciones más bellas de la zona, abarcaba unos 100 metros de frente por casi 250 metros de fondo y estaba rodeada por una alta verja.

El propietario de la quinta era el padre de María Teresa de Rojas (Titina), quien fuera la compañera sentimental de Lydia Cabrera.

La Quinta San José fue arrasada hasta los cimientos en 1962, pocos meses después de que Lydia Cabrera se exiliara, para edificar allí el Centro Deportivo “Jesús Menéndez”. Solo quedaron en pie las altas palmas que rodeaban el lugar.

Hoy, las áreas para la práctica del béisbol, el fútbol y la cancha de baloncesto están bastante deterioradas. Hay una piscina que no funciona desde hace muchos años, pues la bomba de agua del llenado está rota. Además, sería imposible usar tanta agua para la piscina, pues dejaría a los habitantes de la zona sin el preciado líquido.

El edificio de dos plantas, que cuenta con salones para la enseñanza de la danza, ensayos de grupos musicales, un pequeño teatro y una cafetería, fue reparado en parte, pues el deterioro sufrido por la falta de mantenimiento, acabó con la cristalería y la carpintería.

Ni una tarja que recuerde que allí estuvo la casa de Lydia Cabrera

Hasta hace unos años, cuando llevaban turistas extranjeros a visitar el centro deportivo, les informaban de las actividades allí desarrolladas con niños y ancianos, pero sin decirles quien fue su antigua residente ni la trascendencia que tiene su obra para la cultura nacional.

Según el historiador Fernando Inclán Lavastida, Marianao se fundó en los alrededores de este lugar, en un punto que tuvo el mismo nombre de la estancia. Es posible que la Quinta San José sea el núcleo originario del territorio, y por tanto su valor patrimonial está multiplicado. Además, muy cerca de allí se halla el paraje en el cual el científico Carlos Juan Finlay hiciera las investigaciones que dieron por resultado el descubrimiento del mosquito Aedes Aegypti como trasmisor de la fiebre amarilla.

Estuve internado durante más de cinco años en el Hogar San Rafael, dirigido por la Orden Hermanos de San Juan de Dios, y me consta que la mayoría de los habitantes de la zona desconocen la historia de la Quinta San José y  quien fue Lydia Cabrera, excepto los practicantes de los cultos religiosos de origen africano que viven en la barriada

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ICONOGRAFÍA DE LYDIA CABRERA





Lydia Cabrera y Wilfredo Lam

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Tomado de http://www.penultimosdias.com




Una carta de Gastón Baquero a Lydia Cabrera

Querida, querida Lidia:

La gente que habla swahili, gente de toda cortesía, abre su saludo diciendo: ¿jambo? ¿abari gani? que es la versión elegante de nuestro decir montuno y criollo ¿quíubo, qué pasa en el timbeque? Jambo, y quíubo, y holaquetál, te digo. Y como siempre, te escribo Lidia con i, porque en español eso es pelea, lucha, batalla. La y no le pega nada a una criolla rellolla. Con la i de Martí hay bautizo suficiente.

Florencio me dice que va a dedicarte un número de su admirable periódico de arte y patria, dos cosas que siempre están vivas y con ímpetu de carga al machete, de mambisería, en Florencio. Y como a él es inútil decirle no, porque hace mucho rebanó del diccionario esa palabra, como quien se saca la nigua del dedo gordo con una agujita de hacer canebá, yo acepto con gozo el participar de alguna manera en este “asaltico” que en el día de tu santo Florencio y muchos más quieren darte. Me arrebato y entro en la trulla guajira de tu alabanza, con sombrero de guano, con zapatos de baqueta, con filipina cruda, ¡y con bandurria! para cantarte el punto guajiro como una diana por el veinte de mayo, y por tu veinte de mayo.

No me gusta la palabra “homenaje” porque casi siempre rima con paliza y con uno de esos discursos que llaman algunos cubiches “arranque tribunicio”. ¡Solavaya! Decir “vamos a darle un homenaje a Fulanito”, o algo peor, vamos a darle un “homenajito” (en mi pueblo había una maestra linda y achocolatada como un cucurucho de Baracoa, que decía homenajecito y resoponcito), es como amenazar a un niño con leerle un artículo de E. R. de L. [se refiere a Emilio Roig de Leuchsenring] en Carteles, tortura prohibida expresamente en las partidas de Alfonsito el Sabichoso.

¡Los homenajes con discurso! ¿Te acuerdas de aquel amigo, bajito, melenudo, que parecía un león con cólico nefrítico nada más trepar a la tribuna, y perdía la noción del tiempo (no sin advertir modestamente al comenzar “voy a ser breve, muy breve”), y se arrojaba en la borrachera de las palabras, y traca, traca, traca, y fuácata, fuácata, fuácata, dejaba a los comensales hechos una cutarita, despeluzados como malatobos espoloneados por gallitos-giro de Manila rociados con sangre de cotunta?

No quiero imitar esto, ni aun por escrito que puede dejarse cuando uno quiera, porque sumarse a un homenaje por letra impresa no puede ser tampoco una ocasión para sacar el pavo real que llevamos dentro a pavonearse bajo el sol. Lo que quiero decirte, Lidia con i, es que me parece muy bien que gracias esta vez a Florencio podamos dejar regrabado en letras el sentimiento de gratitud hacia ti, que junto con el de cariño, tenemos muchos de los criollos que para ser completamente tales vivimos hoy como vivieron los mejores cubanos del siglo pasado, sin patria, pero sin amo.

Por muchas que sean las repeticiones escritas de estos sentimientos guajiros, criollos de raíz, ganados por Lidia en las almas de los cubanos-cubanos, siempre serán pocas en comparación con lo que te debemos. Lo escrito queda, y puede ser perenne, hasta donde cabe aspirar a perennidad para las acciones humanas. Lo que escribamos de ti, lo escribimos e imprimimos de la cubanía perfecta. (Iba a decir, no de ti, sino sobre ti, pero me avisé a tiempo de que escribir o imprimir sobre ti sería como anunciarte que vamos a hacerte un tatuaje, ¡y a no ser que se tratase de una palma real pintada por Botticelli, no veo cuál otro tatuaje sería propio de ti!). Por mucho que digamos en alabanza de quien como tú dedicó y dedica su vida a enseñarnos a identificar y a amar las raíces, no devolvemos ni la milésima parte de lo que nos tienes dado.

Lidia: hiciste muy bien en nacer un 20 de mayo. Eres lista prenatal. Naciste en el día del nacimiento de la República, y tú y yo sabemos a cuánta maravilla sabe la palabra República, la República. Lo que eso quiere decir para los cubanos con un poquitico de raíces criollas intactas, es difícil contarlo a los extraños. Ahora andan sueltos por ahí y por aquí, y por todas partes, algunos cubanitos comemierdas que dicen no sentir la patria, ni importarles nada su destrucción y su pena. Yo creo que adoptan esa pose, no por la cursilería de hacerse los europeos o los norteamericanos, sino porque les falta el valor de amar a Cuba, de querer a la patria, y estar lejos de ella. Para no sufrir, fingen no amar, no sentir nostalgia, ni echar de menos las raíces. Han hecho de la expatriación una despatriación, para que no les duela la diáspora, porque su egoísmo, su frivolidad y su hedonismo de quincallería les exige quitarse del corazón todo lo que pueda llevarlos al santo insomnio de Cuba.

Ahora que nos acercamos a la hora del bilan, del pasar balance, tú tienes que sentirte muy serena y contenta de tu fidelidad a la cubanía, a lo criollo rellollo. Habrá nacido contigo, dirás, para quitarle importancia a tu actitud y a tus aptitudes. Pero venga de donde venga, de volición o de destino, esa encarnación que hay en ti de lo criollo profundo, es cosa que fue, es y será una bendición para Cuba y para los cubanos.

El veinte de mayo nació una nueva manera —diseñada por Martí sobre la materia prima que venía borboteando entre las venas de la isla a lo largo de tres siglos— de ser entendida y cumplida la convivencia ideal de los cubanos. Las dificultades, las desobediencia a lo dictado por los Fundadores resumidos en el Fundador de la República, los incumplimientos y deslealtades con la patria, no dañan para nada al ser auténtico de la patria. Una de las características del bien es la resignación y la paciencia con que se espera que pasen los días del mal. La República, la Idea de la República del 20 de mayo, no ha muerto, ni puede morir.

Quienes, ciegos ante la historia y ante la verdad de esa República, han creído posible borrar las fechas, anular la manera martiana y pura de la convivencia, destruir todo el edificio de la República (dicen ellos que por tener grietas aquí y allá, goteras y defectos en la cumbrera exterior del tejado), no han podido hacer otra cosa que encadenar y retrotraer a Cuba a otra manera de colonia, cien veces más atroz que la anterior. No celebran el 20 de mayo, ni el 10 de octubre, ni el 24 de febrero, ni el 7 de diciembre, porque se han quedado sin raíces y sin libertad —¡el bien de los bienes, hasta para las bestias!— y pretenden que su patria está en Moscú, y que su Céspedes es Lenin, su Martí Fidel, y su Maceo el Ché. Decían “patria o muerte”, y la gente aplaudía; aplaudía hasta que descubrió que lo que querían decir estos cabritos era “patria muerta”. Decían traer la libertad, la paz y el bienestar para todos, y lo que trajeron fue la M del marxismo-leninismo, que en el vientre trae únicamente, y siembra en cuanto se apodera de un país, las cuatro emes terribles: muerte, miseria, maltratos y mierda. Y si al horror del marxismo-leninismo le agregas a Castrico y su morralla, ¡quiquiribú mandinga!

Frente a los que intentan borrar de la conciencia de los cubanos, hállense dentro o fuera de Cuba, y sea cual sea la edad de cada uno, la noción verdadera de patria, de la cubanía, de la criolledad (noción excluyente de la esclavitud y de la crueldad, los dos pilares del comunismo), frente a esos desdichados, ¿no tenemos que sentir multiplicada por mil la gratitud ante los que como tú aman a Cuba, y traen cada día un recuerdo, una lucecita más para que no se esfume la imagen, para que no se haga en nosotros la oscuridad de oscuridades que es no amar a una patria, no sentir una raíces, no recordar la enorme dicha de haber nacido en Cuba, la gloria de ser cubano.

Lidia, te dejo. No quiero darte la lata en vez de tocar la diana del 20 de mayo, el tararí de la alegría porque te tenemos, la diana por tu nacimiento, que era todo lo que quería decirte. Nosotros los tauros estamos orgullosos de que pertenezcas a la Casa Zodiacal que fue la cuna de Shakespeare, de Mahoma, de Ortega y Gasset, del Papa Woitila, y donde se nos coló Carlos Marx, que era el menos malo de los marxistas, y que se espantaría de ver lo que han hecho con él, como se espantarían Cristo y Martí, de lo que han hecho con el cristianismo y el martianismo muchos de sus presuntos seguidores.

He dicho más de una vez que las dos máximas desgracias históricas de la humanidad son las manos en que acabó por caer el cristianismo, y las manos en que cayó el socialismo. Los latinos teatralizaron y deformaron el cristianismo, por estatizarlo como los españoles, o por politizarlo y comercializarlo como los italianos; y los eslavos secuestraron el socialismo y lo monstruizaron en el molde tradicionalmente tiránico y esclavizador de aquella gente. Ni el latino concibe la humildad, ni el eslavo concibe la libertad, salvo rarísimas excepciones: San Francisco de Asís de un lado, Fedor Dostoievski de otro, y pocos, muy pocos más en ambas filas. ¡Un desastre que abarca veinte siglos de historia!

Perdóname por citarme a mí mismo, señal de que mi mala educación empeora por días. Estoy llegando, si no he llegado ya, a esa insoportable edad en que el hombre sólo habla de sí mismo, la edad del yo-yo-yo, que es también la de la vuelta al yoyo, pues por algo dijo Chateaubriand que un viejo es dos veces niño, y por algo dice un cuasi-poeta amigo tuyo llamado Gastonet que el viejo es un orinal donde mean los elefantes de los ángeles.

Te dejo al fin, que esto va pareciéndose a un discurso del caudaloso doctor Zayas. Yo aprendí a reconocerte el tesoro de la cubanía a raíz de lo que de ti pensaba y decía Lezama. Íbamos a verte a San José, a ti y a esa Dama Cubana pura que es Titina Rojas, como quien iba a una ceremonia de rebautizo bajo una ceiba. Cierto es que ni a él ni a mí nos faltó nunca el cordón umbilical bien ceñido a la tierra nuestra, pero de tiempo en tiempo sentíamos la necesidad de empaparnos más de lo cubano, como bajo un aguacero tremendo, de los que traen enterrado en los goterones de lluvia los frutos y la vida. Y fue Lezama quien nos confirmó la fiesta innumerable que es nacer donde nacimos.

Sé, Lidia, que no hace mucho bailaron un danzón Eugenio Florit y tú. Esa estampa criolla no me la perdí, porque yo vivo en el recuerdo, respiro por la memoria. Vi y reviví esa danza de ustedes, y me sentí muy feliz. Ya vendrán otros tiempos. Quizás no estaremos corpóreamente en ellos, ni tú, ni yo, ni ninguno de cuantos hoy estamos al lado tuyo duplicando el amor al 20 de mayo. Pero de algún modo sí estaremos allí, estaremos en los tiempos del otro renacimiento de Cuba, porque nunca hemos dejado de sentirnos extranjeros dondequiera hayamos vivido y vivamos fuera de Cuba. Albert Camus lo expresó a la perfección: Étranger, qui peut savoir ce que ce mot veut dire. Y el sol nuestro de cada día, el Martí de exilios infinitos, dijo: “Ya tarde a casa vuelvo [sic]: ¿Casa dije? no hay casa en tierra extraña!” [sic]. Somos extranjeros, a mucha honra, pero a mí en particular me duele que criollas como tú no puedan celebrar en Cuba el veinte de mayo de cada año y de todos los años, sea sobre o debajo de la tierra cubana, que es lo mismo.

Iba a despedirme con saludo africano-cubano, tomado, naturalmente, de un libro tuyo, pero recordé aquello que le dijo Nicolás Guillén a Stalin: “Capitán, a quien Changó proteja y a quien resguarde Ochún”, y luego de reírme abundantemente de esta comemierdería de Guillén, dí marcha atrás, por si acaso. Me despido sin más a la criolla, de ti, guajira profunda, capaz de hablar lo mismo con Rudyard Kipling que con Tata Cuñengue: ¡hasta pronto, hasta lueguito, hasta siempre, Lidia!

Un abrazo mío para Titina. Un recuerdo grande, de gratiud, para la buena gente que te quiere y te ayuda a seguir con la luz del alma encendida para iluminación de Cuba y de los cubanos. Pienso en Josefina Inclán, en Rosario Hiriart, en tantos nombres que, a la l no puedo poner aquí ahora. Tú eres algo tan especial, que has conseguido que hasta algunos mequetrefes del sub grupo Orígenes, que no respetan nada ni a nadie, se quiten ante ti el mugriento sombrero. Te pasa un poco lo que a Martí, que hasta los comunistas tienen que pretender apropiárselo. Tú eres demasiado buena. No te dejes entrevistar ni dar la lata por ninguna cagarruta con espejuelos, como esa que te entrevistó hace poco. Cuídate como un gallo fino, por dentro y por fuera. Huye de la gente con focú, de la que hay abundancia en Miami, capital del bembeteo, donde hay tantos que no pudiendo matar a Fidel de un bombazo quieren matarlo de un bembazo.

Te quiere, y pide bendiciones para ti a la luna, a la albahaca, a las nubes, a los montes, al mar, tu amigo, guajiro de Bijarú, de Remanganangua y de los Remates, de Bayatiquirí y de Baní, de Camagüey y de Camajuaní, del Cobre y de Jatibonico, tu amigo,

Gastón

PS: Para no iniciados, enumero algunas citas del original, no demasido precisas en un hombre de la edad del que escribió la carta. En primer lugar, la alusión al poema de Eliseo Diego, “El sitio en que tan bien se está”,

    Tendrá que ver
    cómo mi padre lo decía:
    la República.

dibuja el escenario de la amistad/enemistad entre Gastón y Eliseo que tiene varios episodios abundantemente comentados.

La cita martiana, de los Versos libres (“No música tenaz, me hables del cielo…”), reza en el original:

    Si del día penoso a casa vuelvo…
    ¿Casa dije? no hay casa en tierra ajena!…
    ¡Roto vuelvo en pedazos encendidos!
    Me recojo del suelo: alzo y amaso
    Los restos de mí mismo; ávido y triste,
    Como un estatuador un Cristo roto:

La cita de Nicolás Guillén (Stalin, Capitán,/ a quien Changó proteja y a quien resguarde Ochún”) procede de su poema “Una canción a Stalin”.

[Esta carta se publica por cortesía de Cuban Heritage Collection, University of Miami Libraries. El mecanuscrito digitalizado puede consultarse aquí  .]

PD: Es posible fechar esta carta en 1982, pues el homenaje a Lydia que se menciona aquí tuvo lugar en mayo de ese año, en “Noticias de arte. Gaceta de las artes visuales, escénicas, musicales y literarias”, cuyo director era Florencio García Cisneros. La portada anuncia la colaboración de Gastón, pero ésta no aparece incluida. A parecer, llegó demasiado tarde.

PD2: La foto de Florit y Lydia Cabrera bailando un danzón  .

PD3: La referencia a Rudyard Kipling no es arbitraria: en 1935 Lydia y Titina de Rojas se encontraron con el escritor inglés en el balneario de Marieband. Aquí   y aquí  fotos de ese encuentro.

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