Publicado el 06-28-2007
Tony Varona, patriota intachable
Por Julio Estorino
Conocí al Dr. Manuel Antonio de Varona a finales de 1978, recién llegado él a Miami procedente de New York. En 1979 se convocó una asamblea general de las organizaciones del exilio cubano, con el fin de aunar las mismas en algún tipo de coalición que coordinara sus trabajos. Esa memorable asamblea tuvo lugar los días 4, 5 y 6 de abril de 1980 en el Auditorio del Bayfront Park y al final de la misma quedó constituida, no sin esfuerzo, la Junta Patriótica Cubana.
Tony Varona fue elegido presidente de la misma y yo ocupé un puesto en la Asamblea Permanente de la recién formada coordinación de organizaciones. Comencé entonces a trabajar más cerca de aquella legendaria figura de la democracia cubana, de aquel político respetado por su integridad y su decencia, y por el cual sentí inmediata simpatía, ya previamente estimulada por la vieja militancia auténtica de mi padre. Un año más tarde fui elegido uno de cuatro vicepresidentes de la Junta, y en 1982, modificada la Dirección Nacional del organismo, como único vicepresidente, posición que ocuparía hasta la muerte de Tony, el 29 de octubre de 1992.
Por más de doce años mantuve una estrecha relación de trabajo patriótico de día a día con él, relación que se fue convirtiendo en una sincera amistad cimentada, por mi parte, en la admiración que sentía hacia aquel incansable luchador por la liberación de Cuba y por el rescate de los derechos de su pueblo. Fue la nuestra una amistad creciente que, sin embargo, no me obligaba a estar siempre de acuerdo con él. Con la consideración más franca hacia su indiscutible jerarquía, más importante ésta en lo personal que en lo institucional, estuve en desacuerdo con Tony en unas pocas ocasiones y nunca en cuestiones fundamentales, más bien en aquellas inevitables entre un experimentado líder político y alguien 35 años más joven. Esas pequeñas diferencias se resolvieron siempre en la cordialidad y de ellas aprendí mucho. Me confirmó la importancia del respeto mutuo en la discrepancia y en el acuerdo, y el valor de saber reconocer, sin amargura ni falsa humildad, cuando se ha errado. Me enseñó que a los hombres se les conoce de veras en la adversidad y en el vaivén de cada día.
En todos esos años no hubo nada, de palabra o
de obra, que me hiciera pensar que estaba junto a un hombre capaz de utilizar medios tortuosos para lograr sus fines. Al contrario, el compartir casi a diario con él, el acompañarlo en las esperanzas y en las frustraciones de la lucha amarga por un noble ideal, donde abundaba el patriotismo, pero faltaban los recursos, donde lidiábamos con la buena fe de muchos y con las inevitables pequeñeces de unos pocos, me confirmó en mi respeto a su persona y a su trayectoria en la política cubana.
( Antonio ¨Tony ¨Varona )
En aquellos años estaba ya Tony en una etapa de la vida en la que se habla más del pasado que del futuro. Nunca le escuché referencia alguna a esas turbias confabulaciones de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos en las que se le ha querido involucrar, tomando como base supuestas declaraciones de connotados mafiosos. Le escuché, sí, su decepción por las deslealtades de gobernantes, políticos y funcionarios de este país hacia la causa, sagrada para él, de la libertad de Cuba. Al llegar a este punto, habría que recordar que el tiranicidio, en circunstancias específicas de contumacia criminal por parte del tirano en contra de su pueblo, es legítimo y no contradice la recta conciencia. No pudiera ser nunca una "primera opción", pero, llegado el caso, sería tan justificable en la relación pueblo-gobierno como lo es el principio de la legítima defensa de la propia vida en el plano individual. Y no soy yo quien lo dice. Lo argumentó claramente alguien con tanta autoridad en lo moral como Santo Tomás de Aquino.
Pero, ¿asociarse a criminales reconocidos, aunque fuese para un buen fin?... ¿emplear métodos traicioneros? ... Ese no es el Tony Varona que yo conocí. Lo conocí con conceptos muy firmes y claros en eso de la recta conciencia y la moralidad de los medios. Le conocí el corazón manso tras la corteza dura. Lo vi libre de rencores. Y lo contemplé siempre luchando de frente, sincero hasta la brusquedad, incapaz de la bajeza, aún frente a sus peores adversarios. Le vi acercarse serenamente a Dios en la hora de su muerte.
La historia de Tony Varona está muy por encima de palabras de mafiosos. Yo rechazo las alegaciones que se han hecho tan a la ligera y con tan poco respeto a su memoria y doy gracias a Dios por el privilegio de haber sido su amigo y compañero de luchas.
**************
Las píldoras envenenadas de la CIA
Por JOSE M. JUARA
Desearía hacer un cometario sobre ''las joyas de la familia'' de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos [ver El legendario Tony de Varona se ofreció para matar a Castro, por Gerardo Reyes, portada, 27 de junio], con respecto al líder démocrata cubano, Manuel A. Tony de Varona y sobre la implicación de que estuviera involucrado en un atentado contra Fidel Castro, usando pastillas venenosas. En Cuba, en 1960, la lucha clandestina contra el régimen empezaba a forjarse. He aquí mis recuerdos históricos.
Mi padre, el Dr. José M. Juara Beci, abogado de profesión y de vocación, abogado de las causas justas, hijo de patriota independentista del 95, luchador incansable por la independencia y la libertad del pueblo cubano desde su juventud en los años treinta, contra la dictadura de Machado y la implantada en marzo del 52 e inmediatamente contrario a la dictadura castrocomunista en 1959, se unió al movimiento Rescate Revolucionario, fundado clandestinamente por Tony Varona en Cuba en 1959, donde llegó a ser el segundo al mando, después del Dr. Méndez Pírez, a quien Tony dejó a cargo de la organización al partir al exilio para recabar ayuda en la lucha contra el incipiente castrocomunismo. Papá se hizo cargo de la Dirección de Acción y Sabotaje del movimiento.
Mi padre me contaba que después de semanas de espera para atentar contra la vida de Fidel Castro, tuvo que instalar una carga explosiva en uno de los elevadores del edificio del INRA, en donde Castro tenía sus oficinas ejecutivas. Cada día era más estricta la vigilancia en el edificio y decidió, al ver algunos automóviles oficiales, detonar la carga antes de que la descubrieran.
Aquí en el exilio me encontré con el ingeniero Mario Dausá y con César Hernández, quienes trabajaban en ese departamento y se estremecieron en el primer piso al estallar la carga dirigida al tirano. Con orgullo puedo decir que mi padre fue un terrorista anticastrista. Días después se enfrentó a unos milicianos que vigilaban sitios del clandestinaje, desde donde mi padre dirigía las actividades de Rescate Revolucionario, y al tratar de detenerlo, sacó su revolver y disparó, hiriendo a dos, uno de ellos de gravedad. En ese año mi padre tenía 50 años de edad.
La persecución contra su persona (sin saber a ciencia cierta quién era) se agravó y fueron a mi casa en Marianao a detenerlo. Era un domingo, mi madre y mi tía estaban en misa y mi padre, con mucha sangre fría, dirigió a los esbirros a ciertos sitios de mi casa y, de pronto, confundiéndolos y burlándolos, se les escapó de entre las manos. Llegó a casa de un cónsul costarricence, quien lo llevó a la embajada de Costa Rica en La Habana.
Eran los primeros meses de 1961. En esos días yo estaba en Guatemala, entrenándome como paracaidista de la Brigada 2506. No conocí de estas anécdotas hasta que nos reunimos, después de mi salida de la cárcel, aquí en el exilio. Me contaba de los problemas que tenían y que a través de Méndez Píres se comunicaban con Tony Varona para recibir pertrechos, noticias e instrucciones. Se autofinanciaban y usaban los recursos de los compañeros del clandestinaje como casas de seguridad, autos, comida, etc., pero jamás me habló de ningún atentado con pastillas venenosas contra la vida del dictador. Eso nunca lo pensaron, ni nunca recibieron órdenes ni equipos para este tipo de evento. Si se hubiera atentado a través de Tony Varona, mi padre hubiera tenido conocimiento del plan y seguramente hubiera participado del mismo --si lo hubiera aprobado, ya que él estaba en el centro de la acción y tenía el mando.
Hoy, a través de El Nuevo Herald, denuncio esta trama de la CIA como una nueva forma de justificar sus grandes fracasos, en Cuba y en otros sitios donde fueron derrotados --y todavía lo son-- por las fuerzas comunistas de aquella época, y por las de ahora.
Paracaidista de la Brigada 2506
en la batalla de Playa Giron.