Jorge Hernández Fonseca
Por www.cubalibredigital.com
30 de Agosto de 2007
Existe una porfiada suerte de deseo asociado a la política cubana, surgido en lo más profundo de los anhelos de cambios, que describe a Raúl como el hombre “pragmático” que encabezará estos cambios hacia la democracia y el bienestar económico y social en Cuba. Es difícil imaginar que el hombre que hace 48 años comanda los organismos armados en la Cuba de “horca y cuchillo”, pudiera ser capaz de dar el golpe de timón democrático que el país necesita.
Sin embargo, este pensamiento encuentra entre sus defensores modelos en los cuales espejarse con ejemplos de Secretarios Generales de Partidos Comunistas comprometidos con cambios democráticos --como fue el caso Gorbachov en el desastre soviético-- o el actual presidente de Rusia, antiguo comandante de la policía política de la vieja y comunista URSS.
Fuera de los deseos naturales que todos los cubanos tenemos de enderezar los rumbos de la Nación cubana, vale la pena analizar objetivamente lo que pudiera estar asociado a semejante criterio, para por lo menos tener los elementos argumentales que nos permitan abrigar tal esperanza, a la luz de lo que hasta ahora se sabe públicamente sobre el hermano del tirano.
Como que el record acumulado por Raúl en medio siglo de “revolución” no lo tipifica como “reformista”, y como además, en los 13 meses que ha estado oficialmente al frente del ejecutivo cubano como rey (casi) absoluto, no se le ha visto esbozar el más mínim
o intento de reformas políticas democráticas, se acude al (lógico) argumento de que “estando todavía vivo Fidel, las ansias reformistas raulianas no han podido expresarse de manera integral, para no causar un grave enfrentamiento a la línea “revolucionaria” seguida hasta ahora por su hermano mayor”.
Esto desde luego que pudiera ser posible. Sin embargo, antes de proseguir con el análisis de los potenciales cambios a implantarse en le isla, debemos definir claramente los objetivos del cambio que deseamos para la Nación cubana. A nadie escapa la actual diversidad ideológica de los opositores a la dictadura. Si al inicio la oposición era conformada básicamente por demócratas de tendencia centrista, o de derecha, en la actualidad este espectro ha ido al límite de sus posibilidades, y en la oposición existe una gama gigantesca de tendencias políticas, que van desde los trotskistas y estalinistas (sin Fidel) hasta los ultraderechistas. Todos opositores.
De manera que, los objetivos del cambio de la oposición política cubana cubren una gama casi tan grande como el espectro opositor, lo que no sólo resulta lógico, como que también resulta justo que cada cual luche por lo que considera el mejor futuro para la Nación cubana.
Pero la oposición política cubana no sólo está compuesta de tendencias políticas que cubren todo el espectro ideológico (políticamente hablando), sino que también está compuesta por cubanos que viven (y sufren) en las entrañas del régimen (viven dentro de Cuba) y otros que viven en el exterior. Vale decir que en el extranjero existen tendencias opositoras de todos los signos, así como una ralea (alentada por el régimen) de “simpatizantes de la revolución” que aspiraron no obstante a poder desayunar, almorzar y comer, y por eso “abandonaron el país”.
Para los cubanos dentro de la isla, mayoritariamente --no totalmente, claro-- la óptica lógicamente está fuertemente asociada al “arroz con frijoles”, y es natural que los famosos cambios que esperan después de medio siglo de “fusil contra fusil”, sean de tipo económico, ejecutados en forma gradual, para evitar la “violencia contrarrevolucionaria”, sin priorizar el cambio político o ideológico. Aunque siempre la democracia es bienvenida, no es la prioridad.
En el exterior por el contrario, donde está resuelto el problema de “la comida”, las expectativas de cambios están
asociadas a la implantación de un régimen democrático de derechos, que les permitan ejercer su condición de ciudadanos cubanos que la “revolución” les niega hasta hoy. Aunque los problemas de escasez material de la isla les preocupan, no son la prioridad.
(Algunos opositores destacados de dentro de la Isla )
Estas dos ópticas lógicamente que son --sino excluyentes-- si marcadamente diferentes. Los cubanos que viven en la isla (no todos, repito) quieren la solución de sus problemas materiales, el levantamiento del embargo, el viaje de los norteamericanos a la isla y que la economía comience a fluir --con o sin Raúl-- para poder comenzar a considerarse “personas”. Los cubanos en el exterior (también no todos) quieren un cambio democrático, que les permita sentirse parte de la Nación a la cual pertenecen y de la cual han sido excluidos injustamente.
En paralelo, los exiliados de tendencia política “de izquierdas”, pretenden lógicamente que los cambios dentro de la isla sean del tipo “gradual” hacia la democracia, “para no perder los logros de la revolución” y poder experimentar (quizá con un modelo chino) un “socialismo con comida” y de esa manera adelantar para el futuro democrático de la isla, una posición de ventaja al imaginarse “construyendo un socialismo con igualdad y bienes materiales al mismo tiempo”.
Pero, y ¿que ha estado haciendo Raúl, en todo este tiempo? Primero, ha culpado a los dirigentes (y a los “trabajadores que no laboran”) de la “baja productividad” existente en el “paraíso socialista cubano”, imaginando que son las leyes represivas las que solucionarán los problemas de (falta de) producción y no las relaciones de propiedad sobre los medios. Por eso ha aprobado leyes más represivas. Segundo, ha culpado a los tenues cambios ejecutados por la dictadura en los 90 para enfrentar el desastre socialista (autorización de circulación del dólar y pequeños negocios privados) como responsables por los “problemas actuales”, y en vez de profundizar los cambios anteriores (como debería), los anatemiza como “desvíos ideológicos”. Tercero, reafirma al partido único, institución totalmente incompetente, “líder de la sociedad”.
En realidad las líneas, las leyes y reglamentos aprobados por Raúl, lo que se dirigen es a establecer en la sociedad cubana una especie de “revolución cultural a lo Mao”, encontrando “culpables” equivocados que paguen las culpas de los problemas actuales, azuzando el odio contra los que tienen dólares, contra los dirigentes, contra los trabajadores que “no producen” y estableciendo las bases de un esquema más represivo que el creado por su hermano mayor. Esa pretensión por sí sola (¡cuidado!) podría dar al traste de una vez con la “revolución”.
Hay una contradicción flagrante en todo este “momento rauliano de cambios” en Cuba. La izquierda mundial ha establecido (Zapatero en España, Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay, Michelle Bachelet en Chile y un largo etcétera que incluye también a Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, entre otros) la necesidad de implantar el “socialismo democrático” a través de elecciones libres, con participación de otros partidos políticos, como base del mencionado “socialismo del siglo XXI”
De inmediato salta una pregunta lógica, y hasta ahora sin respuesta: ¿Porqué la izquierda mundial (encabezada por Zapatero y Lula da Silva) que apoyan a la “Cuba revolucionaria”, no le pide a Raúl --que supuestamente irá a hacer cambios hacia el “socialismo del siglo XXI”-- que siga el ejemplo de Hugo Chávez en Venezuela (que hizo un plebiscito) e inicie sus cambios dentro de la isla con una consulta democrática y participación de varios partidos políticos? La respuesta a esta interrogante es el mayor ejemplo de embuste político contemporáneo.
La oposición política cubana, de izquierda o de derecha, de dentro o fuera del país, no puede caer en la misma trampa que hace medio siglo cayó el pueblo cubano confiando en las mentiras de Fidel (lo acaba de reconocer cínicamente ahora en un artículo firmado por él, recientemente) y dando crédito hoy día a un comunista declarado (como Raúl ahora y no como fue Fidel entonces, que decía “no ser comunista”) con la pretensión de instaurar un nuevo experimento (otro más) usando “el socialismo del siglo XXI” de Hugo Chávez (que lo compre quien no lo conozca) con el único objetivo de continuar disfrutando de su dictadura “contra” el proletariado.
No hay futuro democrático en Cuba con Raúl, con su partido, ni con la “revolución y sus logros”. Cuba debe tener –a corto plazo-- un futuro de libertad donde quepan todos; los de izquierda y los de derecha, los de fuera y los de dentro, los pro-España y los pro-EUA, y desde luego, los remanentes del desastre fidelista asociados a un partido (seguramente minoritario y no hegemónico) aquel que ellos decidan crear (o re-crear) al mismo nivel que el resto de los partidos políticos democráticos cubanos, como corresponde a una sociedad madura, destruida por una banda de gángsteres asociados a un partido único, devenidos “salvadores de la patria”.
Fonte: cubalibredigital.com
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