miércoles, mayo 19, 2021

Alberto Roteta Dorado: JOSÉ MARTÍ, LA NECESIDAD DE MOSTRARLO EN SU REAL DIMENSIÓN.

 


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JOSÉ MARTÍ, LA NECESIDAD DE MOSTRARLO EN SU REAL DIMENSIÓN.

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Su paso a la universalidad está determinado por la conjunción de todos los perfiles del también considerado Maestro y Apóstol; aunque es su total entrega a la gesta independentista del final del siglo XIX la que le confiere ese distintivo sello de la trascendencia más allá de las fronteras temporales de su nacionalidad y de su tiempo. José Martí sigue siendo la figura más universal, trascendental y simbólica de la nación cubana.

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Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.-

18 de mayo de 2021

Santa Cruz de Tenerife. España.- Su prematura muerte, con solo cuarenta y dos años, amén de su total entrega en pos de la lucha emancipadora de 1895, fueron los dos elementos que determinaron que muchos de los proyectos del colosal hombre de Dos Ríos quedaran sin realizar o inconclusos. De ahí que, de manera paradójica, la figura más representativa de la historia, la política y la literatura de Cuba, no tenga necesariamente una obra extensa, al menos si excluimos de sus amplios volúmenes su gran epistolario y sus innumerables apuntes. Su esperado Libro de texto de Historia de la Filosofía, sus biografías de grandes escultores y filósofos: “He de escribir cuatro libros: Rafael, Miguel Ángel, Voltaire, Rousseau”, otras traducciones, así como concretar su sistema de Filosofía de las Relaciones quedaron solo como ideas arquetípicas en la bendita mente del iluminado ser, cuya muerte en el campo de batalla recordamos este 19 de mayo.  

Su caída en combate aquel infausto día de 1895, cuando recién se iniciaba la contienda cubana para la liberación del colonialismo español, le confirió a José Martí su definitiva universalidad, algo que se venía gestando desde sus primeras inquietudes políticas en plena adolescencia, y que con el transcurso de unos pocos años se solidificara a través de su encomiable labor periodística y unas pocas obras concluidas y publicadas; aunque es, sin duda, el misterio que envuelve su prematura muerte lo que le ofrece a la etapa final de su vida su sentido más trascendental. 

El autor de los Versos Libres, como la mayoría de los genios, se caracterizó por una precocidad sorprendente. Sus polémicos debates políticos durante su paso por los colegios cubanos motivaron su primera deportación (España 1871), previos castigos en las canteras de San Lázaro o su prisión transitoria en la Isla de Pinos. En el Martí, adolescente prodigio, tuvo lugar un inusual despertar de un sentimiento patrio inherente a su naciente personalidad, toda vez que no se le educó en este sentido durante su niñez. Recordemos que su padre tuvo cargos como representante del Gobierno español en la isla – sargento de artillería, capitán de partido y reconocedor de buques, juez pedáneo, etc. –. 

EL MISTERIO DE SU MUERTE Y EL ALCANCE DE SU UNIVERSALIDAD. 

En el caso del hombre-héroe cubano no se puede separar su intensa actividad política de su extraordinaria producción periodística, literaria y ensayística. Su paso a la universalidad está determinado por la conjunción de todos los perfiles del también considerado Maestro (así con mayúsculas) y hasta Apóstol; aunque, sin duda, es su total entrega a la gesta independentista del final del siglo XIX la que le confiere ese distintivo sello de la trascendencia más allá de las fronteras temporales de su nacionalidad y de su tiempo. José Martí sigue siendo la figura más universal, trascendental y simbólica de la nación cubana. 

También el misterio de su prematura muerte, la que se resistieron  a creer muchos de sus compatriotas desde diferentes partes del mundo – en hombres como el la muerte jamás encuentra su certeza definitiva–, contribuyó, mediante el encanto de lo místico y de lo mítico, a ofrecerle una connotación especial a un hecho que en otros mortales hubiera pasado sin significación alguna. José Martí tiene ese inexplicable poder de hacer trascendental algo aparentemente común y transitorio como lo es la muerte.   

Lamentablemente, no pudo ver la realización de su más preciado anhelo. La libertad de Cuba se concretó cuando ya el bendito hombre había pasado a otras dimensiones del mundo espiritual. Con el nacimiento del nuevo siglo XX había que hacer justicia para rescatar de cualquier posible olvido al hombre que fuera capaz de aglutinar las fuerzas de cientos de cubanos en el exilio, quien, al propio tiempo, nos había dejado una obra literaria y periodística dispersa por doquier, amén de centenares de manuscritos, entre fragmentos, anotaciones y esbozos de discursos, cartas, apuntes sobre los más diversos temas, ya fueran religiosos, políticos, filosóficos, históricos, científicos, etc.  

Con la instauración de la República se inicia el necesario rescate de la figura y del pensamiento de José Martí. La serie secuencial de monumentos escultóricos y obras pictóricas dedicadas al extraordinario hombre de Dos Ríos, así como las múltiples instituciones que llevan su nombre, demuestran el sentir de una nación que pretendía hacer preservar a la figura cimera de su historia. 

En relación a su obra fue necesario rescatar una inmensa cantidad de manuscritos, entre obras literarias, ensayos de diversas temáticas, anotaciones y esbozos de discursos, etc. Manuel Isidro Méndez (1882- 1972), español radicado en Cuba, considerado un especialista en el estudio e interpretación de la obra martiana, fue el autor de la primera biografía de José Martí, quien en 1938 escribió en Cuba su obra titulada: Martí. Estudio crítico-biográfico, con la cual obtuvo el segundo lugar en el Concurso Literario Interamericano de la Comisión Central Pro-monumento a Martí, efectuado en La Habana al siguiente año, y publicada en 1941.

Manuel Isidro Méndez, historiador y ferviente martiano, lamentablemente olvidado en nuestros días, tuvo a su cargo la coordinación, el prólogo y la síntesis biográfica de las Obras Completas de Martí, en dos tomos (con lo que se pudo recopilar hasta ese momento), publicadas en La Habana, en 1946, y compiló el Ideario de Martí, editado en La Habana durante 1930, siendo en esta última obra donde resumió a través de ciertas temáticas algunas ideas del pensamiento martiano, y sin duda, la primera recopilación de citas martianas, que a pesar de su brevedad, merece siempre ser destacada.

Hacer mención a todos los grandes intelectuales e investigadores que durante las primeras décadas del pasado siglo XX se dedicaron a investigar el pensamiento martiano haría demasiado extenso un escrito de este tipo. De ahí mi limitación a un solo ejemplo mediante el historiador Manuel Isidro Méndez, con lo que hago justicia a esta olvidada figura, uno de los primeros en publicar un estudio biográfico sobre el colosal héroe cubano, amén de compilar los primeros trabajos martianos en lo que fueran las primeras Obras Completas de José Martí.  

LA PRESENTACIÓN DE UN MARTÍ MUY A SU MANERA, EL MAYOR ACTO SACRÍLEGO DE LA TIRANÍA CASTRISTA A LA MEMORIA DEL MAESTRO. 

Destacar la labor de los investigadores cubanos anteriores a 1959 es de extraordinaria importancia, toda vez que con la llegada del comunismo a Cuba se pretendió sepultar todo lo que anteriormente se hizo en pos de mantener viva la imagen de José Martí. A partir de 1959 se impuso el olvido de la categoría de Apóstol – por su inevitable asociación a los discípulos de Jesús, considerados apóstoles por sus ejemplares vidas– y en su lugar la concepción de Héroe Nacional, que también lo merece, aunque sin dejar jamás de un lado lo que ya estaba demasiado arraigado en el imaginario popular de los cubanos, para quienes José Martí siempre ha sido, y seguirá siendo, su Apóstol.  

La creación de instituciones y organismos estatales oficialistas, siempre dirigidos por líderes del Partido Comunista y fieles servidores al régimen dictatorial cubano, dedicados a promocionar solo una parte – la que le conviene al régimen castrista– del pensamiento del autor de Nuestra América fue uno de los objetivos primordiales que el nuevo sistema sociopolítico de Cuba priorizó. El adoctrinamiento que recién había comenzado requería de una visión parcializada de aquel que se refirió a la idea de haber vivido en el monstruo  –“Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas” (Testamento Político de J. Martí: Carta a Manuel Mercado) –, cuya frase, sacada de su contexto histórico y de su tiempo, carece de sentido; aunque al propio tiempo expresó que amaba a la patria de Lincoln, donde pasó la mayor parte de su vida: “Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting” (Escrito de J. Martí Vindicación de Cuba), sobre lo que se suele guardar un sepulcral silencio. 

El Centro de Estudios Martianos, institución pionera para satisfacer los requerimientos de la dictadura cubana, comenzó un trabajo de selección de escritos del pensamiento del Apóstol analizados desde una perspectiva marxista, con lo que se dejaba atrás las profundas reflexiones de autores como Medardo Vitier, en mi opinión el más profundo de los investigadores martianos de su tiempo con su obra Martí: Estudio Integral, Jorge Mañach, el más prolífico, cuya biografía, Martí el Apóstol, estuvo prohibida en Cuba hasta hace poco, entre otros valiosos intelectuales de la primera mitad del siglo XX que aportaron mucho al estudio y la divulgación de la enseñanza martiana. 

La imposición de una imagen del Maestro con un marcado énfasis en concepciones como el antiimperialismo, en contrapartida con un excesivo latinoamericanismo, marcó la nueva proyección del enfoque que tenía que ofrecerse al abordar su pensamiento. Los centenares de absurdos “estudios” sobre Martí antiimperialista, el latinoamericanismo en Martí, etc., han estado presente en los eventos que han tenido lugar durante todos estos años de dictadura comunista, siempre mediante el control estricto de instituciones como el antes mencionado Centro de Estudios Martianos, y décadas más tarde, a través de la Sociedad Cultural José Martí, una verdadera ofensa al extraordinario hombre librepensador por excelencia, toda vez que dicha institución constituye un vehículo político de actuación del régimen castrista. 

La bien definida postura filosófica de José Martí como idealista por excelencia, racionalista declarado: “Lo único verdadero es lo que la razón demuestra como tal. Nada hay cierto más allá de ello. Lo demás, cuando más, es probable” (…) “Lo racional es siempre efectivo. Lo efectivo es siempre racional. Lo efectivo es real. La razón es, pues, la ley de la realidad” – sin desestimar del todo el sensualismo filosófico: “La naturaleza observable es la única fuente filosófica. El hombre observador es el único agente de la filosofía”–, con tendencias a exaltar las místicas corrientes filosóficas del oriente, amén de una pasión sinigual por el trascendentalismo norteamericano de la segunda mitad del siglo XIX (consúltese su ensayo dedicado a Ralph W. Emerson), en contraposición con el ridículo estandarte materialista, ateísta y marxista impuesto por el régimen comunista de Cuba, resulta sobremanera chocante para un sistema que se ha proclamado comunista ante la faz del planeta.

Roberto Fernández Retamar, poeta y ensayista al servicio de la dictadura cubana y con cargos de dirección en instituciones insignes del régimen, se encargó mediante su palabra “convincente” de explicar el antimarxismo de José Martí – como era de esperar, jamás lo llamó antimarxista–. Su desafortunada hipótesis de presentar al genial pensador de Cuba como un desconocedor de la obra de Karl Marx, para justificar la no afiliación de Martí al socialismo, constituye un verdadero sacrilegio al ideario martiano

Martí jamás fue marxista, no por desconocimiento de la enseñanza de Marx, sino porque fue capaz de prever que la nueva propuesta del autor de El Capital solo sería capaz de conducir a los hombres a una verdadera esclavitud. Fue su visión profética con conocimiento de causa, y no su desconocimiento, lo que lo hizo antimarxista. Consúltese el escrito que Martí dedicó al libro La futura esclavitud del antropólogo Herbert Spencer, por solo poner un ejemplo de los tantos que podemos encontrar en su obra acerca de su postura no marxista. “Herbert Spencer quiere enseñar cómo se va, por la excesiva protección a los pobres, a un estado socialista que sería a poco un estado corrompido, y luego un estado tiránico”, expresó José Martí sobre el socialismo.  

Para la negación de su sentido de la religiosidad y su pensamiento filosófico, ambos diametralmente opuestos a la propuesta marxista de la llamada revolución cubana, nada mejor que no difundir sus grandes enseñanzas en este sentido. Ocultar al ser que se refirió a la infinitud del universo, a la existencia de vida en otros mundos, que defendió las teorías de la reencarnación y que pretendió establecer un sistema filosófico basado en la armonía como síntesis y en las relaciones universales – “yo había pensado en llamar filosofía de la relación” (…)“Todo va a la unidad, todo a la síntesis, las esencias van a un ser; los existentes a lo existente”–, fue lo que se les ocurrió a los encargados de permitir y difundir lo que se debe y lo que no se debe leer, estudiar y consultar en Cuba. 

No obstante, al publicarse la mayor parte de su obra escrita, reunida en más de una veintena de tomos, quedaron al alcance de todos sus polémicos cuestionamientos acerca de la existencia de algo o alguien más allá de cualquier comprensión y asimilación: “¿Pero está Dios fuera de la tierra? ¿Es Dios la misma tierra? ¿Está sobre la naturaleza? ¿La Naturaleza es creadora, y el inmenso ser espiritual a cuyo seno el alma humana aspira, no existe? ¿Nació de sí mismo el mundo en que vivimos?”. Esto permitió a unos pocos estudiosos verdaderos del pensamiento del Apóstol acceder a su vasto conocimiento de la filosofía y poder refutar, con argumentos más que sólidos, la verdadera posición de José Martí respecto a sus concepciones bien distantes del materialismo, el ateísmo y el marxismo.   

A pesar de demostrarse, mediante la propia palabra escrita del Maestro y Apóstol, sus concepciones bien definidas respecto a sus orientaciones filosófico-religiosas, así como su no afiliación a las tendencias de tipo socialistas y marxistas, el régimen castrista sigue utilizando la venerable imagen del gran héroe, cuya muerte evocamos hoy, a su manera, por capricho, y sobre todo, para intentar legitimar una serie secuencial de conceptos, postulados, leyes y directrices en relación con la llamada revolución cubana, aún cuando todos podemos acceder a ideas martianas como esta, que demuestran su desacuerdo con el socialismo, el totalitarismo y la tiranía: 

Los pueblos que no creen en la perpetuación y universal sentido, en el sacerdocio y glorioso ascenso de la vida humana, se desmigajan como un mendrugo roído de ratones”.

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La falsificación de Martí en Cuba(*) Parte II



Karl Marx y Federico Engels fueron los ideólogos   del genocidio moderno

Por Carlos Ripoll 
ÍNDICE


Introducción

Honrar en el nombre lo que en la esencia se abomina y combate,
es como apretar en amistad un hombre al pecho y clavarle un puñal en el costado.
José Martí

Los partidos marxistas

Debido a su actualidad, quiero referirme en particular a otro caso de falsificación de Martí. Está relacionado con su idea del partido político. El propósito de este manejo es justificar la existencia de un solo partido, y darle una razón cubana al unipartidismo que defienden Castro y los suyos, a su monopolio del poder. El asunto se viene manejando desde antes de proclamar la Constitución de 1976: es bien sabido que en esa Constitución, en su artículo 5, se define al Partido Comunista como "la vanguardia de la clase trabajadora", y como la más alta y única dirigencia de la sociedad y del Estado. Aprovechando su discurso en el centenario de la muerte de Ignacio Agramonte, una ocasión bien cubana, dijo Fidel Castro: "...Martí hizo un partido, no dos partidos, ni tres partidos, ni diez partidos; en lo cual podemos ver el precedente más hermoso y más legítimo del glorioso partido que hoy dirige nuestra revolución: el Partido Comunista de Cuba..."(20) Esa arbitraria y ridícula comparación entre los dos partidos se ha usado, hasta la saciedad, por los voceros del régimen, pero aquí sólo vamos a recordar tres oportunidades en las que Castro insistió en el asunto: una fue en su discurso a fines de 1987, durante la Conferencia de la Asociación de Juristas Americanos, que se celebró en La Habana; allí dijo: "...No hay que tenerle temor al partido, porque el fundador de nuestra nacionalidad, que fue José Martí, lo primero que hizo fue organizar un partido —está en la tradición de Cuba— el Partido Revolucionario Cubano; no organizó ni 15 ni 25 partidos, organizó uno. Antes que Lenin, Martí desarrolló el concepto de un partido para dirigir la revolución..."(21) En abril de este año [1991], en el 30 aniversario de Bahía de Cochinos, asediado por amigos y enemigos que le piden el multipartidismo y una apertura como la de la Unión Soviética, dijo: "Nadie se haga ilusiones de que el socialismo cubano hará concesiones, porque tendremos un partido, (un único partido, como el que se corresponde con la etapa larga revolucionaria! (Un único partido, como el que fundó José Martí para llevar adelante la guerra de independencia!"(22) Y en iguales términos lo oímos, hace sólo unos días, desde Santiago de Cuba, en el discurso de clausura del Cuarto Congreso, justificar la exclusión de otros partidos en Cuba porque Martí sólo fundó uno; dijo: "...pero tenemos un partido, un solo partido, como tuvo Martí, un partido, un solo partido para hacer la revolución.."(23)

(Karl Marx)

También ahí se echa mano a las trampas para justificar con algo de nuestra tradición lo que es ajeno a ella. Con ese fin, todo el aparato de la cultura oficial se lanza a buscar las coincidencias entre Martí y el marxismo, y, cuando no las encuentran, a disculpar, con mayor o menor hipocresía, a Martí, por carecer del enfoque clasista y de la voluntad de crear la dictadura del proletariado, que son la base y el propósito del partido en el marxismo-leninismo. Es tan débil, y falso, y tan disparatado el argumento del unipartidismo totalitario de Cuba como reflejo de la concepción martiana del partido político, que no valdría la pena detenerse en él si no fuera porque, de tanto repetirlo, y sin poder allí nadie salir a denunciar la mentira, para muchos, como es natural que suceda, el argumento parece válido.

Veamos primero qué idea del partido ha tenido siempre el marxismo. Ya desde 1848, en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels plantearon la necesidad de crear un movimiento independiente, de la mayoría proletaria, para defender los intereses de esa misma mayoría, es decir, un partido exclusivamente obrero e independiente de los demás partidos.(24) Más tarde, 20 años antes de la creación por Martí de su Partido Revolucionario Cubano, en una "Resolución" adoptada en la Haya, en el Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, concretaron: "Contra el poder colectivo de la clase propietaria no puede la clase trabajadora actuar como clase sin antes constituirse en un partido político distinto de, y opuesto a, los viejos partidos de las clases propietarias". Antes de la Comuna de París, el 13 de febrero de 1871, Engels le escribió una carta al Concilio Federal Español, de la Internacional, en la que decía: "En todas partes la experiencia ha demostrado que la manera mejor de librar a los obreros del dominio de las viejos partidos es la creación de un partido proletario en cada país, con una política propia, una política bien diferente de la de los otros partidos".(25) En Lenin la idea del partido alcanza su más estrecha concepción. En ¿Qué Hacer? (1902) planteó la necesidad de crear un partido cerrado sin la amplia base de la clase trabajadora que habían propuesto Marx y Engels. El "nuevo tipo de partido", dijo, tiene que ser "la vanguardia de las fuerzas revolucionarias... una organización de revolucionarios... que hagan su profesión la actividad revolucionaria... Dicha organización, necesariamente, no puede ser muy amplia..."(26) Lo que pensaba Lenin del partido está resumido en estas palabras: "El partido es una parte organizada de la clase trabajadora... El partido no es sólo la más alta forma de asociación de la clase proletaria, sino que es también un instrumento en las manos del proletariado para establecer su dictadura cuando todavía no la ha logrado, y para consolidar y extender su dictadura cuando ésta ya esté establecida... El proletariado necesita el partido no sólo para lograr la dictadura proletaria, sino que aun le es más necesario para mantenerla y extenderla y lograr así la victoria completa del socialismo..."(27) Y Stalin, la más constante, aunque menos confesada, inspiración del comunismo cubano, para amparar su dictadura y en defensa de la tesis de un solo partido como imprescindible para el socialismo, dijo en 1938:


(Meme. Todas las imágenes fueron añadidas por el Bloguista de Baracutey Cubano)


"Para no equivocarse en política hay que mantener sin compromisos una política clasista proletaria, no una política reformista para armonizar intereses del proletariado y de la burguesía... Por lo tanto, el partido proletario, en su actividad práctica, no debe guiarse por motivos casuales sino por las leyes del desarrollo de la sociedad, y por deducciones prácticas de esas leyes... Por lo tanto, para no equivocarse en política, para no convertirlo en un partido de soñadores, el partido del proletariado no debe basar su actividad en abstractos "principios de la razón humana".. . ni en los buenos deseos de los "grandes hombres", sino en las necesidades reales para el desarrollo material de la vida en la sociedad."(28)

De las ideas de Marx, Lenin y Stalin, y, repito, sobre todo de Stalin, viene la empecinada resistencia de Cuba al multipartidismo. En Cuba no hay un partido único porque Martí creó un sólo partido, sino porque, en primer lugar, por supuesto, conviene a la voluntad de absoluto poder de los gobernantes, quienes así superan el miedo de ir a unas elecciones y perderlas, y, en segundo lugar, porque responde a la cerrada concepción política estalinista, que es la única base teórica del oportunismo de Fidel Castro y los suyos.(29) Precisamente esa "política reformista de armonía de intereses del proletariado y la burguesía", que negaba Stalin, era la de Martí: esa "actividad práctica del partido basada en los buenos deseos de individualidades extraordinarias", en "la razón" y en "la moral universal", que rechazaba Stalin, fueron las bases para la actividad política de Martí.

El Partido Revolucionario Cubano



Además de una infamia, es un disparate hablar de parecidos y coincidencias entre un partido marxista-leninista y el de Martí; aquél para imponer a un grupo que también ha de gobernar por la violencia; el otro, para armonizar intereses y para que de esa unión saliera un gobierno "con todos y para el bien de todos".(30) Pero como no se puede disimular el carácter dictatorial y elitista del partido del marxismo-leninismo, quieren probar que también el partido de Martí tenía algunas de esas características, y recurren al testimonio de dos de sus contemporáneos, aunque enemigos suyos: de Enrique Trujillo, con quien Martí había tenido un problema personal relacionado con Carmen Zayas Bazán, la esposa de Martí, el cual lo acusaba de haber empleado métodos dictatoriales en la creación del Partido Revolucionario Cubano;(31) y del anexionista José Ignacio Rodríguez quien, para desacreditarlo, lo acusó en su libro de 1900 de ser socialista y de odiar a los ricos; escribió:

"Favorecido [Martí] por el cielo con una inteligencia clara y con una imaginación fervidísima, pero indisciplinadas la una y la otra hasta aquel extremo que se vio con frecuencia entre muchos de los revolucionarios franceses de 1789 y 1793, aparecía muchas veces, a los ojos de los que no eran sus discípulos, o que no estaban fascinados por la influencia magnética que entre su círculo inmediato ejercía con tanto poder, como si fuese víctima de un desequilibrio mental... Predicaba el odio a España, el odio a los cubanos autonomistas... el odio al hombre rico, cultiva y conservador... y el odio a los Estados Unidos de América, a quienes acusaba de egoístas, y a quienes miraba como el tipo de una raza insolentes, con quien la que dominaba en los demás países de la América continental, tenía que luchar sin descanso... El elemento personalísimo, dictatorial e intolerante, que se reveló en él desde el principio, le enajenó simpatías aun entre muchos de los más antiguos y bien probados revolucionarios cubanos. Uno de ellos, el señor don Enrique Trujillo, director de El Porvenir, de Nueva York, se puso frente de él, con su fervor acostumbrado, combatiéndolo sin descanso. Artículo tras artículo que reunió después en un folleto, salieron de su pluma para atacar la organización del «Partido» en lo que tenía de antidemocrático..."(32)

Así, con el testimonio de dos enemigos de Martí, hacen ver que la base antidemocrática, clasista y unipersonal del Partido Comunista de Cuba no le viene todo de Marx, o de Lenin y Stalin, sino del Partido Revolucionario Cubano de Martí. Por citar solamente un ejemplo, veamos lo que ha dicho José Antonio Portuondo, una de las autoridades de Cuba en asuntos relacionados con la cultura: "Martí y Lenin", afirmó, "coinciden en la organización celular de los partidos respectivos..." En los Estatutos Secretos del Partido Revolucionario Cubano, sigue diciendo Portuondo, "imperaba lo que, a partir de Lenin, se conocerá con el nombre de «centralismo democrático»... Martí como Lenin después, chocaría con los viejos revolucionarios, honestos pero incapaces de comprender el nuevo sentido de la organización partidaria, a quienes resulta dictatorial e intolerable la actitud del Delegado..."(33) Desde luego, Portuondo no dice quiénes fueron "los viejos revolucionarios honestos pero incapaces" que vieron en el Partido de Martí una actitud "dictatorial e intolerable", pero con esa gratuita afirmación se disculpan los procedimientos, ésos sí dictatoriales e intolerables. del Partido Comunista de Cuba y de sus dirigentes, y quien tenga reparos ante los abusos del poder se calla para que no lo consideren incapaz de entender algo que venía ya impuesto por José Martí.

El 5 de enero próximo [1992] hará un siglo que se aprobaron en Cayo Hueso las Bases del Partido Revolucionario Cubano. No sólo por lo que conviene para ver en cuánto el partido de Martí niega los partidos marxistas, sino también por la fecha que se nos acerca, vamos a recordar cómo y con qué propósito nació el Partido Revolucionario Cubano. El mes de octubre de Martí, hace 100 años, en lo político, fue el más crucial de su vida. Parecía como si hubiera un conjuro de acontecimientos para precipitarlo en la campaña decisiva por Cuba. Meses antes concluyó la Conferencia Monetaria, de Washington, a la que fue como representante del Uruguay, en la que pudo comprobar que el expansionismo de este país amenazaba seriamente la independencia de Cuba, por lo que era necesario lograrla, también como protección para el resto de nuestra América; desde Washington le escribió a Gonzalo de Quesada: "...(Libre el campo, al fin libre, libre y mejor dispuesto que nunca, para preparar, si queremos, la revolución ordenada en Cuba, y con los brazos afuera! Sentada, la anexión. Los yanquis mismos, valiéndose de la Conferencia Monetaria como de un puñal, lo han clavado en el globo aquel del continente y de las reciprocidades... En la Conferencia todos, hasta los más flojos y torpes, han visto el juego..."(34)

Enseguida suspendió sus colaboraciones en La Nación, de Buenos Aires, y poco después, citó para un acto en el que se iba a conmemorar el 10 de Octubre, y allí anunció a los emigrados en qué estaría basada su campaña política que aspiraba a la creación de un pueblo "para el bien de todos", de "un porvenir en que quepamos todos", y resumió su idea con estas palabras: "(Nosotros no somos aquí más que el corazón de Cuba, en donde caben todos los cubanos!" Y como para desmentir a José Ignacio Rodríguez y a los que ahora en Cuba le achacan una condición clasista a su obra revolucionaria para acercarlo a la revolución bolchevique, y al odio proletario hacia el rico, advirtió de aquellos ricos de entonces que en verdad lo eran no sólo en fortuna sino también en patriotismo:

"...son carne nuestra, y entrañas nuestras y orgullo nuestro, y raíces de nuestra libertad y padres de nuestro corazón, y soles de nuestro cielo y del cielo de la justicia, y sombras que nadie ha de tocar sino con reverencia y ternura... aquellos padres de casa, servidos desde la cuna por esclavos, que decidieron servir a sus esclavos con su sangre, y se trocaron en padres de nuestro pueblo; aquellos propietarios regalones que en la casa tenían su recién nacido y su mujer, y en una hora de transfiguración sublime se entraron selva adentro con la estrella en la frente; aquellos letrados entumidos que, al resplandor del primer rayo, saltaron de la toga tentadora al caballo de pelear; aquellos jóvenes angélicos que del altar de sus bodas o del festín de la fortuna salieron arrebatados de júbilo celeste a sangrar y a morir, sin agua y sin almohada, por nuestro decoro de hombres..."

Y, a continuación, Martí propuso para la república no lo que dicen ahora que dijo Mella, que le dijo Baliño, que le había dicho Martí, que en ella haría una revolución proletaria, sino que habló de los "días buenos, después de la redención, del trabajo continuo, y de buena fe, para evitar el exceso de política de los desocupados ambiciosos, o de los aspirantes soberbios, o de los logreros de la palabra y del valor..." —es decir: la política de justicia y equilibrio que fue siempre la norma de su política; y allí también censuró a los anexionistas, "a los que buscan en un poder extraño la salvación que no saben sacar de su voluntad", y a los autonomistas que buscaban un arreglo imposible con España, a los autonomistas que entonces calificó de "liberales de aguamiel".(35)

Pero, quizás Martí mentía para lograr un fin no confesado, como han hecho, y hacen, otros; pero poco después dijo en un artículo de Patria: "La república, sin secretos. Para todos ha de ser justa, y se ha de hacer con todos... Levantarse sobre intrigas es levantarse sobre serpientes. En revolución, los métodos han de ser callados, y los fines públicos..."(36) No, no mentía Martí; mienten los otros. Al día siguiente de aquella conmemoración, el 11 de octubre de 1891, un periódico de Nueva York denunció a Martí porque hacía propaganda contra España siendo cónsul de la Argentina; y el 11 de octubre renunció el cargo diplomático. Más elocuente que su palabra en el acto patriótico fue el renunciamiento: "El apóstol", decía Martí, "que lo sea a costa suya".(37) Conmovió a la emigración de Tampa y lo invitó el Club "Ignacio Agramonte" de aquella ciudad. Aquel fue el primer paso en la preparación de la guerra. Allí repitió lo que había adelantado en Nueva York: su república iba a ser "con todos y para el bien de todos". En Tampa dijo también las palabras que hipócritas copiaron en la Constitución socialista de Cuba: "Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".(38) Se supo entonces, en Cayo Hueso, de su programa y lo invitaron, y allí nació el Partido Revolucionario, en la "Duval House", de la patriota Josefina Bolio, ante una asamblea de 26 cubanos partidarios de la independencia: antiguos soldados, obreros y dueños de tabaquerías, intelectuales: Fernando Figueredo y Gerardo Castellanos; Carlos Baliño y Eduardo Hidalgo Gato; Francisco María González y José Dolores Poyo...

Las "Bases" del Partido fueron aceptadas no porque Martí las impuso, como dijo el viejo esclavista Enrique Trujillo y dicen ahora en Cuba, sino, precisamente, porque no eran de él, porque eran lo mejor de los esfuerzos revolucionarios anteriores a Martí, y con aquel programa entraban en armonía los distintos intereses que formaban la emigración, resumen y síntesis de los que habrían de formar su república. Leemos en el artículo cuarto de aquellas "Bases": "El Partido Revolucionario Cubano [se propone] fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud". Y en el quinto artículo añadía: "El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre".(39) Obsérvese pues lo que pretendía el Partido Revolucionario Cubano: ". ..fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia... [con] el equilibrio de las fuerzas sociales... para el decoro y bien de todos los cubanos..."

Y nos preguntamos, ¿dónde está ahí la voluntad clasista para establecer la dictadura del proletariado que proponían Marx, Lenin y Stalin, que sirve de fundamento al socialismo cubano? Eso no era lo que quería Martí. Jamás lo quiso, y aunque hubiera vivido mil años, sobre 100 Lenins y 100 Stalins, lo hubiera querido. Bien claro lo dejó dicho al hablar de "Los pobres de la tierra", su artículo de Patria, donde otra vez dejó constancia del programa de su Partido; allí aclaró: "Ni se ha adulado, suponiendo que la virtud es sólo de los pobres, y de los ricos nunca; ni se ha ofrecido sin derecho, en nombre de una república a quien nadie puede llevar moldes o frenos, el beneficio del país para una casta de cubanos, ricos soberbios, o pobres codiciosos, sino la defensa ardiente, hasta la hora de morir, del derecho igual de todos los cubanos, ricos o pobres, a la opinión franca y al respeto pleno en los asuntos de la tierra..." Y eso lo dijo porque él entendía, y sigo con sus palabras que, "un pueblo está hecho de hombres que resisten, y hombres que empujan: del acomodo, que acapara, y de la justicia, que se rebela: de la soberbia, que sujeta y deprime, y del decoro, que no priva al soberbio de su puesto, ni cede el suyo: de los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos..."(40) Había otros partidos políticos en la isla, y otras tendencias y grupos en la emigración: jamás Martí habló de suprimirlos para gobernar su república, jamás. Su vocación democrática no sólo lo inclinaba sino que le exigía el multipartidismo.
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Carlos Calvo
26 mayo, 2021

La Muerte de Martí contada, como nadie, por el Dr. Gustavo León en directa de  Carlos Calvo





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