miércoles, diciembre 02, 2020

Mensaje del Comandante en Jefe, recibido el 30/11/2020: Palabras a los artistas, cineastas, tuiteros y escribidores, intelectuales todos.


Palabras a los artistas, cineastas, tuiteros y escribidores, intelectuales todos.

(Mensaje del Comandante en Jefe, recibido el 30/11/2020. Versión taquigráfica del Departamento de Comunicaciones Espíritas y Telepáticas del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Manos amigas le hicieron llegar  a Miguel Sales Figueroa este mensaje

Compañeras y compañeros:

En las últimas jornadas han ocurrido algunos sucesos que he venido observando atentamente desde mi monolito santiaguero. 

Como ustedes saben, yo no ejerzo ya funciones ejecutivas en la Revolución. Pero todavía tengo el deber de vigilar, supervisar, aconsejar y orientar desde el más acá a los compañeros dirigentes sobre los desafíos principales a los que se enfrenta nuestro pueblo en la lucha contra el imperialismo yanqui.

En cumplimiento de ese deber, quiero decirles hoy que los jóvenes artistas e intelectuales que han protestado recientemente en La Habana están desorientados por la propaganda imperialista. Pero también debo decir que los compañeros funcionarios que los atienden han cometido errores de juicio que perjudican el prestigio de la Revolución. Sin duda, algunos de esos cuadros del gobierno y el partido han disfrutado en exceso de las mieles del poder y se han vuelto obesos y diabéticos. Esas dolencias les han nublado el juicio y los han llevado por razonamientos tortuosos a decisiones equivocadas. 

Lo primero que tanto los artistas e intelectuales como los compañeros dirigentes deberían plantearse es si su manera de proceder beneficia o perjudica al pueblo y la Revolución.

Porque lo fundamental es eso. En Cuba, la Revolución lo es todo. La Revolución es el Estado y el Gobierno, el Partido y el pueblo, los obreros y los campesinos, las fuerzas armadas y la federación de mujeres, los policías y los delincuentes, los hospitales, las escuelas y los CDR, los deportistas y los filatélicos, la prensa y la libreta de abastecimiento. Ese conjunto dialéctico, en unidad y lucha de contrarios, ha permitido que nuestro pueblo alcance, gracias a la Revolución, niveles de dignidad y desarrollo jamás conocidos en ninguna parte del mundo. Nada ni nadie está por encima de la Revolución.   

Por lo tanto, lo esencial aquí es que ustedes, compañeros intelectuales, puedan continuar con su aportación al proceso revolucionario que nuestro pueblo puso en marcha en 1868 y que prosiguió, tras superar incontables obstáculos y reveses, hasta alcanzar esta sociedad próspera y libre que ahora tenemos en Cuba y que es faro y ejemplo para todos los pueblos del mundo. 

A pesar del bloqueo imperialista hemos logrado que dos millones de cubanos se instalen en Estados Unidos y desde allí puedan ayudar a sus familiares con remesas y medicamentos. Hemos enviado brigadas médicas a docenas de países, donde realizan una labor internacionalista abnegada y desinteresada, que muestra la generosidad de nuestro pueblo y la clarividencia revolucionaria de nuestro gobierno. Hay miles de compatriotas combatientes en Nicaragua, Venezuela y otros países para ayudar a esos pueblos hermanos en la lucha contra el imperialismo. Tenemos una potente industria turística, que cada año atrae ya a tantos visitantes como Disneylandia, la Torre Eiffel o cualquier otro sitio de prestigio internacional. Ganamos muchas medallas en los Juegos Olímpicos. Es cierto que desde Barcelona ’92 esa cosecha ha venido disminuyendo, pero eso se debió al desmerengamiento de la Unión Soviética, que nos dejó sin dinero y sin entrenadores. Somos una potencia mundial en educación, porque aquí cualquier chófer de taxi o cualquier jinetera o cualquier camarero de bar tiene un doctorado en química o en astronomía.     

 Esa es, compañeros, la obra de la Revolución que ustedes tienen el deber de defender. Y al igual que hicimos en la Biblioteca Nacional hace casi 60 años, hoy debemos preguntarnos si lo que ocurre ahora beneficia o perjudica esos logros de la Revolución, si los refuerza o los menoscaba.

Entonces, en esa reunión del verano de 1961, llegamos a la conclusión de que lo más importante era el derecho de la Revolución a sobrevivir y a seguir mejorando las condiciones de vida del pueblo: más dignidad, más igualdad, más educación, mejor atención sanitaria, más medallas olímpicas, más planificación, más libertad. Eso nos llevó a resumir nuestro pensamiento en la frase que ha presidido la política cultural de nuestro gobierno durante todos estos años: Dentro de la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada. Esa idea ha brillado, incrustada en el cerebro de sus abuelos y sus padres a lo largo de seis décadas. Sin embargo, parece que su luz se está debilitando en los últimos años.

Porque más libertad no significa no significa más libertinaje. Últimamente se ha venido produciendo una deriva ideológica muy preocupante. Una parte de nuestra juventud ha estado otorgando cada vez más importancia a caprichos materiales como los teléfonos móviles y las pantallas informáticas, los jueguecitos de vídeo y las modas imperialistas. Quieren viajar al extranjero, estar todo el tiempo conectados a Internet, escribir lo que les dé la gana y comer tres veces al día. Esas tendencias han recibido el apoyo de las partes blandas de nuestra sociedad, de tortilleras y mariconzones, de merolicos transformados en nuevos burgueses, de la gusanera que creíamos haber erradicado pero que ha brotado de nuevo, como el marabú en los campos antes de la Revolución.  Esos caprichitos superficiales perjudican mucho la moral de las revolucionarias y los revolucionarios. Nuestro pueblo que lucha, combate, batalla y guerrea contra el imperialismo en todos los frentes, no puede tolerar esas desviaciones, ese despilfarro de tiempo y energía que nos aparta de nuestro objetivo principal

Pero la confrontación con esas tendencias negativas no debe realizarse de manera brusca y violenta, porque ese enfoque podría aportar agua al molino del imperialismo y la contrarrevolución.  De ahí que las orientaciones bajadas el viernes por los compañeros Jorge y Fernando ante las cámaras de la televisión sean las correctas. El camino adecuado pasa por el diálogo. Tenemos que crear comisiones, cuatro o cinco si fuera necesario; tenemos que estudiar incansablemente los planteamientos de los compañeros intelectuales el tiempo que sea necesario -varios años, si creemos que la cuestión lo exige-, y volver a reunirnos en múltiples ocasiones y luego llegar a conclusiones, sin prisa pero sin pausa. Incluso pienso que esas reuniones podrían institucionalizarse. Podríamos destinar uno o dos salones del Ministerio de Cultura a esas reuniones, en las que todos los creadores podrían exponer sus ideas y sus inquietudes, y recibirían las respuestas pertinentes de los compañeros funcionarios.  

Vamos a examinar, auscultar, diseccionar y analizar los problemas hasta encontrar la fórmula adecuada, -siempre en el marco de la Revolución- para satisfacer en la medida de lo posible las necesidades de los compañeros y las compañeras artistas e intelectuales. Hasta creo que deberíamos retomar la idea de 1961 de crear una casa de reposo para escritores y artistas. Entonces sugerimos que se instalara en Isla de Pinos, pero los conflictos posteriores nos obligaron a desistir de aquel proyecto, porque las instalaciones previstas tuvieron que usarse para otros fines. Hoy podríamos actualizarlo y construir esa casa de reposo, por ejemplo, en la Sierra Maestra. Allí los intelectuales podrían realizar tranquilamente una parte de su obra, inspirándose en las luchas heroicas de nuestro glorioso Ejército Rebelde, que en dos años derrotó a los 60.000 soldados de la dictadura de Batista.

Pero todo esto ha de hacerse con discreción. Ya lo dijo el Apóstol: algunas cosas han de hacerse en silencio. Lo que no podemos es permitir que el enemigo imperialista se aproveche de estas legítimas peticiones de nuestros compañeros intelectuales para fomentar la contrarrevolución. Si hay que tronar a algunos burócratas que han sido insensibles a las necesidades de las masas --porque ustedes también son masas, o más bien, masitas, porque no son muchos, aunque aquí se erradicaron hace mucho tiempo las pretensiones elitistas y las veleidades minoristas que padecieron algunos durante la pseudo República - ¡Qué República era aquélla, donde solo comíamos y podíamos ir a la escuela los hijos de los ricos como Raúl y yo!--; si hay que tronarlos, repito, pues los tronaremos, sin que nos tiemble el pulso.   

Repito: Las orientaciones que los compañeros Jorge y Fernando les bajaron ante las cámaras el día de la manifestación ante al ministerio de Cultura son apropiadas a este fin. El espíritu de esas ideas ya estaba en el diálogo que sostuve con los intelectuales en la Biblioteca Nacional. Dentro de la revolución, la vía es siempre el diálogo pacífico, inteligente, multifacético y generoso entre los intelectuales y los cuadros dirigentes. Fuera de la revolución, no hay nada, es como el vacío del espacio exterior, o peor aún, es la huida a Miami para malvivir con la mafia, la gusanera, los blandengues, los traidores y los lacayos del imperialismo que tratan de anexar a este heroico país, para imponernos los McDonalds y los televisores de plasma.  

Ya le sugerí al compañero presidente que esas comisiones deberían estar coordinadas por algunos cuadros que han acumulado mucha experiencia en luchas revolucionarias y antiimperialistas, y que han tenido actuaciones ejemplares en cuestiones de diálogo y negociación, como el compañero Ramirito y el compañero Machado Ventura, al que cariñosamente llamamos Pedrusquito. Quiero aclarar aquí que también propuse para esas comisiones a otros compañeros competentes en asuntos culturales, como el compañero Armando Hart y el compañero Luis Pavón, pero desde el Comité Central del Partido me informaron de que el estado de salud de esos compañeros no les permitirá participar en esta tarea.

Ya sé que algunos envidiosos y vendepatrias criticaron entonces la fórmula de 1961 y hasta dijeron que un político italiano la había propuesto antes que yo. Pero ese político dijo “todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. La Revolución es más que el Estado, porque lo contiene y lo determina. Por eso dije entonces y repito ahora: “¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios?  Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”

Socialismo o muerte. Venceremos.

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