Nota del Bloguista de baracutey Cubano
Batista ni los batistianos eran archienemigos de los auténticos: eran rivales políticos. No extrapolemos lo que trajo la Robolución a esas lides políticas. Batista y Grau personalmente no eran enemigos.
Sería bueno que se abordara el asesinato del ex comunista y entonces líder auténtico obrero Sandalio Junco por los comunistas y la vinculación de Armando Acosta, quien posteriormente sería Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución o CDR y alto miembro del Partido Comunista de Cuba en la época Castrista.
Sandalio Junco
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La publicación incluye dos nuevos textos y da por concluida la polémica sobre la muerte de Jesús Menéndez
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Por José Gabriel Barrenechea
Santa Clara
31/05/2017
En su primera edición de 2017 la revista Espacio Laical continúa la polémica que, sobre la muerte de Jesús Menéndez, comenzara en su segundo número del año pasado.
En su
Carta Abierta a Newton Briones Montoto, el historiador inglés Steve Cushion se concentra en presentar una minuciosa serie de sucesos relacionados con la persecución de sindicalistas comunistas, o aliados de estos, por parte de los grupos post-revolucionarios auténticos. Su punto parece consistir en que es incorrecto e injusto presentar la muerte de Menéndez como consecuencia de las históricas tendencias violentas de los comunistas, ya que según demuestran los hechos en esta historia, su historia, que al parecer comienza en junio de 1947, a los comunistas solo les cupo desempeñar el papel de víctimas, nunca de victimarios. Esto último, siempre según Cushion, a resultas de la alineación de los gobiernos auténticos con el imperialismo americano y su anticomunismo furibundo de la post guerra.
Esta conclusión, sin embargo, solo puede ser la de alguien muy ilustrado en el panorama general de la época, pero no muy enterado del concreto cubano de entonces. Alguien que conoce al dedillo el proceso de ascensión y caída del movimiento sindical americano entre los 30 y los 50, y que intenta extrapolar de manera simplista ese conocimiento a la Cuba contemporánea de ese fenómeno. Sin tener de la realidad nuestra más que nociones elementalísimas.
(Newton Briones Montoto, ex oficial del Departamento de Seguridad del Estado durante tres décadas y hoy jubilado; hermano de Antonio Briones Montoto)
Porque si bien es cierto que el sindicalismo comunista fue atacado con saña por los grupos post-revolucionarios auténticos, lo evidente para cualquiera con cierto conocimiento de nuestra historia es que en este caso solo podemos hablar de un contraataque, una respuesta lógica en el marco de la concepción violenta de nuestra política, en vigor antaño como hogaño. No debe de olvidarse que los comunistas se habían opuesto al Gobierno de los 100 días, y que posteriormente se habían alineado con Batista, el archienemigo de los auténticos. Pero por sobre todo no deben de olvidarse las tácticas cruentas que ese mismo movimiento comunista usó para proteger el monopolio que sobre los sindicatos les entregó Batista, o para asegurar la permanencia en el poder de ese funesto personaje, que a la larga les aseguraba lo primero con sus bayonetas.
En cuanto al contexto anticomunista de la época solo cabe asignarle un papel muy secundario en las luchas por el control sindical entre auténticos y comunistas, sobre todo relacionado con la defensa de lo que sucedía en Cuba ante las audiencias americanas, siempre tan interesadas y enteradas de los asuntos cubanos. De hecho, cabe decir que más importancia en la evolución de esas luchas la tuvo el anterior contexto de acercamiento entre EEUU y la URSS, porque si el autenticismo y sus aliados no emprendieron inmediatamente una ofensiva contra los comunistas y su control sindical, tras su ascensión al poder en octubre de 1944, se debió a los compromisos que en ese contexto internacional La Habana necesariamente asumía con Washington, su principal aliado. Más bien cabe decir que una vez rotos los lazos soviético-americanos, y con las dos superpotencias en camino de la Guerra Fría, las luchas pudieron tomar su tendencia natural autóctona.
A partir del discurso de Churchill en el Westmister College de Fulton, los auténticos se descubrirían con las manos libres para hacer no lo que les dictaba el imperialismo yanqui, sino lo que la memoria reciente de la vida política les dictaba: vengar a sus no pocas víctimas de la actividad del pistolerismo comunista.
Es por ello que en el segundo trabajo que en la presente edición Espacio Laical publica de esta polémica, Newton Briones le pregunta a Cushion: “¿cómo puede explicar las muertes en el acto del Principal de la Comedia (1940) y el asesinato de Sandalio Junco (1942), durante el gobierno de Fulgencio Batista, si la Guerra Fría no había comenzado (aún)?” En Respuesta a una historia mal contada, el también autor de General Regreso o Acción Directa le responde no solo a aquel historiador inglés, sino también a Angelina Rojas, Vladimiro Roca y Pedro Antonio García, o lo que es lo mismo, a todos aquellos que han publicado trabajos que pretenden refutar el suyo.
Newton Briones comienza por advertir que, aunque en su trabajo original se basó casi únicamente en el informe del cabo Chartrand, su personal opinión acerca de lo sucedido aquel 22 de enero de 1948 no solo procede de allí.
A lo largo de su réplica podremos leer toda una serie de documentos relacionados con la causa 91 de la Audiencia de Oriente, entre ellos el interesante informe del sub-inspector Pedro Touzet. En el mismo este criminalista supone que el único orden posible de las heridas recibidas por Jesús Menéndez comenzaría por la del lóbulo de la oreja derecha, continuaría por la del brazo izquierdo, para culminar en la recibida en la espalda. La última de las mencionadas le atravesó el corazón, así que muy poco probablemente la víctima habría conseguido mantenerse en la posición adecuada para recibir a posteriori las otras dos, sobre todo la de la oreja. La cual solo se explicaría si Jesús
Menéndez hubiera estado de frente a Casillas en el momento del disparo que la produjo. Por tanto, para Touzet es esta la primera, y consecuentemente Jesús Menéndez se encontraba de frente a su supuesto agresor en el momento de comenzar el tiroteo, lo que desbarata la versión de que le daba la espalda.
Debe señalarse que ese orden corresponde más o menos con los movimientos que debería seguir todo aquel que recibe un balazo en el lóbulo derecho de la oreja: por un movimiento instintivo se tendería a encoger la cabeza sobre el hombro correspondiente a la vez que se gira en esa dirección, exponiendo de paso la región lumbar izquierda.
Newton Briones señala también el significativo hecho de que, durante el gobierno revolucionario, para el cual la única versión admisible ha sido la de que a Jesús Menéndez el capitán Casillas lo mató por la espalda, se le practicaran otras dos autopsias al cadáver del líder sindical: el 18 de enero de 1962, y el 18 de agosto de 1973. No deja tampoco de destacar el cambio en sus declaraciones, tras 1959, del doctor que le practicó la autopsia inicial, y del soldado herido en la trifulca. Algo muy de acentuar, si tenemos en cuenta que sostener en ese momento lo contrario habría sido toda una temeridad, al menos en el caso del soldado, al cual se lo podría haber encauzado con suma facilidad bajo un régimen en que, a diferencia del de los cuarenta, no existía, ni existe aún, la clásica separación de poderes que sí establecía la Constitución de 1940, por entonces en vigor.
Otros argumentos de Newton, como el de la actitud de la dirigencia comunista al enterarse casi de inmediato de la muerte de Menéndez, nos parecen mucho más flojos: su apresuramiento en acusar sin tener pruebas era una tendencia natural de los mismos, evidente para todo aquel que haya leído más de un número de su órgano de prensa, Noticias de Hoy. Por lo que resulta imposible de definir si su actitud desde la misma noche del hecho se explica en esa tendencia, o fue el resultado de cálculos premeditados.
No ya tan flojas nos parecen las revelaciones que hace un individuo tan bien situado para observar la historia de su país, y con una incuestionable disposición para buscar la historia viva, como es el caso de Newton Briones Montoto: la de la presencia del comunista venezolano Eloy Torres en el lugar de los hechos, y la versión contraria a la oficial que le narrara el hijo de este, diplomático chavista, en agradecimiento por dedicarle un libro suyo sobre Guiteras; y la de la seguridad con que Emilio
Aragonés, entre su círculo íntimo, establecía la versión del comienzo de la balacera por Menéndez.
Ciertamente estas dos revelaciones no pueden ser tomadas como concluyentes ni mucho menos, pero sí sirven para contrastar todas esas otras que los sostenedores de la versión del asesinato han publicado por docenas, sin ningún otro criterio de veracidad que el pretendido prestigio de quien la hizo o quien la recogió: desde aquella en que Enrique de la Osa, en su trabajo para la sección En Cuba de la revista Bohemia, daba oídos a todo lo que le susurraran en las orejas sobre Casillas, entre otras su supuesta participación en la muerte del millonario Madrazo, pero sin conocer a derechas los apellidos del mismo (“Joaquín Casillas Dupuy”, salió impreso en la edición del 1º de febrero de 1948), hasta esa fantasiosa publicada originalmente por Hoy, puesta ahora de nuevo en circulación por la señora Angelina Rojas en su artículo de Trabajadores, sobre una conversación telefónica entre Casillas y el oficial investigador del caso, interceptada por no se sabe quién, porque ni en la república existían recursos para ello, y el oficial del KGB más cercano se encontraba en Ciudad México.
Newton termina su trabajo contándonos la verdadera historia de la muerte de Joaquín Casillas Lumpuy, que él obtuvo de mano de quién lo mató, y señalando que el verdadero misterio en la muerte de Menéndez no está tanto en las circunstancias en que aconteció esta, sino en las razones que llevaron al partido comunista a enviarlo a una muerte segura. Para él, el intento de provocar una huelga general en el sector azucarero que obligara a los auténticos a aceptar su inclusión en la coalición gobernante.
Dos interesantes trabajos con los que Espacio Laical declara concluida esa polémica, al menos desde sus páginas.
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