Nota del bloguista
Les recomiendo que lean ( está en idioma Inglés) la transcripción del programa Cuba Cocaine, donde aparecen las entrevistas a diferentes narcotráficos, en particular los familiares de Ruíz Po, el entonces joven que estalló en llanto en el juicio de la Causa 1/89 o Causa Ochoa-La Guardia en 1989, que dijo, con otras palabras, que el pensaba que el Comandante ( Fidel Castro) estaba al tanto y al frente de todo y que como en el baloncesto anotaría el tanto decisivo. En el siguiente video aparece Ruiz Po en el juicio diciendo lo anterior. Dicen que desde hace años está de cantante en los centros nocturnos de La Habana.
El único hijo reconocido de Pablo Escobar en una entrevista a una televisora de Miami, a una pregunta del moderador o entrevistador sobre lo que había declarado Popeye de que él, el hijo de Pablo Escobar, había matado a una persona, contestó de que Popeye no estaba diciendo la verdad, y que Popeye tampoco había sido tan importante en el cartel y que no había sido el jefe de los sicarios dal mando de su padre.
Popeye próximamente saldrá de la prisión, después de haber cumplido su condena.
Por otra parte: en una entrevista al opositor cubano anticastrista Guillermo Fariñas de esa misma televisora de Miami, el ex oficial de las Tropas Especiales de las Fuerzas Armadas Revoluciarias, expresó que en una ocasión, cuando el estaba de custodio en una de las vallas de gallos de lidia o de pelea de Guillermo García en la localidad de Managua, La Habana, Cuba, él vió a Pablo Escobar; Fariñas no quiso abundar sobre ese punto, pese al asombro del moderador Oscar Haza y su interés por saber más; esquinó el asunto y quizás se haya dado cuenta que había dicho algo que no debió haber dicho. Una hermana de Pablo Escobar en una entrevista radial que aparece en Internet, y que fue publicada en este blog, habla de su visita a Cuba, junto con su hermano Pablo Escobar Gaviria.
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Tomado de
http://www.martinoticias.com
Pablo Escobar, el patrón del mal,y su ruta cubana de las drogas
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Los cubanos confirman asombrados la conexión cubana en el narcotráfico, en un serial colombiano que es un éxito en la bolsa negra de videodiscos.
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Por Rolando Cartaya
martinoticias.com
septiembre 27, 2012
(Una embarcación de las Tropas Guardafronteras (TGF) cubanas patrulla las costas del municipio de Baracoa, Guantánamo.)
En los últimos años la televisión cubana ha hecho algunos esfuerzos por ofrecer una programación más atractiva, incrementando sobre todo el contenido de materiales extranjeros, y en especial estadounidenses, un lote que se ve sistemáticamente limitado por la obligada filtración a través de rigurosos tamices ideológicos.
No obstante, los televidentes de la isla han podido disfrutar en la pantalla chica de algunas series norteamericanas de alta calidad como “CSI” y “Los Sopranos”, además de los habituales culebrones brasileños. Sin embargo, hoy en día muchos cubanos podrían decir de la TV nacional: “¿Quién la necesita?”
Esta semana un colaborador del portal alternativo
Havana Times ofreció un ejemplo de como la popularización de las nuevas tecnologías y soportes informáticos ha posibilitado, en manos de cubanos emprendedores, que muchos en la isla se hayan independizado del "Gran Hermano" y estén casi tan actualizados, al menos en materia de entretenimiento e información, como sus parientes de Miami.
Alfredo Fernández reportó en su crónica para Havana Times que la serie colombiana “Pablo Escobar: El Patrón del Mal”, se ha convertido en el fenómeno audiovisual que estremece la isla.
Mi esposa y yo todavía la estamos viendo en Miami, y realmente tiene una factura impecable (los libretos colombianos son tan buenos que el emporio mexicano Televisa constantemente compra los derechos y produce versiones de sus telenovelas para el público azteca y los latinos en Estados Unidos. Así “Betty la
fea” se convirtió en “La fea más bella”, y “Pedro el Escamoso”, en “Juan Querendón”).
(El anuncio de la serie en Telemundo.)
La de Fernández no es la primera alusión al éxito del serial sobre el famoso capo de las drogas en la isla. A mediados de agosto el bloguero y periodista independiente Iván García ya anunciaba que la teleserie colombiana estaba arrasando en el mercado negro habanero.
Y aunque tampoco es el primer material sobre el tema en la bolsa negra habanera de los videodiscos (antes circularon “Las Muñecas de la Mafia” y “El Cartel de los Sapos”) tanto García como Fernández subrayan lo que hace singular a este serial en Cuba: en algunos capítulos, se revela lo que ha sido por años en Cuba un secreto a voces: las relaciones de negocios de Pablo Escobar y el Cartel de Medellín con el gobierno de Fidel Castro y sus altos jefes militares.
Cabe destacar que, aparte de la limitada ficción de las situaciones, y los nombres cambiados de algunos personajes (Carlos Lehder, por ejemplo es identificado como Marcos Herbert; la presentadora de televisión --y presunta amante de Escobar-- Virginia Vallejo, es Regina Parejo) la serie transpira un rigor histórico que denota una acusiosa investigación de los hechos y los testimonios de los implicados.
Por ejemplo, un episodio reciente en el que Marino, uno de los hombres de Escobar, se enamora de una ex amante del capo y es obligado por éste a asesinarla, corresponde a un hecho real narrado por el jefe de sicarios de Escobar, John Jairo Velázquez, alias “Popeye”, a la periodista de Univisión Ilia Calderón.
Desde La Habana, Fernández refiere que una cubana que no se pierde un capítulo de la serie, dijo estar espantada de la facilidad con que uno de los lugartenientes de Escobar entraba la droga a Cuba, para luego trasladarla a EE.UU. La señora también hizo un comentario clave: “Ahora, que estoy viendo la serie de Pablo Escobar, me convenzo más de que [el General Arnaldo] Ochoa fue un conejillo de indias”.
Hace unos años visitó Radio Martí la periodista colombiana Astrid Legarda, con motivo de la publicación de su revelador libro “El verdadero Pablo: sangre, traición y muerte”. El volumen es fruto de siete años de conversaciones entre la ex reportera de RCN y “Popeye”. Astrid aprovechaba para dialogar con él las visitas de la novia del sicario a la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, en el Departamento de Boyacá. Antes del lanzamiento del libro, la revista
Semana publicó dos adelantos. Uno de ellos se titula “Pablo Escobar y Cuba”.
¿Qué dice sobre el tema la "mano derecha" del capo de capos?
Refiere “Popeye” que Escobar –claramente definido en el programa como un simpatizante de la izquierda-- "se apoyaba para hacer llegar la droga a Estados Unidos en gobiernos no aliados, y enemigos, de Washington. La serie muestra el momento en que uno de los pilotos de Escobar toma subrepticiamente una
foto, que luego entregó a la DEA, en la que aparecen el jefe del Cartel y militares sandinistas descargando droga de una avioneta en una pista de Managua.
(John Jairo Velásquez alias "Popeye")
Agrega el ex sicario que fue con la ayuda "de Jorge Avendaño, apodado el 'Cocodrilo', que el 'Patrón' llegó a Fidel Castro en Cuba. Éste lo conectó con su hermano Raúl y así se inició una operación de tráfico de cocaína". Y asegura que la relación entre Escobar y Fidel era “permanente y fluida, por cartas y terceras personas”, y que se inició a través de comandantes de la guerrilla M-19
Asevera que el esquema de tráfico de drogas a través de Cuba lo habría coordinado el 'Cocodrilo' “en cabeza de Raúl Castro”. Durante dos años, la cocaína colombiana circuló, según Velázquez, por esta ruta cubana:
“Salía del puerto de Buenaventura por mar hacia las costas mexicanas, donde era recibida por los socios locales; allí era subida a aviones con matrícula mexicana y despachada rumbo a Cuba”. (…) Una vez en la isla “los militares cubanos, al mando del general Ochoa y el oficial Tony de la Guardia, bajo instrucciones directas de Raúl Castro, se hacían cargo de la mercancía, custodiándola para posteriormente embarcarla en lanchas rápidas, tanqueadas con gasolina por cuenta de los cubanos, con destino a Estados Unidos, entrando por Cayo Hueso”.
Los cubanos recibían 2000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado ...
“Las lanchas iban y venían varias veces. (…). Ya en costas estadounidenses, la droga era recibida por el 'Mugre', quien con su gente la trasladaba a varias caletas (escondites), situadas en Kendall, Boca Ratón y el mismo Cayo Hueso. Estas caletas eran casas residenciales, en donde se perforaba el terreno y, en tubos de PVC, para que no se humedeciera la cocaína, se enterraba la droga, esperando a ser distribuida en pequeñas cantidades a los minoristas, para ser comercializada en todo Estados Unidos. Cada caleta tenía capacidad de almacenamiento de hasta 2.000 kilos”.
John Jairo Velásquez alias "Popeye", jefe militar del que fuera capo del cartel de Medellín, Pablo Escobar, involucró a Raúl Castro en el tráfico de drogas en la década de 1980. Precisa “Popeye” que los cubanos recibían “2.000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado”. “Pablo”, relata, “estaba feliz con esta ruta” que llenó las arcas del 'Patrón'. “Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor”.
Los Castro también debían estar felices: en cada envío hacia Cuba por avión, “se cargaba un promedio de 10.000 a 12.000 kilos”. La cuenta en dólares por cada embarque no baja de seis ceros.
El jefe de sicarios de Escobar confirma en su testimonio la comprometedora participación de los ayudantes del general Arnaldo Ochoa y el coronel Tony de la Guardia:
“Durante este operativo y en varias oportunidades, los dos enlaces cubanos, el capitán Jorge Martínez Valdés y el oficial Amado Padrón viajaron a Medellín; los movíamos con documentos falsos y para no llamar la atención, por su acento, se los hacía pasar por costeños. Los viajes y la atención de éstos en Colombia estaban totalmente a cargo del 'Cocodrilo'”.
“Al comienzo de los negocios con los cubanos, los mexicanos se mostraron reacios a incluirlos, alegando que ellos querían cobrar mucho por participar. Pablo se impuso, pues de antaño, simpatizaba con la causa de la revolución y quería apoyar a Fidel”.
“Los dólares producto de la venta de esta droga en Estados Unidos, llegaban a manos llenas, camuflados en electrodomésticos, que ingresaban a Colombia ante la mirada complaciente de algunos funcionarios de la aduana, al servicio de Escobar. Desde allí, se repartía su participación a los socios mexicanos y cubanos”.
“La ruta cayó cuando se destapó todo el escándalo, al caer un gran cargamento decomisado por la DEA, proveniente de Cuba, y varios cubanos detenidos confesaron, delatando la operación”.
Hagamos un paréntesis. En febrero de 1991, dos años y medio después de la causa 1 de 1989 que condenó a muerte a Ochoa, De la Guardia y sus dos ayudantes, un prestigioso programa investigativo de la televisión pública estadounidense, Frontline, dedicó una edición a la participación de Cuba en el narcotráfico.
La presentación de
Cuba and Cocaine señalaba que meses antes Fidel Castro se había jactado en La Habana de que difícilmente se podría encontrar en el mundo un país menos hospitalario para el tráfico de drogas que Cuba. A través de cintas de vigilancia de la DEA y entrevistas con ex funcionarios cubanos y distribuidores de drogas, Frontline se proponía mostrar cómo Castro había utilizado el narcotráfico como arma política.
Recuerdo que pasé toda la mañana después de la transmisión del programa preparando algunos cortes para usarlos en los noticieros de Radio Martí. Me basé principalmente en las grabaciones tomadas por la DEA con cámara oculta a Rubén Ruiz, hijo de Reinaldo Ruiz, y las del interrogatorio a éste último. Padre e hijo eran contactos del Cartel de Medellín en Miami, y Rubén piloteaba avionetas hacia Cuba. Los dos eran familiares de Miguel Ruiz Poo, el miembro del hasta entonces secreto Departamento MC del MININT que perdió la compostura en el juicio Ochoa-La Guardia mientras “echaba pa’lante” a medio mundo.
En las grabaciones de la DEA, Rubén Ruiz alardeaba de su acceso a instalaciones militares en Cuba:
“Déjame decirte algo. No te miento. Yo he volado a lugares en Cuba a donde nadie ha volado. Te estoy hablando de pistas militares. Te estoy hablando de MIg-23 pintados de camuflaje”
También blasonaba de ser tratado en la isla a cuerpo de rey:
“Te sientas en una mesa que es como la mitad de esta oficina tuya, y te sirven unas piernas de puerco grandísimas, y unos bistecs enormes, y te ponen un tremendo caldero de arroz como para siete u ocho personas, ¿Okey? Allá nadie come así”.
Volvamos ahora con el testimonio de “Popeye”:
“La investigación lleva a la DEA hacia el cartel de Medellín y al gobierno cubano. El 'Cocodrilo' sale de Cuba rumbo a Colombia. La investigación llega hasta las más altas esferas del gobierno norteamericano. El tráfico es a gran escala y alegan que es imposible que los funcionarios de la isla no lo supieran. Esto pone al gobierno de Cuba en la mira de sus más encarnizados enemigos, los norteamericanos. Mucha cocaína quedó
enterrada en suelo cubano”.
(El tribunal de honor militar que juzgó a Arnaldo Ochoa.)
“Fidel Castro no se queda con los brazos cruzados y ordena una farsa de investigación, para de esta forma protegerse él y de paso, a su hermano Raúl. En la isla, se anuncia con bombos y platillos a los medios de comunicación, que ‘la Revolución Cubana fue penetrada por el narcotráfico, en manos de unos apátridas y malos hijos, enquistados en el ejército revolucionario’. Se acusa al general Arnaldo Ochoa y 11 personas más; en tiempo récord, el general es fusilado con sus más cercanos colaboradores, creyendo que con esto tapaban el sol con un dedo”.
“Ante la comunidad internacional, el gobierno cubano cree haber puesto una cortina de humo al escándalo. Sin embargo, frente a los norteamericanos, la cosa es a otro precio. Me cuenta Pablo Escobar que, en un computador de la CIA y en las oficinas del Pentágono, duerme el caso. Pero no ha muerto, simplemente lo tienen archivado con el sellito de ‘información clasificada’”.
Fernández, el colaborador de Havana Times, cree que lo más importante de la circulación en la isla del serial “Pablo Escobar: El Patrón del Mal” es que ha regresado al país un viejo y difícil debate siempre sostenido en voz baja: ¿Hasta dónde calaron las influencias de Pablo Escobar en el Gobierno cubano? Y concluye diciendo: “ En esta telenovela, al menos, se hace evidente que iban más allá del general Ochoa y sus cómplices”.
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Tomado de
http://taniaquintero.blogspot.com
El Cártel de La Habana (IV)
Por Juan Benemelis
En
el curso de la década de los 70 se dieron cita dos coyunturas
importantes. La primera tendría que ver con el consumo de narcóticos,
que vería una gran expansión en Estados Unidos primero con la marihuana y
luego con la cocaína.
La otra coyuntura tenía que ver con el
narcotráfico en sí. El Cartel de Medellín necesitaba de un punto
intermedio cercano para operar hacia aguas norteamericanas. El Cartel de
Medellín llegará a introducir unas 45 toneladas de cocaína en Estados
Unidos, representando 25 billones de dólares, y alrededor de 10
toneladas en Europa.
En una intervención ante el Senado, en abril
de 1983, James H. Michel, Secretario de Estado para Asuntos
Interamericanos, expresó que existían pruebas de que en 1979, el buró
político del Partido Comunista de Cuba había aprobado un plan para
intervenir en el narcotráfico utilizando a Cuba como puente y base de
apoyo para las redes de traficantes de Estados Unidos.
El
suministro se organizó desde las fuentes de abastecimiento en América
del Sur y el gobierno de La Habana necesitaba recursos en moneda
convertible que estaría dispuesto a obtener de cualquier manera. La
vinculación cubana con el narcotráfico era inevitable desde un
principio, y además tenía que producirse de manera casi natural:
primero, porque en las áreas de producción de Suramérica, los
guerrilleros sostenidos por Cuba ocupaban el mismo espacio ilegal que
los narcotraficantes.
La guerrilla necesitaba armas y dinero,
mientras que el narcotráfico, siempre abundante en dinero, necesitaba
protección armada y, sobre todo, acceso a las redes de organización
clandestina de la guerrilla y su experiencia conspirativa. Además, una
parte importante de todo el tráfico de drogas cayó en manos de exilados
cubanos, sobre los cuales La Habana tenía abundante información para el
chantaje. La parte del exilio que se vinculó al narcotráfico con Cuba
también se sentía razonablemente segura de que no sería traicionada.
En
la medida que la crisis financiera y económica se hacía más profunda,
la dependencia de la Isla para con los recursos extraídos de Angola y
del narcotráfico se amplió. Apurado por lograr una nueva fuente de
recursos, Castro se fue involucrando cada vez más en el tráfico de
drogas, como apuntara el general cubano exiliado Rafael del Pino.
Tradicionalmente
los barcos usados en el narcotráfico colombiano tenían que atravesar el
Paso de los Vientos, entre Cuba y Haití, lo que muchas veces les
situaba en aguas territoriales cubanas, donde eran interceptados. Las
pérdidas de los narcotraficantes se incrementaron con alarma.
Según
el testimonio dado en 1982 por el narcotraficante colombiano de Miami
Juan Lozano (alias Johnny Crump), es alrededor de 1975 que algunos de
los más importantes narcotraficantes colombianos se entrevistaron en
Bogotá con el embajador cubano Fernando Ravelo Renedo para negociar la
devolución de los barcos y las tripulaciones.
El embajador cubano
contestó con una contraoferta de La Habana: a cambio de 800 mil dólares
por cada barco, Cuba estaba preparada no sólo para ignorar la actividad
de los buques madres que se detectasen en sus aguas, sino que podía
proveerles de servicios de reparación y gasolina en sus puertos, así
como identificación y escolta cubana hasta las proximidades de los cayos
de la Florida.
Así, los poderosos colombianos Alfonso Cotés y
Alfonso García comenzaron sus negocios de tráfico a través de Cuba. Los
agentes de inteligencia cubanos se pusieron en contacto con algunos
potentados de la droga en Miami, como por ejemplo Johnny Crump y el
conocido narcotraficante Jaime Guillot-Lara, quien con posterioridad
sería empleado de los servicios secretos cubanos y se casaría con una
hija de Raúl Castro.
Entre los cubanos exiliados en Estados
Unidos implicados en el narcotráfico con Cuba estaban José Alvero Cruz y
Osiris Santi. En noviembre de 1976, Alvero había viajado a España donde
disponía de fondos bancarios, y allí obtuvo de la propia embajada
cubana en Madrid un pasaporte cubano. En 1978, actuando como agente de
Cuba, Alvero arregló el envío de 5,000 armas para las guerrillas
sandinistas en Nicaragua. Por su parte, Osiris Santi era un
narcotraficante cuyos barcos ya recibían protección en los puertos
cubanos. Su lugarteniente, Orlando Torres, se entrevistaba
constantemente en México con los funcionarios del régimen cubano
destacados en Mérida.
El narcotraficante colombiano, Jaime
Guillot-Lara -casado con la hija del ministro de defensa cubano Raúl
Castro- será el contacto entre Cuba y el movimiento M-19. El 7 de
noviembre de 1981, Guillot-Lara tiene que escapar a toda prisa de
Colombia y se refugia en México, donde los agentes cubanos negocian su
libertad con las autoridades mexicanas con el fin de evitar que se
descubriera su conexión con La Habana. En 1982, Castro hablaba de
Guillot-Lara como "un buen amigo".
La conexión cubana sería
descubierta y probada más tarde. Los informes de la participación cubana
en el tráfico de drogas saldrían por vez primera a la luz pública en
1982, cuando la Oficina Legal de los Estados Unidos en Miami nombró
entre los acusados al jefe de la marina de guerra de Cuba, almirante
Aldo Santamaría, y al ex embajador cubano en Colombia, Fernando Ravelo,
en un caso que incluía 23 toneladas de marihuana.
El 15 de
noviembre de 1982, los colombianos Guillot-Lara y Johnny Crump, y los
cubanos Lázaro Visuña, Mario Estévez y David L. Pérez, brindaron a un
tribunal en Miami amplias pruebas de las actividades de narcotráfico por
parte de Cuba desde el año 1975, tráfico que tenía como uno de sus
objetivos el envió de armas a la guerrilla colombiana del M-19.
Según
la deposición de Johnny Crump, él y Guillot-Lara se dirigieron a La
Habana en compañía del embajador Ravelo, donde éste y el embajador de
Cuba en Venezuela, Norberto de la Osa, les confirmaron que el barco
Viviana, dedicado al narcotráfico, obtendría salvoconducto todas las
veces que atravesase las aguas jurisdiccionales cubanas.
Por la
protección de este tránsito, Guillot-Lara pagaba 20 mil dólares por cada
tonelada de marihuana a bordo. A su vez, el compromiso incluía el
transporte de armas a las guerrillas del M-19 en Colombia. Según
Guillot-Lara, a su retorno a Colombia inició los trámites para preparar
otro barco para enviar a Cuba en 1980.
Conforme al testimonio de
Johnny Crump, los funcionarios cubanos Ravelo y René Rodríguez Cruz
-presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP)-, le
sugirieron la posibilidad de comprar y enviar armas para elementos
anti-Pinochet en Chile a través de Panamá. Una semana después, un
chileno de apellido Galván, le hacía entrega de un microfilm en un
cigarrillo que contenía la lista de las armas, alimentos y municiones
para 300 hombres.
Por otra parte, Johnny Crump cuenta cómo
durante una campaña en la costa norte del Pacifico, las autoridades
colombianas cercaron a un grupo guerrillero del M-19 comandados por
Carmenea Cardona, muchos de los cuales figuraron en el secuestro de la
embajada dominicana en Bogotá y que supuestamente debían haber estado
refugiados en Cuba.
Entre los detenidos y testigos de la causa de
Miami figuraba también Mario Estévez, un agente de la inteligencia
cubano, infiltrado en los Estados Unidos en 1980. En su deposición ante
el Gran Jurado, Estévez expresó que había sido infiltrado con el
objetivo de activar el tráfico de drogas, comenzando por transacciones
de marihuana hasta que fue arrestado el 29 de noviembre de 1981. Estévez
testificó ante una comisión del senado de los Estados Unidos que había
introducido en la Florida marihuana y gualudes desde Cuba, y de ahí
trasladado a Nueva York.
Las declaraciones de Estévez resultaron
desconcertantes: la alta cúpula de la dirigencia cubana había organizado
una extensa red de narcotráfico desde América Latina hasta los puntos
de distribución en ciudades norteamericanas, usando sus propios
servicios secretos. Estévez identificó al alto oficial de inteligencia
cubana, René Rodríguez Cruz y al vicealmirante Aldo Santamaría como las
personas encargadas por Castro para canalizar este tráfico.
Estévez
apuntó que desde los inicios de la década de los setenta se producía
marihuana en la región cubana de Manzanillo para venderla en los Estados
Unidos, operación que Castro venía madurando desde los días de la
guerra de Vietnam. Estévez estimó en 200 millones de dólares anuales los
ingresos cubanos sólo por concepto de la marihuana.
Durante el
período de su actividad ilícita, Estévez logró el traslado de Cuba a
Estados Unidos de alrededor de 270 kilogramos de cocaína, posteriormente
vendida en Miami, Chicago, Ohio, Nueva Jersey, Nueva York y otras
ciudades. El dinero acumulado lo llevaba a Cuba él personalmente.
También informó que en un momento de su actividad, sus jefes en el
gobierno cubano le recomendaron se trasladase a Bimini, en Las Bahamas,
para conocer y entrenar a Frank Bonilla, otro agente proveniente de
Cuba.
De regreso a Cuba, recalaron en la pequeña isla de Paredón
Grande, donde hallaron el buque Viviana del colombiano Guillot-Lara con
un cargamento de 8 millones de qualudes. El yate estaba escoltado por
buques de guerra cubanos.
De acuerdo con la narración de Estévez,
corroborada luego por otros narcotraficantes, estando en Paredón Grande
concurrieron el jefe de la Marina de Cuba, almirante Santamaría, y el
alto jefe de la inteligencia René Rodríguez, presidente del ICAP,
organismo pantalla de la inteligencia cubana, con quienes sostuvo una
extensa conversación sobre el narcotráfico. Explicó que cuando salió de
Cuba a bordo del Viviana se acarreaba otro barco, el Lazy Lady, hasta la
isla de Andros en Las Bahamas, donde se hizo el traspaso de los
qualudes. Después fue ordenado a seguir hasta Cayo Güincho donde recogió
23,000 libras de marihuana procedente de Cuba.
El testimonio de
Estévez implicó en el narcotráfico internacional a Santamaría, René
Rodríguez, al embajador Ravelo, a Gonzalo Bassols Suárez, diplomático
cubano en Colombia; a Teodobaldo Rico Rodríguez y Francisco Echemendía,
funcionarios del Ministerio del Interior de Cuba.
Con
posterioridad, René Rodríguez moría en La Habana, en circunstancias
misteriosas, después del fusilamiento de los militares el general Ochoa,
Tony de La Guardia, en 1989, y al deceso en prisión, en 1991, del
general José Abrantes Fernández, exministro del Interior.
Coincidentemente,
Estévez también fallecería en una prisión norteamericana. Los hilos de
la trama que conducían hasta Fidel y Raúl Castro irían desapareciendo
con el tiempo.
El ex secretario de Estado, Shultz, refiriéndose a
los resultados del Gran Jurado de Miami, indicó que se "demostró la
evidencia de la complicidad de Cuba en el tráfico de narcóticos en
América Latina”. En marzo de 1983 fue confiscado en la Florida un velero
con 750 libras de marihuana a bordo. Durante el registro del bote se
halló un diario con la ruta seguida. Había zarpado de la Florida para
Las Bahamas, siguió a Haití, luego a Cuba, después a Jamaica, retornó a
Las Bahamas y finalmente llegó a la Florida de nuevo.
Poco
después, el 20 de mayo de 1983, el presidente de los Estados Unidos,
Ronald Reagan declaraba en Miami que existían fuertes pruebas de que
funcionarios de Castro estaban involucrados en el tráfico de drogas
desde Cuba. Un mes después, el administrador de la DEA, Francis Mullen
ratificaba ante el senado estadounidense que el gobierno de Cuba estaba
consciente de los movimientos de drogas a través de su territorio, y que
facilitaban tales movimientos.
Del libro
Las guerras secretas de Fidel Castro, de Juan F. Benemelis.
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Cuba and Cocaine
Para leer las transcripciones en idioma inglés de lo dicho por el
narrador así como las otras personas que hablan en el documental pueden
ir
AQUÍ
. Las personas que no dominen el idioma inglés, pueden usar la barra
de Google Translate que hay en la sección derecha del blog Baracutey
Cubano.
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Subido por UnionLiberalCubana
el 11/05/2010
Cinco años
antes del fusilamiento del General Ochoa (1989), acusado de traficar
con drogas, existían todas las pruebas de que el gobierno cubano estaba
involucrado en este comercio ilícito. Este documental fue transmitido
por la televisión de Estados Unidos en 1984. El General Ochoa fue sólo
el chivo expiatorio para tratar de exculpar al gobierno de Fidel Castro
Cuba y el narcotráfico en 1984
Part. I
Part. II
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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS
Y quien carajo te dijo que Popeye era hijo de Pablo Escobar?
Orlando Gregorio Chaviano
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Comentario del Bloguista
Saludos Orlando Gregorio Chaviano
No, Popeye no era hijo de Pablo Escobar.; el hijo de Pablo Escobar vive en Argentina con otro nombre y se dedica a la moda del vestir.
Cambié la redacción para que otras personas no se confundan. Gracias, aunque no hacía falta para nada la palabra carajo.
Para seguir leyendo hacer click aqui ...