viernes, septiembre 23, 2022

Documental “El caso Padilla” dirigido por Pavel Giroud sobre el poeta Heberto Padilla quien fue obligado en 1971 a entonar una “sentida autocrítica” y denunciar a otros en una asamblea de la UNEAC que el público podrá ver por primera vez, ya que solo habían salido a la luz algunos fragmentos del video

 Pavel Giroud

Sep 1, 2022

EL CASO PADILLA (TRAILER EN ESPAÑOL)


Stefanno Placencia

2021

Caso Padilla: Medio siglo de controversias

Hace 50 años, la autocrítica que, en Cuba, se hizo Heberto Padilla dividió a la intelectualidad de Latinoamérica y de Europa que militaba en la izquierda. Así, a una parte del mundo por primera vez le importó lo que le sucedía a un poeta.

#MarioVargasLlosa #FidelCastro #GabrielGarcíaMárquez

50 años del caso Padilla, la más apasionada polémica intelectual de Latinoamérica

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Tomado de https://www.infobae.com

“El caso Padilla”, una película sobre el poeta cubano que desafió al régimen de Fidel Castro

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El film dirigido por Pavel Giroud revela imágenes inéditas del escarmiento que sufrió este escritor y catedrático acusado de “contrarrevolucionario”, obligado en 1971 a entonar una “sentida autocrítica”, luego exiliado en Estados Unidos donde murió en el año 2000

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Por Marina Estévez Torreblanca

20 de Septiembre de 2022

https://cdn.jwplayer.com/previews/ABQsjbbD

El poeta Heberto Padilla fue obligado en 1971 a entonar una “sentida autocrítica” ante el gremio de escritores cubanos y acusó de contrarrevolucionarios a algunos presentes, entre ellos su esposa, en una angustiosa sesión filmada que se muestra por primera vez en el documental El caso Padilla. “Lo defino como un espectáculo terrible, un escarmiento”, dice Pavel Giroud, cubano afincado en Madrid y director de la película presentada este domingo en el Festival de San Sebastián, que consigue enganchar al espectador con el montaje de una grabación inédita que llegó a sus manos hace unos años, y cuyo origen no quiere desvelar.

Las imágenes de la autoinculpación por su falta de compromiso del autor de Fuera de juego con la política del gobierno cubano están intercaladas con testimonios de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Jean-Paul Sartre, Jorge Edwards, Guillermo Cabrera Infante, Carlos Fuentes y Fidel Castro, entre otros. “Desestructuré la cronología para que la película evolucionara con personajes dramáticos”, explica Giroud, que compite en la sección Horizontes Latinos del Festival. Asegura que ha buscado “exponer un hecho y que el espectador saque sus propias conclusiones”, además de indagar en las causas y consecuencias de aquel evento, en el que usaron a Padilla para “dar un escarmiento”, según su tesis.

¿Ironizaba el poeta cuando aseguraba que durante su detención había comprendido por fin que sus versos y sus conversaciones habían sido excesivamente pesimistas para la revolución? ¿O era el miedo la única fuerza impulsora de su ‘mea culpa’? El director mostró algunas de estas imágenes inéditas a Vargas Llosa. “Me dijo que no es lo mismo leerlo que verlo (hasta ahora solo había testimonios escritos) y que ahora entiende a Padilla cuando decía que ese día estaba mandando un mensaje”

Movilización de intelectuales

La reclusión del poeta, que llegó a ocupar cargos de responsabilidad cultural en los primeros años de la revolución, había movilizado a grandes intelectuales y artistas a comienzos de los años 70, entre ellos a Sartre, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Susan Sontag, Vargas Llosa y Julio Cortázar, que intercedieron ante Fidel Castro para lograr su libertad. Pero un sudoroso y expresivo Padilla renegó también de la defensa de estas figuras en aquella larga, densa y cargada sesión, en la que le observaban serios y disgustados autores como Reinaldo Arenas, César López y Norberto Fuentes.

Para el director, que lleva ocho años en España, el efecto de esta histriónica asunción de responsabilidades, que incluyó la intervención de otros escritores que decían haber comprendido que debían trabajar con más ahínco por la revolución, fue el contrario del que buscaba el régimen. Esta era la opinión también de García Márquez, quien afirmó que no sabía si Padilla había hecho daño a la revolución, pero sí que su autocrítica lo había hecho. El director está convencido de que los que intervinieron, incluida su mujer, la artista Belkis Cuza Malé, habían preparado previamente su discurso con el poeta.

Pero aunque Padilla acabara dando la vuelta de algún modo a la censura, para una persona de su talla intelectual debió ser “muy duro” verse sometido a esa situación, remarca Giroud. “A partir de ese momento no encontró su espacio”. Acabó separado de su esposa y exiliado en EE.UU. en el año 1980. “Vargas Llosa lo encontró años después en la Universidad de Princetown y le vio muy apartado. Las derechas que al principio le aplaudieron pronto le darían de lado. Alguien de su posición no encontró un espacio en este universo sociopolítico”, explica Giroud.

El autor de El justo tiempo humano, Las rosas audaces y Provocaciones murió en Alabama (EE.UU.) en 2000, por un ataque al corazón, a los 68 años, apartado y solo, lejos del hombre vital y carismático que había llegado a ser. “Medio siglo después, esa misma falta de libertad de expresión se ha multiplicado por diez en Cuba. El que no quiera ver lo que está ocurriendo, es que no quiere”, dice Giroud, muy crítico con la posición de “silencio administrativo” de algunos partidos en España y Europa ante el gobierno de la isla. “La izquierda ya no defiende a Cuba, solo mira hacia otro lado, nos desconcierta mucho”, confiesa.

Fuente: EFE

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NOTICINE Cine Iberoamericano

Sep 21, 2022

Jon Apaolaza, de NOTICINE.com, entrevista al director cubano Pavel Giroud por el estreno en el Festival de San Sebastián de su película documental "El caso Padilla".


"EL CASO PADILLA": Entrevista con Pavel Giroud por el estreno en San Sebastián 2022



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Tomado de https://www.cubaencuentro.com

«El Caso Padilla», Giroud y una entrevista en San Sebastián

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“Creo que una de las cosas que propone la película es: ¿Qué harías tú en su situación? Yo creo que haría exactamente lo mismo que Padilla”, admite Giroud

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Pavel Giroud

Agencias

Madrid

22/09/2022

Cuba, 1971. El poeta Heberto Padilla debe retractarse públicamente de sus críticas a la Revolución. Una historia que resuena hoy, cuando la disidencia sigue siendo perseguida, señala el cineasta cubano Pavel Giroud, quien presentó “El Caso Padilla” en el Festival de San Sebastián, informa la AFP.

El documental de Giroud, proyectado este domingo en la sección Horizontes Latinos del certamen en la ciudad del norte de España, se articula en torno a imágenes inéditas de la autocrítica de Padilla, un discurso en el que renegó de sus “errores” frente al gremio de escritores cubanos.

El autor de Fuera del juego acababa de ser liberado tras la acusación de actividades subversivas, un encarcelamiento que llevó a intelectuales como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar a empezar a cuestionar la ausencia de libertades en la Revolución cubana.

En un tono cada vez más exaltado, Padilla asume en sus palabras que es un contrarrevolucionario, afirma que los agentes de la seguridad del Estado son más inteligentes que él y termina acusando de complicidad a varios de los presentes, entre ellos su esposa.

Un impactante testimonio en blanco y negro que el público podrá ver por primera vez, ya que hasta la fecha solo habían salido a la luz algunos fragmentos del video, dice Giroud en entrevista con AFP.

El cineasta declinó explicar, por seguridad, cómo obtuvo el material. “Lo que llegó a mis manos fue una copia en una cinta de video, no el negativo original (…) El destino quiso que llegara a mis manos, porque también fue accidental, no fue buscado por mí, aunque ya yo tenía interés hacía mucho tiempo en el Caso Padilla”, señala.

La película de Giroud deja que sean largos pasajes de la autocrítica los que hablen por sí solos, complementados apenas con imágenes y entrevistas de archivo de la época para ofrecer contexto.

El director de 49 años explica que el objetivo es generar en el espectador “la misma duda” que tuvo él: ¿Estaba Padilla siendo sincero o era su discurso realmente un mensaje velado y una fina crítica?

“Creo que una de las cosas que propone la película es: ¿Qué harías tú en su situación? Yo creo que haría exactamente lo mismo que Padilla”, admite Giroud, quien se radicó en España hace ocho años porque en Cuba “ya había tocado techo a nivel profesional”.

Aunque parece que el documental está “contando un hecho que ocurrió en el año 71, un error puntual de la Revolución, como mucha gente lo ha definido”, es una muestra de algo que ha seguido arrastrando el gobierno cubano desde entonces: la falta de libertades, señala Giroud.

“Yo viví autocríticas cuando estaba en el colegio, yo vi a niños autocriticarse por hablar mal de Fidel (Castro), o faltarle el respeto a un símbolo patrio”, recuerda.

“Ahora hay una práctica muy habitual” hacia los disidentes, dice Giroud. Los detienen y “les dan dos opciones: O una condena en la cárcel o el destierro. Son prácticas del siglo XIX”.

“Yo mismo ahora voy a Cuba después de hacer esta película y (…) me meten dos semanas en un calabozo (…) y luego me sientan en una silla frente a 50 personas y me dicen: ‘O haces una autocrítica o vas a la cárcel’”, agrega.

Giroud confía en que su película tengo eco en el Festival de San Sebastián, ya que la falta de libertad es “algo con lo que cualquiera puede identificarse, aunque le sea ajeno completamente” el caso puntual del poeta cubano.

En San Sebastián, el documental compite por el premio a mejor película latinoamericana frente a otros once largometrajes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador y México.

El certamen entrega sus galardones en la gala de clausura el próximo sábado.

© cubaencuentro.com

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Tomado de https://www.cubanet.org/

Reinaldo y yo

Belkis Cuza Malé. Publicado el viernes, 2 de marzo de 2001 en El Nuevo Herald 

No recuerdo cuándo ni cómo lo vi por primera vez; estuvo siempre ahí, junto a ese buró próximo, o a la hora del café, en las tardes: el pelo ensortijado, la sonrisa burlona y dulce a un tiempo, con aquel sarcasmo tan suyo, donde sus víctimas propicias podrían muy bien ser aquel Desiderio, personajillo repetidor de manuales de filosofía del Kremlin, o el poeta Luis Marré, nuestro jefe, luego su acusador, según me dijo después.

Eran los tiempos de La Gaceta de Cuba, y éramos jóvenes; creíamos en la vida, en la literatura, en el arte. Siendo distintos, tan distintos, teníamos sin embargo en común muchas cosas, y nos unía sobre todo el que trabajásemos bajo el techo unificador de aquella redacción. Es decir, nos unía todo y nada. Cada uno vivía cómo podía --sobrevivía-- en medio de la sordidez reinante. Eran los tiempos en que Reinaldo Arenas almorzaba en la cafetería El Hurón Azul de la UNEAC (todavía recuerdo los platos de metal, grasientos, las chancletas de palo de Cecilia --la administradora del sitio--, las coladas de café, la llegada de los dulces sobre las tres de la tarde, el entra y sale de los jugadores de ajedrez (la Chapuza, como le decían). Y todo, en medio de la antigua mansión de Gelats. ¿Cómo podíamos trabajar en paz, me pregunto ahora, con el recuerdo de aquel banquero balanceándose, colgando allí, en la habitación que poco tiempo después sería el despacho de Nicolás Guillén? ¿No era aquél un mal presagio para la literatura cubana que saliera de la mansión de los Escritores y Artistas?

Durante diez años compartimos silencios, miradas, risas, órdenes, asambleas de productos eléctricos, trabajos voluntarios, correcciones de pruebas de galeras, reuniones de la redacción, chismes, sarcasmos, en fin, el ambiente de una publicación cultural en un país comunista, que vivía a saltos, que salía cuando podía --y éramos ocho--, donde todo estaba controlado, pautado y apuntalado por los dioses del Olimpo no celestial, pero sí terrenal e inquisidor.

(Belkis Cuza Malé)

Un día de pronto todo cambió. Reinaldo Arenas, aquel joven escritor lleno de ardor por la literatura y el sexo, por los libros que leía a toda hora --no importaba si sentado o de pie--, con las manos goteando un para mí inexplicable sudor (que se secó para siempre cuando dejó la isla), había caído en desgracia, o peor, era buscado como un criminal bajo extrañas acusaciones. Fue así que se hizo el silencio, y llegaron los murmullos, las miradas que se cruzaban ariscas en los pasillos, y un nombre más que se borraba sin mayores explicaciones. Temerosa de que pudieran acusarlo de algo más, me llevé a casa todo lo que encontré en las gavetas de su buró. Hasta un trapo que utilizaba como pañuelo para secarse el incensante sudor de sus manos.

A la salida de la cárcel, flaco y demacrado, nos reunimos en casa a comer. Pertenecíamos ya a la misma camada de apestados, de abandonados a su suerte, de exiliados interiores, vigilados, presionados, expulsados de todos los sitios del paraíso, de todos los premios, de todos los gremios. Poco después me marché y al año, él.

En Washington nos vimos, y luego en Nueva York, y luego en la casa de Princeton. Ya era otro, venía a visitarnos y también a comprarme aquel shampoo de Shaklee que yo vendía entonces y que tanto le gustaba; venía a compartir conmigo una labor parecida --pero nunca igual-- a aquella de la redacción de La Gaceta de Cuba. Ahora yo había fundado Linden Lane Magazine, y él, a instancias mías, había accedido a ejercer un trabajo voluntario distinto, el de asistente de redacción. Conectaría la revista a los escritores desperdigados por el mundo neoyorquino o miamense.

Pedro Yanes, Heberto Padilla y Reinaldo Arenas)

Estuvimos en perfecta armonía hasta que surgió la discordia --como aquella manzana del Paraíso verdadero, sólo que el demonio se vestía ahora de Fidel Castro. En fin, hubo un gran escándalo que prefiero no recordar, insultos por ambas partes en público y en la prensa y rencores acumulados, que más bien parecían rencillas de niños peleando por un estúpido e inexistente juguete. ¿Qué fue? ¿Quizás su voluntarioso modo de expresar control, su misoginia? No quiero recordarlo.

Unos meses antes de morir, y cuando todavía su enfermedad era sólo otro rumor más, le pedí a Perla Rozenczaig que le hiciese una entrevista a Reinaldo para el número especial de literatura cubana que preparaba en Linden Lane Magazine. Sabía que por encima de cualquier consideración personal, Reinaldo Arenas merecía estar incluido en ese número. ¿Aceptaría, después de todos esos años de ruptura? Pasaron los días y las semanas, hasta que una tarde Perla me avisó que Reinaldo había accedido a darle un capítulo inédito de su novela. Estaba ya muy enfermo. Y para mí, ésta fue la prueba de que nos habíamos perdonado mutuamente.

Por irónico que parezca, la noche de su muerte alguien me llamó por teléfono para pedirme que avisara al Herald, y así lo hice. ¿Otra de las trastadas de Reinaldo? Quizás sí, porque le encantaba hacerse el sarcástico.

Anoche, al verlo vivo en la película, lloré por él, y estoy feliz, muy feliz, también por él. Su mayor enemigo, el tirano, hoy se muerde de rabia la cola, hoy sufre con el más humillante de los sufrimientos, porque al fin el arte y la literatura lo abofetean en pleno rostro, le devuelven el golpe. Y esta vez es para siempre, un golpe mortal, porque Javier Bardem-Reinaldo y el increíble Julian Schnabel le han dado el tiro de gracia a la censura de la llamada "izquierda''. Esta película extraordinaria parece recordarnos que la única revolución posible es la capacidad de sueño de cada uno de nosotros. Por primera vez arte y revolución son una misma cosa, una misma denuncia, un mismo amor. El Reinaldo de Antes que anochezca puede que sea un mito, una versión del original, pero les aseguro que este Reinaldo tiene más fuerza que cien Reinaldos vivos. Y eso lo sabe el tirano Fidel Castro, y ya tiembla de rabia, porque puede que el Reinaldo que él quiso destruir gane un Oscar. Dios lo permita.


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1 Comments:

At 2:23 a. m., Anonymous Realpolitik said...

Padilla no se dió cuenta a tiempo de que estaba jugando con una bestia sumamente peligrosa y dispuesta a aplastarlo por muy buen poeta que fuera. Al castrismo nunca le importó el talento que pudiera tener una persona si eso no le servía al mismo, sobre todo si tal persona era cualquier tipo de problema u obstáculo para el sistema. Y, en efecto, el castrismo lo aplastó.

 

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