Ñas cifras anteriores son tomadas de Archivo Cuba / (CubaArchive)
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Nota del Bloguista de baracutey Cubano
El periodista español Enrique Meneses trabajando para la revista francesa Paris Match, subió a la Sierra Maestra en 1957, donde estuvo conviviendo con los rebeldes durante 4 meses. Posteriormente, el escritor publicó todas sus experiencias en dicha revista francesa
En el post de este blog Baracutey Cubano titulado
Guillermo Altares de El País, España: Fidel Castro quiso fusilar a su hermano Raúl en la Sierra Maestra. Se publica Fidel Castro, patria y muerte libro inédito del periodista Enrique Meneses sobre el fallecido líder cubano aparece el siguiente comentario escrito por Enrique Meneses:
Hablas de Batista sin tener más referencia que lo que dicen los castristas, la mayoría de los cuales no vivían entonces. Yo estuve 11 meses en la isla (mayo 1957-marzo 1958) de los que 4 en Sierra Maestra así es que veía como se vivía en Oriente y en La Habana. El pueblo no pasaba hambre, te lo puedo asegurar. La represión empezó con el desembarco de Castro en el Granma en Niquero.
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Gráficas donde se muestra que las muertes producto de la represión de las fuerzas del régimen encabezado por Fulgencio Batista están muy correlacionadas con las muertes causadas por fuerzas guerrilleras y del clandestinaje opuestas a dicho régimen.
Fulgores de Fulgencio (VI)
Sexto de una serie
Batista compartiendo y bromeando con su amigo el periodista norteamericano Edmond Chester y otra persona sin identificar
Por Alejandro González Acosta
Ciudad de México
29/12/2017
El gran desconocido.
Mea culpa. Mea maxima culpa…
En un rincón tenebroso de mis recuerdos infantiles están incrustadas algunas imágenes terribles de Fulgencio Batista Zaldívar.
En la mente impresionable de un niño de cinco años, quedaron grabadas las visiones horripilantes de otro niño un poco mayor que yo, quien posaba sonriente junto a unos cráneos humanos.
En la ya amarillenta revista —aunque entonces apenas recién publicada— el pie de la foto aseguraba que el vástago de un sicario feroz del dictador recién fugado, tan cruel y sádico como su padre, se entretenía en jugar con los huesos de sus víctimas: era El Hijo de la Bestia, tan monstruoso como su progenitor. Mucho tiempo después supe que ese atroz recuerdo tenía un origen falso: aquel niño, tan inocente como yo, fue perversamente fotografiado años atrás junto a unos restos arqueológicos de unos indígenas taínos que habían muerto 500 años antes. Ni los cráneos eran de víctimas, ni el niño de la foto era el sádico que se decía. Todo era una burda mentira. Sí, “nos casaron con la mentira…” pero esas terribles bodas ocurrieron desde mucho antes y todavía mucho después; hasta hoy, por así decirlo. Nunca esa revista ha tenido el digno gesto de rectificar esa monstruosidad noticiosa.
(Batista con su primer hijo varón: Rubén batista ¨Papo¨. Las fotos y comentarios fueron añadidos por el Bloguista de Baracutey Cubano para mostrar una faceta de la vida de Batista que generalmente es ocultada)
En aquellas primeras revistas Bohemia de 1959 recuerdo otras imágenes, cada una más espantosa que la otra: instrumentos de tortura para arrancar uñas y ojos, cortar manos y piernas, lastimar, herir, matar… Luego supe que todo era un montaje hábil e inescrupulosamente armado, un Gabinete del doctor Caligari, pero de attrezzo.
Como suele ocurrir en los martirologios cristianos de ojos extirpados y testículos cercenados, eran mentiras malvada y fríamente concebidas por mentes retorcidas e inescrupulosas. Todo este teatro del grotesco se resume en una cifra espeluznante: 20 mil muertos. Cifra terrible… y falsa también, como reconoció antes de suicidarse el autor tácito, y por tanto también cómplice (sonora justicia de las esdrújulas), Miguel Ángel Quevedo, luego expropiado y expulsado director-propietario de Bohemia, manipulado por su hábil acólito Enrique de la Osa: bíblicamente, en su pecado recibió la penitencia. Quizá su mea culpa final le haya ganado el perdón de su crimen de malinformación contra todos los cubanos: Amén.
Aquel hombre horrible que había huido en la madrugada, siempre era mostrado en su ángulo más canallesco y bestial. Recuerdo en especial una foto[1] tomada en una perspectiva de abajo hacia arriba, donde las ventanas de su nariz aparecían hiperdilatadas, anchas, acentuadamente negroides, como un enorme tiburón dispuesto a devorarnos desde la página, o el hocico de un monstruoso lobo que iba a tragarnos a todos. La malignidad de la foto ampliada, reproducía en implacable detalle hasta los vellos nasales del personaje, deformado hasta una amenazadora caricatura de sí mismo. Era
demasiado perfecta la sevicia y crueldad del personaje para ser real: ni siquiera un sangriento Macbeth resultó tan físicamente acorde con su papel asignado. El titular junto a la foto no dejaba dudas: “¡Que no vuelva jamás el Monstruo”!
(Batista durante su matrimonio con Elisa Godínez con algunos de los hijos de ese primer matrimonio)
Fue luego, mucho más tarde, cuando supe que quien había armado (o consentido) todo ese teatro de abalorios, se había suicidado, asqueado por lo que hizo y cansado de tanta mentira, la cual al final se volvió contra él, según suele suceder. Fue el aprendiz de mago atrapado en su mismo error: invocó fuerzas que lo superaron y terminaron aplastándolo. Pero no era el único: hubo muchos cómplices. Lo que no sabían —y los que sabían, lo callaron— que el verdadero “monstruo”, “La Criatura” del Dr.Frankenstein que habían concebido en un irresponsable laboratorio, se les había deslizado hábil y sinuosamente a sus espaldas, y aprovechando la generosa invitación fijada en cada puerta, hizo uso de ella: “Fidel: esta es tu casa”. Y sí, al poco tiempo, todas las casas fueron de él…
Con cruel perseverancia y absoluta falta de escrúpulos, implacablemente nos enseñaron a odiar aquel hombre y a todos sus seguidores y colaboradores, como lo peor del universo, cual un monstruo horrendo, un aborto terrible de la naturaleza, y grabaron en nuestras mentes el epíteto implacable e inapelable: La Bestia.
Como ha dicho certeramente Néstor Díaz de Villegas, la llamada Revolución Cubana ha sido y sigue siendo, ante todo, un exitoso espectáculo muy bien montado, una performance de la crueldad más refinada y efectiva. Constituye un enorme teatro del mundo donde todos, aún a nuestro pesar, hemos sido actores o comparsas, pero el guion y la dirección han venido de otros, un grupito muy eficaz y hábil, donde lo mismo se encuentran editorialistas del New York Times que antiguos espías del KGB soviético, y otros miles que han colaborado entusiasta e irresponsablemente en esta gigantesca representación. Muchos de estos artífices han sucumbido a su misma obra, como Pigmalión o Viktor Frankenstein; por cierto: justicia poética.
(Batista con su hijo Jorge, uno de los varios hijos que tuvo con su segunda y última esposa: Martha Fernández Miranda de Batista. Batista amaba a sus perros. Este bloguista conoció a un veterinario que los cuidaba; ese veterinario tenía la mejor opinión de Batista al cual nunca le oyó decir un exabrupto a nadie y sí un trato exquisito)
La “revolución cubana” ha sido un asombroso producto de la mercadotecnia política, elaborada con un dominio ejemplar de la manipulación de multitudes y la sugestión individual, difícilmente repetible. Aunque los artífices y orfebres del engendro han negado insistente y convenencieramente su “excepcionalidad”, y promueven la ilusión de su reproducción (“crear dos, tres, muchos Viet Nams” dijo Ernesto Guevara en la Conferencia Tricontinental), lo cierto es que ninguna de las réplicas ha tenido el éxito de público logrado por esa performance cubana hasta hoy. El triste espectáculo de Venezuela hoy no es más que una mala “copia pirata”, un performance fallido y abucheado.
Esta evocación es mucho más que el recuerdo aislado de un niño cubano: es la memoria compartida de toda una generación y de varias que la siguieron. “Nos casaron con la mentira”, dijo alguien que después resultó el mentiroso mayor y se nombró Amo de la Verdad; claro, su verdad … Y el profeta iluminado agregaba, sin saber —o sabiendo quizá que algún día esa profecía se volvería acusadora contra él— “por eso parece que la tierra se abre cuando conocemos la verdad”. Lo confieso, desde
hace mucho, a mí la tierra me tragó. Y no sólo a mí, sino a muchos más. Y continúa con ese insaciable apetito, “un hambre, mi amor, hereditaria”, como dijo un poeta.
(Batista desayunando en el Palacio Presidencial junto a su esposa Martha)
Los cubanos padecemos de muchas hambres, pero, hoy, sobre todo, del hambre de la verdad. O, al menos, de lo que más se le acerque.
Aprende uno con los años, que la Historia en su devenir resulta una concatenación de acontecimientos, donde los personajes van actuando en una compleja y contradictoria coreografía, que muchas veces ni ellos mismos suponen, organizan, ni visualizan: los hechos anteriores nos conducen imperceptiblemente a los siguientes, y esto se produce no en una nítida línea recta, sino traviesamente sinuosa, con saltos y regresiones, tomando a veces rumbos insospechados y atentando contra toda lógica, atravesando contextos complejos y diversos dentro de una compartida universalidad. Es una contradanza diabólica y de círculos perfectos e implacables.
En la medida que con los años me sumerjo por mí mismo, sin anteojeras ni mediadores, en el estudio del pasado cubano, mirando con saludable escepticismo la historia del relato que ya me fue dado, se diluyen mis certidumbres y debo replantear todo lo que aceptaba como verdadero, definitivo y claramente establecido. Creo que esto es un síntoma común a muchos de mi generación y las posteriores, y sabemos bien que no es una empresa fácil sino muy dolorosa. Los historiadores complacientes y acomodados (y levemente cómplices), llamarán a esto “revisionismo histórico”, y lo condenarán inapelablemente: es ya una antigua costumbre nacional que descalificar sin ponderar ni debatir sea la mejor forma de eludir el diálogo argumentado, documentado y razonado. Colgar una cómoda —e injusta— etiqueta denigrante y descalificatoria, siempre es más fácil —y menos comprometedor— que enfrentar una opinión o una reflexión con verdades. Pero sucede que precisamente en este preciso momento, por nuestros formidables bandazos históricos como país, los
cubanos necesitamos ahora más que nunca antes, revisitar nuestra historia, y revisar con honestidad y perseverancia todo lo que nos enseñaron como cierto y establecido.
(Batista y su esposa Martha repartiendo juguetes el Día de Reyes a los niños de la Casa de Beneficiencia de La Habana)
Todavía mucha de la historiografía cubana de todas las orillas y horizontes acepta que la situación actual de la Isla comienza a partir del fatídico 10 de Marzo de 1952. Esta atribuye exclusivamente a Fulgencio Batista, a su egoísmo ambicioso y una intensa ceguera política, la responsabilidad de todo el drama que aún padecemos. Se oculta intencionalmente, de paso, el clamor popular que celebró el incruento “Golpe de Estado” como algo no sólo tolerado y aceptado, sino esperado y también ansiado. No hay duda que la memoria y su contrapartida, el olvido, son selectivos.
Es un hecho incontrovertible que Batista, antes de 1952, fue uno de los “hombres de 1933”, aquellos “revolucionarios” que derrocaron a otro “dictador”, Gerardo Machado Morales, quien también reclama una nueva visión y un juicio más equilibrado, si no justo, ante la Historia.
(Batista en una repartición de juguetes para niños pobres)
Cuando quienes lo descalifican a priori, acríticamente, hayan leído toda la obra de Batista, quizá podrán tener argumentos provocadores que les permitan (si realmente son honestos en su pensamiento) replantearse su visión. Yo ya lo he hecho (en su mayor parte), y he quedado no sólo sorprendido sino también emergido del otro lado de la corriente con un sentimiento de íntima culpabilidad, por ignorancia. Crecer duele.
[1] Sobre esta imagen, pueden consultarse: Jacobo Machover, El terror ‘humanista’. Tribunales revolucionarios y paredón en Cuba (1959). Madrid, Editorial Hispano-Cubana, 2011, y Pedro P. Porbén, La revolución deseada: prácticas culturales del hombre nuevo en Cuba. Madrid, Editorial Verbum, 2014.
© cubaencuentro.com
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Fulgencio Batista ien su primer matrimonio con Elisa Godinez tuvo tres hijos: Mirta Caridad (1927-2010), Elisa Aleida (1933), y Fulgencio Rubén Batista Godinez (1933-2007). En su segundo matrimonio con Marta Fernandez Miranda tuvo cinco hijos: Jorge Luis (1942), Roberto (1947), Carlos Manuel (1950-1969), Fulgencio (1953) y Maria Marta Batista Fernández . Batista tuvo también una hija fuera de los matrimonios: Fermina Lázara Batista Estévez Batista nacida en 1935.
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Tomado de
https://zoevaldes.net/2013/09/03/
3 septiembre, 2013 • Zoé Valdés ¡Libertad y Vida!
Se
acerca el 4 de septiembre, fecha en la que se cumplirá el ochenta
aniversario de la Conspiración de los Sargentos en Cuba y fecha en que
comienza el liderazgo de Fulgencio Batista y Zaldívar. Como saben estoy
haciendo una novela hace años sobre Fulgencio Batista y Zaldívar y
además un documental, del que tengo varias entrevistas filmadas de
muchas horas. Aquí les dejo de forma inédita y sin editar un fragmento
de entrevista con Fulgencio Rubén Batista y Godínez, primogénito de
Batista. Esta entrevista coordinada, producida y realizada por mí (como
el resto de las entrevistas) forma parte de mi documental ‘Batista: El
Hombre’.
Este verano estaba previsto editarse el documental, lo
que no pudo hacerse por razones ajenas a mí. Un teaser del mismo sería
presentado en el banquete de la celebración del aniversario del 4 de
septiembre, pero no será posible, lo siento mucho.
Sobre el 4 de septiembre de 1933.
Trataré de subirles entre hoy y mañana algunos fragmentos más:
Reitero que la entrevista está sin editar.
Vean también el sitio de Cuba Republicana, fundado por Fulgencio Rubén Batista y Godínez.
Agradecería que se citara la página, la fuente, y la autoría del video, que es de mi propiedad. Gracias.
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Nota del Blogguista
En
los primeros años de la década de los años 90s, un señor ya mayor que
había sido del Partido Socialista Popular ( partido comunista ) y que
vivía en el Reparto Eléctrico, me contó sobre la homosexualidad de
Miguel Ángel Quevedo y la cocaina que consumían en calzoncillos Quevedo
y un famoso cantante puertorriqueño que vivía en Cuba en esos años, en
esas bacanales; esa persona trabajaba allí.
Con el señalamiento
anterior sólo deseo reafirmar lo planteado sobre Miguel Ángel Quevedo en
cuanto a su preferencia sexual y las bacanales. La homosexualidad no
necesariamente puede ser debido a un problema hormonal; Quevedo no tenía
características transexuales. No considero a la homosexualidad una
enfermedad; también conozco de homosexuales con gran fuerza de
carácter.
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Tomado de http://www.nuevoaccion.com/
DEBATE: BOHEMIA, QUEVEDO, Y EL REVISIONISMO HISTÓRICO
Por: Dr. Antonio de la Cova
(Autor y profesor universitario de Historia)
Discrepo
de la revisión histórica que ha hecho la viuda de Carlos Castañeda
sobre su esposo y la revista “Bohemia”. Miguel Angel Quevedo heredó de
su padre la dirección de dicha publicación. Si Quevedo se dejaba
presionar por su empleado Enrique de la Osa, debió haber sido por sus
debilidades morales y hormonales.
En el libro de Norberto
Fuentes, “Hemingway in Cuba”, páginas 249-51, señala lo que es de
conocimiento público: Quevedo era un notorio homosexual, "orgulloso de
que ninguna mujer había entrado en su finca," donde semanalmente daba
fiestas y escandalosos bacanales.
Todos los redactores de
“Bohemia” fueron fervientes partidarios de Fidel Castro. Después del 1
de enero de 1959, perdieron toda objetividad periodística para
convertirse en propagandistas revolucionarios. Entre los reportajes
falsos que publicaron estaba el de "Mas de veinte mil muertos arroja el
trágico balance del régimen de Batista."
http://www.latinamericanstudies.org/cuba/Bohemia-1-11-59-180.jpg
El
ex presidente Ramón Grau San Martín fue quien primero lanzó esa frase
que “Bohemia” dio como verídica, a pesar de que la lista de muertos que
publicaron no llegaba a mil. “Bohemia” nunca hizo un esfuerzo serio por
obtener la verdadera cifra, como luego efectuó el Dr. Armando Lago.
Otro reportaje de "Bohemia" titulado "El Padre le Daba los Cráneos de sus Victimas Para que Jugara" (enero 11, 1959)
http://www.latinamericanstudies.org/cuba/cesar-necolardes.jpg
fue
completamente ficticio. La foto del entonces niño César Necolardes
Moreno había sido tomada en los 1940s en el Museo Antropológico Montané,
en la Universidad de la Habana. Se nota que dos de las calaveras en la
foto reposan sobre un mapa de Cuba. En 1959, las mismas maestras que más
de una década antes habían llevado al niño en una excursión estudiantil
al museo, le escribieron a Quevedo para que rectificara, pero éste se
negó hacerlo. En "Bohemia" jamás apareció ninguna nota de rectificación
sobre ningún tema, algo que es común, aunque no frecuente, hasta en los
grandes rotativos norteamericanos.
Hace dos años, mientras mi
esposa trabajaba en un proyecto de antropología física en el museo
Smithsonian en Washington, le enseñé la foto de los cráneos en la foto
de "Bohemia", a los doctores forenses Douglas Owsley y David Hunt, dos
de los más reconocidos expertos en a
ntropología física en EE.UU. Ambos concluyeron que las calaveras en la foto eran piezas de museo de mucha antiguedad.
( Miguel Ángel Quevedo y Fidel Castro en 1959 cuando eran amigos )
Lo
de "Bohemia" no fue periodismo, fue propagandismo, como vemos en este
artículo de Carlos Castañeda, citando una serie de mentiras de Fidel
Castro, incluyendo una donde dice: "Somos amigos de los Estados Unidos."
http://www.latinamericanstudies.org/cuba-news/Bohemia- Castaneda.jpg
En
la revista "Bohemia" jamás apareció ni la más leve crítica contra Fidel
Castro. Después del 1 de enero de 1959, se justificó en “Bohemia” el
terrorismo indiscriminado de bombas y asesinatos que el Movimiento 26 de
Julio utilizó para llegar al poder. Hasta el secuestro de Juan Manuel
Fangio se convirtió en una epopeya gloriosa.
En 1984, cuando
Agustín Alles era director de noticias de la WRHC, me invitó a su
programa de radio. Me dijo que cuando él era redactor de “Bohemia”, fue
el primer periodista en subir a la Sierra Maestra y se dio cuenta de que
los rebeldes eran comunistas. "Allí vi que daban clases de comunismo,"
me afirmó. Le pregunté: "¿Por qué no denunciastes eso?" Me respondió:
"¿Estas loco? Me hubieran acusado de Masferrerista. Me hubiera tenido
que exiliar." Le dije: "Acabastes por exiliarte." No me contestó.
Aprecio a Agustín, pero figura entre los revisionistas que como la viuda
de Castañeda, quieren tergiversar la historia de la verdadera
responsabilidad que tuvo "Bohemia" en llevar a Fidel Castro al poder.
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BOHEMIA Y BOHEMIA LIBRE
Por Lillian Castañeda
No
sólo ahora, sino durante años, muchas personas han venido expresando su
opinión negativa sobre la Revista Bohemia, basados en lo que han leído,
o en lo que les han dicho, y formulan sus juicios guiados por
opiniones de terceras personas. Sin tener conocimientos de primera mano
sobre el tema, llevados por su pasión patriótica, condenan duramente a
personas que no conocen, cuya limpia
trayectoria
le es ajena, fijándose sólo en las apariencias, y con eso, cometen, sin
saberlo, un grave error y una gran injusticia. Creo que antes de
difamar a una persona o a un grupo de personas, es necesario investigar
cual es la verdad, y solo podemos estar seguros de la verdad cuando la
conocemos de primera mano.
(John Freeman, Otto Rodríguez, Lillian Castañeda, María Figuerola )
Yo
sí conozco esa verdad de primera mano, porque dormí durante 45 años al
lado de uno de los protagonistas y antes de irse a dormir me contaba los
eventos de su día. Yo les voy a contar esa historia, porque se lo debo
a tres muertos dignos de todo mi amor, mi admiración y mi respeto,
cuya memoria están manchando con esas acusaciones: Carlos M. Castañeda,
Miguel Angel Quevedo y Agustín Tamargo y por extensión los demas hombres
y mujeres que hicieron Bohemia Libre en Nueva York.
¿Por qué
solamente mencionan a la revista Bohemia de Cuba, y nunca hablan de la
Revista Bohemia Libre, publicada en Nueva York a partir del mes de
octubre de 1960 por Miguel Angel Quevedo y un grupo de periodistas
dignos que lo siguieron al exilio? ¿Por qué callan que esos periodistas
se dedicaron durante años a desenmascarar al castrocomunismo desde sus
páginas y dieron a conocer al mundo las barbaridades del régimen que
oprime a su patria? ¿Es o no de sabios rectificar?
Mientras
tanto, en Cuba quedaba la otra Bohemia, bajo la dirección de Enrique de
la Osa, quien no reconoció su error y continuó sirviéndole de papagayo
al régimen. Yo supe de primera mano de la lucha interna dentro de
Bohemia a la que el resto del país estaba ajena. Lo supe porque lo viví
muy de cerca. Supe de los problemas que tuvieron muchos periodistas
con De la Osa, cuando comenzaron a darse
cuenta
de lo que sucedía en Cuba y trataron de denunciarlo, sin éxito, por el
control que ejercía Enriquito sobre ellos y sobre lo que ellos
escribían, editándoles sus informes para la sección En Cuba, y
presionando a Quevedo para que no publicara artículos con criticas al
gobierno.
( Carlos M. Castañeda )
Es cierto que casi todos
los periodistas y la dirección de la Revista Bohemia, como el 99 por
ciento de los cubanos, apoyaron la revolución al principio, mientras
pensaron que se trataba de muchachos idealistas que venían a salvar a la
patria. Pero poco a poco se fueron dando cuenta de lo que estaba
pasando. Algo que muy pocos saben es que ya Quevedo y un grupo de
periodistas entre los que estaban Tamargo y Castañeda estaban "virados"
desde el mes de diciembre de 1959, pues se estaban dando cuenta, del
rumbo que tomaba aquello. En enero del 60, para estar seguro, Quevedo
envía a Carlos a recorrer la isla junto con Guayo, el fotógrafo, con el
pretexto de hacer un reportaje sobre la reforma agraria, pero en
realidad era para investigar la infiltración comunista desde Pinar del
Río hasta Oriente. Yo acompañé a Carlos en ese viaje. Cuando casi un
par de meses después, regresaron y Carlos y Guayo le dieron el informe,
Quevedo tomo la decisión de irse y ahí mismo nació la idea de denunciar
aquello desde afuera, ya que desde adentro ya no se podía publicar
libremente. Enrique prácticamente le había dado un golpe de estado
silencioso a Miguel dentro de la revista. Era el hombre de Fidel dentro
de Bohemia y era el que decidía lo que se publicaba. Por eso fue que
Quevedo y un grupo de periodistas decidieron marcharse al exilio. Unos,
como Tamargo y Quevedo se asilaron en embajadas. Carlos, en la primera
oportunidad que tuvo en el mes de julio, se las agenció para que Enrique
lo mandara a cubrir una sesión de la ONU y se quedó en New York,
mientras tanto Enrique me llamaba todos los días a mi casa para
preguntarme si sabia algo de Carlos, que no le estaba mandando los
informes de la ONU y no lo podía localizar en el hotel donde se suponía
que estuviera. Yo me inventaba un embuste nuevo cada día hasta que por
fin pude conseguir la visa de mis dos hijos y marcharme del país el 6 de
agosto.
Mientras tanto, Carlos, junto con otros periodistas de
Bohemia y los Saralegui (abuelo, padre y tío de Cristina), codueños de
Bohemia, quienes lograron conseguir apoyo económico en Estados Unidos,
se dedicaron a planificar la Bohemia Libre para poder comenzar a
publicarla en cuanto Quevedo pudiera salir de la embajada rumbo a Nueva
York. Así en octubre salió la primera Bohemia Libre en New York, y algún
tiempo después, en Caracas y Puerto Rico.
En la biblioteca de la
Universidad de Miami, sección de Cuba, existe una colección de Bohemia
Libre que está a la disposición del que quiera revisarla. Pero no
tienen que ir tan lejos. Yo tengo algunas en mi casa que he logrado
conseguir para tener los artículos que escribió mi esposo, y los invito
a revisar esos ejemplares, mientras saborean un buen café cubano.
Quizás al hojear sus páginas podrán comprobar quienes fueron de verdad
aquellos hombres que hicieron Bohemia y Bohemia Libre: buenos cubanos,
amantes de su patria y acérrimos enemigos del comunismo.
Les he
hablado desde el corazón, contándoles la verdad, tal como la viví.
Porque conocí a fondo los personajes de esta historia respondo por
ellos. No fuimos, ni somos perfectos, pero si puedo asegurarles que
siempre actuamos con honestidad, buena fe, y con los mejores intereses
de nuestra patria en mente. Lillian, viuda de Carlos M. Castañeda,
NOTA
DE NUEVO ACCIÓN: No fue Miguel Angel Quevedo, como se ha dicho, el
inventor del mito de los "20,000 muertos de Batista", sino el Jefe de la
Sección en Cuba, Enrique de la Osa, que bebía como un ruso y tendía a
exagerar en sus frecuentes borracheras. Esa vez lo hizo como un favor a
Fidel Castro y sus "revolucionarios".
********************
SUPUESTA CARTA DE MIGUEL ÁNGEL QUEVEDO ANTES DE SUICIDARSE
Sr. Ernesto Montaner
Miami,
Florida
Querido Ernesto:
Cuando
recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de
mi muerte. Ya me habré suicidado —¡al fin!— sin que nadie pudiera
impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de
1965.
( Miguel Ángel Quevedo )
Sé
que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de
inculpaciones. Que querrán presentarme como «el único culpable» de la
desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí
niego es que fuera «el único culpable». Culpables fuimos todos, en mayor
o menor grado de responsabilidad.
Culpables
fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos
demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de
aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud,
por sentirse halagados por la aprobación de la plebe. vestían el odioso
uniforme que no se quitaban nunca. No importa quien fuera el
presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de
Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que
los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública. El pueblo
también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que
quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que
compraba
Bohemia, porque
Bohemia era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a
Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.
Fidel
no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la
insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por
demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara
al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su
participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y
su conducta gansteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una
amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando
se encontraba en prisión.
Fue
culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas
de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la
aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República.
Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó «los veinte mil muertos». Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.
Fueron
culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que
derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo
criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de
las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas
rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus
guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución
comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a
entregar el poder.
Fue
culpable Estados Unidos de América, que incautó las armas destinadas a
las fuerzas armadas de Cuba en su lucha contra los guerrilleros.
Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba.
Fueron
culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no
ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los
infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla
fracasar como lo hicieron.
Fueron
culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a
todos los cambios electoralistas. Y los periódicos que como Bohemia, le hicieron el juego a los abstencionistas, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones.
Todos
fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes. Ricos y
pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores.
Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga: que
los más «virtuosos» y los más «honrados» eran los pobres.
Muero
asqueado. Solo. Proscrito. Desterrado. Y traicionado y abandonado por
amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días
muy difíciles. Como
Rómulo Betancourt,
Figueres, Muñoz Marín. Los titanes de esa «Izquierda Democrática» que
tan poco tiene de «democrática» y tanto de «izquierda». Todos
deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Cuando se
convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran
antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo
de Mao Tse Tung.
Ojalá
mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que
pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no
vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran
que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino
un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios
no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo. Para que
los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones
tendenciosas, sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir
hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro. Y
para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio, cuyas
frutas hemos visto que no podían ser más amargas.
Fuimos
un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera.
Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. Nos olvidamos de
Nuñez de Arce cuando dijo:
Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano.
Adiós.
Éste es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono
con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal
que he hecho.
Miguel Ángel Quevedo
*****************
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http://baracuteycubano.blogspot.com/2010/10 se lee:
Los llamados torturadores, los testaferros de la Dictadura, los esbirros, todo género de calificativos que sembró la prensa en la mente de los cubanos, especialmente la obra de Manolo Ortega, el locutor comunista de CMQ, que ocupó “valientemente” cuando no había nadie dentro, el 2 de Enero de 1959, el BRAC y tomó de allí piezas de un pequeño museo de los tiempos coloniales y los llevo a Bohemia junto a una caja de unas plásticas y desato una campaña focalizada sobre un señor llamado Roberto Freyre, quien había era cuñado de Esteban Ventura Novo, pero nunca había sido Policía, ni colaborar del régimen, fue suficiente para sembrar para siempre la imagen anclada en los cubanos de que el régimen de Batista torturaba sistemáticamente sacando, ojos y testículo. El tal Roberto Freyre fue capturado y después de la campana se le dio libertad y permiso para salir legalmente del país, sin la intervención de abogado, pues era imposible demostrar que este ciudadano había trabajado en las Estaciones Policíacas.
(tomado del libro Memorias de Esteban Ventura Novo, Capt XLIII pagina 245).
Lo cierto es que no los cadáveres de los revolucionarios asesinados (por su comportamiento de poner petardos, ¨niples¨ y otros artefactos explosivos en lugares públicos así como usar armass de fuego en contra de la Policía Nacional, en contra del Ejército y hasta en contra de simples simpatizantes del régimen de Batista) no tenían las uñas sacadas, extirpados los tes´ticulos o vaciadas las cuencas de los ojos. Sí presentaban golpes en su cuerpo, quemadura en su piel producidas por cigarros o tabacos encendidos, wtc.
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