Vicente Morín Aguado: Democracia y soberanía bajo la espada tutelar de la Enmienda Platt. Pedro Pablo Arencibia sobre la ausencia de representación cubana en el Tratado de París y sobre dos perspectivas valorativas sobre la Enmienda Platt para Cuba
Sobre la supuesta carta inconclusa de José Martí a su amigo Manuel Mercado, a la que el Castrismo llama el Testamento político de José Martí, hay varias hipótesis; solamente expondré dos de ellas:
1) Dado que la carta fue supuestamenteb encontrada en la ropa que tenía José Martí después de ser rematado por el guía cubano Antonio Oliva, existe la hipótesis que esa carta fue fabricada por la Inteligencia española para dividir, o aumentar la división, entre los independentistas cubanos y el gobierno de los Estados Unidos. Ramón Blanco, en su momento Capitán General de Cuba, intentó posteriormente en una carta a Máximo Gómez unir a los independentistas con las fuerzas armádas de la Metrópoli en Cuba para luchar contra la inminente intervención norteamericana en 1898. Máximo Gómez tajantemente rechazó esa invitación del Capitán General.
2) Dado que el mexicano Manuel Mercado era algo así como el Jefe de Despacho del dictador mexicano Porfirio Díaz y que José Martí conocía las diferencias que existían ( o existen) entre México y los Estados Unidos (pese a que muchas de las armas con las que los mexicanos enfrentaron las tropas invasoras de Maximiliano las facilitó el gobierno de los EE.UU.) deseaba con esa carta ganar las simpatías para la causa independentista cubana y el consecuente apoyo material.del mencionado dictador, pues la inmensa mayoría de los gobiernos de las repúblicas iberoamericanas, al igual que en la Guerra de los Diez Años, hacían oidos sordos ante la causa independentista de Cuba.
No obstante, debemos tener en cuenta que José Martí era un hombre de paz y no de guerra, luego la única manera con la que se podía detener la tentación, o deseos, que tenían algunos países de ser anexados por los EE.UU. era implementando en Cuba independiente un sistema de gobierno mejor que el que existía en los Estados Unidos en cuanto a progreso material y democracia.
Tampoco debemos olvidar que la experiencia latinoamericana en lo relativo a las luchas intestinas y fratricidas que siguieron a la liberación del yugo español de ciertas naciones de América del Sur y la desconcertante experiencia de ver que varios de sus libertadores se convirtieron posteriormente en dictadores de sus pueblos, dejaron en Martí una impronta tal, que él prefería que Cuba siguiera siendo colonia española, antes de que cayera en manos de caudillos:
¨Y no quiero a mi patria ¡no! víctima de capataces. La prefiero esclava de los demás a verla esclava de sus hijos.¨ (citada por Pichardo, p. 189)
Esa cita fue tomada del libro José Martí. Lecturas para niños, de la notable historiadora cubana, fallecida en Cuba, Hortesia Pichardo, de su capítulo Mi Patria de la edición publicada en Cuba en 1990 por el Combinado Poligráfico de Guantánamo. Quizás esa cita, y otras muchas, hayan provocado que los funcionarios de la tiranía Castrista le asignaran la misión a Cintio Vitier de escribir un libro para las escuelas primarias y de nivel medio de Cuba que no tuvieran esas incómodas citas martianas.
Finalmente: No se debe estudiar la historia de Cuba quedándonos en las caricaturas de la revista La Política Cómica, mediante los cartoons de Elpidio Valdés, etc. pues, por ejemplo, no dicen que en 1899 se aprobó en el Senado de los Estados Unidos la Enmienda Foraker (del Senador Joseph B. Foraker) que tenía una acción protectora y beneficiosa para Cuba y los cubanos, pues evitaba la compra de activos (tierras, etc.) con fines especulativos, ya que la Enmienda Foraker evitaba la entrada en Cuba de capital norteamericano que no estuviera totalmente justificado.
Tomado de https://www.cubaencuentro.com
Democracia y soberanía bajo la espada tutelar de la Enmienda Platt
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Cuba en la alborada del siglo XX
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(Foto añadida por el Bloguista de Baracutey Cubano)
Por Vicente Morín Aguado
Miami
31/10/2023
El 30 de marzo de 1899, apenas desembarcado en La Habana, procedente de su exilio en Tampa, Bonifacia Byrne escribe “Mi Bandera”, expresión en verso del disgusto por ver flotando juntas en la fortaleza del Morro, las insignias de Estados Unidos y Cuba.
La historia suele ser tan caprichosa como la diversidad de humanos que la conforman, un buen ejemplo es la estrofa séptima de este poema, memorizado por millones de cubanos desde la enseñanza primaria.
¿No la veis? Mi bandera es aquélla/ que no ha sido jamás mercenaria, y en la cual resplandece una estrella/ con más luz, cuanto más solitaria.
Un aventurero de origen venezolano llamado Narciso López, enarboló por vez primera la enseña nacional de Cuba, el 19 de mayo de 1850, cuando se hizo dueño de la ciudad costera de Cárdenas durante 48 horas, al frente de una expedición cuyos 600 soldados eran mayormente estadounidenses sureños, reclutados bajo la promesa de beneficios que obtendrían si la Isla era incorporada a la Unión americana como un Estado esclavista.
López, acusado de filibustero por los gobiernos americano y español, pasó a la historia con más penas que glorias. Antes de ser agarrotado en la explanada del castillo habanero de La Punta, sus últimas palabras fueron en mucho premonitorias: “Mi muerte no cambiará los destinos de Cuba”.
La primera confirmación ocurrió cuando los cubanos alzados en armas contra la monarquía española, reunidos con el objeto de establecer las instituciones y símbolos que habrían de regir sus destinos, adoptaron la bandera de Narciso López como bandera nacional —16 de febrero de 1869— al considerar que era la primera por la cual se había derramado sangre en pro de la libertad.
¿Libertad de cada cubano o libertad en calidad de nación soberana? Incorporarse a Estados Unidos significaba obtener los derechos consagrados por la constitución de ese país, sin embargo, el sacrificio sería abandonar la idea de un estado propio. Frente a esta opción anexionista, los independentistas aspiraban a lograr ambas cosas, sin que, por oposición, tuvieran que enfrentarse con el vecino norteño cada día más poderoso.
El historiador cubano Jaime Suchlicki aborda el tema citando el pensamiento de José Martí, apóstol de las libertades para los cubanos, un demócrata liberal que dedicó lo mejor de su vida a fomentar una nueva guerra contra el colonialismo español, capaz de obtener democracia y soberanía nacional.
Sin embargo, Cuba, geográficamente ubicada en la encrucijada de Las Américas, no podía sustraerse del contexto geopolítico existente. “Estamos firmemente resueltos”, dijo Martí”, a merecer, solicitar y obtener su simpatía (la de Estados Unidos), sin la cual, la independencia sería muy difícil de obtener y mantener”. (Ver: Suchlicki Jaime, Breve Historia de Cuba. ©Pureplay Press. 2006)
Una carta inconclusa de Martí, dirigida a un amigo llamado Manuel Mercado, publicada 14 años después de su muerte, ha sido citada profusamente por los antimperialistas, dígase directamente anti-Estados Unidos, enfrascados en la especulación política, afirmando que el gran pensador cubano estaba decidido a impedir los apetitos imperialistas norteamericanos.
Fechada el 18 de mayo de 1895, en Cuba, la enseñanza escolar, junto a otros medios de difusión de ideas, han difundido profusamente la siguiente aseveración martiana:
“…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo fuerzas con qué realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.
Más adelante en la correspondencia que nunca llegó a firmar, el también llamado por antonomasia Maestro, perfila sus ideas, mencionando una entrevista que había sostenido días atrás con el corresponsal del Herald de Nueva York, Eugene Bryson:
“Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a entender este que, sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los Estados Unidos a rendir la Isla a los cubanos”.
No hay dudas de que, quien moriría a la mañana siguiente, estaba conjurando demonios de la política muy difíciles de ahuyentar. Así le comenta a Mercado, una persona de su total confianza:
“La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas, a que solo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aun contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana”.
Pasaron tres años, los cubanos en armas llegaron inclusive a solicitar la intervención norteamericana según le escribiera al presidente Glover Cleveland en abril de 1897, el general en Jefe del ejército libertador, Máximo Gómez. Por su parte, vísperas de hacer realidad el hecho, el Congreso norteamericano rechazó la anexión al aprobar la Enmienda Teller —18 abril de 1898— que exigía a España su inmediata retirada de Cuba, reconociendo explícitamente el derecho del pueblo de Cuba a ser libre e independiente.
Contrariando en buena medida los propósitos de Martí, Estados Unidos decidió hacer lo que el autor de la carta había considerado “el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana”.
El resultado posterior sería la ocupación de Cuba y su epílogo, la Enmienda Platt.
Votada en febrero de 1901 en el capitolio de Washington, el documento regulaba en siete precisos artículos las relaciones de una república que aún no había sido proclamada, con Estados Unidos.
De su escueto articulado, destaca el # 3, al concederle Cuba a Estados Unidos el derecho a la intervención:
“…el Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos pueden ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido impuestas a los EE. UU. por el Tratado de París y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el Gobierno de Cuba”.
No es ocioso recordar que los cubanos no tuvieron representación en el Tratado de París. La potencia vencedora asumió la completa responsabilidad sobre el destino de Cuba, considerando la promesa solemne antes fijada por la Enmienda Teller, conocida como Resolución Conjunta.
En lo que respecta al texto presentado al Congreso por el senador Orville Platt, si bien era inaceptable para los genuinos independentistas, porque convertía a la naciente república en un protectorado bajo la tutela de La Casa Blanca, un aspecto que tal vez no previeron los autores del documento era el alcance de las prescripciones, nada agradables para los antimperialistas de inspiración doctrinaria, marxistas leninistas.
El Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí en Estados Unidos durante la primavera de 1892, dado su carácter unitario y democrático, enfocado en la guerra de independencia, aceptaba en sus filas a todos los cubanos, sin importar sus inclinaciones ideológicas. Los había claramente simpatizantes del marxismo, entre ellos Carlos Baliño, posteriormente fundador del primer Partido Comunista de Cuba en 1925.
Fidel Castro en persona ha citado a Baliño como puente entre las ideas martianas y las socialistas, justificando una continuidad política fuera de contexto. La verdad es que para los comunistas era un obstáculo mayor que los cubanos contaran con la garantía de una fuerza superior, la del poderoso vecino del Norte, capaz de impedir la abolición del Estado de derecho y consiguientemente, de la propiedad privada en Cuba.
Veamos cómo explica el desaparecido Comandante en Jefe este asunto:
“La Enmienda Platt con su cláusula constitucional impuesta, que daba derechos legales a Estados Unidos a intervenir militarmente en Cuba frente a cualquier alteración del orden estatuido, gravitó terriblemente en el ánimo de los patriotas cubanos. Este riesgo de perder totalmente la independencia tenía que ejercer un efecto paralizante en la acción de los revolucionarios”. (Ver Castro Ruz Fidel: Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. 1975)
La Enmienda Platt fue aprobada por los constitucionalistas cubanos el 12 de junio de 1901, con 16 votos a favor y 11 en contra, luego de extensas y amargas discusiones. Estados Unidos impuso el texto sin modificaciones, bajo el “argumento” de que se prolongaría indefinidamente su ocupación militar.
La república emergía en el universo de las naciones con una carta magna liberal, en mucho copia de la norteamericana, incluso en algunos aspectos más avanzada, por ejemplo, lo referido al sufragio universal y la igualdad racial. Finalmente, no tuvieron otra opción que adoptar la postura pragmática expresada entonces por el delegado Manuel Sanguily: “La independencia, con algunas restricciones, es mejor que un régimen militar”.
Nació una república democrática con soberanía limitada. Tocaba a los sucesivos gobiernos lidiar en los hechos con lo estipulado en los documentos. Es una historia que merece ser contada fuera de enjuiciamientos ideológicos o sentimentales.
Jaime Suchlicki, al cerrar el capítulo de su Breve Historia de Cuba, titulado “La Colonia se rebela”, recuerda a José Martí, quien había advertido:
“Una vez que Estados Unidos esté en Cuba, ¿quién lo sacará?”
Dos verdades pueden afirmarse: primero, los norteamericanos estaban en Cuba mucho antes de su intervención en la guerra contra España y, segundo, su presencia no era por sí misma perjudicial para el relativamente pequeño país antillano.
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Fragmento del artículo Enmienda Platt y República, escrito por Pedro Pablo Arencibia, Bloguista del blog Baracutey Cubano, y publicado en Cuba en el año 2002 en el número 48 de la revista Vitral del Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de Pinar del Río cuando el autor aún vivía en Cuba:
El balance de la Enmienda Platt es muy controversial. Considero que sus consecuencias deben analizarse desde al menos dos perspectivas o ángulos diferentes. Una primera perspectiva nos dice que la mencionada enmienda:
1) Propició el aumento significativo de las inversiones extranjeras en un país totalmente destruido necesitado de las mismas. La mencionada enmienda garantizaba, en cierto medida, el ambiente de paz necesario para el desarrollo de las inversiones en el país.
2) Contribuyó grandemente para que no sucedieran en Cuba, largas y sangrientas guerras fratricidas similares a la ocurrida durante y después de la independencia en muchas repúblicas hispanoamericanas y en Haití, o como la ocurrida en los propios Estados Unidos con la guerra de Secesión.
3) Limitó significativamente la posibilidad de una agresión extracontinental por parte de las potencias europeas como la efectuada por Alemania, con la ayuda de Inglaterra, a Venezuela en 1901 mediante los bombardeos a La Guaira, Maracaibo y Puerto Cabello, por ésta no pagar las deudas adquiridas con un poderoso consorcio alemán. Anteriormente, en 1897, la marina alemana ya había realizado demostraciones de fuerza en Haití.
Una segunda perspectiva de la Enmienda Platt nos dice que:
1) Limitó en cierta medida, en cuanto a principios se refiere, la soberanía de Cuba, otorgándole a la república desde un punto de vista formal, una independencia restringida.
2) Creó una mentalidad de Patronato en ciertos segmentos del pueblo cubano mediante la cual, se esperaba que los norteamericanos fueran los que resolvieran nuestros problemas políticos. En otros segmentos de la población cubana, creó o acentuó un sentimiento nacionalista antinorteamericano.
La enmienda Platt nos privó de gozar de una independencia y soberanía total, pero también nos evitó grandes desastres y sufrimientos.
Manuel Sanguily como Ministro de Estado (responsabilidad que corresponde a la de Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores en nuestros días) del gobierno de José Miguel Gómez, en su discurso en el teatro Polyteama, a poco más de una década de la imposición de la Enmienda Platt, expresó:
"Mantendrá el Gobierno las relaciones más cordiales en el orden diplomático y de los negocios, con las naciones amigas entre nosotros dignamente representadas, y sobre todo cultivará los grandes y vitales intereses que en franca y afectuosa correspondencia nos ligan a los Estados Unidos, no ya solo en consideración a las ventajas que deriva de ellos nuestra economía, sino por los incomparables servicios que el pueblo y el Gobierno americanos han prestado a la causa de la justicia, de la civilización y de nuestra nacional soberanía.
Y no os sorprenda esta sincera manifestación de quien siempre ha vivido inquieto y receloso en el temor de los grandes y los fuertes. Dos veces -una, por la ceguedad de nuestra vieja y orgullosa Metrópoli; otra por la ceguedad de enconos fratricidas-, vinieron aquí los americanos traídos por su fortuna o llamados por nuestras discordias, y siempre se retiraron de nuestro territorio, haciéndonos el doble beneficio de construir dos veces la república, y dejándonos en el corazón atribulado, desengaños y escarmientos; más en ambas ocasiones, motivos superiores de admiración y de gratitud por esa magnánima conducta que jamás en la historia habían observado los pueblos fuertes y triunfantes con los débiles, conturbados y decaídos" (Ibarra, 312)
He escogido esas palabras de Manuel Sanguily en el teatro Polyteama, y no las de otro cualquier patriota o ciudadano, por la posición vertical que siempre mantuvo Sanguily en su quehacer político:
Sanguily se opuso en un primer momento, como ya expresamos, a la imposición de la Enmienda Platt. Posteriormente, y ya en la República como miembro del Senado cubano, se opuso a la venta de tierras cubanas a capital norteamericano. En ese cargo de Secretario de Estado del Gobierno de José Miguel Gómez, se opuso de palabra y de hecho a la injerencia norteamericana en Méjico cuando el derrocamiento del presidente Francisco I. Madero y su sustitución por Victoriano Huerta, actitud que suscitó desavenencias con el gobierno norteamericano. Sanguily fue en su momento, él más fuerte y decidido opositor en el Senado cubano a la aprobación en 1903 del Tratado de Reciprocidad Comercial con los Estados Unidos (TRC). La verticalidad de Sanguily llegó hasta el punto de acusar públicamente de corrupto al gobierno de José Miguel Gómez (1909-1913), pese a pertenecer a su gabinete como Secretario de Estado.
El fundamento de la preocupación norteamericana por nuestra estabilidad republicana iba desde los más excelsos y enaltecedores sentimientos humanos de solidaridad, hasta la más fría y calculada preocupación por sus inversiones económicas y su seguridad nacional. En ese amplio espectro, es donde debemos situar los móviles que tuvieron las numerosas personalidades norteamericanas que intervinieron en la confección, aprobación y aplicación de la Enmienda Platt.
Por otra parte, debemos admitir que en general, en el caso cubano, los gobiernos norteamericanos no se inclinaron en hacer un uso indiscriminado o exagerado de la prerrogativa que les daba la Enmienda Platt. El proceder del presidente Teodoro Roosevelt durante "la guerrita de agosto" de 1906 así lo atestigua, pues tanto el presidente Estrada Palma como los alzados contra él, pidieron la intervención norteamericana y fue el presidente Roosevelt el que trató de que la misma no se produjera. La carta de Roosevelt al embajador cubano Gonzalo de Quesada del 14 de septiembre de 1906 y su telegrama a Estrada Palma del 25 de septiembre de ese mismo año así lo muestran. Algunos fragmentos de la mencionada carta son:
" Solemnemente conjuro a todos los patriotas cubanos a unirse estrechamente para que olviden sus diferencias, todas sus ambiciones personales, y recuerden que el único medio de conservar la independencia de su república es evitar, a todo trance, que surja la necesidad de una intervención exterior para salvarla de la anarquía y de la guerra civil.
Espero ardientemente que estas palabras de apelación, pronunciadas en nombre del pueblo americano, por el amigo más firme de Cuba y el mejor intencionado hacia ella que pueda existir en el Mundo, serán interpretadas rectamente, meditadas seriamente y que se procederá de acuerdo con ellas, en la seguridad de que, si así se hiciere, la independencia permanente de Cuba y su éxito como República se asegurarán." (Pichardo, 283)
En el telegrama de Roosevelt a Estrada Palma del 25 de septiembre, éste le escribe en un tono invocatorio y suplicante:
" Bajo su gobierno y durante cuatro años, ha sido Cuba República independiente. Yo le conjuro, en bien de su propia fama de justo, a que no se conduzca de tal suerte que la responsabilidad por la muerte de la República, si tal cosa sucediere, pueda ser arrojada sobre su nombre. Le suplico proceda de manera tal, que aparezca que Ud. por lo menos, se ha sacrificado por su país y que lo deja aún libre cuando abandone su cargo." (Pichardo, 285)
El país quedó sin presidente y con una sublevación en sus entrañas que deseaba también la intervención extranjera. La intervención se produjo y como la anterior intervención militar, no hubo oposición armada a la misma.
En primer lugar diré que soy del criterio que debió existir una representación cubana; pero también, soy del criterio, que debió existir una representación de cada uno del resto de los países cuya suerte se estaba definiendo (Puerto Rico, Filipinas, etc.); aunque reconozco la existencia de motivos que engendrarían objeciones de Estados Unidos y España en aceptar delegaciones de estos últimos países, y la particular situación cubana (en cuanto a los antecedentes de las luchas separatistas) con relación a la llevada por esos países.
Sobre la ausencia de la representación cubana a esas negociaciones diré, que España era la más interesada en que no existiera una delegación cubana en esas conversaciones. La razón fundamental que movía a esa actitud española era económica: que los Estados Unidos le pagaran a España La Deuda de Cuba, la cual ascendía a aproximadamente $500 millones (Leuchsenring, 1960, p. 68). La Deuda de Cuba era, entre otras cosas, el monto de lo que le había costado a España la guerra de Cuba y las de otros países desde décadas atrás. Con una representación cubana en esas negociaciones, era evidente para España que los Estados Unidos no asumirían el pago de esa deuda, y mucho menos, lo haría, la representación cubana. El resentimiento español hacia los cubanos, por éstos combatirlos durante años, también fue otro factor que movió al gobierno español a no admitir una representación cubana. Por otra parte, los Estados Unidos ya habían decidido mediante una resolución congresional: La Resolución Conjunta o Joint Resolution , cual iba ser el destino de Cuba;
¨Que los Estados Uidos por la presente declaran que no tienen deseo ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobr dicha Isla, excepto para su pacificación, y afirman su determinación, cuando ésta se hay conseguido, de dejar el gobierno y dominio de la Isla a su pueblo.¨ (Artículo cuarto de la Joint Resolution o Resolución Conjunta o Enmienda Teller, Pichardo, 1976, Tomo I p. 510)
Quiero señalar además, que en caso de que España hubiera aceptado la participación de una representación cubana a esas negociaciones, se hubiera presentado un gran problema: ¿Quiénes conformarían esa representación?
La representación cubana debía representar, valga la redundancia, todos los segmentos del pueblo cubano. El pueblo cubano estaba conformado, sin caer en posiciones sectarias o idílicas, por independentistas, integristas, autonomistas, pacíficos, anexionistas, etc.
Ha sido una característica de la historiografía cubana el asumir implícitamente que la inmensa mayoría de los cubanos eran independentistas.
“El liberalismo autonomista constituía la opción política mayoritaria de las clases medias cubanas; pero era una opción que no podía expresarse por las perversiones del sistema electoral y por el bloqueo político que la tupida red de unionistas, voluntarios del orden, integristas y conservadores, imponían¨. (Prieto. 1998, p. 107-108)
Pero es que aun dentro de las filas de tendencia independentista, existían serias discrepancias que dificultarían en gran medida la composición de una representación cubana formada por elementos de esta tendencia, o la elección de algunos representantes de esta tendencia para la conformación de una comisión mixta, donde las diferentes tendencias estuvieran representadas. Un ejemplo de lo anterior fueron las serias desavenencias que se manifestaron entre el Consejo de Gobierno cubano y el mando militar mambí durante la guerra, y las que después de terminada la guerra protagonizaron La Asamblea del Cerro y el Generalísimo Máximo Gómez y los seguidores de ambos. Debo señalar que la actitud del Generalísimo Máximo Gómez de desconocer la autoridad jurídica de la Asamblea, al entablar conversaciones con el enviado especial de McKinley, Robert P. Porter, sobre el asunto del empréstito para la disolución del Ejército Libertador, fue compatible con la decisión del gobierno de los Estados Unidos de desconocer toda agrupación cubana particular como representación del pueblo cubano, pues E.U. podía ser acusado de apoyar una u otra facción (fundamentalmente por las potencias europeas). Hasta que no se hicieran elecciones generales y libres, los Estados Unidos no reconocerían ninguna agrupación o institución como la legítima representación del pueblo cubano. Debo aclarar que la Asamblea ya había iniciado contactos sobre un empréstito con el señor Cohen, quien en representación de entidades bancarias norteamericanas ofreció un empréstito suficiente para el licenciamiento del Ejército Libertador (Costa, 1950, p. 66-67).
¨en la cual planteaba que la falta de reconocimiento de Washington a ese órgano se debía a su carencia de condiciones como gobierno real, o la dirigida a Estrada Palma, el 27 de junio, en la cual manifestaba que el gobierno de Estados Unidos no podía reconocer al gobierno cubano que resultaba antidemocrático¨.(Rodríguez, 1998,Tomo II p. 613)
¨Sé que el Gobierno americano es un Gobierno eminentemente práctico y observador, a quien no podía escapar de modo alguno que la forma en que había nacido en nuestra Revolución la más alta representación del Estado era viciosa, informe, impropia de un pueblo que derramaba su sangre por conseguir su independencia y las libertades a que tenía derecho. Que con esa institución, lejos de ganarse libertades se establecían principios oligárquicos, que ningún gobierno libre verdaderamente podía ayudar a consagrar, y de aquí que la política del gobierno de Washington haya sido constante en esa dirección, desde que estalló la actual guerra.¨
El 13 de agosto de 1898 el Consejo destituyó de su cargo de Lugarteniente General a Calixto García por haber desconocido las decisiones del gobierno y disponer que el mando militar designara a los funcionarios de las ciudades evacuadas por las autoridades españolas entre otros argumentos (Rodríguez, 1998,Tomo II p. 613)
¨Esa gente del gobierno y Cámara autonomistas han venido rectificándose constantemente y son capaces de decir en un momento dado a los Estados Unidos: aceptamos la independencia, secundamos a los americanos para formar un gobierno ´fuerte y libre´, y los americanos se encontrarían con un Gobierno y una Cámara ´constituida´ , organizada más o menos bien, mientras que nosotros sólo tenemos un gobierno deficientísimo,con todos los poderes comprendidos en una sola mano, la del Consejo de Gobierno, sin tener siquiera el país una administración de Justicia, ya que sólo ésta se ejerce malamente por los los Consejos de Guerra.¨
Sobre la fuerza que había tomado el autonomismo aún dentro del Ejército Mambí, un cercano amigo y colaborador de José Martí, el intelectual, militar y político Enrique Collazo, escribió en su libro Los americanos en Cuba:
¨ En el campo insurrecto, la noticia del establecimiento de la autonomía produjo gran excitación y alarma, que dieron lugar a que por el gobierno de la república se dictaran órdenes severísimas para evitar los efectos de la novedad implantada y que contuvieran a los débiles o a los cansados de la guerra (que no escaseaban) y que al saber que los españoles no mataban, buscaron en la presentación el término de los riesgos y miserias de campaña.
En el extranjero provocó por parte del elemento oficial de la revolución y de los exaltados, serias y continuadas protestas, y a muchos les dio facilidades para dejar de comer el negro pan de la emigración cambiándolo con mucho placer por el turrón autonomista que lograron conseguir al llegar a Cuba.
El gobierno de la revolución pasó circulares recordando a todas las autoridades de la república, tanto civiles como militares, que estaba en todo vigor y fuerza el antiguo decreto Spotorno, y que los correos, prácticos y portadores de proposiciones que no estuvieran basadas en la independencia, serían considerados como traidores, juzgados en consejo de guerra verbal y condenados a muerte, y que en la misma falta incurriría cualquiera que las recibiera y no procediera inmediatamente a dar cumplimiento a lo ordenado.
La aplicación de este decreto fue causa de la muerte de dos emisarios en Oriente y de la del teniente coronel Ruiz del ejército español, en el territorio de La Habana.
La severidad de las medidas tomadas da idea clara del temor que el planteamiento de la autonomía causaba al elemento revolucionario.¨
El gobierno norteamericano fue lo suficiente sabio o sensato de no seleccionar una facción política y dejar que en su momento el pueblo cubano tomara esa decisión, aunque el Presidente William McKinley y Leonardo Wood deseaban, de manera personal, que el pueblo cubano se decidiera por la anexión; ambos respetaron la decisión que tomó años después el pueblo cubano.
Es evidente que todo lo anterior dificultaría el comienzo y la terminación de unas conversaciones cuyo objetivo inmediato era la firma de un tratado que diera un fin oficial y definitivo a la conflagración.
Por cierto, el favorito en los círculos norteamericanos para que fuera Presidente de Cuba era Calixto García, por lo del ¨mensaje a García¨que llevó el Teniente Rowan, y no Don Tomás Estrada Palma por su carácter. Leonardo Wood, que era doctor en medicina y tenía a la esposa de McKinley como paciente, era el favorito de su partido para las elecciones presidenciales en EE.UU. en 1920, pero, si mal no recuerdo haber leido Al estar desempeñando en Puerto Rico un alto cargo, un mal manejo de carácter logístico (¿alimentos en mal estado?) afectó de tal manera a la tropa que se convirtió en un escándalo que lo privó de la candidatura para la Presidencia.
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Roig de Leuchsenring, E. (1960. Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos. La Habana: Ediciones La Tertulia.
Prieto, J. (1998). El Liberalismo cubano en el siglo XIX. Revista Hispano Cubana, No. 1. Madrid: Editorial FHC.
Etiquetas: abolición, ausencia, carta, cuba, cubana, derogación, EE.UU., EEUU, Enmienda Platt, Estados Unidos, José Martí, Manuel Mercado, político, representación, testamento, Tratado de París.España
1 Comments:
Me resulto siempre la Enmienda Platt beneficiosa para la incipiente nacion que se veia torcida antes de nacer. Los cubanos deberian agradecer a USA no solo la ayuda en su fraticida guerra contra España sino todo lo que hizo despues el gobierno militar americano para encaminar la nacion. Se hubiese evitado a mi juicio muchisimo sufrimiento para ese pueblo cubano y la pesadilla que vive hace mas de 60 años no hubiese pasado nunca pero los patrioteros decidieron que era mejor deshacerse de la enmienda para que no hubiera Sherif en el pueblo. Ahi estan los resultados de la derogacion de la enmienda y la lista es interminable.
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