sábado, octubre 31, 2020

Joe Biden / Donald Trump: Lo que está en juego. Miguel Sales Figueroa sobre las elecciones generales en Estados Unidos de América en el año 2020

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Este artículo es  complementario de un artículo del mismo autor titulado Biden, Trump y el futuro del castrismo, que examinaba el asunto desde el ángulo cubano. En este artículo el autor aborda  con un prisma más general las elecciones en EE.UU. en este año 2020,  ya que lo hace relación con las corrientes ideológicas que sacuden a la sociedad estadounidense.

Las encuestas  son una valiosa herramienta para inferir resultados a una población a partir de una muestra  cuando se cumplen todos  los principios científicos  para extraer verdaderamente una muestra  representativa de la población a la cual se desean inferir los resultados obtenidos en la muestra. También son muy importantes:  la manera en que se  redactan y  hacen las preguntas a las personas seleccionadas que conforman la muestra representativa de la población.  

Es muy frecuente oir que  una encuesta es sólo  ¨una fotografía de ese momento¨. Pero de nada sirve esa fotografía,  respecto a dar una visión de la realidad, si para hacer esa fotografía no se usó  la abertura del lente y  la velocidad correcta y  se le pusieron al lente filtros de luz de diferentes colores. En este caso la inmensa mayoría de las encuestas del 2016, y quizás las del presente año eleccionario 2020,   padecieron de  usar filtros de carácter ideológicos, políticos o siguiendo aquello de ¨el que paga manda¨, prostituyendo, con ese actuar, esa rama  dentro  del Análisis Estadístisco que se llama Inferencia Estadística. 


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Biden / Trump: Lo que está en juego.

Joe Biden y el Presidente Donald J. Trump

Por Miguel Sales

Málaga, España

20 de octubre, 2020

La elección presidencial que culmina el próximo martes 3 de noviembre será un suceso tan insólito en la historia de Estados Unidos como lo ha sido el mandato de Donald Trump. Él y Joe Biden son de los peores candidatos que se han postulado en las últimas décadas. Trump irrita a la mitad del electorado por su carácter y su gestión anárquica; Biden desanima a la otra mitad por el marxismo de sus principios (marxismo más de Groucho que de Karl) y por su torpeza.

En esa situación, la mayoría de los votantes acude a las urnas no tanto a ejercer el sufragio en pro de un candidato que le entusiasma como a votar en contra de otro que le repugna. Muchos de los votan a favor de Biden lo hacen además con la mala conciencia de estar eligiendo a Kamala Harris como muy posible presidenta en un futuro próximo. La sucesión, bien por fallecimiento o por incapacidad del probable mandatario, es un tema que ya se baraja entre algunos congresistas, a iniciativa de la portavoz demócrata Nancy Pelosi. 

Hasta que llegó la pandemia del COVID-19, en los primeros meses de este año, la buena marcha de la economía apuntaba a que Trump ganaría la reelección a sombrerazos. La irrupción del virus lo trastornó todo y los pronósticos son ahora más inciertos que nunca.  

  En medio de la epidemia y la consiguiente crisis económica, Biden se erigió en garante de la seguridad colectiva. La oferta de aumentar el aparato del Estado y el gasto gubernamental, sobre todo en lo relativo a educación y sanidad pública, resultaba atractiva para un buen número de votantes, especialmente en los estratos más pobres de la sociedad.  

Pero en la medida en que los disturbios por motivos raciales han causado muertes y daños a la propiedad en el centro de algunas ciudades gobernadas por alcaldes demócratas, Trump va apareciendo como el candidato de “ley y orden”, capaz de atajar los desmanes de la extrema izquierda que apoya a su rival. Los síntomas de recuperación económica también operan a su favor.

De un modo a veces confuso, la base electoral del partido republicano vota ahora contra la multiculturalidad, la hipertrofia del Estado, el igualitarismo autoritario, el ecologismo anticapitalista, la barra libre a la inmigración, la tiranía intelectual de la corrección política en colegios y universidades, y la hegemonía ideológica del autotitulado “progresismo” en Hollywood y en los medios de comunicación. Esos factores hicieron posible el meteórico ascenso de Trump en la política nacional y siguen reforzando la reacción conservadora en Estados Unidos y, en gran medida, también en Europa. No sin razón, la derecha considera que esas tendencias van más allá del debate político y amenazan la supervivencia misma del Estado de Derecho y las libertades de la nación.

A la legalidad constituida y los valores tradicionales, los radicales de izquierda oponen una presunta legitimidad constituyente (insuficiente por falta de consenso), basada en la convicción de que la Historia tiene un sentido unívoco y que ellos lo han descubierto. Esa certidumbre de estar en el lado correcto de la Historia y esa fe en la bondad automática del “progreso” sustentan la irritante superioridad ética de que hacen gala las élites urbanas de ambas costas en Estados Unidos. 

Esa cosmovisión ha calado lo suficiente en la población de California o de Nueva York, pero ha suscitado alarma y ha movilizado a la América profunda, que constituye el sólido núcleo de 60 millones de ciudadanos que votan por Trump. Ese es el electorado que los gurús de la demoscopia subestimaron en 2016 y que las encuestas de 2020 tampoco reflejan cabalmente. Por eso la elección de este año será mucho más reñida de lo que vaticinan los sondeos de opinión.

Biden podría ganar si consigue mejorar los resultados que Hillary Clinton obtuvo en 2016 en los Estados decisivos -Arizona, Florida, Míchigan, Carolina del Norte, Pennsylvania y Wisconsin- que pueden caer de un lado u otro del espectro político e inclinar la balanza. Pero las encuestas indican que en esos Estados la diferencia en intención de voto se sitúa alrededor del 4 por ciento, con lo que apenas supera el margen de error estadístico. 

En el momento actual, el triunfo de Biden representaría una importante victoria de los partidarios del socialismo, tanto dentro de Estados Unidos como en el resto del planeta. Los Castro, Maduro y Kim Jong Un de este mundo se frotan las manos al recordar lo bien que les fue en la era Obama e imaginando la benevolencia que pueden esperar de un futuro gobierno Harris-Biden, tanto monta.    

  La reelección de Trump no sería el antídoto definitivo contra el populismo iliberal que afecta hoy a buena parte de la sociedad estadounidense, pero sí actuaría como un dique que tal vez permita el rearme moral de la mayoría centrista, presente en ambos partidos, que no desea verse arrastrada por los radicales del #MeToo, el Black Lives Matter, el Proyecto 1619 y la “(in) cultura de la cancelación”. Esa mayoría que hoy vota, a veces tapándose la nariz y no precisamente por miedo al virus, para elegir al candidato que considera el mal menor.

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Una persona le  envió esta pregunta a un gran amigo mio: Hola J....,

Me interesa y mucho, conocer desde tu punto de vista, cuales serían las dos o tres (o varias las que consideres esenciales) razones para votarle a Trump en estas elecciones.  Confío en tu pensamiento, a partir de las lecturas de tu libro.

Esto fue lo que le respondíó mi gran amigo:

Esto puede ser largo. Deja ver cómo puedo abreviarlo.

Hay dos tipos de razones. Unas son (las positivas) por lo que ocurriria con una administración Trump y las otras son (las no negativas) para evitar los que ocurriría con una administración Biden-Harris.

Comenzaré por enumerar algunas de las positivas:

  • Que continúe la simplificación de los taxes y la eliminación de regulaciones innecesarias.
  • Que continúe una reforma escolar que potencie los vouchers y mayor libertad de elegir una escuela.
  • Que continúe el proceso de paz en el Oriente Medio que por fin logra progresos gracias a la más acertada estrategia de sacar a los palestinos de las fórmulas, que antes era condición necesaria.
  • Que continúe el proceso de un intercambio más equilibrado con otros países.
Y ahora algunas de las no negativas:

  • Evitar que hagan packing de la corte suprema y acaben con la división de poderes.
  • Evitar que nos arruinen con su Green New Deal
  • Evitar que suspendan el frackling , liquiden la recién alcanzada independencia energética, nos vuelvan a hacer dependientes de los terroristas, y suban los precios de la gasolina y la electricidad a la estratósfera.

Nótese que no menciono los defectos de  carácter de los candidatos. Me parece irrelevante. Que Trump tenga un ego que se lo pisa o Biden toquetee a las niñas es feo, pero nada tiene que ver con las virtudes o defectos de sus programas. El problema de Fidel Castro no era su ego, que quizás sí sea similar al de Trump, sino que destrozó Cuba. Trump no destroza Estados Unidos, sus oponentes sí pueden hacerlo.

Más relevante me parece la progresiva demencia senil de Biden y que nos quieran tomar por estúpidos. Se supone que se vote por el presidente, no por el vice, y si Biden gana absolutamente todo el mundo sabe que quien va a mandar va a ser la Kamala y no solamente ella, sino también el Bernie, la Warren y hasta la Ocasio Cortez.

Para mí esta elección es un no brainer.


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Video del Simposio: Trump vs Biden: Lo que está en juego


Simposio Trump vs Biden: Lo que está en juego


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T V Libertad

Octubre 29, 2020

El Simposio en Vivo Trump vs Biden: Lo que está en juego fue transmitido por Patria de Martí a través de TV Libertad (Canal de YouTube), Facebook Live PatriadeMarti y por Twitter @JulioMShiling el jueves 29 de octubre de 2020.

El Simposio Trump vs Biden: Lo que está en juego fue presentado y moderado por Julio M. Shiling, Director de Patria de Martí.

Este Simposio contó con la participación de  destacados panelistas:

  • Frank Rodríguez, Editor y economista
  • César Reynel Aguilera, Escritor y médico
  • Luís Zúñiga, Conferenciante y director del Consejo por la Libertad de Cuba

La producción técnica estuvo a cargo Jose Tarano, director de Electronics JR Computer Design and Service

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INFORME: KAMALA HARRIS APARECE COMO “CONTACTO CLAVE” PARA LA FAMILIA DE BIDEN EN NEGOCIO CON CHINA.

 
Tomado de http://nuevoaccion.com/

INFORME: KAMALA HARRIS APARECE COMO “CONTACTO CLAVE” PARA LA FAMILIA DE BIDEN EN NEGOCIO CON CHINA.

Por Joel B. Pollak

20 de octubre, 2020

Según los informes, la senadora Kamala Harris (D-CA) fue incluida como uno de varios “contactos domésticos clave” para una empresa comercial china propuesta en 2017 por Hunter Biden y James Biden, hijo y hermano del ex vicepresidente Joe Biden, respectivamente.

Fox News informó :

Una lista de “contactos nacionales clave” para una empresa conjunta que involucra a Jim y Hunter Biden y CEFC China Energy Co., ahora en bancarrota, incluía a la actual compañera de fórmula del ex vicepresidente Joe Biden, la senadora Kamala Harris, entre otros demócratas prominentes, según ha podido saber Fox News.

Un correo electrónico obtenido exclusivamente por Fox News, con el asunto “Contactos / proyectos domésticos de la fase uno” y con fecha del 15 de mayo de 2017, el hermano de Biden, Jim Biden, compartió una lista de “contactos domésticos clave para los proyectos objetivo de la fase uno”.

La lista incluyó a Harris, demócrata de California; El líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, DN.Y .; Sen. Amy Klobuchar, D-Minn .; Sen. Dianne Feinstein, D-Calif .; Sen. Kirsten Gillibrand, DN.Y .; El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo; El alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio; el ex gobernador de Virginia, Terry McCauliffe, entre otros.

No está claro si alguno de los demócratas fue contactado alguna vez sobre los “proyectos objetivo”.

La semana pasada, el  New York Post reveló la empresa de Hunter Biden en China, citando correos electrónicos en los que decía que un acuerdo podría ser “interesante para mí y mi familia” y que el 10% del capital de una nueva empresa se “retendría … durante el grandullón “.

El miércoles por la noche, Breitbart News informó que uno de los destinatarios de los correos electrónicos de Hunter Biden, Tony Bobulinski, confirmó que “el tipo grande” era una referencia al propio Joe Biden.

Bobulinski también dijo en un comunicado a la prensa: “He visto al vicepresidente Biden decir que nunca habló con Hunter sobre su negocio. He visto de primera mano que eso no es cierto, porque no era solo asunto de Hunter, dijeron que estaban poniendo en juego el apellido Biden y su legado “.

El colaborador de Breitbart, Peter Schweizer, señaló recientemente en su libro  Profiles in Corruption: Abuse of Power by America’s Progressive Elite  que los familiares de Biden a menudo intercambiaban su nombre para ganar dinero en el extranjero:

Los socios de la familia Biden son a menudo gobiernos extranjeros, donde los acuerdos ocurren en los rincones oscuros de las finanzas internacionales como Kazajstán, China, Costa Rica, Jamaica, Ucrania y Rusia. Algunos acuerdos incluso han involucrado dinero de los contribuyentes estadounidenses. El elenco de personajes incluye compañías sospechosas, delincuentes violentos condenados, oligarcas extranjeros y otras personas que suelen esperar favores a cambio

El aparente autoenriquecimiento de la familia Biden depende de la influencia política de Joe Biden e involucra a no menos de cinco miembros de la familia: Hunter, el hijo de Joe, la hija Ashley, los hermanos James y Frank, y la hermana Valerie.

Los Biden aprovechan el poder político no solo para generar acuerdos, sino también para las oportunidades de desarrollar silenciosamente los recursos financieros de amigos ricos en beneficio de la familia. Los amigos que ayudan a los Biden pueden contar con Joe para que les conceda favores gubernamentales.

Aunque Biden ha tratado de descartar historias recientes sobre los correos electrónicos de Hunter Biden como una campaña de “difamación”, nadie ha cuestionado aún la autenticidad de los correos electrónicos publicados por el  Post , Breitbart News, Fox News y otros.

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Joel B. Pollak es editor general senior de Breitbart News y presentador de Breitbart News Sunday en Sirius XM Patriot los domingos por la noche de 7 pm a 10 pm ET (4 pm a 7 pm PT). Su libro electrónico más reciente es The Trumpian Virtues: The Lessons and Legacy of Donald Trump’s Presidency . Su reciente libro, RED NOVIEMBRE , cuenta la historia de las primarias presidenciales demócratas de 2020 desde una perspectiva conservadora. Es ganador de la Beca de Antiguos Alumnos de Periodismo Robert Novak 2018. Síguelo en Twitter en @joelpollak .

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Frank Calzón sobre Cuba. El verdadero bloqueo es el bloqueo interno impuesto al pueblo cubano por la dictadura castro comunista

 
Tomado de https://www.cubaencuentro.com/

Todo lo que me dijeron del bloqueo no es verdad

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El verdadero bloqueo es el bloqueo interno

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Por Frank Calzón

Arlington (Virginia)

30/10/2020

No se puede entender lo que ha sucedido en Cuba, incluyendo lo que los gobernantes cubanos llaman “el criminal bloqueo norteamericano”, si se excluye del análisis la trayectoria histórica y los discursos de Fidel Castro.

Lamentablemente, muchos de sus críticos y admiradores no conocen, o se han olvidado, de esa parte de la historia. El régimen cubano, siguiendo el modelo soviético, ha reescrito la historia con regularidad. Un ejemplo es la alteración de las fotos tomadas en la Sierra Maestra con el fin de borrar a los que más tarde se opusieron a la transformación de la gesta revolucionaria en una dictadura marxista.

Recientemente el presidente Miguel Díaz-Canel volvió a culpar al supuesto bloqueo por las carencias que sufren los cubanos; lo denunció como un ataque criminal que se prolonga ya por más de 58 años. ¿Qué hay de cierto en todo eso? Recurramos al pensamiento del Comandante-en-Jefe.

Más de quince años después de la victoria revolucionaria, y casi tantos después de que Washington impusiese sanciones económicas debido a la confiscación de centrales azucareros, bancos, industrias y empresas norteamericanos, Fidel Castro dijo lo siguiente en el Primer Congreso del Partido Comunista en diciembre de 1975:

“Al principio [los Estados Unidos] bastante que fastidiaron con sus cancelaciones… pero cuando ya por suerte, no dependemos de ellos para nada, ni en el comercio, ni en los abastecimientos, ni en nada, si ya salimos victoriosos, ahora después de la victoria, ¿con qué nos pueden amenazar? ¿Con cancelar qué cosa?

Diez años después en la revista Playboy (abril 1985), en una entrevista que causó gran revuelo, Fidel explicaba: “Los Estados Unidos tienen menos y menos cosas que ofrecer a Cuba. Si pudiésemos exportar nuestros productos a los Estados Unidos, tendríamos que comenzar a hacer planes para nuevas líneas de producción… porque todo lo que producimos ahora y todo lo que vamos a producir en los próximos cinco años ya ha sido vendido a otros mercados. Deberíamos privar a otros países socialistas de esos productos para venderlos a Estados Unidos. Pero los países socialistas nos pagan precios mucho mejores y tienen relaciones mucho mejores con nosotros que las que tenemos con los Estados Unidos. Hay un dicho popular que dice: ‘No cambies una vaca por una chiva’”.

La vaca a la que se refería en el discurso no era su querida vaca “Ubre Blanca”, era la Unión Soviética que, como sentenció él en el Tercer Congreso del Partido en febrero de 1986, “por su condición de primer país socialista, por su enorme potencial económico, su fuerza militar indudable, y su fidelidad a los principios del marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario, es parte decisiva de las fuerzas históricas contemporáneas”.

Es decir que su optimismo sobre la Unión Soviética y el fracaso del bloqueo económico de Washington, en el discurso ya citado del Primer Congreso del Partido, continuaba vigente, once años más tarde. Lo había asegurado el Líder Máximo: “Con la solidez de la Revolución, con el desarrollo de nuestras relaciones con todo el mundo, con nuestros sólidos vínculos con el CAME y con la Unión Soviética garantizando en este país el combustible, garantizando el trigo, los alimentos, los equipos, las inversiones industriales, ¿con qué nos pueden amenazar los imperialistas?”

Y, ¿qué pensaba Fidel de Estados Unidos, la chiva imperialista? Pensaba que “la bancarrota de la economía capitalista ha confirmado lo inexorable de las predicciones de Carlos Marx, y contrasta con el creciente, vigoroso progreso de los países que, agrupados en la comunidad socialista del CAME, tienen en el sólido desarrollo de la Unión Soviética su puesto fundamental de apoyo”.

Y, para que todos entendieran, años más tarde, en un discurso frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos en el Malecón habanero, proclamaba: “Cuba no comprará ni una aspirina, ni un grano de arroz… Han puesto un montón de restricciones, (en la decisión de Washington que permitió la venta de alimentos y medicinas) que la hacen humillante para el país, pero además la hacen imposible en la práctica”.

La humillación y el montón de restricciones a que se refería Fidel era que se exigía a Cuba pagar por adelantado y en efectivo sus compras. En otras palabras, el importe de la mercancía por delante antes de que el barco saliera de un puerto norteamericano.

Las restricciones demostraron ser providenciales, porque Cuba dejó de pagarle a sus acreedores. Todavía hoy, a pesar de varias reestructuraciones de la deuda y de los muchos millones de dólares que esos países han perdonado, estos se encuentran en una larga cola esperando por los pagos prometidos por el régimen. Mientras otros esperan, los Estados Unidos continúan vendiendo sus productos a la isla, incluyendo pollos congelados mediante una política de “cash and carry”.

Cuba importa la mayor parte de los alimentos que consume a pesar de la feracidad de su suelo, su clima tropical y un mar repleto de mariscos y pescado que la rodea. El verdadero bloqueo es el bloqueo interno. Ese bloqueo es la causa de campesinos presos por vender directamente a otros cubanos sus pollos, su arroz, sus frijoles y otros productos que cosechan con el sudor de su frente.

Frank Calzón es un politólogo cubano.

© cubaencuentro.com

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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Según el economista y comunista Oscar Pino Santos en su  librito La penetración del Imperialismo norteamericano en la economía cubana, escrito en 1957, el 25 % de los alimentos que consumían los cubanos, siendo Cuba un país agrícola,  eran importados. Lo que no dice ese economista comunista que murió en el 2005 trabajando en el Consejo de Estado es que esa importación se debía en gran parte no por  ineficiencia económica del país, como ocurre desde hace casi 60 años,  sino por distintas razones; veamos algunas: 

1) Resultaba mucho más barato comprar, por ejemplo,  el arroz en los EE.UU., en los Estados de la cuenca del Mississipi, que cultivarlos en Cuba; con otros cultivos sucedía lo mismo. Por cierto: Cuba en el año  1958 fue el  tercer productor de arroz de America Latina y produjo 256,000 toneladas métricas de arroz ya molinado. El arroz  representó  en ese año el 6.6%  de la riqueza nacional  y tenía 162,000 hectáreas dedicadas a este cultivo . El consumo de arroz per cápita del cubano era de 110 libras/año.  Esas cifras se obtuvieron después del plan de diversificación de la economía cubana  comenzada por el Presidente Carlos Prío Socarrás y continuada e impulsada por el gobierno de Fulgencio Batista y Zaldivar, la cual se llevó a cabo pese a las medidas  que tomó el gobierno norteamericano en contra del gobierno de Batista como consecuencia  de la labor de los lobbystas o cabilderos de las industrias norteamericanas afectadas que residían en territorio norteamericano, entre las que se encontraban  los productores de arroz  de la cuenca del Mississippi. Para profundizar  sobre estas medidas adjunto un artículo de mi autoría y para conocer más logros de la economía cubana preCastrista pueden hacer click AQUÍ.

Tengo la opinión que el no haber comprado arroz  durante una década a EE.UU.  fue  una estrategia  de la tiranía Castrista para que los productores de arroz de EE.UU.  cabildearan en el Congreso de los EE.UU. para que se levantara, sin las condiciones presentes en la Ley Helms-Burton,  el Embargo norteamericano contra la tiranía Castrista  y  con ello ciertos  círculos financieros norteamericanos le hiciera préstamos financieros a la dictadura Castrista, parte de los cuales se utilizarían para ampliar y modernizar sus organismos de represión política; préstamos que finalmente el pueblo norteamericano  pagaría, pues la tiranía es un relevante no pagador de sus deudas  y eso lo saben el Club de París, la extinta Unión Soviética y los demás países de Europa del este, Japón, etc.  Veamos como fue el comercio entre Cuba y EE.UU. en años recientes.

2) Era más barato comprar en EE.UU. la manteca de cerdo, la cual apenas se consume en los EE.UU.pero que era entonces de consumo tradicional en Cuba, que producirla en Cuba o producir aceites vegetales.

3)  En Cuba se intentó  por los años 20s y 30s cultivar trigo, sobre todo en las provincias centrales, pero no dió resultado, luego la harina de trigo, fundamental para hacer panes, galletas, confitería, etc., se tenía que comprar en el exterior cubano  y así otros productos que eran de consumo tradicional del cubano. 

4) Finalmente, los cubanos  estábamos acostumbrados a consumir bacalao de Noruega, tasajo uruguayo (en Cuba estaba prohibida la matanza de ganado caballar),  al igual que la mantequilla holandesa, quesos franceses y suizos, turrones, jamones y vinos  españoles, peras, manzanas, melocotones, albaricoques enlatados de EE.UU., calamares y sardinas españolas, etc. .En resumen:  Los cubanos éramos un poco sibaritas  dentro del alcanze que tenían nuestros bolsillos y nos gustaba darle gusto al paladar, aunque los alimentos y bebidas fueran exóticos. 

En el mencionado librito y en el  Cuadro No. 20 se muestra el consumo doméstico, producción nacional e importaciones de los principales productos alimenticios en el período 1954-1956 donde se observa que la cantidad y el valor (en porcientos) del consumo doméstico de producción nacional fueron el 81% y el 71% respectivamente, mientras que la cantidad y el valor del consumo doméstico de importación fueron 19% y 29% respectivamente. En ese cuadro, cuya relación de alimentos bien serviría como ejemplo objetivo de cual era la canasta básica del cubano promedio de aquellos tiempos, muestra datos interesantísimos como el hecho de que el 98% de la cantidad y el 92% del valor de los productos lácteos consumidos por la población cubana era de producción nacional.

Por cierto, Oscar Pino Santos pese a la gran ineficiencia  económica que él ayudo a crear después del 1 de enero de 1959, no tengo conocimiento de  que hubiera escrito o dicho públicamente críticas a la ineficiencia endémica y sistémica del período revolucionario. Quizás por eso, poco antes de morir, se le otorgó el Premio Anual  correspondiente a las Ciencias Sociales. Aclaro que en Cuba antes de que muriera Oscar Pino Santos, yo entregué a la revista Vitral de la Diócesis de Pinar del Río, un artículo donde tocaba estos temas relacionados con Pino Santos y su librito La penetración del Imperialismo norteamericano en la economía cubana. No se publicó ¿?.

En la tabla No. 23 se puede observar  como los porcientos de las importaciones de  los Bienes  de consumo  No Duraderos  van disminuyendo entre 1912 y 1957, lo cual se explica  por el incremento  en los porcientos de las importaciones  de Materias primas y envases;  sobre todo a partir del año 1927 en que el Presidente Gerardo Machado y Morales  introdujo una  nueva Ley  Arancelaria que   de manera significativa impulsó la creación y desarrollo de  industrias nacionales; en particular  aquellas industrias relativas al aseo personal y de  la higiene en general.


Las tablas anteriores fueron  tomadas del libro del comunista y castrista Oscar Pino Santos:


BODEGAS Y FRUTERIAS EN CUBA ANTES DEL TRIUNFO DE LA ROBOLUCIÓN
















Vendiendo viandas cubanas




Observen el espacio en la carretera reservado para  parquear las carretillas o carretones  para vender





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Julio M. Shiling: Karl Marx, Hebert Marcuse y Black Lives Matter

 Tomado de  https://patriademarti.com

y

https://panampost.com/

Marx, Marcuse y Black Lives Matter

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Marx, Marcuse y Black Lives Matter. Los EE. UU. tiene un problema de color. No es uno negro sino rojo. Estamos viendo una sublevación comunista que busca el quiebre integral del orden democrático. ¿Por qué entonces evocan “racismo”? Muy sencillo: necesidad revolucionaria. La victimización ha resultado una metodología efectiva en facilitar procesos radicales.

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Por Julio M. Shiling

25 junio, 2020

Los EE. UU. tiene un problema de color. No es uno negro sino rojo. Estamos viendo una sublevación comunista que busca el quiebre integral del orden democrático. Aprovechando la lamentable muerte del estadounidense negro George Floyd a manos de un policía blanco, la izquierda radical ha reaccionado sediciosamente alzando el banderín trasnochado de “racismo sistémico” y ha arremetido bestialmente contra el orden público por vías de saqueos, asesinatos, vandalismo y otros instrumentos de terror, incluyendo una campaña mediática en consonancia perfecta con esas de Pravda. El batallón de guerra más destacado de este alzamiento ha sido Black Lives Matter (BLM) (“Vidas Negras Importan”), una organización de fundamentación marxista con un apego particular a la ideología de género, contextualizada ideológicamente como una prole emblemática del marxismo cultural.

La noción sobre si existe racismo sistémico en EE. UU. tiene validez solo en la imaginativa de los promotores de esta estrategia de victimización y de las industrias comerciales/políticas que se nutren de dicha postura. Racismo sistémico, la política y práctica institucionalizada dentro de un Estado que pone en desventaja y discrimina contra personas de un color particular, categóricamente, no se ejerce en EE. UU. Todo lo contrario, existe una gama de normas que favorecen a la comunidad negra sobre la blanca en el campo de la educación, los trabajos públicos y la programación social. La acusación generalizada de “racismo” por parte de la policía es otra mentira.

En 2019 hubo 375 millones interacciones entre la policía y la población estadounidense. La totalidad de muertes de ciudadanos desarmados negros, por un policía blanco, fue de solo nueve personas en ese año. Es cierto que el nivel de homicidios de negros en EE. UU. es alarmante. El racismo, sin embargo, no tiene nada que ver con eso. El 93 % de los asesinatos de negros son cometidos por otros negros y típicamente esto ocurre en ciudades cuyos puestos políticos principales han sido o son encabezados por negros. Que el 13 % de la población (negros en EE. UU.) cometa el 53 % de los crímenes violentos es desolador. El hecho de que el 75 % de los niños negros crecen en un hogar sin padre apunta con más precisión a explicar estas cifras. La destrucción de la familia negra ha sido el resultado de la programación de bienestar social puesta en vigor en la década de 1960. Es ahí y no en un racismo inventado en donde habría que reconsiderar.

¿Por qué entonces evocan “racismo”? Muy sencillo: necesidad revolucionaria. La victimización ha resultado una metodología efectiva en facilitar procesos radicales. Karl Marx y su materialismo histórico, dándole primacía a la economía y las relaciones de producción, insistía en que el obrero era explotado. Lo victimizó. Mejorías en la condición del trabajador y la elevación de su estándar de vida influyeron nada en disuadirlo de su error. Otros discípulos enmendaron esa cosmovisión.

Georg Lukács y Antonio Gramsci discreparon de Marx/Engels y entendieron que la economía no era el factor determinante. La primacía se la relegaron a la cultura. Fueron, sin embargo, los marxistas alemanes del Colegio de Frankfurt (Theodor Adorno, Walter Benjamin, Erich Fromm, Max Horkheimer y Herbert Marcuse) los que elevaron las premisas de Lukás y Gramsci a niveles monstruosos al casar a Marx con Freud y producir ese Frankenstein que conocemos como el marxismo cultural. No se puede entender la sedición hoy en EE. UU. y la estrategia de BLM, sin apreciar esto.

El Colegio de Frankfurt al formular la teoría crítica impregnó totalmente las ciencias sociales y las humanidades con el marco intelectual ultrarelativista y materialista que padecemos hoy: el posmodernismo. La toxicidad que es el marxismo cultural contó enormemente con el aporte de Herbert Marcuse, considerado el “padre de la Nueva Izquierda”. El sociólogo marxista estimaba que sociedades capitalistas avanzadas tecnológicamente, adquirían un vínculo con el artículo de producción. Esto, según Marcuse, producía una “concienciación falsa” e inhibía al obrero asumir el papel vanguardista. En otras palabras, el obrero en el capitalismo no le interesaba ser un comunista revolucionario por las prebendas que el sistema y su esfuerzo le otorgaban.

Marcuse entonces sacó al obrero de la ecuación marxista y colocó en su lugar a ese estrato de la sociedad que se sentía marginado. Aquí es donde la noción de victimización colectiva adquiere preponderancia. La insistencia en mantener a los negros en EE. UU. en un estado de mentalización de víctima perpetua está en línea con el papel de revolucionario que un percibido marginado puede asumir. El formulario de Marcuse le asignaba al intelectual radical la tarea de guiar a los marginados (explotados). Este siniestro proyecto también buscaba inculcar una culpa colectiva a los blancos para que asistieran al proceso revolucionario.

Marcuse tuvo otro aporte seminal que pavimentó el terreno para que movimientos como BLM pudieran prosperar: la tolerancia represiva. Este concepto, un oxímoron, promueve la supresión de toda libre expresión cuyas ideas/conceptos choque con los planteamientos marxistas. La corrección política y formulaciones contra “lenguaje de odio” son manifestaciones de la tolerancia represiva. Las acciones de las turbas socialistas en las ciudades estadounidenses, concretando su guerra de destrucción, lo hacen bajo el mantra de este concepto intolerante.

BLM con sus eslóganes capciosos cuenta con recursos amplísimos de los enemigos de la libertad como George Soros y sus organizaciones de pantalla, entre otros. Han cooptado a un sector de la comunidad empresarial, los medios y al Partido Demócrata. Igual que la mafia, extorsiona tácitamente exigiendo una genuflexión absoluta o de lo contario, les envía las turbas envilecidas y los tilda de racista.

Siguiendo los pasos de la Comuna de París (1871), esta insurrección comunista fracasará dentro de poco. Los resultados duraderos serán variados. Tristemente, las relaciones raciales darán un paso hacia atrás. Las ventas de armas incrementarán, así como una concienciación renovada sobre la importancia de la segunda Enmienda. La cuarentena se adormeció ridículamente. El Partido Demócrata amplió su desprestigio. Trump se acabó de asegurar su segundo mandato presidencial.

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T V Libertad

Junio 25, 2020

Sublevación, racismo y Black Lives Matter





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viernes, octubre 30, 2020

Esteban Fernandez. sobre Carlos Alberto Montaner. César Reynel Aguilera: Por qué me encanta Donald Trump

 

Joe Biden ¨confrontando¨ al dictador Nicolás Maduro
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The Obama White House
Octubre 14, 2016


On Board with Dr. Jill Biden: Havana and Camaguey, Cuba


La esposa de Joe Biden visita La Habana y Camaguey, saque usted sus propias conclusiones.

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Tomado de https://zoepost.com/

Carlos Alberto Montaner

Por Esteban Fernandez.

30/10/2020 

Hoy hace exactamente 58 años que los sargentos nos sacaron a gritos pelados a una explanada, nos pusieron en «atención» y nosotros sin premeditación entonamos el himno nacional cubano. Ahí en el grupo estaba Carlos Alberto Montaner, quien a través de los años ha sido una gran decepción para mi.

Carlos Alberto y yo entramos al U.S. Army al unísono, la misma Compañía C11, diferente pelotón. Me lució un joven inteligente y agradable.

Me gustó su historial: Preso en el «Reclusorio de Menores de Torrens»acusado de terrorismo, y de allí misteriosamente escapó y se metió en una embajada. El niega lo del “terrorismo” y de su presencia en Fort Jackson y Fort Knox nunca habla de eso.

(Carlos Alberto Montaner)

Supongo que haber pertenecido a las Fuerzas Armadas estadounidenses no sea bien visto dentro de la filas «liberaloides» de este país donde él milita. Una vez traté de recordarle algunas anécdotas del Ejército, se sonrió y sólo me dijo: “¡Contra, que buena memoria tú tienes!” Dándome a entender que “Él no se acordaba de nada”.

Después me lo encontré varias veces, durante la etapa de la JURE, en la casa de Carlos Zárraga, en la residencia de Rogelio Cisneros. Estábamos en guerra contra el castrismo, pero él sólo nos visitaba sin participar.

Hasta ahí yo lo tenía como un luchador anticastrista más. Después, escuchándolo por la televisión me fue decepcionando poco a poco, casi nunca estuve -ni estoy- de acuerdo con él, ni en lo que concierne a la política norteamericana y muchísimo menos a la nuestra, la cubana.

De todas maneras, me gustaba leerlo porque según los rumores funcionaba directamente con la C.I.A. y de esa «Agencia de inteligencia norteamericana» recibía valiosas informaciones internas de Cuba, él mismo decía que tenía contacto con generales cubanos desafectos, y todo lo daba a conocer en sus ensayos periodísticos.

Su pacifismo inicial con respecto a Cuba yo se lo atribuyo a que él siempre ha soñado con ser el “Presidente” de la Cuba post-Castro y que “maquiavélicamente” considera que habrá una transición pacífica y que jamás pondrán al frente de nuestro país a un tipo intransigente, y con ansias de colgar de ceibas a los esbirros castristas, vaya, como queremos todos los ultraderechistas del exilio, incluyéndome a mi.

Su radical izquierdismo se ha hecho patente, y nos ha llenado la cachimba y agotado la paciencia, durante las tres últimas campañas presidenciales donde se ha tirado de barriga a favor de Barack Obama, Hillary Clinton y de Joe Biden. Eso a todos los cubanos conservadores nos ha revuelto las bilis.

(Jorge Ramos habla con Joe Biden quien abraza a la hija de Ramos,  la cual es nieta de Carlos Alberto Montaner al ser hija de Gina Montaner y Jorge Ramos)

Unos dicen su actitud ha sido influenciada por su ex yerno Jorge Ramos, por su hija y nieta. Sin embargo, yo no lo creo, me parece que él es peor que todos ellos. Es demasiado inteligente él para no darse cuenta de que Joe Biden está completamente senil.

En un final, en la actualidad si me lo encuentro ni lo saludo, y -en lo que a mi respecta- que se olvide de la presidencia de Cuba libre, yo no voto por él ni para concejal de Remanganagua. En otras palabras «si lo vi no me acuerdo».

Esteban Fernández es un reconocido luchador anticastrista y anticomunista, periodista y escritor.

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Los 3 de La Habana cantan: Canción de Trump (Version en español )

Los Tres de La Habana cantan: Trump Song (English version)

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Tomado de https://reynelaguilera.wordpress.com/

Por qué me encanta Donald Trump

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Porque el comunismo, el socialismo, el chavismo y el putinismo son el fin del debate civilizado.

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Para mi admirado Carlos Alberto Montaner

Por  César Reynel Aguilera

5 octubre, 2020

Me encanta Donald Trump porque, en primer término, lo recuerdo escribiendo, en 1999, un artículo para explicar que no invertiría en el boom inmobiliario que el castrismo anunció, con bombos y platillos, en aquella época. ¿Su razón?: que no invertiría en propiedades robadas.

Me encanta Donald Trump porque, décadas antes de postularse para presidente, ya tenía clara la idea de que los EEUU estaban siendo vendidos a potencias extranjeras por una caterva de odiadores de los EE UU que habían logrado disfrazarse de políticos.  

Me encanta Donald Trump porque la izquierda estadounidense lo cortejó, durante años, para que fuera un candidato demócrata y él se negó. Y lo hizo porque ya desde entonces sabía algo, y es que la mayor parte de esa caterva de odiadores de los EE UU eran miembros de la élite de ese Partido Demócrata que lo estaba cortejando.

Me encanta Donald Trump porque cuando el Partido Demócrata le hizo saber que controlaban los medios, y que lo harían puré de talco si intentaba postularse, no solo se postuló, sino que supo oponer a la proverbial hipocresía anglosajona, y a la ancestral culpa protestante, que son las piedras angulares de la propaganda demócrata, un estilo desenfadado, directo, sincero, y en ocasiones brutal en su honestidad. Un estilo que, claro está, enseguida fue tildado por la propaganda demócrata como “mentiroso”, “arrogante”, “avasallador”, etc.

Me encanta Donald Trump porque sé, como solo un cubano puede saberlo, que el New York Times, CNN, el Washington Post, El País y otros muchos medios de izquierda, llevan décadas mintiendo sobre la mal llamada revolución cubana y defendiendo, con sus mentiras, a ese despotismo castrista que sufrimos hoy.

Me encanta Donald Trump porque ante medios que no tienen la decencia de anunciar en sus cintillos que son “órganos oficiales” de una ideología caduca, la única respuesta posible es la lengua bien sacada de la “post verdad”, el dedo mostrado de las exageraciones, y los pantalones bajados de “si vamos a mentir, mintamos”.

Me encanta Donald Trump porque si hubiera sido cortés, en el debate con el pobre anciano abusado de Joe Biden, los medios demócratas habrían dicho que su oponente lo calló; y si lo hubiera interrumpido, para no dejarle pasar sus mentiras evidentes e insultantes, los medios demócratas habrían dicho, como lo hicieron, que eso era un vergonzoso e incivilizado circo.

Nada más refrescante que ver a un hombre ejercer esa libertad que siempre nos regalan cuando sabemos, de antemano, que el juicio que recibiremos ya está decidido.

Me encanta Donald Trump porque la versión moderna de la vieja aristocracia europea, los llamados socialistas y socialdemócratas de hoy, llevan décadas parasitando el presupuesto militar estadounidense, y las más avanzadas tecnologías de defensa de los EE UU mientras se llenan la boca para denigrar al país que los salvó del nazismo y del comunismo.

Me encanta Donald Trump porque ya era hora de que se acabara la ley del embudo en el trato de los Estados Unidos con sus supuestos aliados. Si la parte estrecha del cono siempre le tenía que tocar a los EEUU y, encima de eso ese país tenía que aceptar que lo presentaran como el malo de la película, entonces se imponía, como un aviso, el gesto de un teléfono bien colgado.

Me encanta Donad Trump porque recientemente Alemania ha sido llamada la provincia número 33 de China; porque el sur de Europa es cada vez más iraní, y porque Australia lleva años aceptando la penetración China e ignorando los llamados de atención de los EE UU al respecto. Ante ese cuadro, es mejor dejar de mantener militarmente a esas naciones. Al final, parece decir el actual presidente de los EE UU, en este mundo casi nadie tiene lo que se merece, pero casi todos sí tienen lo que se buscan.

Me encanta Donald Trump porque estoy cansado de que Rusia, un país con un Producto Interno Bruto equivalente al del estado de Nueva York (antes de Cuomo, claro está) vaya por el mundo blufeando sus aires de superpotencia a costa de la permisividad de esos políticos estadounidenses que odian a su país, y están dispuestos a venderlo.  

Me encantan Donald Trump porque durante su primer mandato Rusia no ha hecho nada equivalente a comerse parte de Ucrania, a mandar en los destinos de Siria; o a lograr que su provincia en las Américas, Cuba, recibiera, sin contar con el dolor de los cubanoamericanos, una rendición incondicional por parte de los E UU.

Me encanta Donald Trump porque dijo, desde el principio, y el tiempo lo ha comprobado, que toda la trama de su supuesta colusión con Rusia no era más que una utilización asquerosa, ilegal, y sin precedentes, del FBI, la CIA y el Departamento de Justicia para perseguir a un presidente legítima y legalmente electo. Lo dijo, y hoy demuestran que tuvo la razón todos esos documentos que están siendo desclasificados y que ilustran, sin lugar a la más mínima duda, que todo fue una operación única (por esa bajeza de la que solo creía capaz al castrismo) en la historia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Me encanta Donald Trump porque soy un científico de formación y conozco, muy bien, de resultados negativos escondidos en gavetas, de comas desplazadas hasta el punto decimal requerido para poder publicar, de investigadores llamados “project killers” (por su honestidad a la hora de reportar sus resultados) y de revistas científicas de primera línea que casi todas las semanas tienen que publicar “disclaimers”, o retractaciones, porque antes habían publicado resultados científicos que sencillamente no eran verdad.

Me encanta Donald Trump porque el 66% de los graduados de preuniversitario en los EE UU van a la Universidad, y porque eso implica que todos los años se gradúan, como futuros científicos, miles y miles de personas que no tienen los mínimos requerimientos intelectuales, y mucho menos éticos, para ejercer esa profesión. Después de graduadas esas personas salen a un mercado laboral que enseguida convierte a muchas de ellas en vendedoras de verdades por contrata.

Me encanta Donald Trump porque casi al inicio de la pandemia pidió cerrar las fronteras de los EEUU a los visitantes de China, y los demócratas lo acusaron a ser un despreciable xenófobo.

Me encanta Donald Trump porque los mismos que ahora lo acusan de haber manejado mal la epidemia de Covid son partidarios de ese mismo Partido Demócrata que dondequiera que es gobierno ha sido responsable de tasas de muertes, por Covid, que son entre un 200 y un 400% más altas que las de los estados donde gobiernan los republicanos.

Me encanta Donald Trump porque cuando inmigré al Canadá me hicieron muchos análisis de sangre y varios rayos X de tórax, me pidieron títulos universitarios, chequearon mi manejo de las lenguas de este país, comprobaron si tenía plata en el banco, y me exigieron cero antecedentes penales. Todo eso, y mucho más, me lo pidieron sin que a nadie se le ocurriera decir que el Canadá rechazaba a los inmigrantes cubanos (me niego a reconocerme como hispano, y mucho menos como latino. Soy cubano).

Me encanta Donald Trump porque todo sistema complejo con capacidad de adaptación tiene, entre sus muchas propiedades, la función de homeostasis; o sea, la capacidad de mantener la integridad interna del sistema ante las variaciones externas. Si seguimos esa ciencia que muchos de los detractores de Trump dicen seguir es fácil entender que la sociedad estadounidense busque evitar, como sistema complejo con capacidad de adaptación que es, que la afluencia de inmigrantes nunca sea tan desorganizada, ilegal, o masiva como para desestabilizar el equilibrio interno de esa sociedad. Tildar esa respuesta de absurda, o inhumana, es un acto más cercano al fanatismo ideológico que a cualquier otra cosa.

Me encanta Donald Trump porque los EE UU le deben una buena parte de su grandeza (sí, son una gran nación) al hecho de ser un país de leyes al que la gente llega, casi siempre de forma legal, huyendo de países sin leyes. Intentar convertir la ilegalidad en una virtud, y premiarla incluso hasta la segunda generación, tiene dos efectos negativos que son evidentes, uno es que los ilegales les quitan recursos y puestos de trabajo a aquellos que sí respetaron la ley, el otro es que el premio a la ilegalidad es un contrasentido para aquellos se salieron huyendo de países sin leyes. Es verdad que hay razones humanitarias que son insoslayables, pero usarlas para hacer avanzar agendas ideológicas tiene más de “buenismo”, y de culpa protestante, que de cualquier otra cosa.

Me encanta Donald Trump porque nunca ha estado en contra de legalizar a los llamados “dreamers”. Lo que siempre ha intentado es negociar el fin de una cadena infinita de “dreamers” que cada cierto tiempo haya que legalizar por razones que volverán a ser humanitarias. Para lograr eso Donald Trump ha intentado negociar, con el Partido Demócrata, una reforma al sistema de inmigración estadounidense que permitiría acercarlo más al sistema que tiene Canadá. Eso evitaría el sinsentido de escapar de países sin leyes para burlar las leyes del país de acogida. De más está decir que el Partido Demócrata prefiere el amor de los ilegales al respeto de sus ciudadanos.

Me encanta Donald Trump porque por primera vez un presidente estadounidense se niega a seguir el inhumano juego que el Partido Demócrata lleva décadas jugando. Un juego que implica apoyar a regímenes dictatoriales de izquierda, a impedir que la comunidad internacional los elimine por razones humanitarias, y a incentivar, así, las emigraciones masivas e ilegales hacia los EE UU. Unos éxodos que crean una masa de inmigrantes que casi siempre devienen una muy buena clientela política del Partido Demócrata.

Me encanta Trump porque se dio cuenta de que los decretos de Obama con respecto al castrismo, aunque empedrados con las intenciones del “buenismo”, no pasaban de ser una rendición incondicional ante un régimen que nunca tendrá otra identidad que la de un odio visceral hacia los EE UU. Así lo demostraron los ataques acústicos a los diplomáticos estadounidenses en La Habana, la brutal represión contra los opositores cubanos, y la reluctancia a abandonar la criminal ocupación castrista de Venezuela.

Me encanta Donald Trump porque le ha plantado cara a la élite de un Partido Demócrata que, en su inmensa mayoría, llegó sin un centavo al poder y, décadas después del ejercicio de ese poder, cuenta con fortunas que nadie sabe a ciencia cierta de dónde salieron. Una élite que, como Fidel Castro, fue incapaz de crear riquezas y puestos de trabajos; pero que ha recurrido a cuantas bajezas podamos imaginar para presentar, como corrupto, a un hombre que hizo su fortuna creando riquezas y puestos de trabajo.

Me encanta Trump, porque se ha caído muchas veces y se ha vuelto a levantar, porque nunca ha aceptado los reveses como derrotas y porque a través de su carrera, en un oficio en el que muy pocos triunfan, se las arregló para llegar hasta hoy con una fortuna de más de tres millardos de dólares, miles de puestos de trabajo creados, y una hermosa familia.

Me encanta Donald Trump porque donde muchos ideólogos lo acusan de nacionalismo, él ve a un pueblo que se niega a que le cambien su identidad. Él ve a una sociedad reluctante a rendir ese conjunto de leyes y tradiciones que la han convertido en una gran nación. Una forma de ser que ahora algunos pretenden cambiar, ya sea por beneficio propio, para satisfacer espurios intereses foráneos, o por turbias agendas ideológicas.    

Por último, me encanta Trump porque los ideólogos que crearon esa leyenda negra, que lo identifica como un racista y un supremacista, son los mismos que se niegan a identificar al socialismo, al comunismo y al marxismo como ideologías de odio contra la minoría más productiva de la historia de la humanidad. Son los mismos ideólogos que, cuando se sienten derrotados por un hombre capaz de crear riquezas y puestos de trabajo, acuden a algo tan bajo como pagarle grandes sumas de dinero a cualquier miembro de su familia que esté dispuesto a denigrarlo.  

Nota bene.

Soy cubano-canadiense, vivo en Montreal y en las últimas elecciones generales de este país voté, por primera vez, por el Partido Liberal. Estoy a favor del reconocimiento de todos los derechos a todas las minorías. Estoy a favor del matrimonio sin importar el sexo de los cónyuges. Estoy a favor de la legalización de las drogas y creo que es un derecho de cada mujer hacer con su cuerpo lo que estime conveniente. Mi primera reacción ante el fenómeno de Donald Trump fue de rechazo; pero dos cosas me hicieron cambiar. Una fue la vieja certeza de que los medios y la academia estadounidense llevaban décadas mintiendo descaradamente sobre mi país de origen. La otra fue que, cuando el fenómeno Trump empezó a coger una fuerza indetenible dentro de los votantes estadounidenses, me llené de humildad y me hice una pregunta que hasta ese momento no me había hecho: ¿Cuál es el mensaje que esa democracia de 330 millones de personas, y más de 240 años de ejercicio, le está enviando al mundo? Repito, me llené de humildad.      

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María Jesús Guzmán del diario ABC de España: El modelo estadístico que vaticinó la victoria de Donald Trump en 2016 predice que ahora arrasará

 

El modelo estadístico que vaticinó la victoria de Trump en 2016 predice que ahora arrasará

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El politólogo estadounidense Helmut Norpoth asegura que el candidato republicano tiene un 91% de posibilidades de ganar

Últimas noticias de las elecciones en EE.UU. de 2020 

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Por María Jesús Guzmán

Madrid

30/10/2020

El politólogo estadounidense Helmut Norpoth augura que Donald Trump arrasará en las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo 3 de noviembre en el país y que, por tanto, saldrá reelegido con un amplio margen de ventaja: según los cálculos del experto, el candidato republicano tiene un 91% de posibilidades de ganar, frente al demócrata Joe Biden, al que le otorga tan solo un 9% de probabilidades. De este modo, ni su criticada gestión de la crisis del coronavirus ni las protestas del movimiento antirracista «Black Lives Matter», que en ocasiones se tornaron virulentas, harían a Trump salir de la Casa Blanca. De un total de 538 votos electorales, siempre siguiendo las cábalas de Norpoth, el ahora mandatario se hará con 362, mientras que su contrincante logrará 176.

El politólogo, que publicó este estudio el pasado 2 de marzo, se basa en el llamado «modelo primario», que de nuevo tiene muy poco: de los últimos seis comicios que han tenido lugar en Estados Unidos ha predicho los resultados de cinco -el único desatino fue la derrota de Al Gore frente George Bush en el 2000-. En la página de la Universidad de Stony Brook, donde trabaja como profesor de ciencias políticas, Norpoth cuenta que comenzó a elaborar este método, hasta ahora «cuasi» infalible, tras las elecciones de 1992 y que lo utilizó por primera vez en 1996, cuando «Bill Clinton fue reelegido para un segundo mandato». Recuerda que «predecir esta victoria se consideró arriesgado en ese momento porque estuvo bastante mal en su primer mandato».

El parámetro clave: las primarias

En aquella época, su modelo era más simple de lo que es en la actualidad. Lo amplió y perfeccionó con el paso del tiempo -de hecho, asegura, sigue sufriendo cambios- pero ha mantenido siempre un parámetro que considera clave y en torno al cual giran sus cálculos: las primeras primarias de los partidos y «la forma en que los candidatos se desenvuelven en esos primeros comicios». Afirma que «es un muy buen indicador de lo que sucederá en noviembre» y que, además, tenerlo en cuenta lo diferencia del resto de predicciones y encuestas.

El modelo utiliza datos de comicios que se remontan hasta 1912, año en que se introdujeron las primarias presidenciales. En esa ocasión, el candidato que ganó la votación de su formación, Woodrow Wilson, pasó a derrotar al que había perdido la del suyo, William Howard Taft. A partir de entonces, el candidato que obtiene mejores resultados en las primarias ha tendido -casi siempre- a ganar las elecciones generales. Para analizar los comicios anteriores a 1952, Norpoth incluye todas las primarias. Sin embargo, en los estudios que hace de las votaciones celebradas a partir de 1952, normalmente, utiliza solo la de New Hampshire. En 2008 añadió Carolina del Sur: tanto Barack Obama ese año como Hillary Clinton en 2016 disfrutaron de un fuerte apoyo en el bastión demócrata.

Esta vez como detalla Norpoth en su página web, «en el lado demócrata, Joe Biden y Bernie Sanders dividieron las primarias demócratas en New Hampshire y Carolina del Sur, mientras que Trump ganó cómodamente las republicanas en New Hampshire (las de Carolina del Sur fueron canceladas este año)». «Cuando vi que en New Hampshire Trump obtuvo el 85% de los votos y que el contrincante más cercano fue Bill Weld con el 10%, estaba bastante seguro de lo que el modelo iba a predecir», relata el politólogo. «Si Trump hubiera obtenido solo el 55% y uno de los oponentes se hubiese hecho con el 40%, es posible que no hubiera predicho que Donald Trump tendría la oportunidad de ganar», explica, y agrega: «La gente ha olvidado cómo le fue a Joe Biden en New Hampshire. Fue terrible. Obtuvo el 8,4% de los votos, lo que es inconcebible para un candidato con aspiraciones de ser presidente».

Otro factor: la tendencia a la reelección

Lo que también favorecería a Trump en este -extraño en todos los sentidos- 2020, además de sus resultados en las primarias de su partido, es la historia electoral de Estados Unidos que le precede, que es, como la historia en general, cíclica. Según el análisis previo al establecimiento de este método, tras un mandato en la Casa Blanca, el partido en el poder es el favorito para ganar la reelección.

No obstante, si se aplica este modelo estadístico y sus principales varas de medir (los resultados en las primarias y la tendencia a la reelección) a todas las elecciones estadounidenses desde 1912, no siempre acierta. De 27 comicios, hay dos en los que fallaría: los de 1960, «una de las elecciones presidenciales más reñidas», y los anteriormente nombrados de 2000, «cuando el último recuento en Florida le dio la victoria a Bush; aun así, Al Gore terminó ganando el voto popular». No ocurrió lo mismo, sin embargo, con las últimas elecciones: el experto en ciencias políticas contradijo a todas las encuestas que daban por sentada la derrota de Trump y apostó por su victoria sobre Hillary Clinton (le dio 87% de probabilidad de éxito). Su estudio fue publicado el 7 de marzo de 2016; el 8 de noviembre de ese mismo año los resultados electorales le dieron la razón.

Resultados contrarios a las encuestas

Por su parte, tal y como publicó el corresponsal de ABC en Washington, David Alandete, «las encuestas electorales en Estados Unidos reflejan una distancia por parte de Joe Biden de al menos seis puntos sobre Donald Trump. Lo cierto es que algunos de los sondeos han llegado a reflejar una diferencia de hasta 14 puntos, aunque han sido escasos. Esta semana, la media de sondeos de RealClearPolitics apunta a una distancia del demócrata de casi nueve puntos».

Ante ello, Norpoth afirma que su método es invariable y no tiene en cuenta el momento histórico-social, la popularidad de los candidatos en el momento: «Mi predicción es lo que llamo "final incondicional". No cambia. Es un modelo matemático basado en cosas que han sucedido. La elección presidencial de 2016 ha sucedido, los resultados de las primarias ya están disponibles. Puedo agregar los resultados de más primarias, pero incluso esos números han sucedido y tampoco pueden cambiar».

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