El comandante Mora y sus amigos escritores
Por Rafael Rojas
29 de noviembre de 2014
Hay personajes de la Revolución Cubana que, por muy comandantes y ministros que hayan sido, son borrados de la historia oficial de esa misma Revolución, con un celo perdurable, que se trasmite de una generación a otra de historiadores y periodistas oficiales. Entre muchos otros, es el caso de Alberto Mora Becerra, hijo del héroe del asalto a Palacio Presidencial, Menelao Mora, quien formó parte del Directorio Revolucionario y de la lucha de esta organización contra el régimen de Fulgencio Batista, entre 1957 y 1959, desde el exilio, la sierra de El Escambray o la clandestinidad habanera.
Mora llegó a ser el comandante del Directorio mejor ubicado en el gobierno revolucionario en la primera mitad de los 60. Uno de los pocos que por entonces formó parte del gabinete como Presidente del Banco de Comercio Exterior y como Ministro de Comercio Exterior. Desde esa posición, el político ayudó a varios de sus amigos escritores, especialmente a Guillermo Cabrera Infante y Heberto Padilla, colocándolos en oficinas comerciales del gobierno cubano en Europa, luego del cierre de Lunes de Revolución y el primer ciclo de ortodoxia cultural y ideológica a principios de los 60.
La amistad de Mora con esos escritores, como narraron Cabrera Infante en Mea Cuba (1993), Cuerpos divinos (2010) y Mapa dibujado por un espía (2013) y, antes, Padilla en La mala memoria (1989), databa de fines de los 50, cuando el joven revolucionario se asomaba a los ambientes de la cultura y la farándula habanera. Ambos, Cabrera Infante y Padilla, describen a Mora como un "político intelectual", con una notable cultura filosófica, literaria y musical. El comandante Mora vendría siendo una figura equivalente a Carlos Franqui, Alfredo Guevara, Armando Hart o Haydée Santamaría, un político que intervenía en la cultura como protector, mediador, traductor y, a la vez, embajador del poder.
¿Cómo y cuándo cayó en desgracia Mora? Probablemente, como muchos otros líderes del Directorio, el Movimiento 26 de Julio o el viejo PSP, alrededor de 1965, cuando se crea el nuevo Comité Central del Partido Comunista de Cuba y se funden los pocos medios de comunicación que quedaban dispersos. Todavía entre 1963 y 1964, Mora, como Ministro de Comercio Exterior, intervino en el debate sobre la política económica cubana, que enfrentó a los partidarios del modelo de "financiamiento presupuestario" y "estímulos morales" del Che Guevara y a los seguidores del "cálculo económico"y la "autogestión empresarial", que había defendido Carlos Rafael Rodríguez desde principios de la década en Cuba socialista y algunos ensayos. Mora fue, de hecho, quien desató la polémica al publicar, en la Revista Comercio Exterior, una refutación de la idea del Che Guevara de que la ley del valor no funcionaba plenamente bajo una economía socialista. Guevara reprodujo el artículo de Mora en la revista de su propio ministerio, Nuestra Industria, con una réplica suya.
La posición de Mora en aquel debate era favorable a la corriente pro-soviética de la dirigencia cubana, que era la que pareció predominar en la reorganización del Partido Comunista en 1965. Sin embargo, en los años siguientes, con la Ofensiva Revolucionaria, en la coyuntura de la muerte del Che Guevara en Bolivia, Fidel Castro reorientó la política económica hacia el guevarismo. Es muy probable que entonces, Mora, un crítico declarado de esa estrategia de desarrollo, perdiera soporte dentro de la clase política de la isla.
¿Qué fue de Mora entre fines de los 60 y 1972, cuando se suicida? Cabrera Infante afirma en Mea Cuba que su amigo, "condecorado con exes -ex comandante, ex ministro, ex diplomático", fue enviado a una granja de trabajo, en 1971, por defender a Heberto Padilla. Según Cabrera Infante, el suicidio fue la respuesta a esa humillación. En cambio, Padilla, en La mala memoria sugiere que el suicidio de Mora se debió al profundo desencanto con la Revolución que sentía desde mediados de los 60, cuando en un encuentro que tuvieron en París, junto a Guillermo Cabrera Infante y Pablo Armando Fernández, sufrió un colapso nervioso.
En sus memorias, Padilla describe a Mora como un intermediario entre él y Fidel Castro en los meses posteriores al encarcelamiento del poeta. Es Mora quien le trasmite mensajes e impresiones directas de Castro, sobre la forma en que encara su juicio y su castigo, y quien le aconseja siempre moderar sus posiciones para evitar la cólera del régimen. Estos testimonios, a veces contradictorios, hacen del comandante un personaje de ficción. Un político, amigo de escritores que, al ser expulsado del panteón oficial del Estado, sobrevive, no en la historia oficial o en las enciclopedias electrónicas del poder, sino en la memoria de la literatura.
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MI PARTICIPACIÓN EN LA EXPEDICIÓN DE NUEVITAS
(La participación del Dr. Armando Fleites)
Guerrilleros a finales de los años cincuenta en el Escambray. En primer plano de rodillas Lázaro Artola Ordaz.
Por Félix José Hernández.
París, 9 de febrero de 2013
Guerrilleros a finales de los años cincuenta en el Escambray. En primer plano de rodillas Lázaro Artola Ordaz.
El Dr. Armando Fleites, quien fuera comandante de las guerrillas que combatieron contra el régimen de Fulgencio Batista en los años 50 del siglo XX, es hoy día uno de los últimos testigos de lo que ocurrió no sólo en aquellas montañas. Su testimonio sobre la Expedición de Nuevitas- que me envió ayer desde Miami- es precioso, pues aclara muchos puntos que van en contra de la Historia Oficial impuesta por el régimen de los hermanos Castro. Te ruego que lo hagas circular entre nuestros amigos allá en San Cristóbal de La Habana. Es nuestra pequeña contribución para hacer conocer la verdad sobre los que lucharon por una Cuba Libre y no por establecer una nueva dictadura. Como este testimonio será publicado en: Madrid, Tenerife, Estocolmo, Washington, París y Miami, ya los censores del régimen no podrán borrarlo, pues quedará no sólo en la prensa escrita, sino también en Internet.
“El fracaso del asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957 tuvo un gran impacto en el Directorio Revolucionario por la caída de su líder José Antonio Echeverría y más tarde a causa del asesinato en Humboldt 7 de los dirigentes Fructuoso Rodríguez, Secretario General del DR y de Juan Pedro Carbó Serviá, Joe Westbrook y José Machado. Esta situación determinó que muchos dirigentes tuvieran que marcharse al exilio o al clandestinaje, por lo que fue necesario iniciar una nueva etapa del Directorio Revolucionario. Recuerdo que Eloy Gutiérrez Menoyo fue designado Jefe Nacional de Acción del DR.
En ese entonces yo dirigía una Clínica Médica llamada OMPO, que se convirtió en un centro de reunión y contacto revolucionario. Se me asignó la misión de organizar el D.R. en la provincia de Las Villas con el cargo de Secretario General. De inmediato comencé a trabajar conjuntamente con Eloy Gutiérrez Menoyo, tanto en el territorio de Las Villas como en el territorio nacional.
Se realizó una intensa labor conspirativa en Las Villas. Eloy Gutiérrez Menoyo, y varios compañeros de Las Villas junto a nosotros, empezamos a contemplar la idea de las posibilidades de un alzamiento en el Escambray.
Eloy con un pasaporte a nombre de Lázaro Martínez Alfara, visitó dos veces Miami a finales de 1957 para informar sobre la situación en Cuba y solicitar a la dirección nacional la autorización y ayuda para abrir un frente guerrillero en las montañas del Escambray, con el objetivo de aliviar la situación militar en la Sierra Maestra y además tratar de dividir la isla en dos partes. En los dos viajes se realizaron extensas reuniones. Faure Chaumont no creía en la lucha guerrillera en las montañas, estimaba que el Directorio tenía un compromiso histórico y su idea era golpear duro y a la cabeza en La Habana, con un posible nuevo atentado a Batista, pero el acuerdo final decidió que el Directorio luchara en el frente guerrillero y en la capital, por lo que las armas y esfuerzos serían compartidos a la mitad entre los dos frentes de lucha. Además se ratificó que una expedición marítima llevaría los armamentos adquiridos a Cuba.
En la preparación de la Expedición de Nuevitas, Armando Garrido fue encargado de alquilar el yate Scapade dando de garantía su casa de Hialeah. Más tarde consiguió el barco pesquero San Rafael y por último consiguió el yate Yaloven, que poseían miembros del Movimiento 26 de Julio. En realidad sin Garrido no hubiera podido realizarse la operación.
Una semana antes de la Expedición, el Dr. Luis Casas, dirigente del D.R. en Camagüey, me informó que Faure Chaumont quería hablar con nosotros. Tuvimos una reunión aquí en Miami, y él nos propuso que partiéramos para Cuba en el último viaje del vapor Florida a la Habana, para que completáramos los preparativos de la expedición de Nuevitas desde Cuba. Yo le contesté que el acuerdo era que yo fuera en la expedición, pues era el único médico que iría, y que además yo era perseguido por el coronel Esteban Ventura, ya que había descubierto que yo tenía un cargamento de armas y ellos chequeaban los viajes del Florida.
El 31 de enero de 1958 a las 9 y 30 p.m. llegué al yate Scapade que estaba anclado entre el MCartur y el Venecian Causeway, en una manigua donde hoy se encuentra el edificio del Miami Herald. Los que salimos en el Scapade fuimos: Faure Chaumont, Eduardo García Lavandero, Luis Blanca, Dr. Enrique Rodríguez Loeche, Alberto Mora, Alberto Blanco, Rolando Cubela, Raúl Díaz Arguelles, Julio García, Antonio Castell, Carlos Figueredo, Guillermo Jiménez, José Fernández Cossio, Carlos Montiel, y quien escribe, Dr. Armando Fleites, los que desembarcaríamos en Cuba. Además José A. Naranjo, Esther Martín y el capitán del yate Alton Sweeting, los que regresarían con el barco a Miami.
En el yate transportábamos: una ametralladora calibre 50, cuarenta, sub-ametralladoras Thompson, una sub-ametralladora Stein, dos fusiles anti-tanques de 55 mm., con su parque, 50 carabinas italianas, dos ametralladoras de aviación de 30 mm. adaptadas a bípode, un rifle Winchester, dos fusiles M3, una cantidad no precisada de granadas de mano y abundante parque para los armamentos.
Tengo entendido que las sub-ametralladoras Thompson fueron donadas por el Dr. Carlos Prío Socarrás.
Antes de las 12 p.m., en una noche fría, salimos hacia Las Bahamas, específicamente hacia el este de la isla Andros. Llegamos al amanecer y estando carentes de gasolina tuvimos que abastecernos. Por suerte no tuvimos problemas con los bahamenses, pero tuvimos dificultades porque se nos varó el barco, se fue de lado y tuvimos que sentarnos todos en el lado opuesto para hacer contrapeso.
Por el día partimos hacia la las Islas Jumencos y en el trayecto nos encontramos con un mal tiempo, un norte. Había muchos arrecifes y dientes de perro, por lo cual pasamos un mal rato. El capitán se enfermó y no podía dirigir el barco. Por suerte la situación la resolvió Eduardo García Lavandero, ya que era piloto y sabía de navegación aérea, por lo que pudo dirigir el camino. También lo ayudó el lograr localizar una emisora de radio cubana que le guío.
Fue difícil localizar a Raccon Key, pero lo encontramos. Allí nos bajamos y probamos todas las armas. El día 6 de febrero de 1958 a las 7:00 de la mañana nos encontró el barco pesquero de Nuevitas que había sido gestionado por Armando Garrido, donde venía Gustavo Machín. Era un balandro llamado San Rafael con su propio capitán, Enrique Valdés. Allí nos transportamos los expedicionarios y todas las armas hacia el San Rafael. Por cierto, fue el único día que comimos bien porque Cubela tuvo la suerte de matar una cabra salvaje.
A mediodía levantamos el campamento y pusimos proa hacia Nuevitas, mientras tanto el barco Scapade puso proa hacia Miami. Al fin llegamos a la Bahía de Nuevitas a las 8 p.m., a uno de los tres Cayos Ballenatos donde estábamos citados con el yate Yaloven, pero tuvimos que esperar por más de dos horas por su llegada, con bastante frío. Para sorpresa nuestra venía en él José González, a quien yo había incorporado anteriormente al Directorio de Las Villas.
Pasamos las armas al Yaloven y pusimos proa a la Playa Santa Rita, situada cerca de la Estación Naval de Nuevitas. Desembarcamos en el muelle de la playa, descargamos las armas y las escondimos en casa de alguien conocido por “el primo”.
De allí las transportamos a un camión de lechería, colocándolas debajo de las cantinas de leche, el cual salió al amanecer. Mientras en varios automóviles salimos los expedicionarios.
En el último de ellos partimos Raúl Díaz Argüelles y yo hacia la ciudad de Camagüey. Cada uno llevábamos una ametralladora Thompson. Cuando llegamos a la ciudad, nos condujeron a la casa de Esperanza Moncada y su hermana. Eran hermanas de Rafael Emilio Moncada, un prestigioso médico de Camagüey. Como yo estaba muy peludo, me llevaron a pelar a una barbería, allí nos visitó Chaumont, él le escribió una carta al Dr. Aureliano Sánchez Arango, jefe de la Triple A. Allí estuve hasta el día 13 de febrero cuando salí con un grupo en una caravana de automóviles para Las Villas. Los que íbamos en ese grupo éramos: Faure Chaumont, Enrique Rodríguez Loeche, Alberto Blanco, Rolando Cubela, Eduardo García Lavandero, Luis Blanca, Alberto Mora, Gustavo Machín y yo. Las armas venían en un camión cubiertas por arena para prevenir su detección.
Paramos en Jatibonico para cenar y cuando llegamos a Sancti Spiritus nos reunimos con Clodomira Acosta, enviada de Fidel Castro, la que había sido llevada por Darío Pedroza. Allí se incorporaron Ramón Pando y Tony Santiago.
Cuando llegamos al kilómetro 17 de la carretera de Sancti Spiritus a Trinidad, los que nos esperaban eran Eloy G. Menoyo, Lázaro Artola, Jesús Carrera, Roger Redondo, Domingo Ortega, Ramiro Lorenzo, William Morgan, Filiberto González, Berardo Salas, Silvano Remedios, Carlos Remedios, Oscar González, Irán Rojas y José Cordero. Obviamente no vinieron todos los alzados a recibirnos, los demás estaban en el campamento principal.
A los que llegamos nos pusieron en un campamento provisional para pasar la noche, mientras Menoyo con los otros volvió al campamento principal.
Faure Chaumont, Eduardo García Lavandero, Enrique Rodríguez Loeche, y Alberto Blanco sólo venían a hablar con Eloy y después siguieron para La Habana. Los que se iban a quedar en el Escambray como parte de la guerrilla eran: Rolando Cubela, Luis Blanca, Alberto Mora, Gustavo Machín y yo.
La noche en que llegamos, Menoyo me mandó a buscar al campamento provisional y me preguntó cuáles eran las armas que venían desde Miami en la expedición. Eso me sorprendió, pero le enumeré todas las armas que habíamos traído. Menoyo me dijo que solamente había recibido: 47 carabinas italianas, que en Miami se compraban a $12.50; una ametralladora Thompson para Cubela, una ametralladora Stein para Tony Santiago y un rifle posiblemente Winchester para Luis Blanca. Esa respuesta me dejó sorprendido porque el número tan pequeño de armas recibidas contradecía el acuerdo tomado con Chaumont y la Dirección Nacional, en el cual se comprometieron a entregar el 50% de los armamentos.
Haciendo historia, desde julio de 1957 Lázaro Artola, un antiguo militante ortodoxo, que fue fundador del Movimiento 26 de Julio se internó en el Escambray junto con una serie de revolucionarios del Movimiento 26 de Julio. Entre los que estaban con él se encontraban: Roger Redondo, José Cordero, Domingo Ortega, Berardo Salas, Enrique Villegas, etc., un total de 35 hombres. Ese grupo organizó en la zona de Sancti Spiritus todo un sistema de inteligencia y abastecimiento, inclusive un sistema de comunicación de mensajes por la radio y también por una docena de chóferes de alquiler. Ese grupo no pudo nunca tener las armas adecuadas para una guerra de guerrillas. Menoyo me dijo que él, Lázaro Artola y el grupo, habían tomado un acuerdo en virtud del cual si la mitad de las armas que venían en la expedición eran para la guerrilla, junto a los principios comunes por los que se luchaba, de libertad, democracia, constitución y Estado de Derecho, ellos reconocerían al Directorio Revolucionario como patrocinador del Frente y un Estado Mayor Militar cuya jefatura ostentaría Eloy Gutiérrez Menoyo.
Después de hablar con Eloy, era obvio que el 50% de las armas prometidas por Chaumont no habían venido para la guerrilla. Eloy tenía un gran disgusto con Chaumont, especialmente porque no podía cumplir su acuerdo con Artola.
Al día siguiente, los guerrilleros Osvaldo Montiel y Publio Rodríguez fueron a buscarme, también a Clodomira Acosta y a Ramón Pando Ferrer. Fuimos para el campamento principal y un día después se convocó a una reunión con Chaumont y varios expedicionarios junto con Eloy Gutiérrez Menoyo, Jesús Carrera y varios compañeros más. En esa reunión Eloy increpó directamente a Faure y le dijo que lo que él había traído en armamentos no era lo que se había acordado con la Dirección y que él le había dado su palabra a Artola y a su grupo basado en ese compromiso. Le pidió a Chamont que le devolviera las armas que le correspondían que se habían llevado para La Habana.
Se creó una situación tensa. Eloy le pronosticó a Chaumont que ellos no tenían la infraestructura necesaria en la ciudad, y como resultado iban a perder todas esas armas en La Habana. Cuando se estaban discutiendo esos puntos sonaron unos disparos producto de una escaramuza con los soldados de Cacahual. Un soldado resultó herido y se retiraron, pero cambió la situación y tuvimos que evacuar el campamento. Entonces nos dividimos en dos grupos. Los expedicionarios que originalmente volverían a La Habana se fueron con el grupo comandado por Eloy.
Chaumont y nosotros nos fuimos con el grupo de Menoyo, pero debido a los hechos se paralizaron las conversaciones sobre las armas. Eventualmente los expedicionarios que no se iban a quedar en el Escambray pudieron irse para La Habana. Antes de irse Chaumont me dijo que me fuera del Escambray porque todos los guerrilleros que estaban allí eran unos locos y no tenían ninguna oportunidad de victoria. Específicamente me dijo que me fuera a Cienfuegos para esperar a ver lo que pasaba. Le contesté que ya había tomado la decisión de quedarme con los guerrilleros en el Escambray, que me necesitaban porque yo era el único médico pero fundamentalmente porque yo tenía fe en la lucha guerrillera.
En conclusión el 29 de marzo en la Playa Santa Fe, en la provincia de La Habana, todas las armas que Chaumont se llevó, incumpliendo el pacto, fueron ocupadas por el ejército de la dictadura batistiana y se perdió el esfuerzo de los revolucionarios y de los expedicionarios de Nuevitas. Curiosamente con las pocas armas que se dejaron en el Escambray, pudimos tener dominio de zona, y combates victoriosos y cuando Chaumont regresó al Escambray, cinco meses después de su salida, ya el Escambray era una realidad y el Segundo Frente tenía cientos de hombres combatiendo.
Nota bene: Debido a esa situación Chaumont falsamente y negando la historia no nos menciona en la lista de los expedicionarios de Nuevitas y Rodríguez Loeche nos sustituye en la lista por otro médico que no participó en la expedición, pero mis compañeros expedicionarios y los revolucionarios saben que nosotros desembarcamos en Nuevitas.
Meses más tarde de la visita de Menoyo a Miami, Chaumont lo acusó de celebrar reuniones con la C.I.A. y con el ex – presidente Carlos Prío. Se puede asegurar que nunca se produjeron esas reuniones”. Dr. Armando Fleites. Ex Secretario General del Segundo Frente Nacional del Escambray.
Le doy mis más sinceras gracias al Dr. Armando Fleites por haberme concedido el privilegio de publicar su importante testimonio.
Un gran abrazo desde La Ciudad Luz,
Félix José Hernández.
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